1.2.
La vivencia religiosa provocada por el rito
Nos
interesa sobre manera conocer la vivencia religiosa de los piadosos judíos en
la cena pascual, pues esa vivencia religiosa nos permite vislumbrar los
sentimientos de Jesús en su última cena, de donde ha brotado la eucaristía
cristiana, la misa católica.
En
la cena pascual los judíos piadosos sentían una serie de sentimientos
religiosos en torno a un central, es decir, al sentimiento de bendición o de
alabanza.
El
sentimiento de alabanza, aunque fronterizo al de acción de gracias, tiene
matices propios que nos conviene recordar ahora: en la alabanza el hombre se
olvida de sí mismo, para fijar su mirada sólo en el ser alabado, mientras que
en la acción de gracias el hombre se mira así mismo como sujeto que ha recibido
un beneficio; por esta razón la alabanza brota espontánea y a acción de gracias
por el contrario nace de una obligación reflexivamente aceptada. Además, la
alabanza supone capacidad de admirarse, de maravillarse, de salir de sí por el
éxtasis, mientras que la acción de gracias sólo necesita un corazón agradecido.
Finalmente, el sentimiento de alanzan espontáneamente busca un auditor, un
público, a quien contar lo admirado; por el contrario, el sentimiento de acción
de gracias busca de preferencia la intimidad del bienhechor para expresar la
gratitud.
En
los tiempos de Jesús la espiritualidad de las bendiciones o de alabanza era el
corazón de la espiritualidad judía. En todos los acontecimientos, en todas sus
actividades el judío piadoso contemplaba y bendecía la presencia protectora de
Yavé. Las bendiciones continuas del judío, a vistas de los sucesos cotidianos,
de las personas y de sus cualidades, de las mieses y del ganado, de la mar
embravecida o serena… hacían de todas las cosas creadas una morada de Yavé.
Por
estas bendiciones continuas el judío piadoso sacralizaba el cosmos, la historia
de los pueblos y de las personas y veía la presencia de Yavé en todas partes;
por ellas subía hasta Dios partiendo de lo creado para alabarle como fuente del
ser, de la vida, del éxito…
Esta
espiritualidad de la alabanza llegaba a su cumbre en la gran alabanza de la
cena judía. En ella el presidente vivía con la máxima intensidad el dicho del
salmo:
“Proclamaré
tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré” (21,23)
Alabanza
y proclamación eran las dos caras de una misma situación psicológica. Alabar
era contar, narrar, referir y recordar para arrastrar a otros en el mismo sentimiento
de alabanza que embargaba al que presidía la cena ritual. Así pues, en el
ritual de la Pascua la bendición o alabanza es como una línea central, como una
flecha que llega hasta la cena de Jesús y en ella encuentra su culminación.
Paralelos a esta línea central hallamos otros sentimientos religiosos en la
piedad judía de la cena pascual.
Como
hemos dicho, la bendición judía narraba y recordaba para alabar, era alabanza y
recuerdo a la vez. El memorial litúrgico judío, al recordar, resucita ante la
comunidad un hecho histórico salvador pasado a través de los símbolos rituales.
Por medio del rito religioso los fieles se enrolan en la acción salvadora de
Yavé y captan como ya presente una salvación futura y definitiva. De esta
manera el pasado, el presente y el futuro se dan cita en el memorial litúrgico.
En
la Cena Pascual de los tiempos de Jesús los judíos hacían una confesión de fe
de todas las maravillas obradas por Yavé a favor de su pueblo (Deut. 26,1-11);
pero esta confesión de la fe la hacían para contar y proclamar la historia de
la salvación, a fin de que los hombres crean en Yavé, se fíen de Él, reconozcan
su salvación. Pero el creer no era para ellos solamente aceptar con la mente la
realidad de unos hechos históricos pasados; creer era ante todo una adhesión
personal y comunitaria a Yavé, el cual se hacía presente en la cena ritual para
salvar, para iluminar, para consolar y para dar esperanzas, pues Yavé era visto
ante todo como el Fiel.
Porque
la bendición y el memorial proclamaban la historia de la salvación cuyo fundamento
era la alianza. Alianza que evocaba ante todo la fidelidad inquebrantable de
Yavé a sus promesas y animaba a los judíos al arrepentimiento de las fallas en
el cumplimiento de la alianza firmada con Yavé.
Era,
pues, la Cena Pascual un rito de renovación anual de la alianza entre el pueblo
y Yavé que exigía año tras año a su pueblo la fidelidad, la conversión, la
rectificación de sus caminos errados (Os. 2) Por esta razón el sacrificio del
cordero pascual era a la vez un sacrificio de comunión y de expiación.
El sacrificio
de comunión tenía como elementos esenciales la inmolación del animal, el rito
de la sangre y la comida con la carne inmolada. Esta comida era llamada
banquete sagrado, porque con él se significaba la amistad del pueblo elegido
con Yavé. De ahí que en este banquete de comunión la comunidad pasara al primer
plano y se sintiera a Yavé en medio de su pueblo haciendo alianza y
ofreciéndole paz, seguridad y esperanza. De ahí también que el sacrificio de
comunión de la Pascua fuera gozoso y se celebrase con músicas y cantos en honor
de Yavé y de esta manera el sacrificio de la alianza entroncara con la
bendición y con el memorial.
Junto
con el matiz de comunión y de alianza, el sacrificio pascual en los tiempos de
Jesús presentaba también el aspecto de expiación por los pecados del pueblo
mediante la sangre derramada de los corderos.
Es
importante recordar tres elementos rituales de la cena judía destinados a ser
el lazo de unión más importante con la eucaristía cristiana. Ellos son el cordero,
el pan y el vino.
Los
evangelistas no hablan del cordero en la cena, porque según ellos el verdadero
cordero, el figurado por los corderos de la pascua judía, era el Señor Jesús (1
Cor 5,7) Así, pues, la carne inmolada del Cordero de Dios se entregó a los
discípulos bajo la apariencia del pan ázimo y la sangre de la nueva alianza
derramada por los pecados se les dio bajo el aspecto del vino tinto de aquellas
memorable cena (Mt 26,26-28)
De
esta manera el pan y el vino que en la Cena Pascual significaban la miseria del
pueblo durante la esclavitud y la alegría de la liberación en la tierra
prometida, vinieron a significar en la Cena Cristiana la pascua del Señor y de
los cristianos, su paso de la muerte a la vida, su marcha de la esclavitud a la
liberación, de las tinieblas a la luz.
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Referencia bibliográfica: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J. "La Misa en la religión del pueblo", Lima, 1983.
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