SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
2. LAS DOS NATURALEZAS DE CRISTO Y CÓMO ESTÁN UNIDAS
2.1. EL DOGMA DE LA VERDADERA DIVINIDAD DE CRISTO
Tesis 1ª
"Jesucristo es verdadero
Dios e Hijo de Dios por esencia". (de fe).
2.1.1. Explicación
En todos los símbolos de la fe, de los primeros tiempos del
cristianismo, se expresa la creencia de la Iglesia en la divinidad y filiación
divina de Jesucristo, es decir, que es "consubstancial" al Padre y al
Espíritu Santo y por lo tanto verdadero Dios.
El Concilio Ecuménico I de Nicea (325) dice:
"Creo ... y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, unigénito
nacido del Padre, es decir, de la sustancia del Padre; Dios de Dios, luz de
luz, Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no creado; de la misma naturaleza que el Padre; por quien todo fue
hecho: tanto lo que hay en el cielo como en la tierra".
Por lo tanto, el dogma dice que Jesucristo posee la infinita
naturaleza divina con todas sus infinitas perfecciones por haber sido
engendrado eternamente por el Dios Padre. Denz. 40;
2.1.2. Adversarios
Arrianismo
Herejía profesada por Arrio y sus discípulos que negaban la divinidad del
Verbo, segunda Persona de la Trinidad, y la consideraban como una criatura
secundaria, que no tenía la misma naturaleza divina como la del Padre y el
Espíritu Santo. El arrianismo negaba que el Verbo fuera verdadero Dios en sí. Y
decía: "Hubo un tiempo en el que el
Verbo, no existía". Luego el Verbo es criatura, la primera criatura, pero
no es Dios, ni Hijo de Dios por esencia".
Arrio, (256-336), era sacerdote de
Alejandría y decía que el Verbo divino, el Logos, la segunda persona de la
Trinidad, no era verdadero Dios, sino que había sido
creada por Dios en el tiempo, es decir, era criatura creada en el tiempo. Arrio quería colmar el abismo que separa a toda criatura del Creador.
Para lo cual elabora una teología del "Logos" que parece servirle
para salvar esta distancia.
Arrio concluyó que: "El
Verbo que se encarnó en Jesús no es realmente Dios, no es sino la primera de
las criaturas que Dios creó de la nada, como las demás criaturas, aunque nacida
antes que todas ellas para servir de instrumento a Dios para la producción de
todos los demás seres. Este Verbo creado apareció en Jesús y Jesús es la
criatura más perfecta que ha existido jamás sin ser Dios, por su obediencia y
su santidad, mereció ser hecho partícipe de la divinidad de Dios".
En definitiva Arrio negaba que el Verbo fuera verdadero Dios
en sí y decía: "Hubo un tiempo en que el
Verbo no existía", luego el Verbo es criatura, la primera criatura, pero no es Dios, ni Hijo
de Dios por esencia.
De todas estas afirmaciones se colige que Arrio no entendió
el misterio de la Trinidad, ni la generación eterna del Verbo y por lo tanto
tampoco entendió el misterio de la Encarnación.
Arrio admitía, como es lógico, las fórmulas de fe de la
Iglesia: Cristo es el Hijo de Dios, el Verbo hecho hombre. Pero Arrio se
preguntó por primera vez por el contenido "ontológico" de esos
términos de la fórmula de fe. Arrio se preguntó sobre qué es el Logos en sí
mismo (ontológicamente) considerado, y no sólo para nosotros (considerado
funcionalmente).
Se puede dividir la exposición en tres partes:
a. Partiendo de una noción
dialéctica de Dios, como el ser
"inoriginado" o
"ingénito", concluía en su discurso teológico que todo aquel, por
ejemplo, el Logos, Verbo, Hijo, que es "originado",
no es Dios en sí, es decir, no es Dios ontológicamente hablando. Y Arrio
afirma: "Hubo un tiempo en el que el
Verbo no existía, el Verbo por tanto es una creatura, la primera
creatura".
b. Sin embargo, el Verbo fue
el instrumento por medio del cual Dios creó el Universo, y dice: "Todo fue hecho por medio de él". De ahí que, aun no siendo Dios en sí, podamos
considerarlo como Dios respecto a nosotros, puesto que es nuestro creador.
c. Arrio, admitía todas las
fórmulas escriturarias y eclesiásticas que llaman a Cristo: Señor, Hijo de
Dios, Dios mismo. Pero las interpretaba en un sentido relacional para nosotros.
En cuanto a su sentido ontológico, las vaciaba de su contenido esencial y
tradicional.
