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Cristología II - 6° Parte: El Misterio de la Encarnación - De la anunciación a la infancia hasta presentación de Jesús en el templo



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


3.6. EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN 

El motivo de la encarnación siempre se afirmó en los primeros tiempos del cristianismo y de la patrística fue la redención del género humano del poder del pecado y de la muerte eterna.

Estado de la cuestión: de lo que se trata es de averiguar si "en la presente economía de salvación", o sea, presupuesto el pecado de Adán, el "motivo principal" de la encarnación es la redención del género humano, o si hay algún otro motivo independiente de esta finalidad redentora. Efectivamente en virtud del presente decreto salvífico, o sea, el motivo de la encarnación presupone la permisión del pecado y el hecho del pecado mismo y sus consecuencias para todo el género humano.

Nosotros podemos afirmar: En el presente orden de cosas, o sea, en virtud del presente decreto de Dios, la encarnación del Verbo se ordenó de tal modo a la redención del género humano, que, si el hombre no hubiera pecado, el Verbo no se hubiera encarnado. (Sentencia más común y probable).


3.6.1. La Sagrada Escritura 

Ni una sola vez se dice que el Verbo se habría encarnado aunque el hombre no hubiera pecado; y en cambio, se nos dice muchas veces que el Verbo se encarnó para salvarnos del pecado.


  • "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en redención de muchos".  Mt 20, 28.
  • "El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido". Lc 19, 10.
  • "Tanto amó Dios al mundo, que le dió su Unigénito Hijo para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por ". Jn 3, 16-17.
  • "El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por nosotros, ¿cómo no nos daría con el graciosamente todas las cosas?". Rom 8, 32
  • "Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo, y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación". 2 Cor 5, 18-19.


3.6.2. Magisterio de la Iglesia 

Los Símbolos de la fe se nos dice que el Hijo de Dios descendió del cielo por nosotros y por nuestra salvación. Esta enseñanza de los Símbolos la ha repetido la Iglesia continuamente a través de los siglos. Pío XII en la encíclica "Haurietis aquas" dice: "Los documentos legítimos de la fe católica totalmente de acuerdo con las Sagradas Escrituras nos aseguran que el Hijo de Dios tomó una naturaleza humana pasible y mortal "principalísimamente porque anhelaba ofrecer, pendiente de la cruz, un sacrificio cruento para consumar la obra de la salvación de todos los hombres".


3.6.3. Razón teológica 

Sto. Tomás dice: La razón es que porque aquellas cosas que dependen únicamente de la voluntad de Dios y que están por encima de todo cuanto se debe a las criaturas, no podemos conocerlas sino por la Sagrada Escritura, donde se nos revelan. Pero, como en todos los lugares de la Sagrada Escritura se nos dice que la razón de la encarnación es el pecado del primer hombre, es más conveniente decir que la obra de la encarnación fue ordenada por Dios para remedio del pecado, de suerte que, si el pecado no se hubiese producido, tampoco se hubiera encarnado el Verbo. Sin embargo, el poder de Dios no queda limitado por esto, ya que Dios hubiera podido encarnarse aunque el pecado no hubiera existido". Por todo ello podemos decir: "El Verbo se encarnó para redimir todos los pecados de los hombres, pero principalmente el pecado original".

Decimos: "El Verbo se encarnó para redimir todos los pecados de los hombres". Entendido en el sentido de que Cristo murió en la cruz no sólo para redimir a los predestinados, o a los fieles, o a los elegidos, sino para redimir a todos los hombres del mundo sin excepción, esta conclusión teológica es de fe.

Consta claramente en la Sagrada Escritura. Veamos:


  • "Darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de su pecados". Lc 1, 21. 
  • "Al día siguiente vio venir a Jesús y dijo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo", Jn 1, 29.
  • "El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo", 1 Jn 2, 2.


Sto. Tomás opina acerca de la afirmación de que murió principalmente por el pecado original: "Es cierto que Cristo vino al mundo no sólo para borrar el pecado original que heredamos todos por la naturaleza humana, sino también para borrar todos los demás pecados que posteriormente cometemos. No queremos decir con esto que todos se borren de hecho, porque hay hombres que no quieren unirse a Cristo, según dice S. Juan: "La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz", Jn 3, 19. Sin embargo, Cristo vino "principalmente" para borrar el pecado mayor, el que afectaba a todo el género humano: el pecado original".

