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Vida después de la muerte - 2º Parte


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El cuerpo y el alma

P. Ignacio Garro, S.J.
Seminario Arquidiocesano de Arequipa



Lo primero que decimos es que la persona humana es un ser misterioso y está compuesto por un elemento material, el cuerpo, y otro espiritual, el alma. 

El cuerpo solo no es persona humana; el alma sola tampoco es persona humana. Para que exista la persona humana, es preciso que el cuerpo y el alma se unan sustancialmente, formando un solo ser humano, único e irrepetible. 

Por lo tanto para que exista el ser humano, esto es, la persona humana, es preciso que el cuerpo y el alma se unan sustancialmente, vitalmente, formando un solo ser. La separación del alma del cuerpo constituye la muerte de éste que se convierte en cadáver. El alma separada del cuerpo sigue viviendo, porque, sigue siendo "espíritu", no depende de la materia a la que estaba informando, sino que tiene vida propia (aunque tiende intrínsecamente a reunirse nuevamente con su cuerpo respectivo en la resurrección de éste).

La existencia del cuerpo humano no necesita demostración. Todos tenemos conciencia de que tenemos un cuerpo dotado de cinco sentidos y nadie puede dudar de ello. Lo que vemos por nuestros propios ojos es evidente sin necesidad de ninguna demostración.

El alma, en cambio, no la vemos, pero su existencia es tanto o más cierta que la del propio cuerpo. La mera existencia del alma es una verdad inconcusa, de evidencia absoluta para todo el que sepa discurrir un poco. Ante la propia conciencia aparece la existencia del alma con mayor certeza todavía que la de nuestro mismo cuerpo y la existencia de las cosas materiales que nos rodean. En absoluto sería posible que el cuerpo humano y las cosas externas fueran simples ilusiones del alma, pero es imposible que la existencia del alma sea una fantasía de nuestra propia imaginación.

En efecto, es un hecho de evidencia primaria e inmediata que pensamos, esto es, que tenemos ideas universales, que prescinden en absoluto del tiempo y del espacio. Tenemos por ejemplo, las ideas universales de bondad, verdad, belleza, amor, justicia, honradez, gratitud, etc, que nada tienen que ver con la materia. No son ni grandes ni pequeñas, cuadradas o redondas, azules o amarillas, dulces ni amargas. No la hemos visto con los ojos, ni oído con lo oídos, ni tocado con las manos. No transcurren ni desaparecen como las flores, los animales o los hombres. Son cosas permanentes, universales, que no dependen de la materia ni pueden proceder de ella, puesto que la rebasan infinitamente. Luego hay en nosotros un principio de donde proceden tales pensamientos que de ninguna manera  puede ser el cuerpo, el cerebro o cualquier otra cosa material, puesto que lo más no puede salir de lo menos, ni el espíritu de la materia. Luego ese principio es espiritual, distinto completamente del cuerpo e inmensamente superior a él, puesto que es capaz de producir aquellos pensamientos que trascienden infinitamente el mundo de lo material y corpóreo. Ahora bien este principio espiritual del que proceden  nuestros propios pensamientos es, cabalmente, lo que designamos con el nombre de alma humana. La existencia del alma no puede negarse a menos de haber perdido por completo el simple sentido común.

Antes de hablar de la escatología individual, vamos a considerar algunos presupuestos estrictamente filosóficos sobre el alma y el más allá. Estos presupuestos son:
  • Qué es el alma 
  • El alma y el cuerpo
  • La inmortalidad del alma
  • La condición del alma como separada del cuerpo en el más allá


A. Qué es el alma


Según Sto. Tomás: “Decimos alma al primer principio de vida en los seres que viven en este mundo. Así llamamos animados a los seres vivos, y a los que carecen de vida les llamamos inanimados”. 1, 75, 1.

El alma es lo primero en virtud de los cual nos nutrimos, sentimos, nos movemos localmente y también es lo primero de lo cual entendemos. 1, 76, 1.     


