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Evangelio según San Juan - 2º Parte

P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.


"El discípulo amado"

En realidad toda la información anterior sobre Juan procede de los tres primeros evangelios. Y sorprende no poco que el cuarto evangelio no nombre nunca por su nombre al apóstol Juan, aunque aparece en él cuatro referencias claras a un tal discípulo amado al que Jesús apreciaba de forma bastante especial. Este tal discípulo está recostado junto a Jesús en la última cena (Jn 13,23-25); está al mismo pie de la cruz cuando Jesús le pide que proteja a su triste y desolada madre (19,25-27); recibe junto a Pedro el anuncio alarmante de María Magdalena de que la tumba está vacía (20,2); y aparece "como fondo" en la interpelación del Jesús resucitado a Pedro junto al lago de Tiberiades (21,20)

Además de unas referencias tan puntuales, se resalta en este evangelio el testimonio de que lo escrito es verdad. Al narrar el hecho de la lanzada del centurión, el evangelista dice: "El que vió estas cosas da testimonio de ellas, y su testimonio es verdadero. El sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis" (19,35). Y al final del texto evangélico, en clara relación con la última referencia al discípulo que Jesús tanto quería, se termina así: "Este discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y nosotros sabemos que dice la verdad" (21,24).

En resumen, tenemos que en el cuarto evangelio, aunque no se menciona a Juan, sí aparecen en su parte última unas alusiones al "discípulo amado" que habría sido testigo de lo que en el evangelio se cuenta. La tradición ha identificado siempre a este personaje con el joven apóstol Juan. Creo que bien se podría seguir sosteniendo este supuesto cuando no se descubran razones en contra convincentes a las que se suelen presentar.


Una reflexión comunitaria

Todo lo dicho hasta ahora no concluye en la afirmación cierta de que este cuarto escrito evangélico fuera del mismo apóstol Juan. La afirmación de que Juan es el autor del cuarto evangelio ha de entenderse de una manera muy amplia, en el sentido de que habría sido su inspirador y animador espiritual de fondo. La comunidad joánica (radicada en Efeso) reflexionaba no sobre especulaciones, sino a partir de las experiencias y las enseñanzas transmitidas por el apóstol Juan, el hijo del Zebedeo.

Entre los escritos de la Iglesia primitiva se encuentran algunas pistas y trazas que quizás puedan dar bastante luz acerca de la redacción de este evangelio. De ellas podemos deducir que Juan habría mantenido una estrecha relación con la dinámica comunidad cristiana de la ciudad de Efeso, y en ella se sentía muy respetado y apreciado. Sus muchos recuerdos personales y comentarios habrían sido, sin duda, objeto de una oración y reflexión para todos los miembros de aquella fervorosa comunidad eclesial. El resultado final y también concluyente de esta fraterna reflexión en común estaría recogido en sus elaborados discursos teológicos. Su objetivo e intento serían más bien no tanto el llegar a las palabras mismas que dijo Jesús, como a lo que Jesús quiso decirnos también ahora, puesto que su Espíritu sigue presente entre nosotros. No sin razón suele subrayar que éste es el evangelio más "espiritual".

Pero, ¿quién, en definitiva, fue su autor material? Pues, aunque el discípulo amado sea Juan y éste sea el testigo ocular, ello no quiere decir que haya sido su redactor. Si tenemos en cuenta, que el último capítulo (el 21), el que recoge el versículo de que "este discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito" (21,24), es considerado todo él como un claro añadido a la obra por algún discípulo de Juan, entonces se concluye que en la comunidad de Efeso hubo algún coetáneo del apóstol que recogió sus recuerdos y sus reflexiones evangélicas y teológicas de la comunidad, y con todo ello este fiel secretario anónimo redactó un escrito testimonial que fue presentado baja el aval del apóstol, a quien el Señor tanto quería. Así se podrían compaginar los elementos contrarios.


UN MANDAMIENTO NUEVO: "Os doy un mandamiento nuevo: ¡Amaos los unos a los otros! ¡Sí, con el amor con que yo os he amado!" (Jn 13,34). No se trata de imitar a Jesús como a un maestro del pasado. El amor de Jesús, el de "ser Hijo" es un amor que pertenece a la esfera propia divina. Es un amor al estilo de Jesús, es decir, "con el amor con que el Padre me ha amado, también yo os he amado" (Jn 15,9). La caridad fraterna de los creyentes es ante todo una manera de existir con el Hijo. Su novedad reside precisamente en que este amor recibido ("nuevo") manifiesta a todos la pertenencia a Jesucristo, por quien los hombres pueden pasar de la muerte a la vida.


Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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