P. Ignacio Garro, S.J.
Seminario Arquidiocesano de Arequipa
Dentro de la Iglesia, los temas a la vida después de la muerte y acerca del final del hombre y del universo lo estudia la Escatología.
En los manuales clásicos del Dogma, la
Escatología se divide en dos partes fundamentales:
1. La escatología individual, que
estudia las últimas realidades concernientes al fin último de cada persona:
muerte, juicio particular, purgatorio, cielo e infierno.
2. La escatología general, o final,
que estudia el fin último de toda la
creación y comprende: la parusía, o retorno definitivo de Cristo glorioso, la
resurrección de los muertos, el juicio final universal, y la recapitulación, o
consumación de todas las cosas en Cristo.
La Escatología va ligada al Reino de Dios,
Reino que quedó instaurado por Cristo con su venida al mundo, Mc 1,15: "El tiempo se ha cumplido y el Reino
de Dios está cerca...", pero todavía no ha sido consumado. Esta
consumación será total y definitiva con el fin de los tiempos. S. Pablo decía: "La creación entera gime y siente
dolores de parto esperando ser liberada de la servidumbre de la corrupción para
participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios", Rom
8,20-21. Este proceso de plenitud culminará:
"Cuando hayan sido sometidas a El (Cristo) todas las cosas, entonces el
Hijo se someterá a Aquel (Dios Padre) que ha sometido a El (Cristo) todas las
cosas, para que Dios (Padre) sea todo en todo". 1 Cor 15,28.
Por eso Reino de Dios y Escatología se
interrelacionan como el comienzo de una era de plenitud y salvación (Misterio
de Cristo) y culmina con la recapitulación de todas las cosas en Cristo, esto
se realizará en la Parusía o segunda venida de Cristo al mundo. Todos estos
temas los veremos en este tratado detenidamente.
1. El Reino de Dios como contenido y sentido último de la Escatología
"Reino de Dios": esta palabra en hebreo tiene estos significados:
"Malak" = Reinar; "Malakh"
= Rey; "Malkut" = Reino o Reinado;
En la lengua griega se tradujo así: Reino = "Basileia". En la lengua latina se tradujo así: Reino = "Regnum". En castellano:
Reino.
Dios Padre,
"Llegada la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer... y para que recibiéramos la filiación adoptiva (divina)" Gal
4.4. Y "el Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros" Jn 1,14a. Este es el plan de salvación: Dios
Padre sale al encuentro de los hombres por medio de su Hijo (Verbo) hecho
hombre para librarnos del poder del pecado y de la muerte eterna y darnos una
nueva vida (la filiación divina). Con la
venida del Hijo da comienzo el Reino de Dios. Un Reino que quiere instaurar en
el corazón del género humano la filiación divina, perdida por el pecado
original. Jesucristo realiza este plan de salvación cumpliendo la voluntad del
Padre, entregando su vida en favor de los hombres, y así con su muerte vence a
la malicia del poder del pecado y con su resurrección nos trae una nueva vida.
El Reino de Dios se ha instaurado "ya" entre nosotros, con la venida
de Cristo, pero "todavía no" se ha consumado del todo. Esto culminará
al final de los tiempos.
a. El Reino de Dios como contenido de la
"Gloria de Dios"
El Reino de Dios va ligado a la manifestación
de la "Gloria de Dios" y es por tanto el sentido y el fin último de
toda su obra divina. Esto dice relación, tanto para el mundo material como para
el mundo humano, creando a la criatura
humana a imagen y semejanza de Dios, llamándolos a todos del "no-ser"
al "ser".
Dios ha revelado así su grandeza y su
santidad, su amor y su poder, su verdad y su justicia para que las criaturas
del cielo y de la tierra y de manera especial la criatura humana, le alaben y
le glorifiquen, le den gracias y le ensalcen con veneración. Salmos: 19; 89; 96; 144.
b. El concepto de "Reino de Dios"
en el A T y en N T
Desde la época de Moisés, Yahveh, es
reconocido como el "Malakh" = Rey de Israel, Ex 15,18; 1 Sam 12,12.
Posteriormente se reconoce como Rey de todas las naciones, Jer 10,7-10 e
incluso se le nombra Rey de todo el mundo.
Salm 29,4.s.s.
Después del exilio babilónico (586-538), el
pueblo judío sufrió un terrible trauma nacional. Se sintieron humillados y
dominados por sus enemigos y así se usa el concepto "Malkut" como
Reino o Reinado de Dios, pero este concepto sufre un cambio en el sentido de
connotarlo en el aspecto material y el "resto de Yahveh", es decir,
los "anawin", aquellos judíos humildes y pobres que esperan con
impaciencia el "día de Yahveh", día en el que Dios debe de manifestar
su poder y su gloria ante las naciones. En ese día Yahveh iniciará desde el
cielo la batalla contra los enemigos de Israel, Joel 4,9.s.s. y Zac 14,3,
Yahveh los aplastará y los juzgará sin misericordia, Is 24,21, y los que
sobrevivan lo reconocerán como único Dios y como rey de todo el universo, Zac
14,9-12.
