1.- El Padre lo quiso como medio necesario para la satisfacción de nuestros pecados y por nuestra salvación.
Mt 26,39: “Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no como yo quiero, sino como tú”.
Mt 26,42: “Padre mío, si esto no puede pasar sin que lo beba, que se haga tu voluntad”
Jn 18,11: “Jesús dijo a Pedro: Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me dio mi Padre?”
Lc 24,26: “¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en la gloria?”
Flp 2,6-11: “Siendo Dios, se humilló obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”.
2.- Murió por nuestros pecados según las Escrituras.
Is 53,5-6: “Ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz y con sus cardenales hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros”.
1Cor 15,3: “Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras”.
Mt 26,28: “Esta es mi sangre, que se derrama por todos para el perdón de los pecados”.
1Pe 2,24: “Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado”
Ro 8,32: “Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros. ¿Cómo no nos dará todo con Él?”.
3.- El amor a los hombres es lo que movió al Padre a entregar a su Hijo y al Hijo a aceptar la cruz para nuestra redención de los pecados y reconciliación con Dios. Por eso podemos confiar plenamente en su perdón si nos volvemos a Él y confiar en que nos seguirá ayudando con su gracia a no volver a pecar.
Ro 5,6.8-10: “Cristo murió por los impíos. Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!”
Jn 3,16: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó su Hijo único”
1Jn 4,10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como sacrificio por nuestros pecados”.
4.- Movido por ese amor a su Padre y a los hombres, Cristo asumió la deuda de todos nuestros pecados, desde el de Adán, y la satisfizo completamente:
Mt 20,26: “El Hijo del hombre no vino a ser servido sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos” (es decir por todos; el hebreo no tiene palabra que distinga ‘muchos’ de ‘todos’; la Iglesia entendió siempre el término como “todos”).
Is 53,5-6: véase texto arriba.
1Pe 2,22-24: “El que no cometió el pecado, llevó sobre el madero y en su cuerpo nuestros pecados, para que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia. Con sus heridas han sido ustedes curados”.
2Cor 5,21: “A quien no conoció el pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en El”
Ro 5,19: “Como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos”.
5.- Resucitó al tercer día.
Véanse el último capítulo de los evangelios sinópticos y los dos últimos de Juan centrados en Cristo resucitado.
Hch 13,32-33: “Os anunciamos la Buena Nueva de que la promesa hecha a los padres, Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús”.
1Cor 15,3-4: “Les transmití a ustedes lo que a mi vez recibí (del resto de los apóstoles y la Iglesia): que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas (Pedro) y luego a los doce”.
6.- Nosotros logramos el perdón de los pecados y la participación de la vida de Cristo resucitado por la conversión, el arrepentimiento de los pecados y el sacramento del bautismo. Esa vida participada de Cristo resucitado nos capacita para vivir y obrar como Cristo.
Ro 5,2-17: “Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoran que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con El sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fuer resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos hecho una misma cosa con El por una muerte semejante a la suya, y también lo seremos por una resurrección semejante. Sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con El, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más y que la muerte no tiene ya dominio sobre El. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, pero su vida es un vivir para Dios. Así también nosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”
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