En el misterio de la encarnación vamos a destacar la actuación de cada una de las tres divinas personas y también la de la Virgen María.


3.6.4. El Padre es el que envía 

Es el mismo Cristo quien  afirma: "El Padre que me envió da testimonio de mí", Jn 8, 18. "Y ellos... han creído que tú me enviaste", Jn 17, 8.


3.6.5. El Hijo es el "enviado" 

"... dan testimonio de que el Padre me ha enviado", Jn 5, 36. "Para que crean que Tú me has enviado", Jn 11, 42. "Tengo que trabajar en las obras del que me ha enviado", Jn 9, 4.


3.6.6. El Espíritu Santo es el que obra 

Mt 1, 18:  "Se encontró en cinta por "obra" del Espíritu Santo". Lc 1, 35: "El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra".


3.6.7. La Virgen María acepta y colabora 

Lc 1, 38: "He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra".


3.6.8. La encarnación como misterio de Dios  

S. Pablo es el que habla en estos términos. Para Pablo el "misterio" comprende toda la economía de la salvación, o todo el designio salvífico de Dios. Este misterio se nos ha manifestado en su Hijo Jesucristo, en El todos los hombres, sin diferencias de raza ni de culturas, tenemos acceso al Padre, porque Jesucristo es el único Señor y Cabeza que todo lo unifica y recapitula, Efes 1, 9-10; Col 1, 26-27; Rom 16, 25-26.

Esta economía de la salvación Pablo la califica de "misteriosa y de escondida"; y lo es bajo un doble aspecto.

  • Primero, porque tiene su origen y fuente en la sabiduría y poder de Dios, que sobrepasa todo conocimiento humano. 
  • Segundo, el designio salvífico de Dios es un pensamiento de su corazón y un acto libre de su voluntad; y Dios no se aconseja con nadie, ni hay criatura que pueda sugerirle el modo de proceder, Rom 11, 33-34. Las consecuencias de esto son evidentes: el misterio de Dios sólo es accesible al Espíritu de Dios y a quien éste se lo quiera comunicar. Así el designio de Dios, o su economía de salvación, es doblemente misterioso: Por ser una decisión del corazón de Dios "escondida desde antes de los siglos", hasta el día en que El se dignó revelarla "llegada la plenitud de los tiempos...", Gal 4, 4; y por ser un designio impenetrable. Y un camino incomprensible en sí mismo "de la sabiduría de Dios". Rom  11, 33; 16, 25; Efes 3, 8-11.





3.7. LA ANUNCIACIÓN. VISITA A ISABEL. NACIMIENTO 

Antes de hablar de los misterios de María en la obra de su Hijo Jesucristo vamos a exponer algo acerca de los "Evangelios de la infancia" y su género literario peculiar. El primer problema que plantean los Evangelios de la infancia es su género literario. Como síntesis de los estudios más recientes se pueden señalar tres notas.

  • Los evangelios de la infancia son narraciones sustancialmente históricas. No hay duda de que tanto Mateo como Lucas pretende referir hechos acaecidos en la historia. En Lucas, en concreto, no puede olvidarse que en su prólogo dice que intenta narrar, "ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra... para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido". Lc l, l¬4.
  • Tales narraciones de la infancia está construidas de un modo artístico. Ello implica fundamentalmente un selección de material en función de una construcción literariamente bella.
  • Tales narraciones están influenciadas por un cierto procedimiento literario llamado "midráshico". "Midrash", es un término de uso lingüístico que significa investigar, explicar la Sagrada Escritura. Un midrash es una explicación edificante de la Sagrada Escritura hecha por los rabinos, ya sea en forma de comentario, explicando versículo por versículo, ya en forma de homilía en el que parte de un determinado pasaje y lo explica con argumentaciones y aclaraciones inesperadas para nuestro modo de pensar y con toda clase de aplicaciones prácticas para cualquier situación de la vida humana. Este género literario algunos exegetas consideran que pone en duda la veracidad e historicidad de los evangelios de la infancia y por ello consideran que dichos evangelios no son un midrash. Los midrash judíos, especialmente las narraciones midráshicas de historias de la infancia, contienen una prolongación y embellecimiento literario de textos bíblicos meramente imaginativos y sin base histórica. Sin embargo, tomando la palabra "midrash" en un sentido amplio, en cuanto narraciones llenas de alusiones bíblicas, se puede, por comodidad, seguir usando el término, acotando que estas alusiones no oscurecen en nada el carácter histórico de las narraciones. Por ejemplo, a un hombre imbuido en la lectura del AT como en el caso de nuestros dos evangelistas (Mt y Lc) al narrar hechos reales que son precisamente cumplimiento de lo que el AT había anunciado, no pueden menos de venirle a la pluma espontáneamente alusiones a esos anuncios previos. S. Mateo habrá de descubrir esas alusiones al AT  en concreto, estudiarlas en sus contextos veterotestamentarios y volver después con los resultados de esos estudios evangélicos a sus escritos.

