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La Oración en los Ejercicios Espirituales - 4º Parte



4. DESARROLLO DE MI ORACIÓN


Para el desarrollo de la oración revisaremos un esquema de oración propuesto (no rígido sino flexible a la forma personal de orar) y los métodos de oración ignacianos.

Esquema de la Oración

En primer lugar hablemos de la propuesta de esquema, podemos seguir los siguientes pasos, tanto cuanto me ayuden, luego de realizar el comienzo de la oración:

  1. Hago mi oración preparatoria: (oración escrita por San Ignacio de Loyola)

"Señor,

· que todas mis intenciones (deseos, planes, intereses, motivos, razones que tengo para vivir, trabajar, hacer el bien a otros...)

· acciones (conversar, moverme, caminar, mirar, escuchar, servir, cocinar, visitar, trabajar...)

· y operaciones (examinar, reflexionar, leer, estudiar, sentir, rezar, orar..)

· sean puramente ordenadas para hacer tu voluntad: de tal manera que siempre y en todo estén de acuerdo con tu intención, con lo que Tú quieres para mi vida y la vida de los demás".

Le pido a Dios, o a Jesús o a María, que me den su fuerza para que este tiempo de oración, sea de provecho para mí.

  1. Pido, en concreto, lo que más quiero obtener en la oración: la gracia a pedir de acuerdo al tema que se me propone y al fin de lo que se quiere alcanzar.

3. Luego, trabajo la materia de la oración, si es un texto, lo leo, lo leo despacio, con calma, sin apuro. Si es necesario, lo hago dos veces para entenderlo bien.

Procuro recordar lo que he leído: para comprenderlo mejor. Señalo los puntos, las ideas que más me llamaron la atención en la exposición del tema o la lectura del texto o la frase en la que me quiero fijar y detener.

Para el desarrollo propio de la oración utilizo el método de oración según la materia a orar. (Más adelante veremos los métodos más utilizados)

  1. Luego de hacer mi oración con el método utilizado, converso con Jesús, con María: con agradecimiento, y pidiéndoles que me concedan la gracia que necesito. (San Ignacio llama a esto Coloquio). Sin ningún apuro, converso sobre lo que más he sentido en este tiempo de oración.
  2. Le doy gracias a Dios y le pido fuerza para la vida, para poner en práctica lo que descubrí en la oración. Y termino rezando un Padre Nuestro, Ave María y un Gloria.

Luego reviso mi oración para saber cómo me fue en a oración.


Métodos de oración ignacianos

Según sea la materia o tema sobre el cual voy a orar, San Ignacio me recomienda diversos métodos:

  1. La Meditación o método de las tres potencias.
  2. La Contemplación Evangélica.
  3. La aplicación de sentidos.
  4. La oración de las listas o primer modo de orar de San Ignacio.
  5. La contemplación del significado de las palabras de una oración o segundo modo de orar ignaciano.
  6. La oración por compás o tercer modo de orar ignaciano.

Los que vamos a conocer en el taller serán los tres primeros.

La Meditación o Método de las tres potencias.

Este método es utilizado cuando oramos las palabras de Jesús, los escritos de los Santos, los mensajes vivos de la Iglesia o en los contenidos de nuestra fe.

  1. Meditar. Es un trabajo de la inteligencia en busca de profundización religiosa. Por ejemplo, estudiando los Documentos de Aparecida descubro nuevos aspectos sobre Cristo, la Iglesia, el hombre, que van orientando mejor nuestro trabajo evangelizador en América Latina hoy. Pero si yo me limito a este trabajo intelectual, por más que enriquezca mi espíritu, no hago una meditación, sino un estudio religioso, que podría hacer en cualquier otro momento del día en cualquier otro sitio.
  2. Meditación Espiritual. Implica el ejercicio de oración no como único, pero sí como muy importante. Este ejercicio pone en actividad mi MEMORIA, mi INTELIGENCIA y mi VOLUNTAD; de ahí el nombre de “ejercicio de las tres potencias” que se le da.

Si yo quiero meditar, por ejemplo, sobre la Palabra de Jesús en San Juan 14,21:

Recordar. Traer a la memoria (sin prisas, y con el corazón tanto como con la mente):

¿Quién ha hablado así? ¿Cuándo? ¿A quién?

Este ejercicio es de la MEMORIA, pero penetrado ya de algunos sentimientos religiosos previamente evocados.

Reflexionar. (Sin apresurarme, y con el corazón tanto como con la mente) sobre el sentido de estas palabras:

El por qué. Las consecuencias que esto tiene en mi vida. La relación de dichas palaras con otras que recuerdo, su valor y el juicio que de todo eso saco…

Este es el ejercicio de la INTELIGENCIA, penetrada también de afectividad espiritual.

Aficionarme. A Jesús y a lo que Él ama. Admirar, desear…

Es el ejercicio de la VOLUNTAD, es decir, de los afectos (corazón) y también de las resoluciones (voluntad en el sentido moderno de la palabra).

Teóricamente, el afecto no viene sino después de la reflexión, porque no se ama lo que no se conoce; pero el ejercicio debe hacerse en el ambiente de afectividad y de espontaneidad.

Y aunque la meditación tenga sus “leyes”, éstas no deben tenerse como cadenas por quien medita. No deben impedirle pasar de la meditación con flexibilidad, según se lo pida su propio impulso a la invitación del Espíritu. Llevar un espíritu rígido o monocorde es una disposición mediocre para la oración.


Referencias:

Guías de ayuda para hacer los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en la vida corriente. Ignacio Huarte, S.J.

Métodos Ignacianos de Oración – Equipo de Pastoral Juvenil, Compañía de Jesús en el Perú. Lima.

Para sentir y gustar con Dios. Módulo Taller de Oración Cristiana – Encuentros, Casa de la Juventud, Lima. 1998.



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