¡FELIZ NAVIDAD!


¡ALELUYA!
NOS HA AMANECIDO UN DÍA SAGRADO; VENGAN NACIONES, ADOREN AL SEÑOR, PORQUE HOY UNA GRAN LUZ HA BAJADO A LA TIERRA.


Imagen: Nacimiento de la Iglesia San Pedro, Lima - Perú. 2019

La Sagrada Familia - Navidad Ciclo A


P. Adolfo Franco, jesuita.

Mateo 2, 13-15. 19-23

Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.»
José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por boca del profeta: Llamé de Egipto a mi hijo.
Después de la muerte de Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño.»
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y volvieron a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao gobernaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Conforme a un aviso que recibió en sueños, se dirigió a la provincia de Galilea y se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret. Así había de cumplirse lo que dijeron los profetas: Lo llamarán "Nazoreo’".
Palabra del Señor.


Celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Para que luchemos por la familia que está tan amenazada.

La liturgia nos trae esta hermosa fiesta de la Sagrada Familia, para que reflexionemos en el ejemplo que los miembros de esta bendita familia nos dan. Y el párrafo escogido del Evangelio de San Mateo nos narra varios problemas graves que sufrió esta familia, que tuvo que huir de la injusticia de Herodes y de amenazas graves a su seguridad. Se parece a tantas familias de nuestra patria desplazadas por el terrorismo, o por las situaciones económicas; o familias de otros países, familias de refugiados en país extranjero. Pero para José y María la amenaza no era genérica, sino muy concreta pues iba dirigida por el rey Herodes directamente contra ellos, pues este rey pensaba que Jesús le iba a quitar su reino.

Pero esta familia ante la amenaza se mantiene unida, y es José, su jefe el que toma las decisiones en momentos tan difíciles.

Es importante detenerse a pensar en esta Sagrada Familia, porque nos hace falta hoy nutrirnos de su ejemplo, ya que la familia moderna ha perdido su carácter sagrado, y se ha convertido simplemente en una pieza de la sociología. Y por eso incluso legalmente se habla de varias formas de constituir una familia: en algunos casos la simple cohabitación prolongada ya establece legalmente familia, y otras formas también demasiado extrañas de establecerse como familia. Lo que está detrás de esto es la pérdida del carácter sagrado de la familia: la familia ha dejado de ser santuario.

Y al hablar de santuario no es que se pretenda que el hogar sea un sitio con velas, altar y campanario. Lo que se pretende es entender que la familia es el espacio donde el hombre y la mujer realizan su mutua consagración, es también el sitio donde brota la vida: es como la fuente del “misterio”, el manantial de donde surge un nuevo ser, un nuevo hijo de Dios, una nueva esperanza para el mundo. La pérdida del concepto de la familia, va unida a la pérdida del sentido sagrado de la vida humana. La visión materialista de la vida y de la familia, convierten a ambas en hechos banales, desprovistos de su esencia. Y eso es muy grave, es como un retroceso en la evolución del ser humano: porque es renunciar a lo más específico del hombre, su espíritu, para convertirlo simplemente en un miembro de un rebaño social.

La familia es el espacio donde el ser nuevo que aparece, recibe, además de su propio código genético, y por encima de éste, un código de valores, que le hará buscar su propia vocación, y así realizar la obra a la que ha sido destinado; el hijo que nace en este ámbito sagrado que es la familia, debe sentir que a través de sus padres está entroncado con Dios. La transmisión de valores espirituales es tarea específica de la familia: es la construcción progresiva del alma del nuevo ser, por decirlo así. Es el sitio donde se espiritualiza al ser humano. Hoy día se hacen campañas para difundir los valores perdidos en nuestra sociedad; y eso está muy bien, pero si ese trabajo no lo asume principalmente la familia, tendrá pocos resultados. No son los medios de comunicación, o las leyes, los que van a aportar los valores que una sociedad ha perdido, aunque pueden ayudar mucho o estorbar bastante; es la familia, el recinto sagrado de la vida, en donde se sembrarán estos valores.

Y esta es la tarea de ser padre y de ser madre, convertirse en responsables de la herencia espiritual que se da a esos nuevos seres, y esto por haber formado ellos en su propio corazón de padre y de madre una fuente abundante de riquezas interiores.

Esto es lo que debería enseñarnos esta fiesta de la Sagrada Familia: que toda familia debe ser sagrada, y por eso tener su origen en la bendición sacramental de Dios. La meta de toda familia cristiana no es sólo ser una “buena” familia, sino convertirse de verdad en una familia “sagrada”. Y no porque a sus miembros se les echen bendiciones con abundante agua bendita, ni sólo porque se multipliquen los rezos. Una familia será sagrada si es que siente que en su seno está presente Dios, y sabe que en ella se viven las relaciones entre todos, como relaciones ordenadas y dirigidas por Dios.

En la familia cristiana se deben amar los esposos, teniendo a Dios en su horizonte, amarse de alguna forma como Dios les ama. Amar a los hijos como se amaría a Jesús, porque El está presente en el hogar. Que sientan todos que su papel dentro de la familia es cumplir una tarea encomendada por Dios. Es cristiana y sagrada una familia, cuando hay una oración que brota del conjunto de sus miembros.

Todo esto es difícil, a veces parece imposible, porque una familia esta constituida por personas libres, que tienen cada uno su ritmo espiritual; a veces no son ritmos concordantes. Pero es bueno por lo menos saber cuál sería el ideal al que puede tender toda familia, que ha sido constituida ante Dios; es importante mirarse en el ejemplo que nos da la Sagrada Familia.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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IV Domingo de Adviento - A: El sueño de San José


P. Adolfo Franco, jesuita.

ADVIENTO
Cuarto Domingo

Mateo 1, 18-24

Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo.
Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla.
Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros.
Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús.
Palabra del Señor.


Las dudas de San José confirman la concepción virginal de Jesús en el vientre de María. 

San Mateo nos narra de una manera muy propia el anuncio del futuro Mesías; de una forma muy diversa, pero complementaria, de la de San Lucas, en ese pasaje tan conocido de la Anunciación. La de San Lucas es una narración a través de los ojos de María, y la de San Mateo es una narración a través de la dura experiencia de San José.

Ambos pasajes afirman en esencia lo mismo: afirman el “misterio” especial del Niño concebido por María; afirman la virginidad de María, y afirman la acción especial del Espíritu Santo en la concepción de Jesús. En la narración de San Lucas todo es paz y armonía. En San Mateo todo esto está  lleno de dramatismo, de sufrimiento y de zozobra.

Las dudas de San José cuando supo que María estaba embarazada, eran naturales y debieron ser un tormento; un tormento para José, en primer lugar: ¡cómo le pasaba esto a él! ¡No podía ser y menos que esto sucediese con María!. Y un tormento para María que probablemente percibió los pensamientos que se forjaban en la mente y en la imaginación de San José: que esa muchacha tan buena, tan extraordinariamente buena esté embarazada, no parece creíble. José la había desposado y no sabía qué estaba pasando. Sufrimiento, oscuridad, desorientación.

Mucha entrega a Dios, a su Providencia hay en la aceptación de esa terrible oscuridad, por parte de José y por parte de María; y de esta forma tan valiente y tan desconcertante entraban a formar parte del plan de salvación.

Esta tormenta necesitamos meditarla para prepararnos adecuadamente para el nacimiento de Jesús. El es el Rey de la Paz, pero muchas veces su vida será una tormenta, y el seguirlo a El a veces traerá muchas veces dificultades y sufrimiento.

En esta tormenta se manifiesta la calidad de persona que era José. Se manifiesta como un hombre justo, o sea como un hombre increíblemente bueno. De San José sabemos poco. Casi todo lo que sabemos está contenido en este pasaje. De San José podemos decir que es un hombre completamente corriente, pero de una calidad insuperable. Era un operario, un artesano, probablemente carpintero. Pero era el “Justo”, aquel para quien esta palabra parece estar hecha a medida. No quiere juzgar a María (nosotros que juzgamos por mucho menos), pero tiene que separarse de ella (le parece inevitable en estas circunstancias). Y por otra parte, cuando tiene la revelación del arcángel Gabriel, manifiesta una fe sin titubeos (una fe difícil, pero sabiendo que es Dios quien lo dice, cree en forma total). Acepta con paz no tener sus propios hijos; renuncia también extremadamente dura. Y dedica toda su vida a mantener a Jesucristo con su propio trabajo, y con su protección del “hombre de la casa”.

