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Cristología - 11° Parte: Los atributos de la naturaleza humana de Cristo, continuación



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA



3. LOS ATRIBUTOS DE LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO

CONTINUACIÓN



3.7. LA SANTIDAD Y PLENITUD DE GRACIA EN CRISTO
         
La cuestión de la gracia de Cristo, que abordamos en este apartado es una de las más importantes.  Coincide con la cuestión de la santidad de Cristo, ya que es la gracia, precisamente, el principio de la santificación sobrenatural.
         
La santidad, en general, consiste en la "unión con Dios".  La razón es porque sólo Dios es santo por su misma naturaleza y esencia: "Tu solus Sanctus", decimos en el Gloria. Luego todos los demás seres capaces de santidad serán santos en la medida y grado en que se unan sobrenaturalmente con Dios y no más.  Y como la unión sobrenatural con Dios la establece en las criaturas la gracia santificante, síguese que el crecimiento de la gracia y el de la santidad son una misma cosa:  mayor gracia, mayor santidad y viceversa.


3.8. LOS TEÓLOGOS DISTINGUEN EN CRISTO UNA TRIPLE GRACIA
        
a. Gracia de unión: que significa la unión substancial, enteramen­te gratuita, de la naturaleza humana con la divina en la persona del Verbo.
         
b. Gracia habitual: que designa la gracia santificante, poseída por el alma de Cristo en toda su plenitud.
         
c. Gracia capital: que expresa la gracia de Cristo como cabeza del cuerpo místico redundando sobre todos sus miembros.
        
         
La gracia de "unión" es gracia substancial.  Las otras dos gracias: la "gracia habitual" y la "gracia capital" son accidentales.
         
La existencia de esta triple gracia consta expresamente en la Sagrada Escritura. El Apóstol y evangelista S. Juan habla claramente de las tres gracias en el Prólogo de su evangelio. Porque, al decir que "el Verbo se hizo carne", vco. l4, menciona la "gracia de unión". Cuando dice: "que habitó entre nosotros... lleno de gracia y de verdad", vco. 14, alude a la "gracia habitual".  Y al decir: "que de su plenitud recibimos gracia sobre gracia", vco. l6, se refiere a la gracia "capital".


3.9. GRACIA DE UNIÓN

Tesis 24ª.- "En virtud de la unión hipostática le fue comunicada a la humanidad de Jesucristo la santidad misma del Verbo y es, por consiguiente infinitamente santa, aun prescindiendo de la gracia habitual o santificante".­
        
(Esta tesis ya la vimos anteriormente:  (Tesis 10ª)
        
En esta tesis se trata de la gracia de Unión Hipostática y ya dijimos que la razón es porque, al unirse hipostáticamente al Verbo de Dios, la humanidad santísima de Cristo, (cuerpo y alma) quedó incorporada, por decirlo así, a la santidad misma del Verbo; no porque el Verbo la informara propiamente, sino en virtud de la unión substancial de la naturaleza humana (cuerpo y alma) con la Persona divina del Verbo. Esto recibe el nombre de "gracia de unión" y constituye, por sí misma, la santidad substancial e infinita de Cristo en cuanto hombre.
         
Por eso la Iglesia ha podido definir que la carne de Cristo es "vivificante", lo cual no sería posible sin la gracia de "unión", ya que la gracia habitual santifica únicamente el alma de Cristo, como veremos, no su cuerpo. La gracia de "unión", en cambio, santifica el cuerpo y el alma de Cristo, o sea, toda su humanidad santísima, comunicándole la santidad increada e infinita del mismo Verbo divino. Esto aparece claro también por el hecho de que la "filiación divina natural" lleva consigo, necesariamente, la suma santidad objetiva.  Ahora bien, Cristo, en cuanto hombre, en virtud de la unión hipostática, es Hijo natural de Dios, no adoptivo. Luego esta unión eleva inmediatamente y por sí misma al sumo grado de santidad, ya que la santidad consiste en la unión con Dios y no puede pensarse una unión más íntima con Dios que la personal o hipostática. De manera que Jesucristo‑hombre es infinitamente santo en virtud de la gracia de unión, aun prescindiendo de la gracia habitual.
        
