Véase el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Num 32 a 44 y 230 a 237.
P. Antonio González Callizo, S.J.
Consta de cinco puntos:
1. Dar gracias a Dios por los beneficios recibidos.
Todo es don de Dios. Puedo tener previstos diversos motivos de agradecimiento: por días de la semana (creación, regeneración, vocación, pasión de Cristo, Eucaristía, María Madre de Dios y madre nuestra), por circunstancias especiales, aniversarios y favores recibidos, etc.
El fruto que se pretende en este primer punto es muy importante; trataré de alcanzar de Dios conocimiento interno de tanto bien recibido, para que, reconociéndolo y agradeciéndolo plenamente, pueda en todo amar y servir a Dios nuestro Señor.
2. Pedir gracia para conocer los pecados y aborrecerlos.
Pedir Luz. Dios está presente en todos mis actos. Le pido que me reprenda con su amor si halla en mí algo que le ofende o le desagrada.
3. Ver qué he hecho de pensamiento, de palabra y obra.
Recordando mi jornada, las personas que he tratado, los sitios donde he estado…
Este punto es el más breve de todo este ejercicio: es el tiempo de examen propiamente dicho.
4. Pedir perdón a Dios nuestro Señor de las faltas que hallaré. Y en general, de todos los pecados de mi vida.
Motivar mi arrepentimiento. Comparar lo que Dios ha hecho por mí, según el punto primero, con mi conducta, según el punto tercero. Entrar en la pasión y en los trabajos de la redención. Me puedo imaginar que estoy a los pies de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, clavado en la cruz, y me pregunto: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?
Dios operante. Dios, con su concurso natural y sobrenatural, hace posible cualquier acción del ser humano. Dios también concurre en todo proceso natural de todo lo creado.
Por amor de Cristo en cruz, unirnos vitalmente a su “no” al pecado y a su “sí” a la voluntad del Padre.
5. Proponer enmienda con la gracia de Dios.
Es una participación en el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo. En mi poder limitado, en mi bondad limitada recibir el don de su poder infinito, de su bondad, su ternura y su misericordia infinitas.
Suplicar humildemente: ¡Señor, sin Ti no puedo salvarme!
Si no encuentro pecados propiamente dichos me arrepiento en general de toda mi vida. Pido odiar cuanto pueda ofender el amor que Dios me tiene; esto es amor de Dios. Pido tratar de agradar a Dios en todo; esto es también amor de Dios.
Si encuentro amargura, tristeza u otros sentimientos negativos, que por no ser voluntarios no son pecados, se los presento serenamente al Señor, sin sentimientos de culpabilidad, para que me cure de ellos y me dé su paz.
Conviene recordar que sentir no es lo mismo que consentir. Si tengo dolor de muelas durante tres días y tres noches seguidas, ciertamente siento el dolor, pero no lo quiero; no lo consiento. Lo mismo, cuando sienta rencor, cólera o una tentación cualquiera, mientras no consienta libremente, no hay pecado. Cuando no se consiente una tentación, hay incluso mérito.
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Agradecemos al P. Antonio González Callizo, S.J. por su colaboración.
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Muy buena explicación...mil gracias Padre. Bendicion 🙏
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