Es un hombre completamente normal y corriente. El no hizo ningún milagro, y llevó una vida sin relieve; trabajó en un taller de carpintería toda su vida. No sabemos que pronunciara ninguna palabra sabia (aunque su enorme discreción es ya una gran palabra). En el Evangelio no se consigna ni una sola palabra de él; qué ejemplo para nosotros a quienes nos sobran tantas palabras. No se dice de él ni cuando nació, ni cuándo murió. Y de él además se habla sólo en forma indirecta. El debe servir de testigo de la virginidad de María, debe ser testigo del nacimiento virginal, y debe ser testigo del misterio “especial de Jesús”. Pero lo que José es, o lo que haga, o lo que diga, eso ha quedado oculto. Y sin embargo lo poco que de él sabemos hace de San José el patrono de la Iglesia Universal: ¡a lo que ha llegado un hombre tan corriente...!

Estamos en esta cuarta semana del Adviento. Y llegamos a la alegría del Nacimiento de la mano de los personajes centrales del Adviento: María y José. Los dos, desde ópticas diferentes (y narrado en Evangelios diferentes) nos dan el mismo testimonio: Jesús es una donación única que Dios mismo hace al mundo: no nacido simplemente por voluntad de una pareja, sino que nos “ha sido dado”. Ambos nos dan testimonio de que éste es el Hijo de Dios, sin quitar que sea el Hijo del hombre; ambos nos testifican que El es nuestro Salvador.



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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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III Domingo de Adviento - A: Anunciando la llegada de Jesús




P. Adolfo Franco, jesuita.

ADVIENTO
Tercer Domingo

Mateo 11, 2-11

Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de las obras de Cristo, por lo que envió a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les contestó: «Vayan y cuéntenle a Juan lo que ustedes están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y una Buena Nueva llega a los pobres. ¡Y dichoso aquél para quien yo no sea motivo de escándalo!»
Una vez que se fueron los mensajeros, Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente: «Cuando ustedes fueron al desierto, ¿qué iban a ver? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué iban ustedes a ver? ¿Un hombre con ropas finas? Los que visten ropas finas viven en palacios. Entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un profeta? Eso sí y, créanme, más que un profeta. A éste se refiere el texto de la Escritura: Yo voy a enviar mi mensajero delante de ti, para que te preceda abriéndote el camino.
Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él.
Palabra del Señor.

Juan Bautista con su ejemplo nos anima a que también nosotros anunciemos la llegada de Jesús.

¿Cómo podían los contemporáneos de Jesús saber si El era el Mesías? Se nos manifiesta en este pasaje del evangelio de San Mateo la señal por la que se reconocería al Mesías.

Juan Bautista envía a algunos discípulos a que le pregunten a Jesús mismo, si El es el Mesías. Juan Bautista sí lo sabía: él había presenciado la manifestación de la Santísima Trinidad, cuando bautizó a Jesús; y después había señalado a Jesús como el Mesías a dos de sus discípulos. ¿Por qué envía entonces a sus discípulos a que le pregunten a Jesús si El es el Mesías? Seguramente quería que lo constatasen por si mismos.

Lo importante es que con esta ocasión se revela una vez más esa realidad asombrosa de que Jesús es el Mesías esperado. Cuando esos enviados están ante Jesús y le preguntan si es el Mesías, Jesús responde con hechos más que con palabras: los enfermos de toda clase son curados y se anuncia el evangelio a los pobres. Era la señal mesiánica que había dado siglos antes el profeta Isaías. Sanar y evangelizar: es la misión de Jesucristo. La curación de la enfermedad es de verdad un símbolo de una curación más interior de nuestro ser, que es la salvación espiritual, que Jesús con su venida nos viene a traer. Esa es la señal de que Jesús es el Mesías el Salvador, que El nos cura, nos salva, nos libera de todas las ataduras; El activa en nuestro interior los sentidos espirituales, para que también vean y oigan, para que salgamos de toda parálisis y de toda lepra interior.

Ya Jesús ha respondido a la pregunta de los discípulos de Juan Bautista; les ha dicho quién y cómo es el Mesías. Pero va a añadir ahora quién es Juan el Bautista, y va a destacar sus características.

Y al destacar la figura del Bautista, Jesús señala varias características, varias cualidades: su entereza, su personalidad, su fuerza, su austeridad fuera de medida, y su cualidad de profeta, y no cualquier profeta: “no ha surgido entre los nacidos de mujer uno más grande que Juan Bautista”. Y como profeta era el que servía de mensajero de Jesús mismo; no es un profeta más, sino el más especial. Realmente que las cualidades personales, que Jesús destaca de este profeta del desierto, son incomparables, y más viniendo esta alabanza de quien viene. No es una caña agitada por el viento: no es un extravagante que suelta palabras incoherentes; ni es un sujeto amante de la buena vida. Tiene un mensaje fuerte que comunicar y es coherente con ese mensaje en su propia vida personal.

Pero además de destacar sus cualidades personales, quiere destacar su vocación, su papel, su conexión con el Mesías: “envío mi mensajero delante de ti”. Toda la razón de ser de Juan Bautista es el Mesías. Es una maravillosa vocación, un buen destino: existir como el pórtico de Jesucristo mismo. Y esto lo cumplió Juan en toda su vida y en todas sus acciones a la perfección. Tan a la perfección que alguna vez lo confundieron con el Mesías mismo. Fue tan deslumbrante su predicación, que muchos pensaron que él era el Mesías. Y Juan dirá con toda humildad que no es digno ni de desatarle las sandalias al Mesías. Juan será testigo en el Jordán de la manifestación de la Trinidad sobre Jesús, en el momento de su humilde bautismo. Y cuando lo vea aparecer, para comenzar su vida activa de predicador, Juan se lo señalará a sus propios discípulos, aun con riesgo de perderlos; de hecho sabemos que los dos primeros discípulos de Jesús (Juan y Andrés) eran del grupo del Bautista; y lo dejaron a él, para irse con Jesús. Y en diversas oportunidades su dedo señalará, para todo el que lo quiera saber, que Jesús, es el Mesías “el Cordero de Dios”. Es el pórtico de Jesús: como en un templo, el pórtico nos abre de par en par el paso al santuario.

Esta es la tercera etapa de nuestra preparación a la Navidad: Juan Bautista, su figura austera, como modelo de vida; y su misión (que también debe ser la nuestra) anunciar que el Mesías está cerca.

De verdad nos preparamos a la Navidad, que es la venida del Mesías, con una vida austera, aunque no podamos llegar a los límites de la vida de Juan el Bautista; quitar lo demasiado fácil, dar primacía a lo espiritual sobre lo material, y tener una vida consistente, no ser cañas movidas por el viento. No vivir para el lujo y la comodidad, y así ser anunciadores del Señor que está cerca.



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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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ESPECIAL DE ADVIENTO



Ven, Señor

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
Ven pronto, ven, que el mundo gira a ciegas
ignorando el amor que lo sustenta.
Ven pronto, ven, Señor, que hoy entre hermanos
se tienden trampas y se esconden lazos.
Ven, que la libertad está entre rejas
del miedo que unos a otros se profesan.
Ven, ven, no dejes ahora de escucharnos
cuando tanto camino está cerrado
¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!
¿No has de ser la alegría de los pobres,
de los que en ti su confianza ponen?
¿No has de ser para el triste y afligido
consuelo en su pesar, luz en su grito?
¿Quién pondrá paz en nuestros corazones
si tu ternura y compasión se esconden?
¿Quién colmará esta hambre de infinito
si a colmarlo no vienes por ti mismo?
¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? Ahora.

adaptación del salmo 70
(Rezandovoy)






















Síntesis de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe a san Juan Diego

En conmemoración de las apariciones de Nuestra Señora
la Virgen de Guadalupe -12 de diciembre- compartimos, a manera de resumen, los acontecimientos que ocurrieron en el cerro del Tepeyac, México.


DICIEMBRE DE 1531
Introducción
Las Apariciones de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, la milagrosa estampación de su Santa Imagen en el humilde ayate de su vidente y su mensaje de amor por nosotros tienen como fin principal anunciar a su amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a los pueblos que habitaban el "nuevo mundo".

Primera Aparición: Sábado 9 de diciembre en la madrugada.
Juan Diego oye cantos de pájaros. Le llaman por su nombre; sube a la cumbre del cerro del Tepeyac y ve a la Niña que le ordena ir ante el Obispo para pedirle un templo en el llano. "Hijito mío el más amado: yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios..., mucho quiero tengan la bondad de construirme mi templecito...Allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores".

Segunda Aparición: Sábado 9 de diciembre aproximadamente a las 5 de la tarde.
Juan Diego vuelve a la cumbre y da cuenta de la incredulidad del Obispo y pide que escoja otro mensajero. Pero la Virgen le confirma en su misión y le ordena insistir al día siguiente. "Hijito mío el más pequeño: es indispensable que sea totalmente por tu intervención que se lleve a cabo mi deseo. Muchísimo te ruego y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y hazle oír muy claro mi voluntad, para que haga mi templo que le pido".