2.1.3. Magisterio de la Iglesia
El Concilio de Nicea (325), enseña: "Cristo es verdadero Dios e Hijo de Dios por
esencia". (de fe). Denz 54, 86.
Este Concilio en Nicea contó con el apoyo del emperador
Constantino. Aquí el símbolo trinitario se enriquece con una explicación sobre
el segundo artículo que dice:
"Jesucristo es
Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, y de su misma
substancia, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no
creado, de la misma naturaleza que el Padre".
Fórmulas que se resumen en una palabras de origen filosófico
sobre la que se desencadenarán controversias apasionadas:
- El término
filosófico es "homoousios" = "consubstancial", de la misma
naturaleza divina que el Padre.
A muchos Obispos asistentes a este Concilio no les desagradó
esta palabra "homoousios" porque anteriormente se le había
empleado en sentido sabeliano para negar la distinta personalidad del Hijo
- Los padres conciliares propusieron otro término, a saber:
"homoiousios" = de una substancia
"semejante".
La controversia era
inevitable pues no es lo mismo:
- que Cristo sea "consubstancial" (homoousios)
al Padre
- que decir: es "semejante" (homoiousios)
al Padre.
Ontológicamente hablando la palabra
"consubstancial" tiene más propiedad ontológica que la palabra
"semejante". Es evidente que esa pequeña letra griega
"iota" destruía, bajo la apariencia de una rectificación
insignificante, todo lo que los Padres del Concilio de Nicea habían querido
expresar y garantizar contra la herejía peligrosa de Arrio.
El gran paso que dio el concilio de Nicea fue la superación
de las falacias inmovilistas, empleando fórmulas nuevas: "Dios de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no
creado, consustancial con el Padre, antes de todos los siglos", etc
- Protestantismo Liberal: En algunos teólogos protestantes
de teología liberal, en los tiempos modernos también han surgido tendencias
arrianas en la investigación teológica. Ésta continúa aplicando a Cristo los
términos bíblicos de "Dios" e "Hijo de Dios", pero
traduciéndolos a un sentido racionalístico. Cristo, según su opinión, es Hijo
de Dios no en sentido ontológico metafísico sino sólo "ético", pues
en Cristo se desarrolló de forma singular la conciencia de que Dios es nuestro
Padre. Cristo es el redentor del mundo porque supo comunicar a los hombres el
singular conocimiento de Dios que El experimentó en su interior revelando a
Dios como Padre bondadoso, así pues como Cristo no es verdadero Dios, no es
"objeto" de la fe sino "sujeto" de la religión cristiana.
- Modernismo: Siguiendo la teología liberal, el
"modernismo" abandonó también la fe en la divinidad de Cristo,
estableciendo una distinción entre el "Jesús histórico", que para
ellos es solo hombre, y el "Cristo de la fe", que es un Cristo idealizado por la piedad cristiana y fue
elevado a la divinidad por influencia de ideas paganas en tiempos de la
primitiva comunidad cristiana.
2.1.4. Sagrada Escritura
2.1.4.1. El testimonio de los
Evangelios Sinópticos
a. Testimonio del Padre celestial:
- Al ser bautizado Jesús en el río Jordán, resonó una voz celestial que
dijo; "Tu eres mi Hijo amado, en ti
tengo puestas mis complacencias". Mt 3, 17.
- En la transfiguración del Monte Tabor: se oyó una voz que
provenía de la nube que decía: "Este
es mi Hijo amado, escuchadle". Mt 17, 5.
b. Testimonio de Jesús sobre sí mismo:
- Los ángeles le acompañarán en su nueva venida Mt 16, 27: "Porque
el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno según su conducta".
- El los reunirá para que vayan a reunir a los justos y
pecadores en el día del Juicio Final, Mt 25, 31 y s.s.: "Cuando el Hijo
del Hombre venga en su gloria acompañado de
todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán
congregadas todas las naciones y Él separará ..."
- Jesús tiene autoridad para imponer preceptos divinos,
preceptos que sólo Dios puede exigir a los hombres: tales son los mandatos
sobre la fe en su persona y sobre el grado supremo de caridad Jn 15, 12: "Este es el mandamiento mío: que os
améis los unos a los otros como yo os he
amado".
- Jesús exige que se
crea en su propia persona y quiere ser el objeto de esa fe; Lc 9, 26 dice: "Quien se avergonzare de mí y de mis
palabras, de ese tal se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su
majestad y en la de su Padre".
- Jesús exige de sus discípulos un amor que supere todo
amor creado, Mt 10, 37: "Quien ama
al padre o a la madre más que a mí, no merece ser mío, y quien ama la hijo o a
la hija más que a mí, tampoco merece ser mío".
