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Varón y Mujer los creó - V Simposio "Familia el mayor tesoro de la humanidad"





V SIMPOSIO

“FAMILIA EL MAYOR TESORO DE LA HUMANIDAD”

Callao, 01 de diciembre del 2009.






TEMA: VARON Y MUJER LOS CREO (Gén. 1, 27)


P. Crisóforo Domínguez Pedral
Secretario Ejecutivo
Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo
CELAM


1.- Textos Bíblicos: (Génesis 1,26-28; Gén. 5,1-2; Gén. 9,6)

“Creó, pues, Dios al hombre/ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (varón y hembra/macho y hembra) (Gén. 1,27)
“El día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y mujer, los bendijo, y los llamó “hombre” en el día de su creación”. (Gén. 5,1-2)

Estas palabras del Génesis, sobre las que queremos reflexionar al inicio del Simposio “La Familia el mayor tesoro de la humanidad”, recogen dos verdades fundamentales sobre la persona humana: (1) es creada “a imagen de Dios”; (2) es creada como “hombre y mujer”. Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, iguales en su humanidad, con idéntica dignidad personal, y al mismo tiempo en esencial y profunda relación de hombre y mujer.

1.1.IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS

En el AT. la concepción según la cual el hombre fue creado a imagen de alguna divinidad, es común en la antigüedad (Ovid., Met. I, 183), especialmente entre los babilonios (p.ej., Guilgames I, 8os).
Analógicamente, según el relato sacerdotal Gén. 1,26: Dijo Dios/Elohim: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra…” (Retrato/reproducción; hebreo (selem”), semejante a nosotros (hebreo, “como nuestro” demut).
Según resulta de Gén. 1,27 “Dios creó al hombre a imagen suya”; Gén. 5,1-2 “El día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo y los llamó “hombre” en el día de su creación” y de Gén. 9,6 “porque a imagen de Dios hizo Él al hombre”; donde no se encuentra más que imagen (selem), es evidente que “imagen” (selem) y “semejanza” (demut) significan lo mismo: la naturaleza “elohimica” o casi divina del hombre, sin que se deba en manera alguna, espiritualizar demasiado tal concepción. Por tanto el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, es decir persona.
Según el Código sacerdotal, la semejanza de Dios no consiste exclusivamente en la inmortalidad del alma ni en la forma del cuerpo humano. Al evitar en su relato todo antropomorfismo, muestra el autor que no se figura a Dios con apariencia humana.
El hombre es semejante a Dios (5,1) como el hijo es semejante al padre (5,3), porque conserva algo de la divinidad de su creador (cf. 2,7), sus capacidades espirituales y la gloria de su apariencia externa (cf. Sal 8.6).
Por esta razón, la vida del hombre es como un “Elohim” de segunda categoría, coronado de esplendor y de honor (e.d. de poderío y de gloria, que le circundan visiblemente); es un rey al que Dios ha colocado entre los demás seres vivos para que señoree sobre ellos (Gén. 1.28; Sal 8,7ss Eclo. 17,3).
El escrito sacerdotal no parece sospechar que el hombre haya perdido su semejanza con Dios. Sólo más tardíamente (Sab. 2,23s) se hace consistir la semejanza del hombre con Dios en la inmortalidad que le fue otorgada al ser creado y que luego el diablo le hizo perder.
Esta relación con Dios separa al hombre de los animales. Supone una semejanza general de naturaleza: inteligencia, voluntad, poder y capacidad de amar; el hombre es una persona. Pero no es igual a Dios sino semejante, porque Dios es persona divina y el hombre persona humana. Así prepara una revelación más profunda: participación, por gracia, de la naturaleza divina que hace Cristo por su encarnación, muerte y resurrección.

En el NT. La imagen (eikon) es siempre la copia y la representación visible del modelo; de ahí que en Heb. 10,1 “la ley” sea sólo “una sombra” y no “la imagen de los bienes futuros”.
Cuando Pablo describe al hombre como imagen y gloria de Dios (1Cor. 11,7), se funda en Gén. 1,27; puesto que el hombre fue creado directamente por Dios, es el representante y la gloria de su creador. Sin embargo, el hombre primero nace de un hombre terreno (Adán; Gén. 2,7) y es imagen de lo terreno, es terreno como Adán, y no celeste como el segundo hombre (Cristo; 1Cor. 15,45ss).
El cristiano, predestinado como está a ser conforme a la imagen del Hijo de Dios (Rom. 8, 29 “pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo…”, e. d., a asemejarse al Cristo glorioso; debe ostentar “la imagen de lo celeste” (1Cor.15, 49), representar e incluso a actualizar en cuerpo y alma al Cristo glorificado.