Tercera Aparición: Domingo 10 de diciembre como a las 3 de la tarde.
Nuevamente en la cumbre, Juan Diego refiere su segunda entrevista con el Obispo. Aún no le cree y le ordena pedir a la Señora alguna señal. La Virgen ordena a Juan Diego que vuelva al cerro al día siguiente para recibir la señal que le dará. "Así está bien, hijito mío, el más amado. Mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide. Con eso enseguida te creerá, y ya para nada desconfiará de ti". Juan Diego, no vuelve por la enfermedad de su tío Juan Bernardino.

Cuarta Aparición: Martes 12 de diciembre muy de madrugada.
Ante la gravedad de su tío, Juan Diego sale a México para buscar un sacerdote. Rodeó el cerro para que la Virgen no lo encontrara. Pero ella sale a su encuentro; lo tranquiliza de la enfermedad de su tío: "Te doy la plena seguridad de que ya sanó": Lo envía a la cumbre por las rosas que serán la señal, A su regreso, la Virgen le dice: "Hijito queridísimo: estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso, ejecute mi voluntad".

Quinta Aparición: Martes 12 de diciembre muy de madrugada.Al mismo tiempo que se aparece a Juan Diego, se aparece a Juan Bernardino, tío del vidente, en su casa le cura de sus enfermedades y le manifiesta su nombre y pide que de ahora en adelante,"a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE".

La estampación en la Tilma: Martes 12 de diciembre al mediodía.En la casa del Obispo Fray Juan de Zumárraga, Juan Diego muestra las rosas que llevaba en su ayate, señal dada por la Virgen. "Desplegó su tilma, donde llevaba las flores. Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, en ese mismo instante... apareció de improviso en el humilde ayate la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de venerarla en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac".

Oración a la Virgen de Guadalupe

¡Oh Virgen Inmaculada,
Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!
Tú, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasión
a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos,
y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso,
a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos,
nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado,
Señora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
de una plena fidelidad a Jesucristo a su Iglesia:
No nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos
los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos
de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios
y a las almas.
Contempla esta inmensa mies,
e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios,
y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares
la gracia de amar y de respetar la vida que comienza
con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias,
Para que estén muy unidas, y bendice a la educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión,
Enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanosa levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestra culpas
y pecados en el sacramento de la Penitencia,
que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos,
Que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia,
Con nuestros corazones libres de mal y de odios,
Podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz,
que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo,
vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén


México, enero de 1979.


Juan Pablo II


Homilía del Papa Francisco - Santa Misa por la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe



HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica Vaticana
Sábato 12 de diciembre de 2015


«El Señor tu Dios, está en medio de ti […], se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta» (So 3,17-18). Estas palabras del profeta Sofonías, dirigidas a Israel, pueden también ser referidas a nuestra Madre, la Virgen María, a la Iglesia, y a cada uno de nosotros, a nuestra alma, amada por Dios con amor misericordioso. Sí, Dios nos ama tanto que incluso se goza y se complace en nosotros. Nos ama con amor gratuito, sin límites, sin esperar nada en cambio. No le gusta el pelagianismo.  Este amor misericordioso es el atributo más sorprendente de Dios, la síntesis en que se condensa el mensaje evangélico, la fe de la Iglesia.

La palabra «misericordia» está compuesta por dos palabras: miseria y corazón. El corazón indica la capacidad de amar; la misericordia es el amor que abraza la miseria de la persona. Es un amor que «siente» nuestra indigencia como si fuera propia, para liberarnos de ella. «En esto está el amor: no somos nosotros que amamos a Dios, sino que es Él que nos ha amado primero y ha mandado a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados» (1 Jn 4,9-10). «El Verbo se hizo carne» - a Dios tampoco le gusta el gnosticismo-, quiso compartir todas nuestras fragilidades. Quiso experimentar nuestra condición humana, hasta cargar en la Cruz con todo el dolor de la existencia humana. Es tal el abismo de su compasión y misericordia: un anonadarse para convertirse en compañía y servicio a la humanidad herida. Ningún pecado puede cancelar su cercanía misericordiosa, ni impedirle poner en acto su gracia de conversión, con tal que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre quien, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo. Esa misericordia de Dios llega a nosotros con el don del Espíritu Santo que, en el Bautismo, hace posible, genera y nutre la vida nueva de sus discípulos. Por más grandes y graves que sean los pecados del mundo, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra, posibilita el milagro de una vida más humana, llena de alegría y de esperanza.

Y también nosotros gritamos jubilosos: «¡El Señor es mi Dios y salvador!». «El Señor está cerca». Y esto nos lo dice el apóstol Pablo, nada nos tiene que preocupar, Él está cerca y no solo, con su Madre. Ella le decía a San Juan Diego: ¿Por qué tenés miedo, acaso no estoy yo aquí que soy tu madre? Está cerca. Él y su Madre. La misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros, en su presencia y compañía. Camina junto a nosotros, nos muestra el sendero del amor, nos levanta en nuestras caídas –y con qué ternura lo hace– nos sostiene ante nuestras fatigas, nos acompaña en todas las circunstancias de nuestra existencia. Nos abre los ojos para mirar las miserias propias y del mundo, pero a la vez nos llena de esperanza. «Y la paz de Dios […] custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús» (Flp 4,7), nos dice Pablo. Esta es la fuente de nuestra vida pacificada y alegre; nada ni nadie puede robarnos esta paz y esta alegría, no obstante los sufrimientos y las pruebas de la vida. El Señor con su ternura nos abre su corazón, nos abre su amor. El Señor le tiene alergia a las rigideces.  Cultivemos esta experiencia de misericordia, de paz y de esperanza, durante el camino de adviento que estamos recorriendo y a la luz del año jubilar. Anunciar la Buena noticia a los pobres, como Juan Bautista, realizando obras de misericordia, es una buena manera de esperar la venida de Jesús en la Navidad. Es imitarlo a Él que dio todo, se dio todo. Esa es su misericordia sin esperar nada en cambio.

Dios se goza y complace muy especialmente en María. En una de las oraciones más queridas por el pueblo cristiano, la Salve Regina, llamamos a María «madre de misericordia». Ella ha experimentado la misericordia divina, y ha acogido en su seno la fuente misma de esta misericordia: Jesucristo. Ella, que ha vivido siempre íntimamente unida a su Hijo, sabe mejor que nadie lo que Él quiere: que todos los hombres se salven, que a ninguna persona le falte nunca la ternura y el consuelo de Dios. Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a entender cuánto nos quiere Dios.

A María santísima le encomendamos los sufrimientos y las alegrías de los pueblos de todo el continente americano, que la aman como madre y la reconocen como «patrona», bajo el título entrañable de Nuestra Señora de Guadalupe. Que «la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios» (BulaMisericordiae vultus, 24). A Ella le pedimos en este año jubilar que sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las personas, de las familias y de las naciones. Que nos siga repitiendo: “No tengas miedo, acaso no estoy yo aquí que soy tu madre, Madre de misericordia”. Que nos convirtamos en misericordiosos, y que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclusiones. Para pedirle esto, de una manera fuerte, viajaré a venerarla en su Santuario el próximo 13 de febrero. Allí pediré todo esto para toda América, de la cual es especialmente Madre. A Ella le suplico que guíe los pasos de su pueblo americano, pueblo peregrino que busca a la Madre de misericordia, y solamente le pide una cosa: que le muestre a su Hijo Jesús.

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Tomado de:
http://w2.vatican.va/





El Secreto de los ojos de Nuestra Señora de Guadalupe




El Secreto de sus Ojos



Primeros descubrimientos



Desde principios del siglo XX diversos investigadores, fotógrafos y oftalmólogos han afirmado haber descubierto en los ojos de la Virgen de Guadalupe el reflejo de figuras que parecieran corresponder a siluetas humanas.



Alfonso Marcué, fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe en la ciudad de México, descubrió en 1929 lo que parecía la imagen de un hombre barbado reflejada en el ojo derecho de la Virgen.
En 1951, José Carlos Salinas Chávez, dibujante, descubrió la misma imagen mientras observaba con una lupa una fotografía de la Virgen de Guadalupe. La vio reflejada también en el ojo izquierdo, en la misma ubicación en donde se proyectaría en un ojo vivo.


Dictamen médico y el secreto de sus ojos:


En 1956 el doctor mexicano Javier Torroella Bueno hizo el primer reporte médico de los ojos de la Virgen Morena. El resultado: se cumplían, como en cualquier ojo vivo, las leyes Purkinje-Samson, es decir, hay un triple reflejo de los objetos localizados enfrente de los ojos de la Virgen y las imágenes se distorsionan por la forma curva de sus córneas.
El mismo año, el oftalmólogo Rafael Torija Lavoignet, examinó los ojos de la Santa Imagen y confirmó la existencia de la silueta en los dos ojos de la Virgen que había descrito el dibujante Salinas Chávez.


