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Mons. Manuel Prado Pérez Rosas SJ partió a la Casa del Padre



Mons. Manuel Prado Pérez Rosas SJ, Arzobispo Emérito de Trujillo desde 1999, falleci
ó alrededor de las tres de la mañana del 9 de octubre (2011) en nuestra Enfermería de Fátima, a los 88 años de edad y 71 de jesuita. Se mantuvo hasta el final muy lúcido, siempre invocando a Dios insistentemente para ser recogido: “Ven Señor Jesús”, repetía insistentemente. “Prácticamente se quedó dormido”, nos cuenta el Hno. Sixto Coronel, quien junto al equipo de nuestra Enfermería lo atendió en los últimos meses con el cariño y respeto que les caracterizan. Un cáncer hepático lo ha ido consumiendo lentamente. Muchas horas de silencio lleno de contenido religioso, siempre muy reservado. A nuestro pesar, tuvimos que respetar su deseo de no recibir visitas ni llamadas personales.

El viernes 7 había sido aniversario de su ordenación Episcopal, en 1970 (Su primera Diócesis fue Chachapoyas). Fue Ordenado sacerdote el 13 de julio de 1956.

Maestro de novicios en Huachipa de varias generaciones de jesuitas, había sido Rector del Colegio San José de Arequipa, y luego del San Ignacio de Piura. Nos sorprendió siempre por su gran sencillez y discreción, que mantuvo radicalmente, hasta en los últimos años, que trabajó en la Casa de Retiro de Villa Kostka, en la Vicaría Parroquial Santa María de Huachipa confiada a los jesuitas en Cajamarquilla, y atendiendo a religiosas de la zona de Chaclacayo y Chosica. Ni en las ocasiones más solemnes se dejaba ver en Lima.

Agradecidos por su ejemplo de jesuita y obispo, nos encomendamos a él para que nos ayude a seguir sus enseñanzas, ahora desde la vida plena junto al Padre en Jesús Resucitado, muy cerca sin duda a María, cuya devoción discretamente siempre nos inculcó.




Mons. Manuel Prado Pérez Rosas, SJ

(Benjamín Crespo, SJ)


Con Manuel nos unía una gran amistad, desde los años que él fue Maestro de Novicios y Rector en Huachipa, y que a lo largo de los años fue creciendo en ser amigos y compañeros de Jesús. Luego fue en Chachapoyas, siendo el Obispo y el Provincial me destinó para hacer mi etapa de magisterio en esas queridas tierras amazonenses. Por eso le pedí que fuera quien me ordenara sacerdote.

Como dice Sixto al anunciar su partida, Manuel fue hombre de principios, entregado a Dios por entero, dando su vida sin descanso a la misión que le confío la Compañía y la Iglesia en el Perú. Esta misión la realizó primero en Arequipa en el Colegio San José, de Padre Espiritual y luego Rector, y también de Rector del Colegio San Ignacio de Loyola de Piura. Y de Piura vino a Lima para dedicarse a la formación como Rector y Maestro de Novicios, en años de transición y cambios en la Iglesia y en la Compañía, invitándonos a vivir en el amor personal a Jesucristo, el amor a la Iglesia y a la Compañía, pidiendo y renovando cada día la gracia de ser fieles al Señor hasta la muerte en la vocación a la que hemos sido llamados.

Siempre discreto con aquella discreta caridad ignaciana, no le gustaba aparecer, más bien se retraía por su manera propia de vivir la modestia y ser reservado, pero ciertamente mostrando su corazón de amigo, de compañero. Y en Chachapoyas y Trujillo como Obispo y Pastor de su pueblo, escuchando, visitando pueblos y comunidades, amando a los más pobres y humildes como Jesús, tratando de curar toda enfermedad y toda dolencia, anunciándoles a Jesucristo compasivo, misericordioso, amigo cercano y fiel.

Y todos estos últimos años en Huachipa, atendiendo pastoralmente a la gente más sencilla de las poblaciones cercanas, a laicos, religiosas y sacerdotes que acudían a él para que los acompañe en la experiencia de Ejercicios Espirituales, o escuchando sus conversas personales y confesiones.

Manuel fue pues hombre de discreción, respetuoso y delicado, sin hacerse notar, pero sirviendo con cariño y afecto de hermano, amigo y pastor. Como jesuita y pastor se preocupó mucho por la promoción de vocaciones religiosas y sacerdotales, fue muchos años Presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios y Vocaciones, queriendo y pidiendo al Señor por seminaristas y sacerdotes diocesanos, a imagen de Jesucristo Buen Pastor y animando a configurarnos con Cristo sacerdote y pastor.