1. El alma en cuanto al ser

a.- Es incorpórea y subsistente. El principio de la operación intelectual, al que llamamos alma del hombre, es un principio incorpóreo y subsistente (...). El principio de intelección, llamado mente o entendimiento, tiene una operación propia en la cual no participa el cuerpo. Ahora bien, este modo de actividad es propio de una realidad subsistente, pues el obrar supone al ser en acto. De ahí que cada cosa obre según es (...). Luego el alma humana, llamada entendimiento o mente, es un ser incorpóreo y subsistente. 1, 75, 2.

Para la actividad del entendimiento se precisa del cuerpo, no como de un órgano por el cual se  realice, sino por razón del objeto, cuya representación en la imagen es para el entendimiento lo  que el color para la vista. Pero este modo de necesitar el cuerpo no se opone a que el entendimiento sea subsistente. De lo contrario, tampoco sería subsistente el animal, pues para sentir se necesita de los objetos sensibles exteriores. 1, 75, 2, ad 2. 

b.- El alma es incorruptible. Lo que compete a un ente por esencia es inseparable de él. Ahora bien, al ser le compete por esencia a la forma, que es acto. La materia adquiere al ser por el hecho de adquirir la forma; y así mismo se destruye al separarse de ella. En cambio, es imposible que una forma se separe de sí misma. Por tanto, es imposible que la forma subsistente deje de ser.

Y aún en el caso de que, como afirman algunos, el alma estuviese compuesta de materia y forma, sería necesario afirmar que es incorruptible. En efecto, donde no hay contrariedad no hay tampoco corrupción (...). Ahora bien, en el alma intelectiva no puede haber contrariedad alguna, ya que recibe según su modo de ser y las cosas recibidas en ella están exentas de contrariedad, porque incluso las razones de los contrarios en el entendimiento no son contrarios, sino que hay una sola ciencia de los contrarios. Por lo tanto, el alma es incorruptible.

Una muestra de esto puede ser el hecho de que todas las cosas desean naturalmente ser del modo que son. Ahora bien, el deseo de los seres cognoscitivos proviene de un conocimiento, y los sentidos no conocen más que lo actualmente existente y presente mientras que el entendimiento conoce la existencia en absoluto y abstrayendo el tiempo. Por eso, todo el que posee entendimiento desea naturalmente existir siempre. Pero no puede haber un deseo natural que sea inútil. Luego toda sustancia intelectual es incorruptible. 1, 75, 6.

c.- Sólo hay un alma en cada hombre. Partiendo del principio de que el alma se une al cuerpo como forma (sustancial), parece imposible que en un mismo cuerpo haya muchas almas esencialmente distintas (...). En primer lugar, porque el ser, animado por muchas almas, no sería esencialmente uno. Nada es esencialmente uno sino en virtud de la forma única por la que tiene el ser, puesto que del mismo modo se tiene el ser que la unidad. Si, pues, el hombre, en virtud de una forma, el alma vegetativa, tuviese el vivir; y por otra, el alma sensitiva, tuviera el ser animal y por el alma racional, el ser del hombre, no sería esencialmente uno (...).

Esto también se demuestra por el hecho de que, cuando una operación del alma es intensa, estorba a otra. Lo cual ocurriría si el principio de las operaciones no fuese esencialmente uno.

Hemos, pues, de concluir que el alma sensitiva, la intelectiva y la vegetativa son en el hombre la misma numéricamente (...) El alma intelectiva contiene virtualmente cuanto hay en el alma sensitiva de los irracionales y en la vegetativa las plantas. 1, 76, 3.


2. En cuanto al obrar

a.- Necesita potencias. El alma es acto por esencia. Si, pues, la esencia misma del alma fuese el principio inmediato de su operación, todo el que tiene alma, estaría siempre realizando operaciones vitales, del mismo modo que siempre está viviendo. No es, por tanto, el alma en cuanto forma, un acto ordenado a otro ulterior, sino que es el último término de la generación. De ahí que al estar en potencia respecto de otro acto, no le compete según su esencia, en cuanto forma, sinos según su potencia. 1, 77, 1.

