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La Iglesia - 5º Parte: El Misterio de la Iglesia

P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA



3.3. El  "Misterio de la Iglesia"

El Concilio Vaticano II ha sido el que más ha destacado el aspecto de la Iglesia como "misterio". "Misterio", viene de la palabra griega "musterion" = significa, lo secre­to, lo desconocido. Nosotros tomamos la palabra "misterio" en el sentido de, "designio salvífico" (misterioso y providente) de Dios Padre con relación al destino de todo el género humano en su condición de humanidad pecadora, es decir, la voluntad salvífica universal de Dios Padre con relación a todo el género humano. Así la Constitución dogmática "Lumen Gentium", abre su primer capítu­lo hablándonos sobre el "Misterio de la Iglesia". Es decir, la rea­lidad viva de la Iglesia vista desde lo mas profundo del misterio cristiano, como término de la acción salvífica de Dios que es: "ini­ciativa" del Padre; "realización" en el tiempo por su Hijo Jesucristo; y "consumación" por el Espíritu Santo. Así la Iglesia se nos manifiesta co­mo un misterio en el que se entrecruzan todos los caminos de la his­toria salvífica.

El Concilio Vaticano II en L G, n°2 dice: "El Padre eterno creó el mundo universo por un libérrimo designio de su sabiduría y bondad, decre­tó elevar a los hombres a la participación de la vida divina y, caídos por el pecado, no los abandonó, dispensándoles siempre su ayuda en atención a Cristo Redentor, que es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda creatura ... Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos eligió en El antes de la creación del mundo y nos predestinó a la adopción de hijos, porque en él se complació restaurar todas las cosas... Consumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés pa­ra que indeficientemente santificara a la Iglesia, y de esta forma los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu".

El contenido del "Misterio de la Iglesia" consiste, ante todo, en que "ella es el término de la acción de Dios", radicada en su sabiduría divina y en su eterna bondad. La Iglesia tiene, pues, una esencial dimensión teándrica. El proceso de la historia salvífica arranca del ser de Dios y se encamina por entre las vicisitudes del mundo y del tiempo hasta desembocar en la Iglesia. Y en la Iglesia se realiza el misterio de sabiduría y de bondad de Dios, que es el de introducir ­a los hombres en la familia de Dios. Por eso la Iglesia no nace de abajo a arriba, sino de arriba a abajo. La Iglesia existe de algún modo antes de estar constituida, y no puede entenderse sino como realización histórica de los planes salvíficos de Dios en favor de todos los hombres.
           

3.4. El "Misterio de la Iglesia" en S. Pablo

Toda la teología del miste­rio de Dios, tal como la concibe S. Pablo, es un drama divino que se desarrolla en cinco actos.
  1. El misterio en Dios: El primer acto lo constituye la vida de ­ese misterio en Dios. Se trata de una iniciativa divina, inaccesible a todo entendimiento creado, iniciativa de sabiduría y de bondad de Dios, que quiere comunicar a todos los hombres las riquezas de su gloria. l Cor 2, 7; Rom. 16, 26; Col 1, 27; Ef 1, 1-11. Es el secreto de Dios lleno de Sabiduría, 1 Cor 2,7, y que no conocieron las generaciones pasadas, Efes 3, 5; Col 1, 26.
  2. Realización histórica del misterio: Su dinamismo: La realización histórica de este misterio de Dios se opera en Cristo, Rom 16, 25-27; Col 1, 26; enviado por el Padre para "reconciliar todas las cosas consigo, pacificando por El todas las cosas terrestres y celestes por la sangre de su cruz", Ef 1. 20. Mediante la vida, muerte y  resurrección de Cristo , el misterio entra en la fase de realización, pues en Cristo se cumple el designio salvífico de Dios, Efes 1, 7-9.
  3. La predicación del misterio: En la economía de la salvación, el misterio es comunicado, sobre todo, a testigos privilegiados: los Apóstoles y Profetas del misterio, Efes 3,5; Col 1, 26, los cuales vienen a ser los mediadores del misterio y constituyen, con su predicación, el fundamento de la Iglesia, de la que Cristo es la piedra angular, Efes 1, 22-23; 2, 20-21. Pablo es precisamente el anunciador del misterio a los paganos, Efes 3, 8-9, para lo que ha recibido un profundo conocimiento del mismo. La misión de los Apóstoles es proclamar el contenido del misterio, o lo que es lo mismo, el Evangelio, 1 Tes 1, 8.
  4. La realización efectiva del misterio: La Iglesia es el misterio de Cristo hecho visible a través de los siglos. El plan de salvación no es sólo revelado o proclamado por medio del Evangelio, sino que es también realizado efectivamente en la Iglesia. Como Cristo es el misterio de Dios hecho visible, así la Iglesia es el misterio de Cristo hecho visible en los siglos. En este sentido “misterio” es equivalente a “sacramento”: Cristo es sacramento de Dios; la Iglesia, sacramento de Cristo
  5. La revelación del misterio tiene lugar ahora: “A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de Jesucristo: revelación de un misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios terno, dado a conocer a todos los gentiles para la obediencia de la fe”,  Rom 16, 25-26.

El y los Apóstoles han recibido la misión de anunciarlo; pero la revelación, que ha tenido en Cristo el culmen de su realización, nos ha sido comunicada, en esta fase histórica, bajo el ropaje de los signos humanos, los cuales, al mismo tiempo que revelan, ocultan la realidad por ellos significada. Sólo en la fase final escatológica llegaremos al cara a cara del misterio de Dios, sin el ropaje de los signos.

