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Los Hechos de los Apóstoles: Los Apóstoles como cimiento de la Iglesia


P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.
“Seréis mis testigos” (1,8)


En los comienzos de la Iglesia, el testimonio de quienes habían convivido con Jesús de Nazaret era muy importante. Tanto que sus apóstoles fueron considerados como su cimiento. Así vemos cómo el caso de la sustitución de Judas fuera apreciado como algo primordial. Pedro se expresó del siguiente modo: “Conviene, por tanto que, entre los hombres que nos han acompañado todo el tiempo en que el Señor Jesús anduvo entre nosotros a partir del bautismo de Juan hasta el día en que se nos fue al cielo, uno de ellos sea instituido juntamente con nosotros, en calidad de testigo de su resurrección” (1,21-22)

Esta exigencia de la proximidad del testimonio personal hace de Lucas un relator cuidadoso de la veracidad de sus datos. Cuando el fiel Lucas acompaña a su maestro Pablo en sus arriesgadas misiones apostólicas, entonces escribe en primera persona del plural (“nosotros”) e inserta así como si fuera su diario de ruta. Los pasajes en los que aparece el “nosotros” son los siguientes: 16,10-17; 20,5-16; 21,1-18; 27,1-28, 10). En ellos apreciamos el relato de un testigo visual.

Respecto a lo que cuenta sin haber estado él presente, parece incuestionable que tuvo de Pablo una fuente de información de primera mano y que por su medio contactó con personas muy cercanas a los hechos que narra.

Es cierto que Lucas no tuvo un conocimiento directo de todos los hechos que describe, particularmente en sus primeros quince capítulos del libro de los “Hechos”, pero sin duda alguna tuvo acceso inmediato y puntual a las “tradiciones” orales de las diversas iglesias; de la de Jerusalén (cap. 1 al 5 y cap. 15 y 16), de la de Cesaréa (8,26-40 y 9,31-10, 48); y de la de Antioquía (11,19-30 y 12,25-14,28).

En el prólogo de su primer libro (evangelio), Lucas escribe a su apreciado amigo Teófilo: “Son muchos los que han verificado entre nosotros, tal como nos los han transmitido aquellos que desde un principio fueron testigos oculares y predicadores de la Palabra. Por eso, después de haberlo investigado todo diligentemente desde el principio, también a mí me ha parecido oportuno el ponértelo ordenadamente por escrito, para que estés bien seguro de la autenticidad de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1,1-4)


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Agradecemos al P. Fernando Martínez por su colaboración.
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