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A los Corintios: 1º Carta

P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.



Las Cartas a los Corintios

Después de una breve permanencia en Atenas, el apóstol Pablo llegó a Corinto, donde obtuvo una gran resonancia misionera. Una pareja de cristianos venidos de Roma, Aquila y Priscila, le acogieron en su casa y taller y le proporcionaron toda clase de ayuda humana y práctica. Esto sucedía en su segundo viaje, cuando Pablo y sus compañeros habían seguido la emoción del Espíritu para predicar el mensaje de salvación en Grecia, la cuna cultural de Europa. Eran los primeros meses del año 51. Permaneció en esta ciudad de Corinto unos diez y ocho meses (Hch 18,1-17).

Estando en Efeso, pocos años más tarde (a 55), le llegaron noticias a Pablo de que no todo marchaba bien en Corinto. Tomó entonces la decisión de enviarles una carta. No sabemos con precisión el número de cartas (¿quizás seis?) que Pablo redacta y escribe a los de Corinto, pero nos es posible aproximarnos a los hechos que motivaron esta parte de su correspondencia.

Al parecer hubo una carta “anterior” a la “1º a los Corintios”. En ésta se señala el dato siguiente: “Cuando os escribí en mi carta que no os mezclarais con los lujuriosos…” (1º Cor 5,9). Es evidente que se hace una referencia a una carta previa y anterior. Algunos piensan que esta carta anterior se ha perdido y otros sugieren que ella se encuentra en 2º Cor 6,14 - 7,4.

Pablo había ido recibiendo en su estadía en Efeso, información acerca de los problemas de la Iglesia de Corinto. Pero, lo que le decide en definitiva a escribir la 1º a los Corintios que hoy conocemos, fue la recepción de una misiva detallada en la que se le pedía su dirección moral y su ayuda espiritual para afrontar con acierto las inquietudes y situaciones conflictivas que tanto les agobiaban.

Los resultados de su conocida respuesta fueron muy contrarios a lo supuestamente esperado. La reacción fue a peor. Aquella comunidad estaba apasionada, rota y dividida. ¿Se dio, poco después, una visita del mismo Pablo personal? En 2º Cor 12,14; 13,1 escribe con insistencia: “Esta es la tercera vez que voy a visitaros…” ¿Cuándo se produjo su segunda visita? En la actual 1º Cor se anuncia su temida visita: “Pensando que no iré a visitaros, algunos han comenzado a campar por sus respetos. Pues bien, si Dios quiere, os haré pronto una visita, y entonces veremos si esos fatuos hacen tanto como dicen” (4,18-19). Se asegura que a la vista de que la actual primera no había sido bien recibida, ello motivó y aceleró su proyecto de visita personal.

En tales circunstancias ésta tal polémica visita fue breve y hasta desagradable, y más para una persona tan afectiva y tan apasionada como Pablo. Como consecuencia de todo esto, un Pablo atribulado y triste les escribe de nuevo otra carta “con gran pena y angustia de corazón y con muchas lágrimas” (2 Cor 2,4). Esta tercera (¿) fue tan severa que Pablo estaba casi arrepentido de haberla enviado. Restos y fragmentos de esta carta pueden hallarse en los capítulos 10 al 13 de la actual “2º Cor”. Esta carta severa fue enviada por medio de Tito, su apreciado embajador.

Pero Pablo se sentía afligido y no siendo capaz de esperar la vuelta de Tito, viajó a Macedonia para encontrarse con él en su camino de regreso. De hecho la mediación de Tito había sido muy positiva, y las noticias eran reconfortantes. Pablo escribe entonces la carta llamada de la reconciliación y del perdón, la cuarta, que estaría recogida en 2Cor 1-7 (otoño del a 57).

Y finalmente, los capítulos 8 y 9 de la 2º Cor pueden muy bien haber sido los dos escritos breves remitidos a los Corintios con motivo de unas colectas en ayuda de las iglesias necesitadas de palestina. Pablo se sentía ansioso por aliviar las necesidades de la iglesia de Jerusalén. Los de Galacia y Macedonia habían respondido con generosidad pero a los de Corinto les costaba el perseverar en su colaboración. La escasez y pobreza predominaban en Jerusalén.

«El hombre mundano es incapaz de captar lo que procede del Espíritu de Dios; lo considera un absurdo y no alcanza a comprenderlo, porque sólo a la luz del Espíritu pueden ser valoradas estas cosas» (1º Cor 2,14.)