- Su precepto de amor total a El llega tan lejos que exige,
incluso, que entreguen la vida por El, Lc 17, 33: "Quien perdiere su vida por mí la hallará".
- Jesús tenía conciencia de su poder divino, en Mt 28, 18
dice: "Me ha sido dado todo poder en
el cielo y en la tierra".
- Jesús tenía plena conciencia de ser Hijo de Dios. En
aquel otro pasaje de Mt 11, 27 que dice:
"Todas las cosas las ha puesto mi Padre en mis manos. Y nadie conoce al
Hijo sino el Padre; ni conoce ninguno al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo quiera revelarlo".
- Y tal vez donde aparece el testimonio más claro de Jesús
en la confesión que El hace ante el Sanedrín diciendo que El es el "Hijo de Dios vivo", Mt 26,
63‑64.
2.1.4.2. El testimonio del Evangelio de S. Juan
El evangelio de S. Juan precisamente se escribió con el fin
de probar la mesianidad y la filiación divina de Jesús, en Jn 20, 31, dice: "Estas (señales) fueron escritas para
que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis
vida en su nombre".
Hay también testimonios de Jesucristo mismo en los que se
manifiesta su filiación divina, Jn 20, 17:
"Ve a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y
a vuestro Dios".
- Donde Jesús da testimonio de sí mismo y de su condición divina es en los
"signos" o milagros, éstos son señales que manifiestan la gloria
divina de Jesús, es decir, de su poder y majestad divinas y por tanto, su
divinidad. Y dice en Jn 10, 25: "Las
obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí".
- De manera análoga, Jesucristo revela su consubstancialidad con Dios en
ocasión de una disputa habida con los judíos en el Templo, Jn 10, 30, diciendo: "El Padre y yo somos una sola
cosa".
2.1.4.3. El testimonio de las Cartas paulinas
La carta a los Filipenses 2, 5‑11: El Apóstol Pablo
distingue en este texto las formas distintas de existir Cristo.
a. Primeramente existía en forma de Dios.
b. Después tomó la forma de siervo.
c. Por último, Dios lo exaltó sentándolo a su derecha y
proclamándolo el Kyrios, el Señor de todas las cosas y que está sobre las
criaturas por su obediencia y sufrimiento.
Por eso Pablo les exhorta: "tened los mismos sentimientos que tuvo Xto‑Jesús. El cual como
existiera en forma de Dios, no creyó deber retener el ser igual a Dios, sino
que se despojó a si mismo tomando la forma de siervo y haciéndose
semejante a los hombres, y mientras en
su exterior aparecía como hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó un
nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de
cuantos habitan en el cielo y en la tierra y toda lengua confiese Jesucristo es
Señor para gloria de Dios Padre".
2.1.5. Argumento teológico
En esta primera tesis tiene que quedar bien claro que
Jesucristo es verdadero Dios e Hijo de Dios por esencia divina. Jesucristo es
consubstancial al Padre y al Espíritu Santo, es decir que tiene la misma
naturaleza divina que el Padre y el Espíritu Santo.
Si no tenemos clara esta concepción no se puede fundamentar
válidamente que Jesucristo es el Hijo del Padre que envió al mundo para salvar
a los hombres del poder del pecado y de la muerte y con su resurrección
otorgarnos una nueva vida, es decir, la filiación divina.
En esta tesis se trata de demostrar que Jesucristo es
verdadero Dios, es decir, de la misma naturaleza divina que el Padre y el
Espíritu Santo, es decir, es "consubstancial" (homoousios). Esta
consubstancialidad es la del Verbo, el Logos, la segunda Persona de la Santísima
Trinidad, que como veremos en tesis posteriores, asumió naturaleza humana en
unidad de Persona, este es el Misterio de la Encarnación.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
Para acceder a las otras publicaciones de esta serie acceda AQUÍ.
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Gracias por publicar esto, me hacía falta saber cómo le hicieron para cambiar "consubstancial" por "de la misma naturaleza" sin que nadie notara algo extraño.
ResponderEliminarAhora entiendo: de alguna manera lograron que fueran considerados equivalentes.
Yo tengo la naturaleza humana. La recibí de mi papá y de mi mamá.
Evidentemente, soy de la misma naturaleza que mi padre. Y que mi madre.
Pero mi papá ya murió, y su cuerpo fue cremado sin que yo sintiera nada, me enteré después, porque no compartimos la misma substancia, sólo la misma naturaleza.
Verdaderamente me gustaría saber cómo pudieron introducir con tanta facilidad este error de confundir "naturaleza" y "substancia".