Por eso la Iglesia enseña : "La gracia de unión se extiende a toda la humanidad de Cristo, o sea, al alma y al cuerpo; y, en virtud de ella, Cristo‑hombre es intrínseca y absolutamente impecable".

La humanidad de Cristo, toda entera, o sea, con su cuerpo y su alma, quedó unida hipostáticamente al Verbo, y, por lo mismo, la gracia de unión, que la santifica substancialmente, afectó no solamente al alma, si­no también al mismo cuerpo de Cristo, haciéndole adorable e infinitamente santo.  Esta gracia de unión es la que hace que Cristo, aun en cuanto hombre, sea intrínseca y absolutamente impecable.  Así como la unión hipostática de las dos naturalezas es absolutamente indestructible, así también, y por esa misma razón, es absolutamente imposible que la humanidad santísima de Cristo pueda ser manchada por la menor sombra de pecado.


3.10. LA GRACIA HABITUAL
        
Tesis 25ª.-  "Jesucristo  poseyó la gracia habitual o santificante".

3.10.1. Explicación

         
Además de la gracia de unión, en virtud de la cual Cristo‑hombre es "personalmente" el Hijo de Dios, su alma santísima posee con plenitud inmensa la gracia habitual o santificante.
         
A primera vista parece que Cristo no tuvo, ni necesitaba para nada la gracia santificante, toda vez que, en virtud de la gracia de unión, su naturaleza humana era ya infinitamente santa. La gracia de unión hacía a Jesucristo‑hombre Hijo natural de Dios, y la gracia santifi­cante nos hace hijos adoptivos. Jesucristo, teniendo lo más (gracia de unión) parece que no necesita lo menos (gracia habitual).
         
Y sin embargo, es una verdad completamente cierta y próxima a la fe que Jesucristo poseyó en su alma santísima la gracia habitual o santificante.

3.10.2. Sagrada Escritura

         
  • Lc 2, 40: "El niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El".    
  • Lc. 2, 52: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres
  • Juan 1, 14, dice: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad".


Esta gracia de la que aquí habla S. Juan no es la "gracia de unión", sino la gracia habitual o santificante, puesto que añade enseguida: "Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia". Jn 1, 16.
         
Ahora bien, es evidente que de la plenitud de Cristo no hemos recibido la gracia de unión, que es propia y exclusiva de El, sino la gracia habitual o santificante; luego de ella habla aquí S. Juan. Lo confirma también S. Pedro cuando, habla de Cristo, y dice: "Y nos hizo merced de preciosas y ricas promesas, para hacernos así partícipes de la naturaleza divina" . 2 Petr. 1, 4.
          

3.10.3. Argumento teológico

         
Sto. Tomás, expone tres razones convincentes, veamos:
  • En primer lugar, por razón de la unión de su alma con el Verbo de Dios, pues en cuanto un ser, sometido a la acción de una causa, está más próximo a ella, tanto más recibirá su influencia; ejemplo: tanto más se calienta un objeto cuanto más se acerca al fuego.  Pero el influjo de la gracia viene de Dios, como dice el salmo: "Dios da la gracia y la gloria", Salm 83, 12.  Por tanto, fue sumamente conveniente que el alma de Cristo recibiese el influjo de la gracia divina.
  • La segunda razón deriva de la excelsitud de su alma, cuyas operaciones debían alcanzar a Dios lo más íntimamente posible por el conocimiento y el amor. Para esto, la naturaleza humana necesitaba ser elevada por la gracia.
  • El último argumento se refiere a la relación de Cristo con el género humano. Cristo, en efecto, en cuanto hombre, es mediador entre Dios y los hombres, como dice S. Pablo en 1 Tim, 2, 5. Era preciso, pues, que poseyera la gracia que había de redundar sobre los demás hombres, según aquello de S. Juan1, 16: "de cuya gracia todos recibimos gracia sobre gracia".



3.11. LA GRACIA CAPITAL
        
Tesis 26ª.-  "Cristo, en cuanto hombre, posee la gracia capital­, o sea, es cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo Místico".

3.11.1. Explicación

         
La tercera gracia que cabe distinguir en la persona de Cristo es la "gracia capital", o sea, aquella gracia que le pertenece como Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo Místico.
         