1.2.Mensaje del Libro del Génesis (Mulieris dignitatem 6)

Hemos de situarnos en el contexto de aquel “principio” bíblico según el cual la verdad revelada sobre el hombre como “imagen y semejanza de Dios” constituye la base inmutable de toda la antropología cristiana.
“Creó, pues, Dios al hombre/ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (Gén. 1,27). Este conciso fragmento contiene las verdades antropológicas fundamentales:
+ El hombre es el ápice (punta superior de una cosa) de todo lo creado en el mundo visible,
+ Y el género humano, que tiene su origen en la llamada a la existencia del hombre y de la mujer, corona toda la obra de la creación;
Por lo tanto ambos son seres humanos en el mismo grado tanto el hombre como la mujer; ambos fueron creados a imagen de Dios.
+ Esta imagen y semejanza con Dios, esencial al ser humano, es trasmitida a sus descendientes por el hombre y la mujer, como esposos y padres: “sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla….” (Gén. 1, 28).
+ El creador confía el “dominio” de de la tierra al género humano, a todas las personas, tanto hombres como mujeres, que reciben su dignidad y vocación de aquel “principio” común.
+ Conviene afirmar, desde ahora, que de la reflexión bíblica emerge la gran verdad sobre el carácter personal del ser humano: EL HOMBRE –YA SEA HOMBRE O MUJER- ES PERSONA IGUALMENTE; en efecto, ambos han sido creados a imagen y semejanza del Dios personal.
+ Lo que hace al hombre semejante a Dios es el hecho de que –a diferencia del mundo de los seres vivientes incluso los dotados de sentidos (animalia = animal irracional)- sea también un ser racional (animal racionale = animal racional). Gracias a esta propiedad, el hombre y la mujer pueden dominar a las demás creaturas del mundo visible (Gén. 1,28).

1.3.Tres aspectos del hombre y mujer como persona:

1) El ser humano como persona tiene la capacidad de relacionarse con Dios (religio = religión; religere = relación). Por su naturaleza y dignidad de persona puede tener una comunicación con Dios: puede ser sujeto de la divina revelación, de hecho Dios ha tomado la iniciativa de darse a conocer y relacionarse personalmente con los hombres y mujeres en la historia de la salvación: “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo….”. En efecto, cada hombre es imagen de Dios como criatura racional y libre, capaz de conocerlo y amarlo.
Por eso la persona humana es un ser religioso que puede relacionarse con Dios de manera personal a través de diversas maneras. El documento de Aparecida nos presenta como lugares de encuentro con Jesucristo a la Sagrada Escritura, la Sagrada Liturgia, la Sagrada Eucaristía, el Sacramento de Reconciliación, la oración personal y comunitaria y la misma piedad popular.

2) El segundo aspecto es la capacidad de relacionarse con las demás personas: el ser humano es un ser sociable, capaz de entablar relaciones muy personales con sus semejantes como el compañerismo, la amistad, el noviazgo y el matrimonio.
Cuando el Génesis afirma que no puede existir “solo” (Gén. 2,18) resalta que es un ser interdependiente con los demás.

3) La persona humana tiene una relación profunda con el cosmos: “Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla: mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra…” (Gén. 1,28) “Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien” (Gén. 1,31). Dios le participa de señorío sobre la creación y le da la potestad de ser administrador de la creación material. “El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo…” Dios lo hace corresponsable del cuidado del cosmos y de su hábitat de toda la humanidad.

2. Hombre y Mujer.

El ser humano o la persona humana es creado como hombre y mujer: “Hombre y mujer los creó” (Gén. 1, 27b).
En el Génesis encontramos aún una segunda descripción de la creación del hombre –varón y mujer- (cfr. Gén. 2,18-25):
“Dijo luego Yahveh Dios: no es bueno que el hombre esté sólo. Voy a hacerle una ayuda adecuada… De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer (issah) porque del hombre/ varón (is) ha sido tomada...” (Gén. 2, 18. 22-23).
En la segunda descripción de la creación del hombre, el lenguaje con el que se expresa la verdad sobre la creación del hombre, y especialmente la mujer, es diverso, y en cierto sentido menos preciso; es podríamos decir, más descriptivo y metafórico, más cercano al lenguaje de los mitos conocidos en aquel tiempo. Sin embargo, no existe una contradicción esencial entre los dos textos.
El texto del Génesis 2,18-25 ayuda a la comprensión de lo que encontramos en el fragmento conciso del Génesis 1, 27-28 y, al mismo tiempo, si se leen juntos, nos ayuda a comprender de un modo todavía más profundo la verdad fundamental, encerrada en el mismo, sobre el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, como hombre y mujer.
En la descripción del Génesis (2,18-25), la mujer es creada por Dios “de la costilla” del hombre y es puesta como otro “yo”, es decir, como un interlocutor junto al hombre, el cual se siente solo en el mundo de las criaturas animadas que lo circunda y no halla en ninguna de ellas una “ayuda” adecuada a él. La mujer, llamada así a la existencia, es reconocida inmediatamente por el hombre como “carne de su carne y hueso de sus huesos” (cfr. Gén. 2,25) y por eso es llamada “mujer”.
El hebreo juega con la palabra “´is” = hombre/varón y su femenino “´issah” = mujer y a la letra varona/hembra. En el lenguaje bíblico, este nombre indica la identidad esencial con el hombre: “´is-´issah”, cosa que, por lo general, las lenguas modernas, desgraciadamente, no logran expresar: “esta será llamada mujer (´issah) porque del varón (´is) ha sido tomada” (Gén. 2, 25).
Los textos bíblicos proporcionan bases suficientes para reconocer la igualdad esencial entre el hombre y la mujer desde el punto de vista de su humanidad. Ambos desde el comienzo son personas, a diferencia de los demás seres vivientes del mundo que los circunda. La mujer es otro “yo” en la humanidad común.
Desde el principio aparecen como “unidad de los dos”, y esto significa la superación de la soledad original, en la que el hombre no encontraba “una ayuda que fuese semejante a él” (Gén. 2,20). ¿Se trata aquí solamente de la “ayuda”, en orden a la acción, a “someter la tierra”, (cfr. Gén. 1, 28)?.
Ciertamente se trata de la compañera de la vida con la que el hombre se puede unir, como esposa, llegando a ser con ella “una sola carne” y abandonando por esto a “su padre y a su madre” (cfr. Gén. 2,24). La descripción “bíblica” habla, por consiguiente, de la institución del matrimonio por parte de Dios en el contexto de la creación del hombre y de la mujer, como condición indispensable para la trasmisión de la vida a las nuevas generaciones de los hombres, a la que el matrimonio y el amor conyugal están ordenados: “Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla” (Gén. 1, 28).