Córneas


A partir de 1979, el doctor en sistemas computacionales y licenciado en ingeniería civil José Aste Tönsmann, fue descubriendo el misterio que encierran los ojos de la Guadalupana. Mediante el proceso de digitalización de imágenes por computadora descubrió el reflejo de 13 personas en los ojos de la Virgen Morena de acuerdo a las leyes de Purkinje-Samson.
El pequeñísimo diámetro de las córneas (de 7 y 8 mm) descarta la posibilidad de pintar las figuras en sus ojos, sobre todo, si se tiene en cuenta el material tan burdo sobre el que está estampada la imagen.
Si una obra con detalles tan minuciosos como ésta es imposible para el hombre de hoy, a pesar del desarrollo tecnológico actual, con mayor razón sería algo inalcanzable para cualquier artista del año de 1531.


Los personajes


El resultado de 20 años de cuidadoso estudio de los ojos de la Virgen de Guadalupe ha sido el descubrimiento de 13 minúsculas figuras, afirma el doctor José Aste Tönsmann.


1.- UN INDÍGENA OBSERVA CON ATENCIÓNAparece de cuerpo entero, sentado en el suelo. La cabeza del indígena está ligeramente levantada y parece dirigir su mirada hacia arriba, en señal de atención y reverencia. Destacan una especie de aro en la oreja (arracada) y huaraches en los pies.


2.- EL ANCIANO
A continuación del indígena se aprecia el rostro de un anciano, de calva grande, nariz prominente y recta; ojos hundidos que ven hacia abajo y barba blanca.
Los rasgos coinciden con los de un hombre de raza blanca. Su gran parecido a la cara del obispo Zumárraga, como aparece en las pinturas de Miguel cabrera del siglo XVIII, permite suponer que se trata de la misma persona.


3.- EL HOMBRE JOVEN
Junto al anciano está un hombre joven con facciones que denotan asombro. La posición de los labios del joven parecen dirigir la palabra al presunto obispo. Su cercanía con él ha llevado a pensar que se trata de un traductor, pues el obispo no hablaba náhuatl. Se cree que se trata de Juan González, joven español nacido entre 1500 y 1510.


4.- JUAN DIEGO
Se evidencia el rostro de un hombre maduro, con aspecto indígena, con barba rala, nariz aguileña y labios entreabiertos. Lleva un sombrero con forma de cucurucho, de uso corriente entre los indígenas dedicados a las faenas del campo en esa época.
Lo más interesante de esta figura es la tilma que lleva anudada al cuello, extiende el brazo derecho y la despliega en dirección a donde se encuentra el anciano; la hipótesis del investigador supone que esta silueta corresponde al vidente Juan Diego.


5.- UNA MUJER NEGRA, UN HALLAZGO SORPRENDENTE
Detrás del supuesto Juan Diego, aparece una mujer de ojos penetrantes que mira con asombro. Sólo pueden verse el busto y la cara. Es de tez morena, nariz achatada y labios gruesos, rasgos que corresponden a los de una mujer de raza negra.
El padre Mariano Cuevas en su libro: “Historia de la Iglesia en México” comprueba que el obispo Zumárraga había concedido en su testamento la libertad a la esclava negra que le había servido en México.


6.- EL HOMBRE BARBADO
En el extremo derecho de ambas córneas aparece un hombre barbado, con facciones europeas al que no ha sido posible identificar. Muestra una actitud contemplativa, su rostro expresa interés y perplejidad; mantiene la mirada hacia el lugar en donde el indígena despliega su tilma.


UN MISTERIO DENTRO DEL MISTERIO (compuesto por las figuras 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13)
En el centro de ambos ojos aparece lo que se ha denominado “grupo familiar indígena”. Las imágenes son de diferente tamaño a las demás, sin embargo estas personas guardan entre sí un mismo tamaño y componen una escena diferente.


(7) Una mujer joven de rasgos muy finos que parece mirar hacia abajo. Tiene sobre su cabello una especie de tocado: trenzas o cabello entretejido con flores. Sujeto a su espalda se distingue la cabeza de un bebé en un rebozo (8)


A un nivel más bajo y a la derecha de la joven madre está un hombre con sombrero (9) y entre ambos, se observa una pareja de niños (hombre y mujer, 10 y 11). Otro par de figuras, esta vez de hombre y mujer maduros (12 y 13) se encuentra de pie, atrás de la mujer joven.


Este hombre maduro (13) es la única figura que el investigador no ha podido encontrar en ambos ojos de la Virgen, sólo está presente en el derecho.



Conclusión


SIGNIFICADO DE LAS IMÁGENES


El 9 de diciembre de 1531, la Virgen María pidió a Juan Diego que le construyeran un templo en el Tepeyac para dar a conocer a Dios,“y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa(...)”, Nican Mopohua Núm.33.
De acuerdo con la hipótesis del autor, estas 13 figuras en conjunto nos revelan un mensaje de la Virgen María dirigido a la humanidad: Ante Dios los hombres y mujeres de todas las razas son iguales.
La presencia del grupo familiar (de la figura 7 a la 13) en ambos ojos de la Virgen de Guadalupe, en opinión del doctor Aste, son las figuras más importantes de las que se encuentran reflejadas en sus córneas pues están ubicadas en sus pupilas, lo que quiere decir que María de Guadalupe tiene a la familia en el centro de su mirada compasiva.
Pudiera ser una invitación a buscar la unidad familiar, a acercarse a Dios en familia, especialmente ahora que la sociedad moderna ha devaluado tanto a la familia.

Novena de Navidad para orar con las niñas y niños




Para comenzar
(Para todos los días)

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. Con la intercesión de la Santísima Virgen María, de su esposo San José y de nuestros ángeles de la Guarda, vamos a meditar en la presencia de Dios lo que pasó en los días anteriores al nacimiento del Niño Jesús.

Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos fortalezca para que esta novena de Navidad, con su propósito de mejora diario, nos haga parecernos un poco más a la Sagrada Familia.



Día Primero (Reflexión)

Cuando va a nacer un niño hay que prepararle la ropa y la cuna.



Como San José era carpintero, fabricó la cuna más bonita, con la mejor madera que tenía, para el Niño Dios.

La Virgen María, alternando con los trabajos de la casa, pasó mucho tiempo tejiendo y bordando los pañales y vestidos. Poniendo siempre en todo lo que hacía el inmenso cariño que tenía a su hijo.

Todos los hombres tenemos que trabajar porque Dios ha querido que nos ganemos la vida y ayudemos a que los demás sean felices. El principal trabajo de los niños es estudiar y hacer los deberes. Cuando trabajamos o estudiamos pensando en agradar a Jesús, a Dios le gusta mucho. Pero nuestro trabajo debe estar bien hecho.

Si lo dejamos para última hora, cuando ya no hay tiempo, o si está hecho de cualquier manera por nuestra culpa, no se lo podemos ofrecer a Dios, porque sería como un insulto.

El regalo de este primer día de la novena para el Niño Dios será trabajar o estudiar con más empeño, como lo hicieron la Virgen María y San José.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día segundo (Reflexión)

Con todo ya preparado para recibir al Niño Dios lo mejor posible, San José y la Virgen María recibieron la noticia de que debían viajar a Belén.



Fue una gran contrariedad porque los viajes eran entonces muy molestos. Sin embargo, no protestaron. Enseguida se pusieron a preparar las cosas para salir cuanto antes.

Aquel cambio de planes, como a todo nos sucede cuando nos mandan algo que no nos gusta, les costó trabajo. Pero como ellos sabían que al obedecer a quien lo había ordenado estaban obedeciendo a Dios, no pusieron mala cara y obedecieron rápidamente.

Sin obediencia no puede haber orden. Pero no debemos hacer lo que nos mandan solo para no tener problemas. Hemos de obedecer porque así le demostramos a Dios que le amamos. Como Jesús, que obedeció toda su vida desde que era Niño hasta que murió en la cruz.

En este segundo día de la novena, podemos preparar la venida del Niño Dios obedeciendo siempre a la primera, sin que nos digan las cosas dos o tres veces, y con alegría.

Así nos pareceremos a Jesús, a María y a José.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día Tercero (Reflexión)

Mientras la Virgen María y San José viajaban hacia Belén, a veces conversaban entre sí y a veces caminaban en silencio. Cuando estaban callados, hablaban por dentro con el Niño Dios y le agradecían todas las cosas buenas que nos iba a traer a los hombres. También le decían al Niño Dios con el corazón, sin que se oyesen las palabras, que le querían mucho.

Las oraciones vocales como el Padrenuestro y el Avemaría son muy buenas, porque nos ayudan a pedirle lo que se debe y nos facilitan el rezar juntos. Pero para hablar con Dios no hace falta siempre que se nos oiga. Él nos escucha en todo momento porque sabe lo que pasa en nuestro corazón y en nuestra mente.