Habitualmente se reconoce como dato cierto, que el evangelio de la infancia de Mateo y de Lucas proceden de dos tradiciones distintas. En Mt,  S. José es la figura central del evangelio, mientras que en  Lucas, el personaje principal es María. Se puede suponer que de una manera u otra, Lucas, ha tenido a María como fuente principal de su evangelio de la infancia. Sin embargo, Mateo podría tener la fuente de "los hermanos del Señor", es decir, de los parientes próximos del Señor, parientes, lo más probablemente por parte de S. José; ello explicaría el relieve que se le da a S. José en la narración.


3.7.1. La Anunciación 

Este relato lo describe solamente Lc 1, 26-38. Poco después de sus desposorios (no boda o matrimonio) con S. José, María recibió una revelación de Dios por medio del Angel Gabriel (que significa: Dios, se ha mostrado fuerte). Este le saluda con estas palabras: "Salve, llena de gracia", esto significa que alguien es objeto de la benevolencia divina, uno que ha sido favorecido por Dios y continúa siéndolo, o alguien a quien se le ha concedido una gracia sobrenatural y la conserva. La palabra griega es "kejaritomene" , y se ha traducido por: "llena de gracia".

La Iglesia expresa su opinión convencida de que María recibió totalmente el favor divino, y que estuvo llena de gracias de orden sobrenatural y de los dones del Espíritu Santo que de ello se desprende. El ángel continuó diciendo : "El Señor está contigo", descubriendo así que María disfrutó de la asistencia divina en todas sus acciones hechas para la gloria de Dios. Y termina el saludo con las palabras: "bendita eres entre las mujeres", indicando así que María ocupaba una posición única entre las mujeres de todas las naciones y de todas las épocas. María queda confusa ante este saludo y se turbó en la humildad de su corazón puro y sencillo. Mientras María reflexionaba sobre las posibles consecuencias del mensaje, el ángel la tranquiliza, llamándola familiarmente por su nombre, diciéndole que no tema y afirmando de nuevo que había encontrado favor ante los ojos de Dios.

A continuación le expone la naturaleza de la gracia que se le va a conceder: "Y he aquí que concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús...", Lc 1, 30-32. Alusión a la profecías de Is 7, 14. María responde al ángel: "cómo se hará esto, pues no conozco varón". El ángel le responde : "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra ...", Lc 1, 35. La concepción del Niño, será debida a una intervención especial de Dios por medio de su Espíritu Santo, siendo éste la expresión del amor divino y procediendo del amor del Padre y del Hijo, así se le atribuye al Espíritu Santo la "obra" de la encarnación. El ángel Gabriel termina con estas palabras: "Por eso el santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios". Es el Hijo de Dios por generación eterna (El Verbo) y es el Hijo de Dios engendrado por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María (Jesús de Nazaret, el Verbo divino encarnado).

A lo largo de esta conversación de María con el ángel podemos ver en María su sencillez, prudencia, sabiduría, en todo ello se pone a prueba su fe, su obediencia y su humildad. Su fe en la revelación del ángel fue completa y sin reservas, y por tanto, su consentimiento, sabiendo que iba a ser Madre de Dios, no fue pasivo, sino activo, libre y sin coacción. Su obediencia fue completa y su humildad profunda.