Temas de la 1º Carta a los Corintios


Los primeros cuatro capítulos de 1ºCor enfrentan el problema de la “desunión en partidos” siguiendo los criterios de diferentes líderes y maestros. Pablo considera que esta situación en la iglesia de Corinto se produce porque su forma de pensar valora en exceso la inteligencia y los conocimientos humanos, y no capta de hecho el valor del “don de Dios”, la acción y la luz de su Espíritu. Bajo el punto de vista paulino esta situación sería de inmadurez. Creen éstos que son sabios e inteligentes, pero en la experiencia de la realidad espiritual de la fe se comportan como niños inmaduros e ignorantes. La fe ve más allá.

En los capítulos 5, 6 y 7 Pablo aborda el tema sexual. La ciudad de Corinto era una ciudad corrompida y alardeaba de ello. En la Iglesia de Corinto había surgido un caso escandaloso, el de un cristiano que mantenía relaciones ilícitas con su madrastra. Este caso público no debería ser tolerado en una comunidad que se consideraba cristiana y así lo defiende Pablo con firmeza. Y añade, que el cuerpo físico también está destinado para dar gloria a Dios. Y por eso, tanto en el estado de matrimonio como en el de castidad, lo que le da valor en definitiva a cada “estado” de vida es la aspiración y su caminar en paz hacia la santidad de la vida toda y concreta. No en vano el cuerpo físico es “templo del Espíritu”.

Los capítulos 8, 9 y 10 se refieren a un problema muy alejado de nosotros, pero muy real y cercano para los cristianos de Corinto. Se preguntaban éstos si podían comprar y consumir o no, las carnes ofrecidas por los paganos a sus dioses. Pablo responde que en principio, un cristiano ha de evitar el escandalizar a otro cristiano. A este principio se añade el que se ha de tener en cuenta el bien general de la iglesia. Aconseja el no ser presuntuosos, y el no exagerar las cosas. El cristiano ha de proceder con normalidad, pero siempre como un cristiano que en lo posible evita el ofender a otros y así procura respetarlos, incluso en su inmadurez espiritual.

Tomando como centro la “eucaristía” (1º Cor 11,23-25), Pablo hace una serie de advertencias con el fin de que las reuniones cristianas se tengan con decoro, dignidad y sobre todo verdadero amor (agapé). En consecuencia, el apóstol subraya con insistencia que la expresión de “carismas” personales tiene sentido en esas reuniones si ello ayuda a “edificar la iglesia”. Prefiere así, el “profetismo” al pretendido “don de lenguas”. “Por el contrario, el que profetiza (el que habla en nombre de Dios), habla a los hombres, los ayuda espiritualmente, los anima y los consuela. (…) El que habla en nombre de Dios, aprovecha a la iglesia” (1ºCor 14,3s) En esta serie de capítulos (11-14) resalta el relato de la institución sacramental de la eucaristía por ser el más antiguo y cercano al hecho (aprox. A. 56) Los recogidos en los evangelios son posteriores; y descuella el capítulo 13 que presenta el llamado “himno al amor”. “Si me falta el amor, no soy nada” (13,2).

Ya casi al final de la carta, en el capítulo 15, Pablo se explaya acerca de la resurrección de Jesús y su vital relación con la nuestra. “Si los muertos no han de resucitar, es que tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, (…) vuestra fe carece de sentido” (1ºCor 15,13-14)


"Si me falta el amor no soy nada" (1º Cor 13,2)


LA CIUDAD DE CORINTO

Era entonces la capital de la provincia romana de Acaya (Grecia), y era la segunda ciudad del Imperio después de Roma, con una población estimada en medio millón de habitantes. Su importancia comercial era estratégica, pues situadaen el istmo que lleva su nombre, controlaba dos puertos, el de Lequeas al Norte (sobre el mar Jónico) y el de Cencreas al Sur (sobre el mar Egeo). De esta forma se evitaba el rodeo marítimo de la peligrosa costa del Peloponeso. Pero, bajo un punto de vista humano y moral, la reputación de Corinto distaba de ser buena. Sobre un monte que dominaba la ciudad se levantaba el templo a la diosa Afrodita, diosa de la fecundidad, que recibía un culto desenfrenado. El historiador griego Estrabón (muerto el a 24) habla de más de un millar de prostitutas sagradas vinculadas al templo de Afrodita.

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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.

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