Debemos procurar hablar con Dios, muchas veces a lo largo del día: cuando trabajamos o hacemos nuestros deberes, al caminar por la calle, cuando jugamos o cuando descansamos.

Nuestra vida es un camino cuyo final es el cielo. Si lo recorremos hablando con Jesús, con María y con José, se nos hará muy agradable y el tiempo se pasará volando.

Hoy, que vivimos el tercer día de la Novena, recordando el viaje de San José y de la Virgen, podemos proponernos hablar muchas cosas con Dios por dentro a lo largo de todo el día.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día cuarto (Reflexión)



De vez en cuando, en el camino hacia Belén, la Virgen María y San José tenían que detenerse y descansar. San José, que era más fuerte y tardaba más en casarse, se preocupaba de que la Virgen estuviera lo mejor posible. Los dos hablaban del Niño Dios y descansaban porque no pensaban en sí mismos. A todos nos pasa que cuando estamos cansados nos cuesta pensar en los demás. Nos olvidamos de que los otros -papá, mamá, los hermanitos- también están cansados porque han trabajado mucho. Y entonces, pensando solo en nosotros, queremos que se molesten ellos en lugar de ayudarles para que descansen. De este modo nos ponemos de mal genio y lo dañamos todo; porque ni estamos contentos nosotros, ni dejamos en paz a los demás. Sobre todo en casa, acordándonos de la Virgen María y de San José, hemos de ayudar a que todos estén contentos. Son muchas las cosas que se pueden hacer; por ejemplo: no gritar, pedir las cosas por favor, perdonar a quienes han hecho algo que no nos gusta, etc. Algo parecido podemos ofrecerle al Niño Jesús en este cuarto día de la Novena.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día Quinto (Reflexión)

Buscando Posada en Belén



Cuando la Virgen María y San José llegaron a Belén, se encontraron con que no había ningún alojamiento en el pueblito, ya que eran muchos los que habían llegado para empadronarse.

San José lo pasó mal porque el Niño Dios ya podía nacer en cualquier momento y él, que le hacía las veces de padre, no tenía dónde recibirle. Sin embargo, no se desanimó, pues sabía que Dios estaba preparando todo para que se cumpliese su Santa Voluntad.

La Voluntad de Dios es siempre mejor que la nuestra. Como es un Padre buenísimo, que nos quiere más que nadie, siempre dispone lo mejor para nosotros. A veces no lo vemos hasta que pasa el tiempo. Y algunas cosas no las entenderemos del todo mientras no lleguemos al Cielo.

En esos momentos en que nos cuesta lo que Dios quiere porque no comprendemos que sea lo mejor, hemos de tener fe como la tuvieron la Virgen y San José. Debemos repetir en esos casos lo que seguramente diría San José: “Hágase, Señor, Tu Voluntad, que siempre es lo mejor para todos y para mí”.
Como lo peor del mundo es rebelarse contra la Voluntad de Dios y lo mejor es amarla, ofrezcámosle hoy al Niño Jesús todas las contrariedades que nos vengan a lo largo del día. Si las recibimos por amor al Niño Dios, tendremos mucha alegría y nos pareceremos a San José y a la Virgen María.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día sexto (Reflexión)

Había en Belén una posada cuyo dueño, con tantos viajeros, estaba haciendo muy buen negocio. Como el Niño Dios ya debía nacer en poco tiempo, San José intentó que recibieran allí a la Virgen María, que estaba muy cansada por el viaje. Pero el dueño de aquella casa grande no quiso molestarse en buscarles ni siquiera un rincón en su posada y los dejó en la calle.Fue muy triste que aquel hombre no venciera su egoísmo, ya que, además de hacer sufrir a la Sagrada Familia, se quedó sin ser el primer adorador del Niño Jesús.Todo lo que hacemos a los demás, sea bueno o sea malo, es como si se lo hiciéramos al mismo Jesucristo, porque El así ha querido que sea. Por eso, las personas egoístas que no tienen corazón ni para Dios ni para los necesitados, van por un camino pésimo. Si no se corrigieran, perderían al Niño Jesús para siempre.Por el contrario, cada vez que, con la ayuda de Dios, vencemos esa tendencia mala a querer todo para nosotros, Jesús, María y José nos bendicen y nos dan un beso.Hoy podemos hacerle al Niño Jesús un regalo más valioso que el oro: no escoger lo mejor para nosotros sino dejarlo para mamá, para papá, o para alguno de nuestros hermanitos.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día séptimo (reflexión)



Como en Belén nadie les dio alojamiento, San José no tuvo más remedio que acomodar a la Virgen María en un sitio que nadie quería: en un lugar donde pasaban la noche los animales de un campesino. Barrió con unas ramas secas el suelo, puso unas cobijas sobre la paja para que se acostara la Virgen, encendió un fuego y preparó algo de comida. Con el fuego también se calentó el ambiente. Así San José, con las pocas cosas que tenía, poniendo mucho cariño, consiguió para la Virgen María y para el Niño Dios un sitio pobre, pero limpio y lleno de amor. Es muy fácil caer en la trampa de pensar que con lo que tenemos no podemos hacer bien las cosas, que si tuviéramos mejores juguetes, otros hermanitos, o más dinero, todo iría muy bien. Cuando se cae en esta trampa se vuelve uno envidioso. Entonces se empieza a pensar que a los otros hermanitos les tratan mejor, o que les dan las mejores cosas y los dulces más ricos. La envidia es muy mala. Fue la que hizo que Caín matara a su inocente hermano Abel en la primera familia que hubo sobre la tierra. Y Dios maldijo al asesino. En el séptimo día de la novena, nuestro presente para el Niño Dios puede ser contentarnos con lo que nos dan y no tener envidia de ningún hermanito o amiguito. Cuando Jesús nos vea que nos parecemos a San José nos dará lo mejor: su cariño.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día octavo (Reflexión)

En aquel lugar que había sido antes destinado a los animales, mientras la Virgen parecía dormir sobre aquellas pajas, San José se sentó junto al fuego con la intención de pasar la noche en vela. Contemplando la llama, meditó sobre cómo se encontraría el Niño Dios cuando naciera en aquel establo. Por una parte, tenía ganas de llorar por lo mal que se habían portado los de Belén. Pero por otra parte, como sabía que muchos cambiarían cuando conociesen a Jesús, y se arrepentirían de verdad de su mala vida, también sentía gozo pensando en lo poco que ya faltaba. Luego pensó en sí mismo, como todo le parecía poco para el Hijo de Dios, decidió esperarle repitiéndole muchas veces que lo amaba. Pero pudo más el cansancio y se quedó dormido. Es muy bueno que todas las noches, antes de acostarnos, examinemos cómo nos hemos portado durante el día. Pero para ello hemos de ser valientes y no tener miedo a decirnos la verdad aunque nos cueste. Los que dicen siempre la verdad son los que más agradan a Jesús, que se hizo hombre para decírnosla a todos. Los niños embusteros, aunque sus mentiras no sean muy grandes, se alejan de Jesús y no le quieren. Para borrar todas las mentiras que hemos dicho, en este penúltimo día de la novena, procuremos esperar al Niño Dios repitiéndole muchas veces que lo amamos.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos



Día noveno (reflexión)



La Virgen María despertó a San José para que pudiese adorar, antes que nadie, al Niño Dios. Cuando la Virgen le tocó el hombro, San José quiso enseguida ayudar en lo que hiciera falta, pero casi al instante comprendió que el nacimiento de Jesús había sido milagroso. Vio que la Virgen María, más guapa que nunca porque ya era Madre sin dejar de ser Virgen, tenía en sus brazos al Niño Jesús dormidito y envuelto en pañales. San José no dijo nada. Ni siquiera, para no despertar al Niño, se atrevió a cogerle. Se puso de rodillas y lloró sin poder contener la emoción y la dicha. La Virgen le dejó que se desahogara y luego le entregó al Niño, mientras Ella preparaba el desayuno. San José tenía unas ganas enormes de apretar a Jesús junto a su pecho y comérselo a besos, pero se contuvo. Con solo verle dormir en sus brazos, se sintió el hombre más feliz del mundo. De pronto se oyeron las voces y los cantos de los pastores que venían llenos de impaciencia buscando al Niño Jesús. San José, después de entregar al Niño a la Virgen para que lo acostara en el pesebre, salió al encuentro de los pastores y se enteró de lo que les habían dicho los ángeles. Después les llevó junto al Niño y todos contemplaron lo lindo que era. Ya hemos llegado al final de la Novena. Lo que nos queda es felicitar a la Virgen María, a San José y a todos los hombres que ama el Señor. Y también repetirle al Niño Dios que le queremos mucho, mucho, porque ha nacido para darnos el Cielo.

Para terminar

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después repiten todos juntos tres veces: Jesús, José y María. Os doy el corazón y el alma mía.