(Fragmento de un correo escrito por el P. Benjamín Crespo SJ, y circulado hoy por el P. Adolfo Franco SJ, Socio del P. Provincial)





Monseñor Manuel Prado: ejemplo de bondad, sencillez y humildad


(Tomado de Noticias Trujillo, lunes, 10 de octubre de 2011)



El gobierno pastoral de Monseñor Manuel Prado Pérez Rosas S.J. se
caracterizó por la sencillez y la humildad. Recorrió varias veces y por
periodos largos toda la extensa arquidiócesis. Desafió incluso la violencia
terrorista que asolaba por aquellos años la sierra liberteña, quedándose a
compartir con profesores y campesinos de pueblos como Angasmarca,
Cachicadán, Tulpo, Santiago de Chuco, Quiruvilca, Chuquisongo, Usquil,
Otusco, entre otros, durante varios días, desoyendo las advertencias de las
autoridades. Su amor y celo pastoral así se lo demandaban.

Tan pronto llegó a Trujillo, una de sus primeras medidas fue reabrir el
Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo, para formar a sacerdotes de la
arquidiócesis, que había permanecido cerrado por más de 12 años,
convirtiéndolo en un centro de formación eclesial modelo en el país.

Pese a sus múltiples ocupaciones, Monseñor Prado se dio el tiempo para
reunirse con jóvenes universitarios, a quienes dirigía y aconsejaba formando
los movimientos apostólicos Grupo Universitario Católico - GRUC - y
Comunidad Universitaria Católica - CUC. Alguno de sus miembros han
sobresalido y sobresalen en la sociedad.

Durante el embate de la epidemia del Cólera en 1991, cuando el Perú vivía
tiempos de profunda crisis económica y social, puso a disposición del
Gobierno Regional toda la infraestructura de las parroquias, especialmente
las rurales para que se convirtieran en pequeños sanatorios de emergencia.
El director regional de Salud de entonces, el Dr. Julio Bazán Maríñez dijo:
"yo no conocía mucho a monseñor Prado, pero ante mi dramático llamado de
emergencia él acudió y ofreció toda su ayuda. Si él no ayudaba, el Cólera
nos barría en La Libertad. Era un hombre muy práctico, de pocas palabras y
muy efectivo", dijo.

Otro médico que agradecía permanentemente era el Dr. Hernán Miranda Cueto,
fundador del Instituto de Medicina Tropical, por su constante apoyo contra
la uta o la leishmianasis, enfermedad endémica en la sierra liberteña.

Amigo de los trabajadores, los acompañaba en sus horas difíciles. Durante la
dictadura militar en los años 1977 y 1980, supo reclamar los derechos de los
ciudadanos frente a las agresiones. Muchas veces el arzobispado se convirtió
en refugio de las personas civiles para evitar que fueran víctimas de
atropellos y abusos.

En varias oportunidades hacía visitas pastorales a las fábricas, plantas
pesqueras, e ingenios azucareros, llevando el mensaje de la doctrina social
de la Iglesia.

En los últimos años, luchó porque Trujillo contara con un centro de salud
mental adonde fueran recogidos los más abandonados, lucha que sin embargo no
fue atendida y hoy muchos enfermos mentales siguen deambulando por las
calles en el centro histórico de Trujillo.

Fue un ejemplo de unidad pastoral. Cuando llegó a Trujillo encontró un clero
dividido y enfrentado. Varios sacerdotes estaban suspendidos en su
ministerio o se habían retirado y el levantó las banderas de la unidad,
acogiendo a todos. Al término de su ministerio pastoral en Trujillo dejó un
clero unido, fortalecido y con muchos más sacerdotes jóvenes que impulsarían
la iglesia en el siglo XXI.

(Ver también detalles biográficos de Mons. Prado, y una foto en que aparece junto el P. Oñate, quien - después de ser cercano colaborador del P. Arrupe - vino especialmente a apoyarlo en Trujillo, en: http://www.noticiastrujillo.com/index.php?option=com_content <http://www.noticiastrujillo.com/index.php?option=com_content&task=view&id=5 0536&Itemid=95> &task=view&id=50536&Itemid=95. - Links enviados por el P. Benjamín Crespo desde Roma)


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