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Pruebas de la existencia de Dios - La ciencia y Dios - 2º Parte



El orden del Universo coincidencia de partida

P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.



1.- Anteriormente probamos cómo la razón puede llegar y de hecho ha llegado a demostrar que Dios, como necesario creador del conjunto de seres que comenzaron y comienzan a existir, es una realidad existente. Lo probamos con el principio metafísico de causalidad, que la ciencia supone y utiliza constantemente en sus investigaciones. Si el principio metafísico de causalidad no fuese real, no habría ciencia. Con ese mismo principio y tomando como punto de partida la existencia real del mundo, hemos demostrado que ese ser, al que llamamos Dios en castellano, existe, es una realidad.


2.- En este sentido la ciencia, usando con éxito y corroborando así la validez de tales principios de causalidad y de razón suficiente, confirma y garantiza que la razón humana prueba la existencia de Dios, como ser necesario y creador del universo, partiendo del hecho de la mera existencia del universo.


3.- Pero además se da el hecho de que esa misma realidad mundana tiene esta característica: Nuestro universo constituye un orden complicadísimo y constante. Ello es un hecho reconocido desde siempre, que la mera existencia de calendarios en todas las culturas confirma.


4.- Como hecho real no hay científico que dude de él. El orden en el universo se considera tan real que en cualquier fenómeno físico la ciencia busca identificar sus componentes y las leyes que lo rigen, y se hace lo posible por encontrar incluso una expresión matemática que lo formule, pues lo consideran así de constante y preciso. En este complejo se observan reacciones claras de finalidad en órdenes estáticos, como monumentos funerarios o ruinas arqueológicas, y sobre todo en órdenes dinámicos, como en la astronomía y muy especialmente en los seres vivos. El hecho maravilla una y otra vez a los científicos. Así el instinto de las abejas soluciona en los panales el problema de gastar el mínimo de material obteniendo el máximo espacio para almacenamiento de la miel. Los procesos vitales como el clorofílico de las plantas, con el que la planta absorbe oxígeno en la noche y lo produce en el día y otros muchos en los animales, son la admiración del entendimiento humano, cuando los descubre. Ese orden es tal que, si por ejemplo variase brevemente la fuerza de la gravedad sería imposible la vida del hombre sobre la tierra. En el caso de nuestro planeta Tierra, si las condiciones de su movimiento variasen ligeramente (por ejemplo la orientación del eje de rotación) la vida del hombre hubiera sido imposible. Es lo que se llama “principio antrópico”: muchas particularidades de la tierra y de su movimiento son así porque posibilitan la existencia del hombre sobre ella; si fuesen diversas (en medida relativamente pequeña) no permitirían la vida del hombre en ella.


5.- La ciencia constata estos hechos y otros muchos. Se pregunta sobre ellos, aunque no siempre encuentre respuesta, pero no los niega. No incursiona en el problema de Dios, porque no es objeto de estudio para la ciencia experimental; pero resulta que el hombre busca respuestas últimas que satisfagan sus interrogantes naturales sobre qué significa su propia vida, el por qué de su rechazo instintivo a la muerte, qué sentido tienen la vida moral, el esfuerzo, el dolor y la misma existencia. Estas preguntas son comunes a todos y no son exclusivas de los científicos ni de mentes enfermas y son más tenaces en los más inteligentes.


6.- Pero la ciencia sí admite como verdades claras algunos principios que están en la base de la filosofía. Tales principios son generales, no exclusivos de la ciencia; pero el que los excluye se excluye de la racionalidad y de la verdadera ciencia. Uno de ellos es el de causalidad, con el que ya probamos con rigor la existencia de Dios como ser necesario y creador del universo, no habiendo contra él argumento convincente. Es cierto que el argumento no es tan fácil de comprender, porque no tenemos experiencia directa del ser necesario, sino sólo de seres hechos y contingentes (que podrían no haber existido y aun pueden desaparecer sin que afecten a la existencia de los demás). Nadie ha visto ni tocado a Dios. Por la razón sólo podemos saber que existe, que es necesario y, por tanto, nadie lo ha hecho y algunas otras propiedades. Si Él se hubiese revelado podríamos saber más cosas; de hecho ha sido así, pero de este conocimiento revelado no tratamos ahora.