Villancicos


Tomado de:
http://es.catholic.net/

San Francisco Javier, jesuita




*Fiesta: 3 de diciembre



San Francisco Javier fue uno de los misioneros más notables de la historia. Nace en Navarra, en el castillo de Xavier, el 7 de abril de 1506. Muere en China el 3 de diciembre de 1552.
La Compañía de Jesús lo considera como a una de sus dos importantes columnas y coloca a San Francisco Javier siempre junto a San Ignacio de Loyola.


Niñez y juventud

Francisco de Jasso y Javier fue el hijo menor de don Juan de Jasso y de doña María de Azpilcueta, señores del Castillo de Xavier, en Navarra.
Su niñez y primera juventud las vivió en su tierra, en medio de los sinsabores de una guerra que buscaba la independencia de la patria. Sus hermanos tomaron parte activa en las luchas contra Castilla.
A la capitulación de Navarra, en 1524, sigue inmediatamente la ruina de la familia. Y después, la partida de Francisco en busca de nuevos derroteros, a París, en los estudios.
Se despide de su madre y de sus hermanos. Monta a caballo, pica espuelas y acompañado de un criado, se interna por los Pirineos, en dirección a Francia.

París

Las ciudades de Burdeos, Poitiers, Tours, Orleans, quedan atrás, hollados los caminos por los cascos del caballo.
Llega a París el día de San Miguel, justo para inscribirse, el 1 de octubre de 1525, en la Universidad. Escoge el célebre Colegio de Santa Bárbara, asilo de españoles y portugueses.
Francico Javier se apunta como porcionista, con rango de hidalgo pobre y servido por un criado de baja condición. Ser porcionista en un Colegio parisiense significa alquilar una "porción" de aposento. Se comparte con otros y se paga entre todos. Su primer compañero de cuarto es el joven Pedro Fabro, hijo de campesinos pobres de Saboya.
En la Universidad, Francisco es un estudiante notable. Agradable, sus compañeros buscan su amistad. Inteligente, le va bien en los estudios. Deportista, se distingue en atletismo.

El bienaventurado Pedro Fabro

Un buen día descubre, por fin, el porte espiritual de su compañero de habitación. Pedro, con humildad, se ha limitado a dar ejemplo de corrección, al joven navarro. Muy pronto se establece entre ellos una seria y profunda amistad, la que se prolongará durante toda la vida.

Iñigo de Loyola

La vida de San Francisco Javier cambia con la presencia de Iñigo de Loyola. Este ha llegado, desde Barcelona, solo y a pie, y con un pequeño asno que carga sus libros. Viene a la célebre Universidad de París en busca del saber, pero con otras intenciones, las espirituales.
Francisco Javier se cruza con él, a menudo, en la calle sucia entre el Colegio de Santa Bárbara y el Monteagudo, donde vive Iñigo. Lo ve caminar a prisa, siempre cojeando. Algo sabe de él, por las habladurías: caballero vascongado, otrora desgarrado y vano, combatiente herido en Pamplona, convertido y penitente en una cueva de Manresa, peregrino en Tierra Santa, estudiante en Barcelona, Alcalá y Salamanca y hasta prisionero de la Inquisición.



Iñigo, Pedro y Francisco

El 1 de octubre de 1529 Iñigo se inscribe, para los estudios de Artes, como porcionista, en el Colegio de Santa Bárbara. Debe compartir la habitación con San Francisco Javier y Pedro Fabro, ya recibidos de Maestros.
El hielo, entre los dos vascos, de bandos enemigos, comienza a fundirse. Cada vez que Francisco comparte con Iñigo sus sueños de futuro, éste le repite la frase de Jesucristo: "¿De qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si al fin pierde su alma?".
Muy pronto Pedro Fabro y Francisco Javier se unen espiritualmente a Iñigo. Ambos hacen la experiencia de los Ejercicios.

Los votos de Montmartre

Iñigo, Pedro y Francisco, con otros cuatro compañeros, Simón Rodriguez, portugués, Diego Laínez, Alfonso de Salmerón y Nicolás de Bodadilla, castellanos, el 15 de agosto de 1534, en Montmartre, hacen Votos de pobreza y de peregrinar a Tierra Santa.
Con realismo, al voto de peregrinación añaden una cláusula. Si en un año no es posible la realización del viaje a Jerusalén, prometen ponerse a disposición del Papa, en Roma. Con devoción reciben todos la Eucaristía y dejan así sellado un pacto para el resto de sus vidas.

Una caminata increíble

En 1535, Ignacio debe viajar a España por motivos de salud. En París, Pedro Fabro queda a cargo del grupo. Cuando terminen los estudios, todos deberán viajar a Venecia para, desde allí, iniciar la peregrinación a Jerusalén.
Muy pronto, en París, se agregan otros tres compañeros, el saboyano Claudio Jayo y los franceses Pascasio Broet y Juan Codure.
El 13 de noviembre de 1536, Pedro Fabro, Francisco Javier y los otro siete dejan París, rumbo a Venecia. A pie atraviesan, en pleno invierno, Francia, toda Alemania, Suiza y Austria. Caminan 1400 kilómetros y 54 días de viaje. Cruzan territorios en guerra y países no católicos.

Venecia

El 8 de enero de 1537 llegan a Venecia "fuertes y alegres de espíritu". En la ciudad ducal reciben el abrazo cariñoso de Ignacio que espera a sus "amigos en el Señor".
Ignacio da una calurosa acogida a los recién incorporados en París y a su vez les presenta a un nuevo compañero, ganado por él en Venecia, el bachiller Diego de Hoces.

Tentativas de viaje

El 25 de marzo de 1537, todos, menos Ignacio, viajan a Roma con el fin de pedir las licencias necesarias y así poder peregrinar a Jerusalén. Las obtienen. También reciben los permisos para las Ordenes sagradas a los que todavía no son sacerdotes.
De regreso, en Venecia, se preparan al acariciado viaje de Tierra Santa. Sin embargo, ese año 1537, no zarpa ninguna nave de peregrinos. Los rumores de que Venecia habría entrado en un pacto de alianza contra los turcos, impiden toda salida. Desde hacía 38 años, no sucede algo semejante.

Las sagradas Ordenes

En Venecia, San Francisco Javier, junto a Ignacio y los compañeros, recibió la ordenación sacerdotal, el 24 de junio de 1537.
Un mes después, todavía a la espera de la peregrinación, se dispersaron todos, por las ciudades cercanas. San Francisco Javier y el P. Alfonso de Salmerón estuvieron en Monsélice. El plan consistía en predicar en las plazas y ejercitar la caridad. Esa sería la mejor preparación para la celebración de las primeras Misas.
En septiembre se reúnen los compañeros en una casa de Vicenza. Es un edificio en ruinas, sin puertas ni ventanas, el monasterio abandonado de San Pietro in Vivarolo, situado en las afueras de la ciudad.
Deliberaron sobre la necesidad de ir a Roma. Deciden esperar todavía un tiempo, antes de determinarse por el voto alternativo de Montmartre.
Todos celebraron sus primeras Misas, a excepción de Ignacio. San Francisco Javier escogió la fiesta de San Jerónimo, el 30 de septiembre, en honor al santo patrono del Castillo de Xavier.

Nuevos ministerios

Como desean cumplir el sueño de peregrinar a Jerusalén, determinan seguir en ministerios apostólicos.
San Francisco Javier y Nicolás de Bobadilla viajan a Bolonia. Allí Francisco se da con toda el alma a la predicación, a las confesiones, a la enseñanza del catecismo y a la dirección espiritual. Entre los que se impresionan con San Francisco Javier se cuenta el joven sacerdote valenciano Jerónimo Domenech, quien decide incorporarse a la naciente Compañía.
Entretanto Ignacio, Pedro Fabro y Diego Laínez viajaron a Roma.

Roma

A mediados de la cuaresma de 1538, concluidos los plazos prometidos, Ignacio pide a todos los compañeros que se trasladen a la ciudada eterna. San Francisco Javier llega el 21 de abril, en la fiesta de Pascua.
Los comienzos romanos fueron sencillos. San Ignacio se dio a la tarea de dar los Ejercicios. Los Padres Diego Laínez y Pedro Fabro fueron invitados a dictar clases de teología en la Universidad de la Sapienza. Los demás se dedicaron a los ministerios. San Francisco Javier empezó con la enseñanza de la doctrina cristiana en la iglesia de San Lorenzo in Dámaso y tomó el ministerio de las confesiones en la iglesia de San Luis de los Franceses. Mantuvo estrecha amistad con el cardenal Marcelo Cervini, el futuro Papa Marcelo, y con el santo joven florentino Felipe Neri.
En noviembre de 1538, trascurrido ya el año, se ofrecen todos al papa Paulo III para el servicio de la Iglesia. El Papa los acepta gustoso y los bendice.