2.1.Persona-Comunión.

Penetrando con el pensamiento el conjunto de la descripción del libre del Génesis 2, 18-25, e interpretándola a la luz de la verdad sobre la imagen y semejanza de Dios (cfr. Gén. 1, 26-27), podemos comprender mejor en qué consiste el carácter personal de ser humano gracias al cual ambos –hombre y mujer- son semejantes a Dios. En efecto, cada hombre es imagen de Dios como criatura racional y libre, capaz de conocerlo y amarlo.
Leemos, además, que el hombre no puede existir “solo” (cfr. Gén. 2,18); puede existir solamente como “unidad de dos” y, por consiguiente, en relación con otra persona humana. Se trata de una relación recíproca, del hombre con la mujer y de la mujer con el hombre. Ser persona e imagen y semejanza de Dios comporta también existir en relación al otro “yo”. Esto es preludio de la definitiva autorrevelación de Dios, Uno y Trino: unidad viviente en la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El hombre y la mujer, creados como “unidad de dos” en su común humanidad, están llamados a vivir una comunión de amor y, de este modo, reflejar en el mundo la comunión de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se aman en el íntimo misterio de la única vida divina. La unidad del hombre y la mujer, unidos por el amor conyugal son imagen y Sacramento de la unidad trinitaria y del amor de Dios uno y trino a la humanidad.

2.2.Diferencia Sexual.

En el plan de Dios la diferencia sexual es un elemento constitutivo del ser del hombre y de la mujer. La diferencia sexual, que no implica desigualdad, está profundamente inscrita en el ser de cada uno.
Cada uno de nosotros, hasta lo más profundo del corazón, es hombre o es mujer. «La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual (…) es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano».
Cuando la sexualidad se reduce a mero dato biológico, se corre el riesgo de “cosificarla” y “des-personalizarla”, convirtiéndola en un mero añadido exterior. A partir de ese supuesto equivocado, se habla entonces de “orientación sexual”, que cada uno podría determinar libremente. Una concepción de la persona humana que tenga en cuenta su verdad y todas las dimensiones de su ser, pone de manifiesto que no se puede elegir ser hombre o mujer, sino que la diferencia sexual nos es dada en nuestra naturaleza personal con todas sus consecuencias.
La diferencia sexual tiene también un profundo significado para la persona como imagen de Dios. En efecto, «a través de la comunión de las personas, el hombre llega a ser imagen de Dios». Lo hace en la comunión del hombre y la mujer, que implica en ambos toda la persona, alma y cuerpo. En el matrimonio, la comunión de los esposos tiene una cierta semejanza con la comunión de amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.


Conclusión:

El texto del Génesis, 1,1-2,4, describe la potencia creadora de Dios que obra realizando distinciones en el caos primigenio (luz, tinieblas, mar, tierra, plantas, animales) creando en fin al ser humano 'a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó'.
La segunda narración de la creación (Gén. 2,4-25) confirma la importancia esencial de la diferencia sexual. Al lado del primer hombre, Adán, Dios coloca a la mujer, creada de su misma carne y envuelta por el mismo misterio. ¿Qué significa?
El texto bíblico ofrece tres importantes indicaciones. El ser humano es una persona, de igual manera el hombre y la mujer. Están en relación recíproca.
En segundo lugar, el cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o la feminidad, está llamado a existir en la comunión y en el don recíproco. Por esto el matrimonio es la primera y fundamental dimensión de esta vocación.
En tercer lugar, si bien trastornadas y obscurecidas por el pecado, estas disposiciones originarias del Creador no podrán ser nunca anuladas.
La antropología bíblica por tanto sugiere afrontar desde un punto de vista relacional, no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o privado suponen la diferencia de sexos.



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Agradecemos a Roberto Tarazona por compartir esta ponencia.


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