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Semana Santa: Viernes Santo








Para mejor gustar de la Liturgia del Viernes Santo
Celebración de la Pasión del Señor









1. La hora que recuerda la de la muerte de Jesús, la desnudez total del altar, la falta aun de velas encendidas, el color rojo de los ornamentos, el celebrante y los ministros que, sin pronunciar una palabra, se tumban rostro en tierra, todo indica la gravedad del misterio que se conmemora: El Hijo de Dios acaba de morir crucificado. Sin embargo de ahí parte nuestra salvación.

2. Lecturas. La del libro de Isaías (Isaías 52,13-53,12) en que el profeta parece ver a Cristo en la cruz como con los ojos. El salmo (30) que entra en los sentimientos del crucificado. La reflexión de la Carta a los hebreos (Hebreos 4,14-16; 5,7-9), cuyo autor capta perfectamente el valor redentor y salvador de la muerte de Cristo. El secreto interior de Cristo cumpliendo la voluntad del Padre hasta el último detalle del vinagre en la sed, entregando el Espíritu y dejando el corazón abierto.

3. Oración universal. Cristo ha muerto por la salvación de todos los hombres. La oración universal tiene hoy una especial solemnidad y es mejor cantarla o decirla con entonación especialmente solemne. Se va pidendo por la Iglesia universal, el Papa, Obispos, ministros y fieles, catecúmenos, cristianos separados de la Iglesia católica, judíos, miembros de religiones paganas, ateos, por fin por los gobernantes todos y los casi infinitos que sufren a veces tanto. La Iglesia pide confiadamente por todos porque la sangre de Cristo tiene un valor infinito: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”.

4. Adoración de la cruz. El caminar del cristiano debe hacerse mirando siempre la cruz. No debe separar los ojos de ella. Sólo en ella encuentra a Cristo. Por eso la ama, por eso la adora.

5. Se trae del Monumento el Santísimo sacramento, se reza en común el Padre nuestro y se recibe la comunión. La muerte de Cristo en la cruz nos ha capacitado para decir con verdad el Padre nuestro, para obtener el perdón de nuestros pecados, para sentarnos a la mesa del Señor, para ser unos con Cristo y los hermanos.








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