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La Iglesia - 13º Parte: Pentecostés y la primera comunidad cristiana

P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


16. Pentecostés: La efusión del Espíritu Santo por el Padre y el Hijo Glorificado. (La Iglesia manifestada)

La actividad de Jesucristo en orden a la formación de la Iglesia sólo se consumó con el envío (misión) del Espíritu Santo. Sólo desde el ­día de Pentecostés existe la Iglesia. El Kyrios Glorificado junto con el poder del Padre comunica su Espíritu Santo a aquel grupo que había sido conformado para constituir el cuerpo de la Iglesia. Así la faz de la Iglesia sólo se presenta completa cuando se la considera tanto bajo el aspecto cristológico como pneumátológico. La actividad fundamental del Jesús histórico, la acción de su Espíritu en los discípulos y la libre decisión de los Doce constituyen un todo unitario del cual salió la Iglesia bajo la forma concreta de sus comienzos. El Espíritu que el día de Pentecostés vino sobre los discípulos es el don y el signo de la reconciliación. La misión del Espíritu aconteció públicamente, del mismo modo que la crucifixión de Cristo se produjo ante las puertas de la ciudad santa en medio de la publicidad del pue­blo judío y del imperio romano.
La autocomunicación de Dios mismo en la misión del Espíritu Santo estaba tan expuestas a la tergiversación y al escándalo como la encar­nación del Verbo divino en el cuerpo humano de María. Hech 2, 13. Pero precisamente esta tergiversación ocasionó que la comunidad llena del Espíritu Santo saliera a la publicidad de la ciudad de Jerusalén y después del mundo entero. Pedro con la fuerza y la luz del Espíritu comunica y desvela en nombre de los Doce el mensaje de salvación y dio valerosamente testimonio de: "cómo los judíos habiendo matado a Jesús, mataron al autor de la vida, pero Dios Padre rico en misericordia lo resucitó de entre los muertos y lo ha confirmado como Salvador y Mesías sentándolo a su derecha, se­gún lo predicho en las antiguas profecías", Hech 2 14, s.s. Cada uno puede participar de ese Espíritu, si hace penitencia y se deja bautizar en el nombre de Jesucristo.

Hablamos de "Iglesia Manifestada" en el sentido explícito de la palabra y del acontecimiento salvífico que en ella se significa, a saber: el plan eterno de salvación universal del Dios Trino y Uno, cuyos funda­mentos acabamos de mencionar, es el tiempo del "kairós" de la Ekklesia de Cristo como oferta y promesa de salvación de la humanidad, como misterio de verdad y de gracia  que el hombre acepta por la fe y profesa en su "creo en la Iglesia". Así se manifiesta toda la Iglesia "como una muche­dumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Así el misterio de Cristo, siendo la recapitulación y plenitud de todo el plan de salvación y el medio escogido por Dios para salvar a todo el género humano se perpetúa de un modo sacramental en medio de nosotros como fuente de verdad y de gracia salvadoras en el misterio de la Igle­sia vivificada y asistida continuamente por le presencia salvífica del Espíritu Santo. Así el entronque de la "Ekklesia" de Cristo con el misterio del Dios Uno y Trino y de la misión del Hijo (encarnación) y de la misión del Espíritu (Pentecos­tés) al mundo, señala el origen de la Iglesia, como nuevo pueblo de Dios, en el espacio y el tiempo que es la historia humana y señala su misión salvífica universal a to­dos los hombres de todos dos tiempos, 1Tim 1, 2.


17. La Primitiva Comunidad Cristiana

El libro que nos narra fielmente los acontecimientos del devenir de la primitiva comunidad cristiana es el libro de los Hechos de los Apósto­les. Es un libro de apología de la Iglesia, nos la presenta tal como surgió después del acontecimiento pentecostal y de la acción inmediata de los apóstoles movidos por la fuerza del Espíritu. Pedro aparece co­mo el  apóstol dirigente de la primera comunidad cristiana y Pablo co­mo el misionero elegido por Cristo para llevar el evangelio a los gentiles, siendo ambos los grandes portadores del proceso formativo de la Iglesia.

La conversión a la fe en Cristo, el bautismo en Cristo, el don de la ­fiesta pentecostal a cada uno de los bautizados, la celebración euca­rística y el amor fraternal operativo y social, Hech 2, 38, ss, son las exigencias vitales más importantes para ser cristiano, para ser miembro real de aquella primera comunidad cristiana. Pablo, el gran evangelizador de la gentilidad hace inteligible la com­prensión teológica de los sucesos del misterio de Cristo, su vida, pasión muerte y resurrección. Igualmente del Cristo glorificado que intercede continuamente por nosotros. Con esto surge la nueva concepción cristiana del cosmos y sobre todo del hombre redimido y liberado que la Iglesia vive y anuncia al mundo entero. Los escritos y las cartas pastorales paulinas nos hablan de la primera organización de estas comunidades de gentiles al misterio de Cristo.


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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.



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