Así, el misterio, que es, a su vez, el misterio de Cristo, desemboca en la mística cristológica de la inserción de los fieles en Cristo y que constituye el concepto de Iglesia o de Cuerpo Místico, l Cor 1, 30; Col 2, 9. Así la Iglesia pasa a ser el centro del misterio como expansión del Cristo total.     


3.5. El misterio de la Iglesia en Dios Padre

Es misterio de vida divina, es una "sabiduría escondida" que trasciende las posibilidades cognoscitivas de todo aquel que no sea Dios. Sabiduría eterna: "antes de todos los siglos". Esta idea la repite S. Pablo de diversas maneras; "mantenido en secreto por tiempos eternos", Rom 16, 25; "escondido desde los siglos y generaciones", Col 1, 26; "escondido desde el origen de los siglos en Dios". Ef 3, 9.


3.6. El dinamismo del misterio de Dios manifestado en Cristo

El misterio de Dios es algo dinámico, vital y existencial y tiene como finalidad el beneficio y la felicidad de todos los hombres. Es un plan ideado por Dios, por su sabiduría infinita para gloria del hombre y esto no puede ser algo intrascendente sino definitivo, por eso dice: "lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni el corazón del hombre penetró", l Cor 2, 9. Aquí aparece toda la teología de la predestinación divina: "porque nos ha escogido en El antes de la constitución del mundo... habiéndonos predestinado para ser hijos suyos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, según su benevolencia , Ef 1, 4-10. Y luego en otro pasaje añade: "esta es la riqueza de la gloria del misterio, que los gentiles son coherederos y miembros de un mismo cuerpo y juntamente partícipes de la promesa en Cristo Jesús", Col 1, 27; Ef 3, 2-6. De ahí que S. Pablo nos invite a traducir el misterio de Dios por el misterio de Cristo, o por el misterio que es Cristo: "para que lleguéis al pleno conocimiento del misterio de Dios que es Cristo", Col 2, 2; 1, 27.


3.7. La proyección del misterio de Dios, que es Cristo en la Iglesia

El misterio de Dios en Cristo no se agota en aquella persona individual que realizó la obra de reconciliación con el Padre. Por el contrario, este Cristo se expande maravillosamente en todos aque­llos que, al participar en su vida divina, forman con él un Cristo total: "Nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, conforme a lo que El previamente había determinado en sí, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir bajo una sola cabeza todas las cosas en Cristo, las del cielo y las de la tierra", Ef 1, 9-10. De esta forma queda la Iglesia propuesta, en la teología paulina del misterio, como el término del misterio de Dios y de la historia de todo el género humano: "Este misterio es grande. Yo lo refiero a Cristo y a su Iglesia", Ef 5, 32. Porque, en efecto, el Misterio de la Iglesia no podrá ya separarse de Cristo y del Misterio de Dios.

Este Misterio de Cristo queda socializado en la Iglesia, como término del plan salvífico de Dios, que se consuma en Cristo. Misterio escondido en Dios, Misterio de Cristo, Misterio de la Iglesia, son expresiones que convergen en una misma realidad: la realidad de la bondad infinita de Dios para salvar a todos los hombres del género humano, haciéndolos sus hijos en el único Hijo de Dios = Cristo.

Por eso, la historia bíblica, que es la revelación progresiva del Misterio de Dios, se encamina a la Iglesia, que es la realidad en el tiempo y en el espacio del Misterio de Cristo. Y así como Cristo es la revelación del misterio del Padre, la Iglesia es la revelación del misterio de Cristo.


3.8. La Iglesia realidad de la fe

En la fe hace el hombre la afirmación del Dios vivo revelado en Cristo. La fe viva es un proceso ra­cional - intelectual, pero a la vez es algo más que eso, precisamente por ser un fe viva, es decir, es una entrega del yo humano a Dios por medio de Cristo, para que el hombre participe de la vida de Dios. La fe es por tanto realización vital, es participación en la vida de Dios Padre concedida por la participación en la vida de Jesucristo, Jn 14, 6. Por eso la fe es imprescindible para creer en la Iglesia y decimos en el Símbolo de nuestra fe (el Credo): "Creo en la Santa Iglesia Católica", por eso la Iglesia es una realidad objeto de nuestra fe. Y es imprescindible y de gran importancia que examinemos que significa creer en la Iglesia.

Podemos decir con una distinción escolástica que Dios es objeto formal de nuestra fe y que la Iglesia es el objeto material de la misma fe. En la fe que tenemos en Dios y a Dios le creemos su revelación sobre el misterio de la Iglesia. En este sentido es objeto de la fe la Iglesia que predica el evangelio y exige creer en él; es un misterio de la fe. Así, cuando el creyente cristiano proclama su fe en la Iglesia proclama su fe en Dios uno y trino que precisamente se manifiesta y ejerce su acción salvífica a través de la Iglesia. Y precisamente ­puesto que Dios, en la prosecución de la historia de la salvación, después de la glorificación ha querido hacerse accesible en el sacramento de su Iglesia mediante el Espíritu de Cristo. Y se refiere también a la Iglesia en cuanto ésta es el Cuerpo del Señor, el sacramento de salvación; por lo tanto signo de garantía de un Dios que se comunica a los hombres. En este sentido la fe en el Misterio de la Iglesia, en cuanto ésta es obra e instrumento del Espíritu se sitúa en una misma perspectiva con nuestra fe en la creación atribuida al Padre y a la encarnación, muerte y resurrección del misterio de Cristo, hecho hombre para salvar a toda la humanidad.



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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.

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