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¡Felicidades Hno. Alfredo Tarancón!




Sesenta Años de servicio a Dios en la Compañía





Este 16 de Marzo nuestra Parroquia de San Pedro y su Comunidad han tenido un motivo muy importante para celebrar y agradecer a Dios, porque nuestro querido hermano Alfredo Tarancón S.J. ha cumplido 60 años de vida religiosa. Desde este espacio queremos saludar y felicitar al Hno. Tarancón por este hermoso regalo que el Señor le ha dado: Sesenta años de servicio a Dios en la Compañía de Jesús.

En la Misa de Acción de Gracias, el Hno. Tarancón nos dirigió unas palabras muy significativas, un testimonio de lo que ha sido todo este caminar guiado por el Señor. Nosotros, así como él, queremos compartirlas con Uds. y ser testigos de cómo Dios actúa en los que se dejan llevar por su Voluntad, recibiendo tanto bien, tanto cuanto hemos dado.

Lima 16 de Marzo del 2009

Amigos y hermanos en la Compañía,
amigas y amigos que me acompañan en esta fiesta de Acción de Gracias por mis sesenta años de vida religiosa en la Compañía de Jesús:

El P. Superior me pidió que, en este día, fuera yo quien tuviera unas palabras compartiendo con Uds. mi itinerario durante estos 60 años. Lo hago con la sencillez de quien sabe que todo este camino no hubiera sido posible si Dios no hubiera estado cada día a mi lado, alimentando mi vocación, animando mis limitaciones, en fin… empujando el carro, como decimos. Por eso nos juntaremos en esta Eucaristía: para festejar, para celebrar, para cantar… por todo el camino recorrido y por “tanto bien recibido”.

Todo empezó allá, por 1948. Llevaba dos años estudiando en el Seminario de Sigüenza, con la idea de ser Sacerdote. Mis inquietudes y preguntas vocacionales, me llevaron a hablar con el Rector del Seminario: Don Vicente. En aquella conversación ambos convenimos en que mi vocación no estaba en el Seminario, sino en la Compañía de Jesús, como HERMANO. "Coadjutores”, nos decían en este tiempo.

Bueno, no iba a ser fácil cambiar el seminario por el postulantado de los Jesuitas. Con mis 17 años, entonces era “menor de edad” y mi madre no autorizaba mi decisión. Desde el Seminario mi corazón le escribió un carta, directa, sin muchos rodeos: “mamá, tu felicidad y la mía, tanto en nuestro camino terrenal, como en el definitivo del Cielo, la siento ligada a esta decisión: ser “hermano” en la Compañía de Jesús e ingresar para ello en el Postulantado que los Jesuitas tienen en Madrid. Siento que esto le agrada a Dios. El sabrá hacernos felices a los dos”.

Los sencillos argumentos de mi corazón, le convencieron. A mediados de Mayo de 1948 mi propia madre me acompañaba para iniciar este nuevo camino en mi vida y, de alguna manera, también sería feliz. Así llegamos a la casa que los Jesuitas tenían en Chamartín, entonces muy a las afueras de Madrid (España). Me recibieron. Nos despedimos.

Desde finales de ese Mayo 1948 hasta Marzo de 1949, pasé diez meses como postulante viviendo en dos casas diferentes de jesuitas, compartiendo con ellos y comenzando a conocer a la Compañía. Finalmente, hoy hace SESENTA AÑOS, el 16 de Marzo de 1949, muchos y muchas de Uds. no habían nacido todavía, me inscribieron en la Compañía de Jesús y comencé mis dos años de Noviciado. Los Jesuitas siempre hemos tenido dos años de noviciado. Y el 16 de Marzo de 1951 hacía mis Primeros Votos.

Otra vez el mes de Mayo sería de mucho movimiento interior. En ese mes de 1952 fui interiorizando, cada día más, que nuestro espíritu como jesuitas debía ser: “saber que nuestra vocación era para discurrir y hacer vida en cualquier parte del mundo donde se diera más el servicio a Dios y la ayuda a los prójimos”.

Por estos pensamientos y sentimientos andaba, cuando en los primeros días de Junio de 1952, mientras estaba trabajando en la huerta de Aranjuez, cerca de Madrid, peleando con las abejas en las colmenas que teníamos de buena y dulce miel, me comunicaron que el P. Suárez del Villar, nuestro formador, quería hablar conmigo.

Bueno, me dije, qué habré hecho, por qué me querrá llamar la atención. Entonces era frecuente que nuestros formadores nos estuvieran llamando la atención, aún por pequeñas cosas, eran “los modos de formar”. Con un pequeño temblorcillo, en la mano, pero siempre con confianza, toqué la puerta de su cuarto: ¡¡¡ENTRE…!!!. Nos saludamos. La conversación arrancó con una pregunta que me dejó desconcertado: ¿Está Ud. bien de salud…?. Bueno… sí, contesté. Que yo sepa. Dejándose de rodeos, fue a la pregunta de verdad, la que, seguro habría estado pensando y orando durante tiempo: ¿tendrías alguna dificultad en irte a trabajar al Perú? Sin dudar, le contesté que lo haría con gusto. Era la concreción de mis sentimientos y del deseo de San Ignacio: discurrir por el mundo… Sin más trámite pasó de la pregunta a la afirmación: ESTÁS DESTINADO AL PERÚ.

No hubo mucho tiempo para pensarlo, ni para pensar en maletas. El seis de julio, del puerto de Barcelona, salíamos con el P. José Vicente, cinco novicios y yo. Veintidós día de viaje en barco, de movimiento, de calor… El 28 de Julio de 1952 desembarcábamos en el Callao. Habíamos cambiado el sol del verano español por la neblina limeña. Yo estaba contento. Eso sí, explorando tantas novedades, paisajistas sobre todo. Porque, a nivel de Compañía, todo era igual. Hasta los horarios.