Los seres inferiores al hombre consiguen ciertos bienes particulares, y así tienen unas pocas y determinadas operaciones y potencias. El hombre, en cambio, puede conseguir la bondad perfecta y universal, pues puede alcanzar la bienaventuranza. Ocupa, sin embargo, el último grado por su naturaleza, entre los seres a quienes compete la bienaventuranza. Por eso el alma humana necesita de muchas y diversas operaciones y potencias. 1, 77, 3.



B. El alma y el cuerpo


1. El alma, es la forma substancial del cuerpo

El alma, que es el primer principio de la vida, no es cuerpo, sino lo que actúa al cuerpo, como el calor, que es el principio del calentarse, no es cuerpo, sino lo que actúa en el cuerpo. 1, 75, 1.

Lo primero en virtud de lo cual actúa un ser es la forma del ser al cual se atribuye la operación. La razón de esto es porque ningún ser obra sino en cuanto está en acto. De ahí que obre en virtud de aquello que le pone en  acto. Ahora bien, es indudable que lo primero que hace que el cuerpo viva es el alma. Y como en los diversos grados de los seres vivientes la vida se manifiesta por distintas operaciones, lo primero en virtud de lo cual ejecutamos cada una de estas operaciones vitales es el alma. Y, efectivamente, el alma es lo primero en virtud de lo cual nos nutrimos, sentimos, nos movemos localmente; y también es lo primero por lo cual entendemos. Por tanto, este principio, en virtud de lo cual primeramente entendemos, llámese entendimiento o alma intelectiva, es la forma del cuerpo. 1, 76, 1.


 2. Tendencia natural a la unión con el cuerpo

El estar unida al cuerpo le compete esencialmente al alma, como le corresponde esencialmente al cuerpo leve estar elevado. Y así como el cuerpo leve continúa siendo cuando se le aparta de su lugar propio, conservando la aptitud e inclinación a volver a ocuparlo, así también el alma humana permanece en su ser cuando está separada del cuerpo, conservando su aptitud e inclinación natural a unirse a él. 1, 76, ad 6.

La unión con el cuerpo no es para el alma algo accidental, sino que se une al cuerpo por exigencia de su propia naturaleza (...). Conforme a su modo de ser, cuando está unida al cuerpo, le corresponde al alma un modo de entender que consiste en referirse a las imágenes de los cuerpos que se hallan en los órganos corporales. En cambio, en cuanto está separada del cuerpo, le compete un modo de entender semejante al de las sustancias separadas: se dirige hacia los objetos puramente inteligibles. De ahí que el modo de entender por medio de imágenes es natural al alma, como o es su unión con el cuerpo. En cambio, estar separada del cuerpo y entender sin recurrir a las imágenes es algo que está fuera de su naturaleza. Por eso se une al cuerpo para ser conforme a su naturaleza. 1, 89, 1.


3. Está toda en todo el cuerpo y en cada parte

Al estar unida al cuerpo en calidad de forma, es necesario que esté toda en todo el cuerpo y toda en cada una de las partes. En efecto, no es forma accidental del cuerpo, sino sustancial. Y la forma sustancial no es solamente perfección del todo, sino de cada una de las partes (...). Al todo se ordena necesaria y esencialmente como a su sujeto perfectible propio y proporcionado. A las partas, secundariamente, en cuanto que están ordenadas al todo. 1, 76, 8.


4. Dominio del alma sobre el cuerpo

Se dice que el alma domina al cuerpo con imperio despótico, pues los miembros corporales en nada pueden oponerse al mandato del alma, sino que, conforme a su deseo, inmediatamente se mueven el pie, la mano o cualquier otro miembro capaz de movimiento voluntario. En cambio, el entendimiento, o razón, se dice que impera el apetito concupiscible e irascible con el imperio político, porque el apetito sensitivo tiene una cierta autonomía que le permite resistir al mandato de la razón. Pues el apetito sensitivo no sólo puede ser movido por la estimativa en los animales y por la cogitativa en el hombre, dirigida ésta por la razón universal, sino también por la imaginación y los sentidos. De ahí que experimentemos la resistencia que el apetito concupiscible e irascible oponen a la razón, al sentir o imaginar algo deleitable que la razón prohibe o algo triste que la razón ordena. Y así, la resistencia que el irascible y el concupiscible oponen a la razón no excluye el que le obedezcan. 1. 81, 3 ad 2.