Por "gracia capital", se entiende aquella gracia que compete a Cristo como Cabeza de su Cuerpo que es la Iglesia. Es, su misma gracia habitual en cuanto principio de gracia en todos los miembros de su Cuerpo Místico, en virtud y como consecuencia natural de la plenitud absoluta con que posee esa gracia habitual

3.11.2. Sagrada Escritura

         
Lo dice expresamente S. Pablo en Efes 1, 22: "A El sujetó todas las cosas bajo sus pies y le puso por cabeza de todas las cosas en la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo acaba todo en todos". Efes 5, 23: "El marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, y salvador de su cuerpo". Col 1, 18: "El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia". 

3.11.3. Magisterio de la Iglesia

         
La Iglesia ha proclamado repetidas veces la doctrina del Cuerpo Místico, cuya cabeza es Cristo: Bonifacio VIII: "Por apremio de la fe estamos obligados a creer y mantener que hay una sola Iglesia, santa, católica y apostólica... Ella representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y la cabeza de Cristo es Dios".  Denz  468.

3.11.4. Argumento teológico

         
Tiene dos partes.
        
A). "Cristo, en cuanto hombre, posee la gracia capital, o sea, es cabeza de la Iglesia".  Es evidente, puesto que se reúnen en El, en un sentido espiritual, las cuatro notas propias y características de la cabeza, o sea, la primacía de "orden", de "perfección", de "gobierno" y de "influjo".
  • De orden, puesto que: " (Cristo) es el principio, el primogénito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas", Col 1, 18. Después del pecado de Adán, todos los hombres que han recibido la gracia de Dios la han recibido por relación a el, incluso los justos en el A. T.
  • De perfección, porque en el orden ontológico es el mismo Dios personalmente, el Redentor universal. Y en el orden de la gracia la tiene en toda su plenitud, como corresponde al Unigénito del Padre: "lleno de gracia y de verdad", Jn 1, 14.
  • De gobierno externo, porque en El está la plenitud del poder gobernante. Lo anunció el profeta Isaías 9, 6‑7: "Príncipe de la paz, que reinará sobre el trono de David para siempre jamás".  Lo proclamó el mismo Cristo en Jn 18, 37:  ante  Pilato: "Tú  lo  has  dicho. Yo soy rey". Y en Mt 28, 18: dice : "Se me ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra".
  • Influjo interno en todos los miembros, puesto que, como dice S. Juan 1, 10: "de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia". Toda la gracia que reciben los hombres procede la plenitud inmensa de la gracia de Cristo. Sin la influencia de Cristo no se da vida sobrenatural en los hombres. Es una influencia física, íntima, vital comparable a la influencia de la vid con respecto a sus propios sarmientos. Jn. 15, 5.  Es el aspecto más profundo e importante de la gracia capital.

        
         
B). "La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo" : Es evidente si tenemos en cuenta que en la Iglesia se encuentran, analógicamente, con respecto a Cristo, las notas o propiedades que corresponden al cuerpo con relación a la cabeza:
        
  • Multiplicidad de miembros: En potencia son miembros de la Iglesia todos los hombres del mundo. En acto perfecto lo son todos los que poseen la gracia y la caridad; y en acto imperfecto, los que conservan la fe y la esperanza, aunque estén en pecado mortal.
  • Multiplicidad de operaciones : Unos son apóstoles; otros profetas, otros sacerdotes; otros simples fieles. l Cor 12.    
  • Íntimamente unidos y dependientes entre sí, por la fe, la gracia, la caridad, la oración, el buen ejemplo, la recepción de los mismos sacramentos, la obediencia a una jerarquía, con el Papa a la cabeza.
  • Cristo es el centro de todas las operaciones vitales de la Iglesia: Su influjo interno y vital se extiende absolutamente a todos los miembros.
  • Todos ellos están informados por el mismo Espíritu: El Espíritu Santo, alma de la Iglesia, que los vivifica a todos por la gracia y los dones sobrenaturales. Luego es del todo claro y evidente que la Iglesia es el verdadero Cuerpo Místico de Cristo.




3.12. LAS PRERROGATIVAS DEL PODER HUMANO DE CRISTO

Tesis 27.- "La humanidad de Cristo no puede ni pudo ser absolutamente omnipotente". (sentencia cierta).