En tiempos del judaísmo tardío la esperanza en
la institución del Reino de Dios adquiere las más variadas formas. Los judíos
vivieron oprimidos bajo el dominio y la opresión de griegos y romanos y el
término Reino de Dios adquiere un matiz totalmente político. Los enemigos de
Israel serán aniquilados por Dios. Renacerá de nuevo la gloria y el reinado de
Dios davídico, lleno de fuerza y de esplendor. De estas mismas esperanzas están
llenos algunos de los discípulos que siguen a Jesús. Así con esfuerzos y poco a
poco un pequeño grupo de judíos se liberaron de aquellas categorías meramente
terrenas del Reino de Dios y esperaron más en un Reino trascendente. Se
esperaba que viniera un día de justicia que traería la victoria contra Satanás
y los demonios y los justos se reunirían con Dios para siempre.
c. El Reino de Dios proclamado e instaurado
por Cristo
Jesús en su doctrina y predicación se apoya en
la palabra hebrea "malkut" del A T
para designar el "Reino de Dios". Sin embargo, simplifica
considerablemente el concepto de "malkut" destacando su carácter
moral, salvífico y espiritual; excluyendo de él toda acepción política o
económica de tipo nacionalista, material y cerrada en sí misma y establece una
relación estrecha entre Reino de Dios y su persona y obra redentora.
Cristo, presenta el R. de D. como un auténtico
don de Dios, esto da como resultado una acepción nueva del término "Reino
de Dios" en su predicación pública dándole un sentido moral y salvífico
más que material, político o social. Por eso, comienza su predicación con el
mensaje: "El reino de Dios está
cerca", Mc 1,15. Se trata de convertirse interiormente para entender y
aceptar el Reino: "Convertíos, el
Reino de Dios está cerca", Mt 3,2. Es una "metanoia" =
conversión del corazón, que es un cambio de mente, interior. Se trata de dejar
un mundo un mundo de egoísmo y pecado a veces disfrazado de piedad y
religiosidad (escribas y fariseos) y pasar a ser un hombre humilde, arrepentido
y nuevo, es el mundo de los "pequeños" los "anawin" del A
T. Es el reino de aquellos que lo
esperan todo de Dios, pues saben que todo don viene de los alto, es decir, del
Padre.
Jesucristo con su predicación quiere integrar
en el dinamismo interno de la salvación que el trae y que es propio del
verdadero Reino de Dios, y dice: "El
reino de Dios está cerca", Mc 1.15, y también : "El Reino de Dios
está entre vosotros" Lc 17,20. Cristo es el Rey de ese Reino, como se lo
dice a Pilato, Jn 18,33-38. Observemos en una atenta lectura del Evangelio, que
el tema del Reino de Dios es el tema central de su predicación, enseñanzas,
parábolas, etc. Y El mismo afirma: "Mi
reino no es de este mundo", Jn 18,36. Es un Reino interior, gratuito,
es don de Dios, trascendente y escatológico. Es decir, se consumará al final de
los tiempos.
La predicación de Cristo sobre el reino de
Dios fue tan novedosa e inesperada que ningún judío hubiera esperado esta
predicación de manera tan novedosa y radical. Así cuando predica solemnemente
que el reino de Dios es de los pobres, de los perseguidos, de los puros, de los
misericordiosos, etc, (Bienaventuranzas), Mt 5,3.s.s. y que su recompensa está
en el cielo, Mt 5,12, todo esto causa extrañeza en los que le oyen y no están bien dispuestos. Lo mismo ocurre
cuando afirma que : "entrar en el
Reino de los cielos", Mc 9.47, significa entrar en la verdadera vida,
Mc 9,43-45, y no aceptar el reino es "ir
al infierno y ser arrojado a las tinieblas eternas". Mt 25,30.
Con esta predicación tan clara del reino y con
su instauración, Cristo acaba con las expectativas materiales, políticas y
sociales de sus contemporáneos, Mc 10.42,s.s. y se distancia de manera notable
del particularismo egoísta y nacionalista de los judíos, sin embargo admite que
el R. de D. ha de ser proclamado primero a los israelitas, Mt 10,6. Pero si
éstos no creen ni aceptan las pautas y exigencias del reino, los gentiles,
pecadores y prostitutas les precederán en el banquete final del Reino. Mt 8,11,s.s.
d. Derrota de los poderes anti-divinos
La instauración del reino de Dios por Cristo,
supone una derrota de los poderes de Satanás, como es el dominio sobre el
pecado y la muerte.
Es el enemigo de la obra de Dios, Gen 3,1.s.s. Satanás es el destructor de la obra divina en el mundo, especialmente todo lo relacionado con la criatura humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Desde el pecado original, Satanás lucha contra la obra de Dios en todos los niveles y usa de todos los medios a su alcance y que Dios le permite: especialmente con engaños, mentiras, violencia, soberbia de los ojos, de la carne, y afán de riquezas, 1 Jn.2,16.