La deliberación

¿Qué hacer ante la dispersión que se ve venir? ¿Puede existir una comunidad en dispersión? ¿Cómo resolver este problema? Es urgente deliberar sobre el asunto.
La deliberación comienza en los primeros días de la cuaresma de 1539. Si el Papa los destina a algún sitio, ¿deben acudir como individuos o como miembros de un cuerpo estable? La decisión resulta fácil, sin controversias. La unión hecha por Dios no puede deshacerse. Al contrario, conviene confirmarla y fortificarla.
¿Deben hacer voto de obediencia a uno de ellos, elegido como superior? La respuesta inmediata les presenta mayor dificultad. Si deciden hacer voto de Obediencia, algunos temen la incorporación a una de las Ordenes religiosas ya existentes, porque ése es el parecer de más de algún miembro importante de la Curia romana. Por otra parte, la Obediencia les parece necesaria para la cohesión del grupo.
Fueron muchos los días de deliberación, oración y discernimiento. Por fin, unánimente, resuelven dar Obediencia a uno de ellos. Con esta decisión queda aprobado el proyecto de fundar la Orden religiosa Compañía de Jesús. El nuevo Instituto debe ser sometido a la aprobación del Papa. Es el 24 de junio de 1539.

Destino al Oriente

El 15 de marzo de 1540 comienza la increíble aventura y misión de San Francisco Javier hacia el Extremo Oriente. Es destinado a ella, casi por casualidad, por Ignacio de Loyola, a petición del Papa.
Juan III, el rey de Portugal, se sentía responsable del imperio descubierto y conquistado por sus naves armadas. Como a cristiano, le preocupaba el bien espiritual de sus nuevos súbditos y trataba de buscar sacerdotes para la evangelización. A través del antiguo Rector del Colegio de Santa Bárbara había tenido buenos informes de los compañeros de San Ignacio. El embajador Mascarehnas, en Roma, hizo las peticiones oficiales y el Papa accedió a enviar a dos de ellos.
En un principio, San Ignacio destinó al P. Simón Rodríguez, portugués y al P. Nicolás de Bobadilla, castellano. El día anterior al inicio del viaje, el P. Bobadilla cayó enfermo con graves fiebres.
San Ignacio debió recurrir, entonces, a San Francisco Javier. "Maestro Francisco, ésta es tu empresa". La respuesta es inmediata: "Pues, ¡sus!, heme aquí".



El viaje a Portugal

El viaje a Portugal se hace por tierra, a caballo. A causas de las indisposiciones del embajador, con lentitud.
Después de cabalgar una semana, los viajeros llegan a Loreto. En Bolonia, el embajador se detiene varios días a fin de celebrar la Semana Santa. San Francisco Javier puede así despedirse de sus buenos amigos de otros tiempos.
El 2 de abril llegan a Módena. Al día siguiente, a Parma. En esta ciudad, San Francisco tiene el consuelo de abrazar a sus compañeros Diego Laínez y al recién ingresado Jerónimo Domenech.
La comitiva debe atravesar los Alpes por un desfiladero cubierto de nieve, difícil y peligroso. Descansa en Lyon y cabalga por el sur de Francia.
Por Fuenterrabía, los viajeros entran a España. Un pequeño desvío los lleva a Guipúzcoa. Para San Francisco Javier, la permanencia en la Casa de Loyola es una peregrinación a Tierra Santa.
Después, la comitiva pasa por Burgos, Valladolid y Salamanca. A Lisboa llega a finales de junio; tres meses de pesado viaje.
Portugal.
En Lisboa, San Francisco Javier abraza a los PP. Simón Rodríguez y Micer Paulo de Camerino, quienes han viajado por mar. Con cariño y gozo es bien recibido por los reyes portugueses.
En espera del zarpe de la flota a la India, los ministerios deben efectuarse en Lisboa. Han llegado atrasados y tendrán que esperar el año siguiente, hasta la nueva navegación.
San Francisco Javier y sus compañeros se dieron a los ministerios a los que estaban acostumbrados. Dan los Ejercicios, predican y confiesan. Duermen en los hospitales de pobres.
Muy pronto Juan III, impresionado, piensa en la conveniencia de dejarlos en Portugal. Consultado San Ignacio, se opta por dejar en Lisboa al P. Simón Rodríguez y que los otros partan a la India.


África

La flota de la India zarpa el 7 de abril de 1541. Es el día del cumpleaños de San Francisco Javier. La nave capitana dispara un cañonazo, se hinchan las velas. Las cinco pesadas construcciones se deslizan majestuosas hacia el mar.
Los barcos navegaron a lo largo de la costa occidental del Africa, con sus calmas agotadoras. Doblan el terrible Cabo de las Tormentas.
San Francisco Javier no descansa, en la nave, un minuto. Enseña catecismo, predica, consuela a los enfermos y atiende a los moribundos. El mismo lava su ropa y prepara su pobre comida.
En Mozambique la flota estuvo seis meses, reparando las averías del viaje.
En Melinde y la isla de Socotora, Francisco pide quedarse para evangelizar al resto de cristianos de rito copto, tan amenazados por el Islam.

India

San Francisco Javier llega a Goa, capital de las Indias orientales, el 6 de mayo de 1542. La primera visita es para el obispo Juan de Albuquerque y a los franciscanos.
Los primeros ministerios los efectuó en la ciudad, con portugueses, mestizos y aborígenes. Con una campanilla recorre las calles y llama a todos a la iglesia.

Con los cristianos de rito malabar

Poco después, seis meses más tarde, con cristianos del rito malabar, viaja hacia el sur, enviado por el virrey y el obispo de Goa.
En Cochín y en la Costa de la Pesquería bautiza y afianza la fe de los abandonados cristianos de ese rito. Todos se dicen cristianos, pero no están bautizados. Ni siquiera saben lo que es estar bautizados. Pero insisten, quieren ser cristianos.
San Francisco Javier recorre todas las aldeas: Manapar, Trichendur, Tuticorín, Punicale y las pequeñas intermedias. Traba amistad con los niños. Con gran trabajo escribe las oraciones y la doctrina en idioma tamil. En un año bautiza a millares. Pero siempre respeta el rito malabar, y el Señor parece haberlo confirmado con más de un hecho milagroso.

De vuelta a Goa

En octubre de 1543, regresa a Goa. Con gran entusiasmo, se dedica a pensar y a organizar toda la Misión de Oriente.
A Micer Paulo, su compañero jesuita de Roma, lo deja en Goa a cargo de un Seminario para cristianos indios.
Admite a Francisco Mansilhas en la Compañía y con él decide establecer una Misión permanente en el sur.
En Goa recibe las primeras cartas de San Ignacio. Por ellas conoce la elección del General y la profesión solemne de sus compañeros. El mismo Francisco recibe, en esas cartas, el nombramiento de Superior de la India Oriental, con jurisdicción desde el Cabo de Buena Esperanza hasta China.
San Francisco Javier decide entonces pedir al obispo Juan de Albuquerque el hacer, en su presencia, los Votos solemnes de la Compañía. Envía el original a Roma y conserva una copia plegada, en un saquito, para llevarla al cuello, junto con la firma de San Ignacio.

La Misión de la Pesquería

Viaja nuevamente al Travancor. Llega con Francisco Mansilhas hasta la costa oriental de India, evangelizando y bautizando a los cristianos de Santo Tomás.
En todas las aldeas deja lugares de culto, improvisados y muy pobres, con catequistas responsables.

El gran discernimiento

En abril de 1545, en la pequeña colonia portuguesa de Santo Tomé, junto al Sepulcro, según la tradición, del Apóstol Santo Tomás, primer predicador de la India, hizo el mayor discernimiento de su vida apostólica. ¿La predicación del Evangelio debía seguir apoyada por las armas portuguesas o ser del todo independiente? ¿Navegaría a Malaca o más allá, o regresaría a Goa?
A fines de agosto, terminado su discernimiento, se embarca para Malaca.

Malasia

La navegación hasta Malaca dura un mes. Así San Francisco Javier cubre los 2.700 kilómetros hasta la capital de Malasia. De nuevo, incansable, se entrega a los mismos ministerios. El mundo malayo le parece fascinante. El santo misionero llena de alegría a la pequeña colonia portuguesa.
En Malaca recibe otro correo con cartas de Roma. San Francisco Javier llora de alegría, con gran gozo. Recorta las firmas de sus compañeros y las agrega a a su tesoro, en el saquito colgado al cuello.
Con profunda satisfacción se impone de la llegada, a Goa, de tres nuevos compañeros jesuitas. De inmediato les escribe, dando instrucciones y destinándolos a las Misiones de la Costa de la Pesquería. Y en caso de haber llegado otros, que los tres viajen a Malaca.
Las Molucas.
San Francisco Javier decide seguir, a los cuatro meses, hasta las islas de Las Molucas, en plena Indonesia. Son otros 3.500 km. hacia el oriente.
En Las Molucas permnece 18 meses. Da misiones en Amboino, Cerán, Ternate y las célebres islas del Moro.
Hace amistades con la tripulación de la flota española que había atacado a las posesiones portuguesas, y que vencida está en Amboino. De los capellanes, conquista para la Compañía, al sacerdote Cosme de Torres. Este será, muy pronto, uno de los más importantes misioneros del Japón.