5. A mejor disposición del cuerpo mejor actúa el alma

Puede uno entender la misma cosa mejor que otro, porque su vigor intelectual es mayor. Es lo mismo que ocurre con la vista: ve mejor un objeto aquel que tiene una facultad más perfecta y más vigor visual. Ahora bien, en el entendimiento ocurre esto de dos maneras: 

a.- La primera, por parte del mismo entendimiento, cuando es más perfecto. Es manifiesto que cuanto mejor dispuesto está el cuerpo, tanto mejor es el alma que se le infunde. Esto aparece claramente en los seres de distintas especies. Y la razón está en que el acto y la forma son recibidos según la capacidad de la materia puesto que aun entre los hombres los hay con un cuerpo mejor dispuesto, se les concede un alma con mayor capacidad intelectual (...)

b.- La segunda, por parte de las facultades inferiores, de las cuales necesita el entendimiento para el ejercicio de su operación. Los que están mejor dispuestos en sus potencias imaginativa, cogitativa, y memorativa, son más aptos para entender. 1, 85, 7.



C. La inmortalidad del alma


La razón humana, con argumentos puramente filosóficos, demuestra que el ser  humano es una persona que, además del cuerpo, tiene un alma, la cual es el principio de donde proceden los pensamientos y los actos voluntarios. También demuestra las distintas propiedades de esa alma: 

1.  La unidad

Sto. Tomás: "en el hombre no hay más que una sola alma intelectiva, que contiene virtualmente al alma sensitiva y vegetativa, realizando ella sola lo que estas formas inferiores realizan en los animales y plantas".


2. La substancialidad

Si el alma no fuera sustancia sería imposible explicar los fenómenos de la unidad y continuidad de la conciencia; si el alma no es algo permanente, los pensamientos y afectos constituirían una serie inconexa de hechos sin relación alguna entre sí.


3. La simplicidad

Es decir, la carencia de partes extensivas y divisibles. Huelga aclarar que esta simplicidad se refiere al orden físico y esencial. La prueba de la simplicidad del alma se basa en que las operaciones intelectivas: idea, juicio, raciocinio, son simples, con lo cual la sustancia, que es principio de ellas, no puede ser compuesta sino simple; también se demuestra por la capacidad que el alma tiene de autorreflexión, es decir, de conocer sus propios actos e incluso conocerse a sí misma, cosa que en una sustancia compuesta y divisible es incapaz de realizar.


4. El alma es espiritual

Es decir, independiente de la materia:
  • En primer lugar conviene distinguir entre lo que se llama "materia" y "forma". En el tratado de Psicología humana se demuestra que el alma humana es la "forma sustancial" del cuerpo y que, en virtud de esa información existencial, el hombre tiene el "ser" de hombre, de viviente, de cuerpo, de sustancia, y de ser. Consiguientemente el alma racional da al hombre todo el grado esencial de perfección y, además, comunica al cuerpo al acto del ser con que ella existe.
  • Al producirse la muerte, el alma racional se separa del cuerpo y deja de informarlo sustancialmente, siendo sustituida en su función informante por la forma cadavérica; ésta es ya corruptible como la materia corporal a la que informa.


D. La condición del alma separada del cuerpo en el más allá


Si como hemos visto, el alma no perece con el cuerpo, consistiendo la muerte precisamente en la separación del elemento biológico y corruptible del hombre (cuerpo) y de su elemento incorruptible (alma), quiere decir que, a partir del fallecimiento del hombre, el alma sigue existiendo en estado de separación. Existe fuera de las categorías espacio - temporales en las que vivía en el cuerpo humano y después existe fuera del espacio - tiempo en el más allá. Decimos que el alma separada del cuerpo va a la presencia de Dios; si el alma está sin pecado goza de la presencia de Dios positiva y plena, si murió en pecado mortal siente el rechazo de Dios por su pecado.

El alma, separada del cuerpo, existe para siempre por su inmortalidad y queda a la espera de la resurrección de los muertos donde sabemos que los cuerpos resucitarán y se unirán a sus respectivas almas. Cada cuerpo se unirá con su respectiva alma. 



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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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