Con la venida de Cristo y su predicación del reino llega el "fuerte" que vence y ata a Satanás y sus demonios, y los desarma Mc 3,27; Mt 12,29; Lc 11,18. Y despoja a este poderoso señor de la tierra, Lc 11,20; Mc 3,23-27. Satanás ve amenazado su poder y tiembla, Mc 1,27; 5,7. Satanás es vencido en aquel poder que Dios le había permitido sobre los posesos y endemoniados, Mc 5,1.s.s. Mt 8,28. Satanás tentó al mismo Jesús en el desierto intentando apartarle de su misión salvífica y Cristo nos dio ejemplo de rechazo a la tentación y de adhesión a la voluntad del Padre. Mt 4.1.s.s.; Mc 1,22. Lc 4.1,s.s. En todos estos aspectos evangélicos Satanás es derrotado con la máxima eficacia precisamente porque Cristo lo vence empleando no las armas de Satanás: la mentira, las tinieblas, etc, sino la fuerza divina de la salvación, Lc 11,14.s.s.
2. La Muerte
Por el pecado original entró la muerte en el mundo, Rom 5.12, los hombres al pecar quedaban sujetos al poder del Diablo y la muerte era un modo de ejercer poder sobre el género humano. Cristo aniquiló el poder de la muerte que amenaza al hombre Hebr 2,14; Rom 8.5. Cristo venció la muerte en la cruz, pues en su muerte real, murió la malicia del pecado y venció, también, el poder de la muerte; Hebr 2,14, y Cristo con su Resurrección nos otorgó una nueva vida, 2 Tim 1,10.
3. El Pecado
La instauración del Reino de Dios por Cristo trajo la derrota del pecado. Cristo con su predicación despertó y mantuvo alerta la conciencia del pecado. Pecado que es desobediencia a la voluntad salvífica del Padre, sin embargo, Cristo toma al hombre como es, es decir, como pecador, por eso dice que ha venido en busca de los pecadores y no de los justos, Lc 5,32,. Jesús se presenta como el que tiene poder de perdonar los pecados, Mt 9,2, y lo demuestra en la curación del paralítico. Cristo trata abiertamente con los pecadores y publicanos, Mc 2,15; Lc 5,8. Cristo es el buen Pastor que va en busca de sus ovejas perdidas, Jn 10, 11. Librar a los hombres del poder del pecado es un signo salvífico de que "Dios está en medio de vosotros y os ha llegado la salvación". Lc 11,20.
4. Carácter escatológico del Reino de Dios: "Ya ... pero todavía no"
El Reino de Dios ya ha llegado con Cristo, su persona y su obra redentora, se proclama, se ha instaurado "ya" en el corazón de los hombres pero ... "todavía no" ha culminado su proceso de salvación, aún quedan muchas personas que no han escuchado el mensaje de salvación; el Reino de Dios culminará... al final de los tiempos, en la consumación de todas las cosas, es decir, en la Parusía (segunda venida de Cristo, gloriosa).
El Reino de Dios se preanuncia, se prepara, y se espera en el A T. Se hace presente, se hace realidad con la venida de Cristo, se anuncia con su predicación y se realiza con su obra de redención (Misterio Pascual). Este Reino de Dios culminará al final de los tiempos, es la escatología final. Por eso, el Reino de Dios está cerca, está entre vosotros y es un reino que también sufre "violencia", Mt 11,12, (sufre violencia no destructiva sino de lucha interna para luchar contra el poder del pecado).
La mayoría de los textos del NT. hacen referencia al Reino de Dios en su dimensión escatológica, Mt 5,20; 7,21; también tiene carácter de banquete escatológico, Mt 8,11. Este Reino de Dios irrumpirá definitivamente con la Parusía, será el tiempo de la Resurrección de todos los muertos y del Juicio Universal. Mt 25,31-46.
5. Reino de Dios e Iglesia
El lugar en el que el Reino de Dios se realiza con verdadera plenitud es en la Iglesia fundada por Cristo como continuadora de la obra de la redención. La Iglesia es el lugar de los elegidos de Dios en Cristo. La Iglesia no coincide en sí misma con el Reino de Dios, pero sí es el ámbito donde Cristo ha querido que se lleve a cabo su obra de redención, es por tanto en la Iglesia donde se da la continuación de la obra redentora de Cristo y por lo tanto donde se da la vivencia profunda del Reino de Dios. Lo que Cristo realizó con su vida, pasión, muerte y resurrección, hace que se haga eficaz y presente a través de la Iglesia, por medio de su predicación evangélica y la administración de los sacramentos llevando la presencia del Reino de Dios a los hombres.
Que la Iglesia es manifestación del Reino de Dios entre los hombres, se expresa en sus actos soberanos al aplicar los méritos de Cristo, cumpliendo la misión salvífica que Cristo le ha encomendado. La Sagrada Escritura atestigua con la máxima claridad la ordenación de la Iglesia al Reino de Dios en Mt.16,19. Este texto narra la transmisión del poder de las llaves del Reino de Dios a Pedro. En cuanto a la comunidad cristiana, jerárquicamente constituida, la Iglesia acabará su existencia con el fin de la historia humana y será sustituida por la plenitud del Reino de Dios, con la venida de Cristo a juzgar a vivos y muertos.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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