3.7.2. La Visitación a Isabel 

Después de la anunciación, María se dirigió a visitar a su prima Isabel, que residía en una ciudad llamada Ain Karen de la región de Judá. El motivo de la visita fue al enterarse por medio del ángel que su pariente Isabel estaba encinta. Cuando María entró en la casa de Isabel, ésta sintió una señal extraordinaria: el hijo que esperaba saltó de gozo en su entrañas, Lc 1, 41-44. Isabel se sintió llena del Espíritu santo y exclamó: "Bendita tú eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre", Lc 1, 42. Después se confiesa indigna de recibir la visita de María: "De dónde a mí tanto honor que la madre de mi Señor venga a visitarme", Lc 1,43. Y reconociendo cómo había reconocido el misterio por inspiración del Espíritu Santo, sigue diciendo: "Pues he aquí que, cuando tu saludo llegó a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno", Lc 1, 44. Y acaba Isabel alabando la fe de María, a la cual se debió en parte la encarnación: "Y bendita eres tú porque has creído, porque el mensaje del Señor se cumplirá en ti", Lc 1, 45.

La respuesta de la Virgen fue también inspirada por el Espíritu Santo, es el poema que conocemos con el nombre del "Magnificat" en el que la Virgen María canta con entusiasmo la misericordia, el poder y la santidad de Dios, que la había escogido para tan gran dignidad. En la segunda estrofa demuestra que Dios quiere exaltar al humilde y abatir a los soberbios; en la tercera estrofa se glorifica la fidelidad de Dios, que va a cumplir en su Hijo las promesas hechas a Abrahán y a su descendencia.

3.7.3. Nacimiento 

Cuando estaba próximo a nacer el Hijo de María, la familia tuvo que resolver un nuevo problema. Se acababa de publicar un edicto del emperador Augusto por el cual se mandaba hacer un censo de todos los habitantes del reino de Herodes. Para cumplir las disposiciones del decreto cada ciudadano debía inscribirse en su ciudad de origen. Como José era de la familia de David, él y todos los suyos tenían que inscribirse en Belén. Al llegar a Belén después de penosas jornadas de camino a pie se encuentran que en Belén no hay un lugar para acoger al peregrino José y su familia. Se alojó en una cueva natural del lugar, donde se alojaba ganado. No sabemos cuánto tiempo vivió allí María y José, tampoco sabemos si el Niño nació la misma noche de llegada o si el nacimiento ocurrió algunos días después. Cuando llegó el momento del alumbramiento María se retiró, y allí, en soledad, dió a luz a su Hijo. Es artículo de fe católica que el nacimiento del Hijo de Dios ocurrió sin daño físico para María, de tal manera que permaneció virgen físicamente antes del parto, du-rante el parto y después del parto. A continuación lo envolvió en pañales y lo recostó en el pesebre de los animales.

María y José contemplaban absortos en oración y alabanza al Hijo de Dios y reflexionaban con paz y gozo espiritual todos los acontecimientos. El Hijo de Dios nació en suma pobreza a fin de enriquecernos con su pobreza, 2 Cor 8, 9: "Conocéis bien la generosidad de Jesucristo nuestro Señor, el cual, siendo rico, por vosotros, se hizo pobre a fin de que os enriquezcáis con su pobreza".





3.8. ADORACIÓN DE PASTORES Y MAGOS DE ORIENTE 

Estando los pastores, durante la noche, guardando sus rebaños de ovejas, se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría... os ha nacido, hoy en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor... y se oyó una multitud del coro celestial que decía desde el cielo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace", Lc 2, 8-14. Los pastores fueron a Belén, visitaron al Niño.

Los pastores proclamaban lo que habían visto y todos se maravillaban de lo que les oían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón. Estos pastores representan los pobres y sencillos del pueblo de Israel, eran los preferidos Dios.  Así nos lo mostró Jesús cuando dijo: "Gracias te doy Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado esta cosas  a los sabios y prudentes y se las has revelado a los pequeños", Mt 11, 25.

Los Magos de Oriente visitaron al Niño aproximadamente al año de haber nacido. Dijeron que habían visto una estrella desconocida en el Este, la estrella del Mesías, y que Herodes les había informado de la profecías de Miqueas, por la cual sabían que el salvador nacería en Belén de Judá. Llegaron guiados por dicha estrella a la casa del Niño y vieron a María con el Niño en sus brazos, se postraron ante él y con toda reverencia le ofrecieron regalos que era al mismo tiempo demostración de su fe: oro, incienso y mirra. Los regalos de los magos de Oriente indicaban claramente que en el Mesías no veían solamente la naturaleza humana del mismo, puesto que eran ofrendas que se ofrecían a los dioses. Según una tradición común, el oro era un tributo a la realeza de Jesús; el incienso, a su divinidad, y la mirra, a su humanidad.