3.12.1. Explicación

         
Veamos ahora el poder de Cristo: estudiadas las perfecciones que Cristo poseía en la "esencia misma" de su alma (gracia habitual y capital), y las relati­vas a su naturaleza humana (la ciencia beatífica, ciencia infusa y ciencia adquirida), veamos ahora las que se refieren principalmente a su "voluntad humana"; la más importante equivale a preguntar si Cristo, en cuanto hombre, poseía la omnipotencia divina o si su poder humano, aunque inmenso, no alcanzaba la plenitud de la divina omnipotencia. Sin embargo, Cristo era omnipotente en cuanto Dios, como es cosa clara y evidente
         
El argumento para demostrarlo no puede ser más claro y sencillo. La omnipotencia, en efecto, es uno de los atributos de la divinidad realmente, identificados con la esencia divina. Es un atributo infinito, que, por lo mismo, no puede ser comunicado a ninguna criatura finita, aunque se trate de la humanidad adorable de Cristo. Sin embargo, es claro y evidente que Cristo era omnipotente en cuanto Dios.

La Iglesia enseña : "La humanidad de Cristo tiene dominio absoluto y es causa principal de los actos naturales y sobrenaturales pertenecientes a ella misma". (sentencia completamente cierta).
         
En el orden natural no puede caber la menor duda, puesto que Jesucristo era hombre perfecto y, por tanto, su naturaleza humana tenía virtud propia para producir los actos que le eran peculiares según la misma naturaleza, como el andar, hablar, etc.
         
Y en el orden sobrenatural por lo mismo que estaba lleno de gracia, tenía también una virtud propia aunque gratuita, para realizar los actos de todas las virtudes y, por consiguiente, para iluminar las inteligencias de los demás con la predica­ción de la verdad divina, y el ejemplo de su vida, etc.

La Iglesia enseña : "La humanidad de Cristo, como instrumento unido a la divinidad, es causa física perfectiva de la gracia y de todos los actos sobrenaturales procedentes de ella, y también de todos los milagros".  (doctrina común y probable).
         
Es sentencia común en casi todos los teólogos que la humanidad de Cristo fue el instrumento del Verbo divino para realizar la obra de la Redención. Para entender esta sentencia rectamente, dada la gran importancia de esta cuestión, vamos a establecer los siguientes prenotandos.

A. La humanidad de Cristo puede considerarse de dos maneras:
  • Según su propia naturaleza y virtud.
  • Como instrumento del Verbo, al cual está unida personal­mente.

        
B. La causa perfectiva eficiente puede ser moral (o sea, por vía de mérito, de intercesión, de ruego, etc. ) o física  (si produce su efecto físicamente). Y esta última se subdivide en:
  • Principal, si obra por virtud intrínseca, suficientemente proporcionada al efecto que produce, ejemplo: el pintor con respecto al cuadro.
  • Instrumental, si obra en cuanto movida por la causa principal para la producción de un efecto superior a su propia virtud, ejemplo: el pincel manejado por el pintor.



NOTA:  La causa "principal" es directiva.  La "instrumental" es ejecutiva en la producción del efecto. El instrumento, a su vez, admite una nueva división, según se trate de "un instrumento unido", ejemplo, la mano del escritor con relación a su persona. O de un "instrumento separado", ejemplo, la pluma con que escribe el escritor; estas distinciones son importantes para entender el verdadero sentido y alcance de lo que queremos explicar.  A continuación exponemos un esquema para mejor intelección:



3.12.2. Sagrada Escritura

         
Hay multitud de textos en el Evangelio en los que aparece Cristo actuando con su "contacto físico" o con el "imperio de su voluntad" para la producción de milagros o de efectos sobrenaturales en las almas, ejemplo, el perdón de los pecados. Veamos algunos ejemplos:
  • Mt 8, 15: "Le tomó la mano (a la suegra de Pedro), y la fiebre le dejó".
  • Mt 9, 29-30: "Entonces tocó sus ojos(a los ciegos) diciendo "Hágase en vosotros según vuestra fe. Y se abrieron sus ojos".
  • Lc 6, 19: "Toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos".