Mis dos primeros años los pasé en Miraflores, en nuestra casa de Fátima. Después pasé a la Parroquia de Desamparados en Breña. Fue mi primer contacto con la Parroquia a la que más tarde regresaría y que tanto aprendí a querer. No sólo yo tomé en serio aquello del “discurrir”. También mis Superiores… Así, de Breña me destinaron al Cusco, donde estuve nueve años, trabajando principalmente en el Seminario. Al cabo de este tiempo, el P. Ignacio Muguiro, entonces Provincial, me invita a seguir “discurriendo”. Ligero de equipaje tomo mis pocas cosas y pongo rumbo a mi nuevo destino: el Chiriaco. Allí, en nuestra selva peruana, donde tenemos cuatro puntos de encuentro con las culturas Huambisas y Aguarunas, en el Alto Marañón, junto a los ríos Santiago, Nieva, Cenepa y el Chiriaco.


Allí paso once años. Ahora sí discurriendo por caminos embarrados, trochas, botes, camiones cargados de alimentos… Porque me pidieron que me hiciera cargo del abastecimiento de los víveres, tanto para nuestras comunidades como para los alumnos e internados, en los cuatro lugares donde estábamos. Mis años en la selva transcurrieron entre compras, cargas de camiones hasta el lugar donde nos esperaban los botes. Pasar la carga a los botes con cuidado, no exceder las tres toneladas, no fueran a terminar nuestros alimentos como alimentos de las pirañas, y envío de los botes a sus pequeños puertos de destino. Las mil peripecias de este tiempo con las lluvias, los barros, las crecidas de los ríos… rebasan el tiempo de este pequeño recuento de mi historia personal en estos sesenta años.

Finalmente el recorrido por estas trochas en las que transcurrió mi vida en el Perú recala de nuevo en Lima. Y aquí estoy desde 1982. Primero 16 años en esta misma casa y Parroquia de San Pedro y después 11 años en la Parroquia de Desamparados, a donde regresé después de tanto tiempo. Y allí estuve hasta que la Compañía se vio en la necesidad de dejar la Parroquia. Allí quedó gran parte de mi corazón. A pesar de tantas “despedidas” como ha habido en mi vida, tal vez fue la despedida de Breña la que se me hizo más difícil. Por eso agradezco que haya venido un buen grupo desde allí, para acompañarme en esta Acción de Gracias por mis sesenta años de vida como jesuita.

Sólo me queda, al terminar, agradecer a Dios por “tanto bien recibido” y por tantas “Gracias” como desde “lo Alto”, Él ha hecho descender sobre mi vida durante todos estos años. Agradecer también a tantos compañeros jesuitas que me acompañaron durante todos estos años y fueron para mí, un espejo donde mirarme. Agradecerles también a Uds., quienes hoy han querido compartir conmigo la alegría de mi Vocación y de mis recuerdos, porque son también parte de mi vocación. Esta Celebración me sorprende en esta Comunidad de San Pedro, donde ya antes había estado por 16 años. Con menos fuerza ciertamente, pero deseoso de seguir sirviendo al Señor, sirviendo a los hermanos, mientras Él me de alguna fuerza para seguir haciéndolo.

MUCHAS GRACIAS.

Hno. Alfredo Tarancon S.J.

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FOTOS (de arriba a abajo):
Hno. Tarancón en Burgo de Osma Soria, España, 2004.
En su pueblo natal Taroda a 170 Km de Madrid, 1965. De izquierda a derecha: Don José María párroco del pueblo, el P. José Luis Fernández Castañeda SJ, Sra. Gurmensinda Molinero (cuñada), Sra. Justa Casado (mamá), Sra Valeriana (cuñada). El Hno. Tarancón trabajó junto al P. José Luis Fernández varios años en el Seminario del Cusco hasta 1965. El P. José Luis también fue Párroco de San Pedro por varios años hasta su sensible fallecimiento el año pasado.
Con todos sus hermanos y su papá, en su casa natal (1967). De izquierda a derecha Albina, Urbano, Dionisio (papá), Fortunato, Conrrado, Manuel, Alfredo.
Con su padre en la casa donde nació, en Taroda Soria, España (1967).
En el Cusco, cruzando el río Vilcanota abasteciendo al Seminario (1964 a 1969)
Viajando desde Chiclayo o Jaén por carretera hasta el Chiriaco, abasteciendo a las obras de la zona (1970 a 1981).
En el río Chiriaco (1979) Desde allí, en botes semejantes a éste, se llevaban los alimentos y demás cosas necesarias a los cuatro centros principales por los ríos Marañón, Santiago, Nieva, Cénepa y Chiriaco.
Hno. Tarancón en la Parroquia San Pedro de Lima, Altar Mayor (2004), donde actualmente reside.
Hno. Tarancón y familiares (2004) en el pueblo de Agua Viva, España. Romería en el 150 aniversario del descubrimiento de la imagen enterrada de la Virgen.
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Muchas gracias Hno. Tarancón por compartir su testimonio con nosotros, Que Dios lo siga bendiciendo.
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2 comentarios:

  1. Estimado Hermano Alfredo Tarancón:

    Felcitaciones por estes 60 años de servicio a Dios, la Comunidad Jesuita y a la Iglesia.

    Espero que continue con nosotros mas años mostrando siempre su humildad y solidaridad con el prójimo.

    Atte.

    Roger Cucho

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  2. definitivamente Dios tiene sus misterios y sabe guiar a sus elegidos.... BENDICIONES!!! HERMANO

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