María y José recordaron la profecía del anciano Simeón, anunciando que Jesús sería la luz de revelación para los gentiles, Lc 2, 32. Y también el salmo, 71, 10 11: "Los reyes de Tarsis... los reyes de Eheba y de Sabá le traerán regalos. Todos los reyes se postrarán ante el y todas las naciones le servirán".  Los Magos de Oriente representan la universalidad de la salvación traída por Cristo, nadie queda excluido de la gracia de la salvación. Ellos representan la gentilidad del género humano, los que no son del pueblo elegido, Israel.





3.9. CIRCUNCISIÓN E IMPOSICIÓN DEL NOMBRE DE JESÚS

La circuncisión se realiza a los ocho días de haber nacido; es un rito muy antiguo dentro de pueblo judío y consiste en la ablación completa del prepucio que cubre el glande del miembro viril. Desde la antigüedad se la concibió como una señal de la Alianza, como signo de sumisión a Yahvé, Ex 4, 25, y de pertenencia a la comunidad de Israel, Ex 12, 48, y consiguientemente como señal que debía traer a la memoria los deberes impuestos por la Alianza: Deut 10, 1. Junto al rito de la circuncisión va la imposición del nombre. Al Niño se le puso el nombre de Jesús, de acuerdo a lo que el ángel había señalado a María, Lc 1, 31 y a S. José, Mt 1, 21 que significa "Dios salva" o "el que salva". Así con el rito de la circuncisión y la imposición del nombre se cumplió lo que dice S. Pablo en Gal 4. 4: "Nacido de mujer sometido a la Ley".  O el pasaje de Hebr 2, 17: "Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos".


3.9.1. Purificación de María 

Según la Ley de Moisés, toda mujer que daba a luz un hijo varón era declarada impura durante cuarenta días, Lev 12,, 1.s. Esta ley sobre la pureza estipula que, después de cada parto, la mujer debe hacer una ofrenda de purificación. El nacimiento de cada hijo está seguido por siete días de impureza; pero luego la madre tiene que esperar todavía treinta y tres días antes de poder acercarse a un Templo para llevar al sacerdote un cordero de un año como holocausto, y una palomita o tórtola como ofrenda de expiación. Se añade en la Ley que quien no pude pagar un cordero debe de llevar dos tórtolas o dos palomas jóvenes, una para el holocausto, y otra para la ofrenda de expiación. Lev 12, 2 8. Todo esto toca, en primer lugar, a la madre que tiene que purificarse después del parto. Es el rito de la purificación de la madre.


3.9.2. Presentación del Niño en el Templo 

Otra ley levítica estipula que todos los primogénitos de Israel son propiedad exclusiva de Dios. Ex 22,28-¬29: "Me darás el primogénito de tus hijos". Todo primogénito de sexo masculino, de hombre o ganado, pertenece a Dios: los animales tienen que ser sacrificados, y los hombres deben de ser rescatados. Ex 13, 2. Y el precio del rescate es de cinco siclos que se han de pagar a cualquier sacerdote. Lev 27, 3,  a partir del mes del niño.

María y José cumplieron con este rito, cuando dice en Lc 2, 22: "Cuando según la Ley de Moisés, se cumplieron los días de la purificación de ellos, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: "Todo varón primogénito, será consagrado al Señor" y para ofrecer en sacrificio" un par de tórtolas o pichones" conforme a lo que dice la ley del Señor".


3.9.3. Profecías de Simeón y de Ana 

S. Lucas termina el relato de la presentación del Señor con el testimonio de Simeón y de Ana; y dice: "Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, era varón justo y piadoso y esperaba la consolación de Israel, y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor...". ... y lo tomó en brazos (al Niño) y bendijo a Dios diciendo: "Ahora Señor, puedes dejar que tu siervo vaya en paz porque han visto mis ojos tu salvación... luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel". Lc 2, 29 32.

La primera idea de la profecía es que el recién nacido debe ser, en el plan de Dios, caída y resurrección de un gran número en Israel. Poniendo el acento en la caída y sobre la oposición que va a experimentar. Este texto mira exclusivamente al pueblo judío: es precisamente a sus compatriotas, que viven a la espera del Mesías, que éste será causa de su caída, piedra de escándalo o tropiezo, y este escándalo culminará en el Calvario. (l Cor 1, 23: "nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos...").

