Blog Formación Pastoral para Laicos: Al cumplir 10 años de servicio



Son ya 10 los años desde que nos lanzamos a navegar.
Y no son pocos los que han encontrado aquí luz y ánimo para su fe.
Dando gracias a Dios por ello, les pedimos una oración, y así todos juntos, seamos cada vez mejores apóstoles.


P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.
William Gallardo Guevara

01 septiembre 2008-01 septiembre 2018

Jesús critica a los fariseros

El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 2 de septiembre: "El Señor nos advierte sobre el culto puramente mecánico y ritual". Acceda AQUÍ.

Catequesis del Papa Francisco

Compartimos las dos últimas catequesis del Papa Francisco, brindadas en las audiencias de los miércoles. Acceda en los siguientes enlaces:
Catequesis sobre los mandamientos: 6. Respeta el nombre del Señor.
Viaje apostólico del Santo Padre a Irlanda

Comer su Cuerpo y beber su Sangre

El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 26 de agosto: "El Señor nos desafía en su seguimiento: ¿también ustedes se quieren marchar?". Escucha en audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

El Pan bajado del cielo

El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 19 de agosto: "Dios es el que alimenta nuestra vida por eso Jesús se convirtió en la Eucaristía como nuestro alimento" Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

San Agustín

Obispo de Hipona y Doctor de la Iglesia (354-430). Uno de los cuatro doctores mas reconocidos de la Iglesia Latina. Llamado "Doctor de la Gracia". Una de las autobiografías más famosas del mundo, las Confesiones de San Agustín, comienza de esta manera: “Grande eres Tú, Oh Señor, digno de alabanza … Tú nos has creado para Ti, Oh Señor, y nuestros corazones estarán errantes hasta que descansen en Ti” (Confesiones, Capítulo 1). Compartimos esta publicación con motivo de su fiesta que se celebra el 28 de Agosto. Acceda AQUÍ.

Los escritos de San Pablo: Las Cartas a los Corintios

El P. Ignacio Garro, jesuita; nos ofrece la visión del Apóstol en sus cartas a los Corintios, primero en una mirada general y luego por cada Carta. Acceda AQUÍ.

Catequesis sobre los mandamientos: 6. Respeta el nombre del Señor.




PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Aula Pablo VI
Miércoles, 22 de agosto de 2018


Queridos hermanos, ¡buenos días!

Continuamos las catequesis sobre los mandamientos y hoy afrontamos el mandamiento «No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios» (Éxodo 20, 7). Precisamente leemos esta Palabra como la invitación a no ofender el nombre de Dios y evitar usarlo inapropiadamente. Este significado claro nos prepara para profundizar más en estas valiosas palabras, de no usar el nombre de Dios en vano, de forma inoportuna. Escuchémoslas mejor. La versión «No tomarás» traduce una expresión que significa literalmente, en hebreo y en griego «no lo tomarás sobre ti, no te harás cargo». La expresión «en falso» es más clara y quiere decir: «en vacío, vanamente». Hace referencia a una carcasa vacía, a una forma privada de contenido. Es la característica de la hipocresía, del formalismo y de la mentira, del usar palabras o usar el nombre de Dios, pero vacío, sin verdad.

El nombre en la Biblia es la verdad íntima de las cosas y sobre todo de las personas. El nombre representa a menudo la misión. Por ejemplo, Abraham en el Génesis (cf. 17, 5) y Simón Pedro en los Evangelios (cf. Juan 1, 42) reciben un nombre nuevo para indicar el cambio de la dirección de su vida. Y conocer verdaderamente el nombre de Dios lleva a la transformación de la propia vida: desde el momento en el que Moisés conoce el nombre de Dios su historia cambia (cf. Éxodo 3, 13-15). El nombre de Dios, en los ritos hebreos, se proclama solemnemente en el Día del Gran Perdón y el pueblo es perdonado porque por medio del nombre se entra en contacto con la vida misma de Dios que es misericordia.Entonces «tomar en sí el nombre de Dios» quiere decir asumir en nosotros su realidad, entrar en una relación fuerte, en una relación estrecha con Él. Para nosotros cristianos, este mandamiento es la llamada a recordarnos que estamos bautizados «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo», como afirmamos cada vez que hacemos en nosotros mismos la señal de la cruz, para vivir nuestras acciones cotidianas en comunión sentida y real con Dios, es decir, en su amor. Y sobre esto, de hacer la señal de la cruz, quisiera reafirmar otra vez: enseñad a los niños a hacer la señal de la cruz. ¿Habéis visto cómo la hacen los niños? Si dices a los niños: «Haced la señal de la cruz», hacen una cosa que no saben lo que es. ¡No saben hacer la señal de la cruz! Enseñadles a hacer el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El primer acto de fe de un niño. Tarea para vosotros, tarea para hacer: enseñar a los niños a hacer la señal de la cruz.

