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Historia de la Salvación: 10° Parte - Historia de Salomón



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


7. SALOMÓN. HISTORIA DEL GRAN MONARCA
         
Tras un período de  coregencia con su padre David, 1 Reyes, 1-2, el reino de Israel pasa a manos de Salomón. Ya hemos descrito antes cómo su hermano Adonías tuvo aspiraciones al trono real e ideó todo un plan para derrocarle. Pero la gran tradición bíblica realza de una manera especial las virtudes de Salomón como rey sabio y prudente, cuyas dotes se ponen de manifiesto sobre todo en el famoso juicio con las dos mujeres, 1 Reyes 3, 16-28. Se extendió su fama debido, sobre todo a su proverbial sabiduría, pues todos los contemporáneos se disputaban el honor de oír sus sentencias y juicios para constatar cómo Dios hablaba a través de su boca, 1 Reyes 10, 23-25.
         
El esplendor y buena fama que circunda el nombre de Salomón es debido sobre todo a su vasta actividad de constructor del templo y de palacios y a los grandes éxitos políticos por él conseguidos en el plano militar económico y literario. Así la narración bíblica se esfuerza notoriamente en describir a Salomón en todo su esplendor y magnificencia. "Excedió, pues, el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría; y todo el mundo procuraba una audiencia con Salomón para escuchar la sabiduría que Dios había puesto en su corazón", 1 Reyes, 10, 23. Y continúa: "Sentóse Salomón sobre el trono de Yahvé como rey, en lugar de David, su padre. Conoció la prosperidad y le obedeció Israel. Todos los jefes, todos los héroes, e incluso los demás hijos de David, se sometieron al rey Salomón. Yahvé ensalzó de tal manera al rey Salomón en presencia de todo el pueblo, y le concedió un reinado tan glorioso cual nunca rey alguno había tenido antes de él en Israel",   1 Cron 29, 23-25.


7.1. POLÍTICA EXTERIOR
         
La gloria del reinado de Salomón empezó por fundamentar y afianzar bien su posición como nación próspera mediante alianzas políticas y comerciales. El matrimonio con la hija del faraón, 1 Reyes 3, 1; 7, 8, indica el prestigio tan alto del imperio israelita. Acuerdos comerciales con Jiram, rey de Tiro, le abrieron posibilidades para el comercio exterior. Por el golfo de Aqaba pudo comerciar el oro y otros metales preciosos. Conservó rutas comerciales con Arabia, Ofir y países árabes.  Entre Egipto y Cilicia se estableció el importante comercio de carros de guerra y caballos.


7.2. POLÍTICA INTERIOR
         
Muy pronto, el sabio rey Salomón, comprendió que la unidad de su reino sólo podía garantizarse mediante la fortificación de los lugares más estratégicos de su reino. Por ello puso todo su empeño en convertir algunas ciudades en fortalezas militares, 1 Reyes 9. 15-19. Entre éstas deben de citarse, además de Jerusalén, Hazor, que en el norte de Galilea intentaba frenar toda posible incursión aramea; Meggido, al este del Carmelo, que ayudaba a defender la llanura de Esdrelón; Tamar, al sur del mar Muerto, que servía de avanzadilla para controlar a los edomitas.
         
Con estas fortalezas, resultaba fácil contener cualquier acometida del exterior. El ejército de Salomón llegó a hacerse temible, 1 Reyes 10, 26. El rey Salomón que tuvo un gran acierto en saber gobernar un imperio poderoso careció en cambio de la perspicacia necesaria para frenar el creciente descontento que había en gran parte de sus súbditos debido en parte a los fuertes impuestos y gastos que él realizaba.


7.3. EL TEMPLO DE JERUSALÉN: LA GRAN OBRA DEL REY SALOMÓN
         
Entre todas las construcciones llevadas a cabo durante el reinado de Salomón, el Templo de Jerusalén sobresale no sólo por su esplendor y  suntuosidad sino también por las repercusiones político - religiosas. Ya explicamos anteriormente cómo después de la conquista de Jerusalén, por David, fue transportada el Arca de la Alianza desde Cariat-Jearim: "a la ciudad de David, con gran júbilo",  2 Sam 6,12. David había también determinado el terreno donde se levantaría el Templo: en terreno elevado, un lugar de trabajo agrícola, que él había adquirido legalmente al jebuseo Ornán, 2 Sam 24, 18-25. Se trata de la parte norte de la cresta del monte Ofel, cuya cima está a 744 metros de altura sobre el nivel del mar.



         
El templo fue construido a las órdenes de un arquitecto de Tiro, 1 Reyes 7, 13-50, trabajando una gran multitud de obreros y artesanos de todas las especialidades y se calcula que se tardó unos siete año en terminarlo. Después fue solemnemente consagrado: "el año undécimo (del reinado de Salomón), el mes de Bul, que es el mes octavo, (octubre – noviembre), fue concluido el Templo en su totalidad, conforme al proyecto establecido. Salomón lo construyó en siete años”, 1 Reyes 6, 38. El pueblo judío podía así valorar la grandiosidad de la casa de Yahvé.
         
El Templo estaba construido con los mejores materiales de toda índole, tanto material de piedra de sillar como de las mejores maderas y ornamentaciones, y estaba constituido por tres grandes cuerpos arquitectónicos conexos entre sí:
         a.- El atrio (elam)
         b.- El Santo (hekal)
         c.- El Santo de los Santos (debir).
         
El lugar más importante era el Santo de los Santos = "Sancta Sanctorum", en latín, lugar donde se encontraba el arca de la Alianza rodeada de una oscuridad numinosa que significaba la presencia de Yahvé en su pueblo, 1 Reyes 8, 12. En este lugar se hallaba el corazón de la religión israelita, donde sólo podía penetrar una sola vez al año el Sumo Sacerdote en el día de, la gran expiación en la fiesta del Yom Kippur, para ofrecer el sacrificio de reconciliación con Dios, tanto para sí mismo como para la reconciliación de Dios con todo el pueblo. Además era lugar de oración, donde en los diversos atrios se cantaban las salmodias, los himnos de alabanza y se ofrecían diversos sacrificios.
         
Este Templo salomónico, que había sido decorado con un lujo y perfección casi indescriptible, fue, durante siglos el centro religioso del pueblo israelita. Sólo en el año 568 antes de Cristo fue saqueado e incendiado, 2 Reyes 23, 15, bajo el asalto del rey babilónico Nabucodonosor II, 605-562. Más tarde el profeta Ezequiel contempló una visión en la que el Templo era reconstruido. En diversas etapas y de maneras modestas se fue recomponiendo a la vuelta del destierro de Babilonia, Esdras 5, 1-12. Sólo el rey Herodes el grande restituyó al Templo de Jerusalén su primitivo esplendor.
         
El Templo dio mayor consistencia a la institución de la monarquía pues el centralismo religioso le sirvió de apoyo. Todo buen israelita se sabía obligado a rendir culto a Yahvé en el santuario, ahuyentándose así el peligro de los cultos idolátricos autóctonos que podían entorpecer la unidad nacional.

Salomón durante su largo tiempo de reinado temporal supo sabiamente, a pesar de la resistencia que encontraba en ciertas tribus de Israel, hermanar política y religión, manteniendo en los dos terrenos una hegemonía absoluta, evitando así las divisiones y disensiones provocadas por las inquietudes religiosas, que a veces enfrentaban a las diferentes tribus israelitas.



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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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