Pero Jesús no es sólo causa de caída, sino también de Resurrección y de vida; y espontáneamente se piensa en multitud de textos que presentan a Yahvé como autor de la vida y de la muerte. Deut 32, 29. Será pues signo de contradicción y éste es su destino.  Veamos los últimos días de la vida de Jesús y veremos cómo se realizaron a la perfección estas profecías. Dirigiéndose a su Madre, María, le dice: "Y a ti misma una espada te atravesará el alma". Lc 2, 35. Esto significa que María participa del destino de Jesús. Por lo tanto, ella es como su Hijo signo de contra¬dicción. En estas palabras de Simeón en la profecía de Cristo Mesías, Hijo de Dios, queda introducida la figura de la Madre Dolorosa.

El testimonio de Ana queda expresado de la siguiente manera: "Había también una profetisa, Ana... no se apartaba del Templo... como se presentase en aquel preciso momento, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén". Lc 2, 36,

Esta profecía viene a confirmar la de Simeón, Lc 2, 29 35. La Ley exigía que la verdad de un hecho fuera garantizada por el testimonio de dos o tres testigos, Deut 17, 6. De aquí que, en muchas ocasiones los evangelistas se hayan preocupado por asegurar una presencia de dos o tres testigos en los episodios importantes de la vida de Jesús. Mt 18, 16; Jn 8, 17; Lc 9, 28 30. Ana era persona de fiar en su testimonio, era viuda y de edad, "no se apartaba del templo", y por ello fue una particular providencia de Dios que nos gobierna a través de los acontecimientos ordinarios de nuestra vida. Su don profético se pone, con todo, de manifiesto en el hecho de reconocer al Mesías, como tal, alabando a Dios por su aparición y hablando sobre ello a todos, estos es, a los que se encontraban en el Templo y que, igual que ella, "esperaban la redención de Jerusalén".


3.9.4. Jesús, perdido y hallado en el Templo

En Lc 2, 41 50 se nos narra el acontecimiento. Todo judío, mayor de trece años, tenía obligación de ir al Templo de Jerusalén tres veces al año, a saber, durante la Pascua, en la fiesta de Pentecostés, y en la de los Tabernáculos. Las mujeres no estaban obligadas a ir, pero podían hacerlo si este era su deseo. Muchos padres llevaban con ellos, en peregrinación, a sus hijos al Templo, aunque no hubieran cumplido los trece años, seguramente para que se fuera acostumbrando, y así vemos que María y José llevaron a Jesús al templo durante la fiesta de la Pascua, cuando el Niño no había cumplido los trece años. Cuando terminaron las ceremonias religiosas de la fiesta de la Pascua, María y José se unieron a una caravana que regresaba a Galilea. En la primera parada, después de un día de viaje, se dieron cuenta que el Niño no iba con ellos. Con gran alarma regresan a Jerusalén preguntando a todos los grupos del camino si han visto al Niño. Cuando llegaron a Jerusalén, estuvieron buscando por todos los lugares donde hubiera podido entretenerse, y después de tres días lo encontraron en el Templo, escuchando a los doctores de la Ley y haciéndoles preguntas. Todos los presentes estaban admirados y asombrados de la inteligencia de Jesús en sus preguntas y respuestas.

Cuando María vio y oyó a Jesús, le preguntó: "Hijo mío, ¿por qué has hecho esto con nosotros?. Tu padre y yo andábamos buscándote con mucha ansiedad". La respuesta de Jesús implica un conocimiento mutuo de que los temores por su seguridad no tenían fundamento: "¿Por qué me buscabais?". Y después de ello explica el motivo de una conducta que no parecía de acuerdo con su obediencia y amor filial: "No sabíais que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?"  Lc 2, 49. "Pero no compren¬dieron sus palabras". Lc 2, 50. No es extraño que María no entendiera, de un solo golpe todo el misterio de la vida de Cristo, pero lo mismo que su amor y su gracia iban aumentando, también aumentaría su capacidad de entender todo el misterio poco a poco. Por eso S. Lucas nos dice que María guardaba éste y otros incidentes de la vida oculta: "y su Madre guardaba todas estas cosas en su corazón". Lc 2, 51.

Este período de la vida de la infancia de Jesús culmina con estas breves y bellas palabras: "Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres". Lc 2, 51 52.



Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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