De nuevo en Malaca

Decidido a establecer una Misión permanente en Las Molucas, regresa a Malaca para, desde allí, dar las instrucciones a los jesuítas que siguen llegando a la India.
En Malaca encontra a los tres jesuitas que, obedientes, lo esperan para recibir sus misiones. Son los primeros que Francico Javier abraza desde su partida de Lisboa. Por ellos supo que otros siete han viajado a la India y que todos esperan, en Goa, el destino de la obediencia.
San Francisco Javier no se cansa de preguntar una y mil veces por sus amigos de Europa y por los progresos de la Compañía. Seis semanas dedica a la instrucción de los tres misioneros y los destina a Las Molucas. Y él queda solo, nuevamente, en Malaca.

Un país increíble

En 1547, en Malaca, San Francisco Javier tiene las primeras noticias acerca del Japón, recientemente descubierto por las naves portuguesas.
Anjiro, un japonés fugitivo, le da las más increíbles noticias acerca de su patria. Son muchas las horas de conversación con este primer japonés que se entrega a la fe de Cristo, por ministerio de San Francisco Javier.
San Francisco Javier, convencido, decide volver, una vez más, a la India. Será necesario organizar toda la Misión del Extremo Oriente. Los jesuitas que esperan al Superior, son ya un buen número.

Goa

De vuelta en Goa, organiza todo. Primero la misión en la capital de la India. Después, la querida Misión de la Costa de la Pesquería. También, los destinos para Malaca y la confirmación de la Misión en Las Molucas.
Conversa con todos, como un buen padre con sus hijos. Recibe cariñoso a los que recién han llegado, con un corazón bondadoso y profundamente paternal. Para todos tiene una palabra de consuelo y de ánimo. La tarea, a la que han venido, por el Señor, se muestra muy hermosa. Admite a algunos, en Goa.
Después, prepara concienzudamente el viaje hacia el Japón, la tierra ignota para todo europeo.

En viaje al Japón

En abril de 1549, con el P. Cosme de Torres, con el estudiante jesuita Juan Fernández y Anjiro, parte San Francisco Javier hacia el Japón.
Se detiene, primero, en Cochín, la capital del sur, muy cerca de la Pesquería. Visita y consuela a los misioneros jesuitas y a los cristianos.
Después, hace lo mismo en la costa oriental de India. Ora largamente y con profunda devoción, junto al sepulcro de Santo Tomás.
Por último llega a Malaca, la capital de Malasia. Fueron sido treinta y siete días de navegación.

En el mar de China

En Malaca, con sus compañeros, prepara el gran viaje. Sale el 24 de junio de 1549, en un junco chino, de un comerciante pirata.
Es otro viaje increíble. Navegan al borde de Cochinchina y junto a la gran costa de China, de Formosa y Okinawa.
A los tres meses estuvieron en Kagoshima, la patria de Anjiro. Es el 15 de agosto de 1549.



Japón

Japón resulta, a los ojos de Francisco Javier, una cultura nueva y del todo fascinante. Desde los primeros contactos queda maravillado, de su gente, costumbres, y de la sabiduría de sus habitantes.
San Francisco Javier, ayudado por Anjiro y sus parientes, traduce al japonés todo el Catecismo que ya tenía escrito en lengua malabar y en malayo. Debe aprenderlo, de memoria. Es una tarea muy dura.
Al año, la cristiandad de Kagoshima estuvo afianzada y pudo quedar a cargo de Anjiro. Un centenar de cristianos.

Hirado y Yamaguchi

San Francisco Javier y sus dos compañeros jesuitas parten entonces a Hirado y de allí a Yamaguchi. En ambas ciudades establecen comunidades cristianas. Es increíble.
Pero San Francisco Javier quiere más. Decide ir a la capital del Japón, con el jesuita Juan Fernández, para llevar el Evangelio al emperador y, así, conquistar a todo el reino.

Kyoto

Viaja hasta Kyoto en pleno invierno, con gran consolación, por parajes, ciudades y caminos jamás pisados por un europeo.
San Francisco Javier no tuvo éxito con el emperador a quien no pudo ver, por las vicisitudes de la guerra.

La Iglesia del Japón

Vuelve a Yamaguchi, con un mayor realismo. Después viaja a Bungo, donde el damnyo parece inclinarse a la fe.
En Japón, San Francisco Javier trabajó dos años y medio. Sin duda fue su misión más dura. Pero dejó establecida la fe.
En su constante discernir muy pronto se convence de la necesidad de abrir una Misión en China. Decide, entonces, volver.
El P. Cosme de Torres y Juan Fernández, sus queridos compañeros, quedaron en el Japón. Ninguno de los dos tiene dudas de que San Francisco Javier les va a enviar nuevos refuerzos.

De regreso a India

San Francisco Javier, infatigable, decide volver a Malasia y a la India. Le urge ver y consolar a sus súbditos y, si Dios lo quiere, organizar la nueva misión de China.
De nuevo se detiene en Malaca. Allí lee las cartas de Roma que le esperan. Por ellas se impone de que ya no es el Superior de los jesuitas de Oriente. San Ignacio lo ha nombrado primer Provincial de toda el Asia. Entonces, más que nunca, decide viajar a Goa.

De nuevo en Goa

En Goa hubo de todo. Grandes consolaciones por los muchos progresos de la Misión. También, penas grandes.
Algunos jesuitas han muerto, rendidos por las fatigas. El Superior de la Pesquería el P. Antonio Criminali es ya el primer mártir de la Compañía de Jesús.
En más de alguno de los compañeros había desánimo. San Francisco Javier debe agigantarse. De nuevo, le es necesario determinar cambios en los destinos. Fue preciso hacerse todo a todos. Tiene, es cierto, una cuarentena de súbditos, pero no todos son igualmente celosos. Fue menester aconsejar, corregir, animar, organizar, multiplicarse y orar, sin cansancio.
San Francisco Javier se muestra en esos cuatro meses, con los suyos, como el mejor de todos los Provinciales de la Compañía de Jesús.

China

La Misión de China le parece estar madura. La prepara con gran cuidado. No deja punto sin resolver.
Con el virrey de la India ultima los detalles de una embajada, a nombre de Juan III rey de Portugal. Sólo los embajadores pueden ingresar a China.

Dificultades

A fines de mayo de 1552 estuvo de regreso en Malaca, dispuesto a salir inmediatamente hacia China. Las dificultades aparecieron de donde menos las esperaba.
Don Alvaro de Atayde, hijo del célebre Vasco de Gama, gobernador en Malaca, pone toda clase de tropiezos a la embajada. La prohibe, tal vez por celos. Tal vez, porque no tomará parte, así lo pensaría, en el comercio con ese fabuloso país.
Lo cierto es que San Francisco Javier debió partir sin la ayuda del embajador designado, hasta las costas de China. El ingreso al país debía hacerse a su costa y riesgo.
Sancián.
En Sancián, una pequeña isla, frente a Cantón, debe esperar su oportunidad. Son cuatro meses de permanencia, cuatro meses de tentativas. Todas se esfumaron, con un dolor profundo del santo.
Las naves comerciantes de Portugal, una tras otra, abandonan la isla. San Francisco Javier se queda solo, completamente solo. Antonio, un chino, y Cristóbal, un indio...¡los únicos testigos de su entrega y de sus anhelos!.

Muerte y glorificación

San Francisco Javier muere en Sancián al amanecer del día 3 de diciembre de 1552. El Papa Gregorio XV lo canoniza, junto a San Ignacio, el 12 de marzo de 1622. El Papa San Pío X lo declara Patrono de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe y Patrono Universal de las Misiones.
El Papa Juan Pablo II lo distinguió como a Príncipe de los Misioneros.




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Ojalá que sepamos decir: "Aquí estoy, Señor, ¿qué debo hacer? Envíame adonde quieras; y, si conviene, aun a los indios".
Ojalá que nuestra historia se parezca a la de Javier.
Ojalá que optemos por seguir a Jesús, como Javier.
Ojalá que renunciemos a nuestros egoísmos, como Javier.
Ojalá que trabajemos incansables por los demás, según nuestra propia vocación, como Javier.
Ojalá que ninguna dificultad nos haga echarnos atrás, como no hizo echarse atrás a Javier.
Ojalá que nuestra vida merezca la pena. Como la de Javier.

† P. Ángel Palencia, S.J.



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*Tomado de:

http://www.cpalsj.org/



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