         
De la humanidad de Cristo salía físicamente una virtud que producía toda clase de milagros. Unas veces, como en los textos citados, se produce un verdadero contacto físico entre Cristo y sus beneficiados; pero otras muchas ejercía Cristo su causalidad física con solo "el imperio de su voluntad" incluso en ausencia del que recibía el beneficio. He aquí algunos ejemplos:
  • Lc 7, 14-15: "Joven a ti te hablo, levántate. Sentóse el muerto y comenzó a hablar y El se lo entregó a su madre''.
  • Jn 11, 44: "Diciendo esto, gritó con fuerte voz: "Lázaro, sal fuera". Salió el muerto ligado con fajas pies y manos y el rostro envuelto en un sudario. Jesús le dijo: Soltadle y dejadle ir".

         
Con el sólo imperio de su voluntad Cristo curó a distancia (o sea, estando ausente el beneficiado), al siervo del centurión, Mt 8, 5-13.  A la hija de la cananea, Mt 15, 21-28.
         
Consta, pues, en la Sagrada Escritura que Cristo producía toda clase de milagros y de efectos sobrenaturales con el contacto físico, de su humanidad o con el simple imperio de su voluntad. Más adelante explicare­mos cómo en esta última forma se salva perfectamente la "causalidad física instrumental", que, no requiere necesariamente el contacto físico, aunque, aparezca más clara y radiante a través de él.

3.12.3. Magisterio de la Iglesia

         
Este aspecto no lo ha definido expresamente, pero lo enseña en forma equivalente al decir que la carne de Cristo es "vivificante" en cuanto instrumento del Verbo.  He aquí el texto del Concilio de Efeso: "Si alguno no confiesa que la carne del Señor es vivificante y propia del mismo Verbo de Dios Padre, sino de otro fuera de El, aunque unido a El por dignidad, o que sólo tiene la inhabitación divina; y no, más bien, vivificante, como hemos dicho, porque se hizo propia del Verbo, que tiene poder de vivificarlo todo, sea anatema". Denz 123
         
Pío XII, confirmó plenamente esta doctrina en su magnífica encíclica sobre el Corazón de Jesús, he aquí sus palabras: "El Corazón sacratísimo de Jesús, copartícipe tan íntimo de la vida del Verbo encarnado fue, por esto mismo, asumido como instrumento unido de la divinidad, no menos que los otros miembros de la naturaleza humana, para el cumplimiento de todas sus obras de gracia y de omnipotencia".

3.12.4. Argumento teológico

         
Pueden señalarse los siguientes argumentos:
  • La humanidad de Cristo cooperó físicamente a la redención del Género Humano sufriendo los terribles dolores de la cruz.  Es muy justo y razonable que Dios la asociara también físicamente a la aplicación gloriosa de los frutos de la redención: gracia, justificación, milagros.
  • Mediante las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo, o a base de una moción divina transeúnte, Dios eleva el entendimiento y la voluntad del hombre para la producción física de efectos sobrenaturales que trascienden infinitamente sus fuerzas puramente naturales. En este caso, ¿Va a ser de peor condición la humanidad de Cristo, unida personalmente al Verbo, que el entendimiento y la voluntad de un hombre cualquiera?.
  • Según la sentencia de la mayor parte de los teólogos, mucho más probable que su opuesta, los sacramentos producen físicamente la gracia en el que los recibe con las debidas disposiciones. Ahora bien, si los sacramentos, que son los instrumentos separados de Cristo (como la pluma del escritor), producen físicamente la gracia, con mayor razón la producirá también físicamente su humanidad santísima, que es el instrumento unido al mismo Verbo de Dios.

         
Estos argumentos son convincentes, y también nos preguntamos: ¿Hasta dónde se extiende esta virtud instrumental de la humanidad de Cristo? Sto. Tomás contesta que la producción de todos los efectos sobrena­turales y milagros ordenados al fin de la encarnación, o sea, a todos los efectos de la economía de la salvación: "Considerada, la humanidad de Cristo, en cuanto instrumento del Verbo unido a ella, estuvo dotada de una potencia instrumental capaz de producir todas las inmutaciones milagrosas ordenadas al fin de la encarnación, que es "restaurar todas las cosas (en Cristo) las del cielo y las de la tierra". Efes  l, 10.

         
En conclusión: la eficiencia de la humanidad de Cristo es eficiencia física, que consiste en que la humanidad de Cristo, como instrumento del Logos divino, produce por sí misma un determinado efecto sobrenatural con la virtud recibida del Logos, al que está unida hipostáticamente. Es por lo tanto eficiencia física y no solamente moral. 




Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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