7.- La realidad del orden de y en el universo no ofrece dificultades de aceptación para los científicos. No hay uno que no lo acepte. Incluso despierta su entusiasmo. No pocos científicos dan un paso más y afirman que el universo lleva el sello de un “designio inteligente”. De aquí a admitir la existencia de Dios, como mente ordenadora y creadora, no hay más que un paso.

Es una realidad compleja, compuesta de muchos seres diferentes en número y propiedades, que están en movimiento continuo. y esta ordenada (incluyendo otros sistemas subordinados) de modo finalístico, es decir sus elementos están situados y obran manifestando tener una relación con los demás y para conseguir un fin. Este orden es dinámico, es decir que el todo y sus partes están en continuo movimiento y cambio, manteniendo constantes diversas características en tales cambios, mientras otras permanecen. Así, por ejemplo, los cuerpos gaseosos, líquidos y sólidos con el mayor o menor calor, cambian de temperatura, ocupan mayor o menor volumen, pasan a líquidos, sólidos o gaseosos y lo hacen de forma necesaria y en condiciones bien precisas (por ejemplo, a la presión normal el agua a 0º se solidifica).


8.- Es característico de un orden (y más en el caso de un orden dinámico constante, en que se pasa de un orden a otro distinto, pero también ordenado y determinado por el anterior) la intervención del fin orientando y combinando las acciones y dinámicas parciales. Es decir que el fin actúa en las causas eficientes antes de existir de hecho. Esto sólo es posible si tal fin es conocido y querido previamente a existir. Lo cual sólo es posible para una causa inteligente. La razón suficiente de la constancia del orden no está en cada uno de los seres sino fuera de ellos, en causa ajena e inteligente (que es la única que puede intentar y ver lo que aun no existe). Esta causa (en el caso del orden total cosmológico) debe estar dotada de una inteligencia cuasi-infinita y cuasi-omnipotente, pues asegura la existencia de un universo tan enorme y complicado, que, pese al enorme grado de conocimientos alcanzado por el hombre en tantos años, todavía no ha sido desentrañado del todo. Tal causa tendría estaría dotada de un poder e inteligencia extraordinarios, cuasi-infinitos. Podría ser Dios, el ser necesario.


9.- Hay que reconocer que el argumento no llega a probar la existencia de un creador ordenador ser necesario. Para concluir con toda certeza metafísica en la existencia de Dios, el ser necesario y no hecho, el argumento hay que entroncarlo en el que ya se expuso: la existencia de un ser hecho demuestra que tiene que existir Dios, el ser increado no hecho. Se vuelve así al argumento anterior.


10.- Pero este argumento del orden resalta más la necesaria inteligencia, voluntad, personalidad espiritualidad y providencia de Dios. La existencia de ese orden y de órdenes inferiores sujetos al superior es clarísima para el mundo científico, de forma que con frecuencia se pueden calcular distancias y tiempos con extraordinaria precisión y total certeza, como ejemplo los eclipses y conjunciones de planetas.

Esta consecuencia lleva a muchos científicos ateos a colgarse como último recurso del azar, que sería la causa justificada de la existencia del universo y de su orden. Pero esto choca con principios básicos que la ciencia supone. Cuando un aparato, de los muchos que hoy día debemos utilizar, no nos funciona, jamás lo atribuimos al azar: el carro estará bajo de batería o sin combustible, la pila del reloj se habrá gastado, ha habido una inundación o un cortocircuito, ¿qué habrá pasado para que falte la luz o el agua o lo que sea?. Pero nada ha pasado o dejado de pasar por azar. Ha habido una causa o ha faltado, cuando debía o no debía haber estado. El azar jamás es causa ni razón satisfactoria ni en el orden de las realidades ni en el orden de la racionalidad de una explicación. Al azar sólo se recurre cuando no se sabe lo que pasa o va a pasar y ha ocurrido de hecho. El azar es en el fondo un intento desesperado de manejo racional de lo que se ignoran causas y razones. “Tenemos que hacer algo” porque no sabemos qué hacer y la situación es desesperada. El azar está fuera de la ciencia. Ninguna verdad científica tiene como fundamento ni prueba el azar.

11.- Otro recurso, tal vez este más frecuente, para no admitir como necesaria la existencia de un Dios inteligente, providente y ordenador del universo, es la evolución: La existencia y el orden del universo se explican por un proceso evolutivo de la materia desde los primeros orígenes de una primera explosión (big-bang). Dejamos esto para la siguiente reflexión.


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Para leer la 1º Parte:

La ciencia y Dios 1º Parte Conocimiento experimental y por fe


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