Nos podemos preguntar: ¿Es posible tomar sobre sí el nombre de Dios de forma hipócrita, como una formalidad, vacía? La respuesta es desafortunadamente positiva: sí, es posible. Se puede vivir una relación falsa con Dios.Jesús lo decía de esos doctores de la ley; ellos hacían cosas, pero no hacían lo que Dios quería. Hablaban de Dios, pero no hacían la voluntad de Dios. Y el consejo que da Jesús es: «Haced lo que dicen, pero no lo que hacen». Se puede vivir una relación falsa con Dios, como esa gente. Y esta palabra del Decálogo es precisamente la invitación a una relación con Dios que no sea falsa, sin hipocresías, a una relación en la que nos encomendamos a Él con todo lo que somos. En el fondo, hasta el día en el que no arriesgamos la existencia con el Señor, tocando con la mano que en Él se encuentra la vida, hacemos solo teorías. Este es el cristianismo que toca los corazones. ¿Por qué los santos son así capaces de tocar los corazones? ¡Porque los santos no solo hablan, mueven! Se nos mueve el corazón cuando una persona santa nos habla, nos dice las cosas. Y son capaces, porque en los santos vemos lo que nuestro corazón desea profundamente: autenticidad, relaciones verdaderas, radicalidad. Y esto se ve también en esos «santos de la puerta de al lado» que son, por ejemplo, los muchos padres que dan a los hijos el ejemplo de una vida coherente, sencilla, honesta y generosa.

Si se multiplican los cristianos que toman sobre sí el nombre de Dios sin falsedad —practicando así la primera petición del Padre Nuestro, «santificado sea tu nombre»— el anuncio de la Iglesia es más escuchado y resulta más creíble. Si nuestra vida concreta manifiesta el nombre de Dios, se ve lo bonito que es el bautismo y ¡qué gran don es la eucaristía!, como unión sublime está entre nuestro cuerpo y el Cuerpo de Cristo: ¡Cristo en nosotros y nosotros en Él! ¡Unidos! Esto no es hipocresía, esto es verdad. Esto no es hablar o rezar como un papagallo, esto es rezar con el corazón, amar al Señor. Desde la cruz de Cristo en adelante, nadie puede despreciarse a sí mismo y pensar mal de la propia existencia. ¡Nadie y nunca! Cualquier cosa que haya hecho. Porque el nombre de cada uno de nosotros está sobre los hombros de Cristo. ¡Él nos lleva! Vale la pena tomar sobre nosotros el nombre de Dios porque Él se ha hecho cargo de nuestro nombre hasta el fondo, también del mal que está en nosotros; Él se ha hecho cargo para perdonarnos, para poner en nuestro corazón su amor. Por esto Dios proclama en este mandamiento: «Tómame sobre ti, porque yo te he tomado sobre mí». Quien sea puede invocar el santo nombre del Señor, que es Amor fiel y misericordioso, en cualquier situación se encuentre. Dios no dirá nunca «no» a un corazón que lo invoca sinceramente. Y volvemos a la tarea para hacer en casa: enseñar a los niños a hacer la señal de la cruz bien hecha.


Tomado de:

http://w2.vatican.va

Viaje apostólico del Santo Padre a Irlanda



PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Aula Pablo VI
Miércoles, 29 de agosto de 2018



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El fin de semana pasado hice un viaje a Irlanda para participar en el Encuentro Mundial de Familias: estoy seguro de que lo visteis en la televisión. Mi presencia quería ante todo confirmar a las familias cristianas en su vocación y misión. Las miles de familias —esposos, abuelos, hijos— reunidas en Dublín, con toda la variedad de sus idiomas, culturas y experiencias, han sido un signo elocuente de la belleza del sueño de Dios para toda la familia humana. Y lo sabemos: el sueño de Dios es la unidad, la armonía y la paz, en las familias y en el mundo, fruto de la fidelidad, del perdón y de la reconciliación que Él nos ha dado en Cristo.

Él llama a las familias a participar en este sueño y a hacer del mundo una casa donde nadie esté solo, nadie sea no querido, nadie sea excluido. Pensad bien en esto: lo que Dios quiere es que ninguno esté solo, ninguno sea no querido, ninguno sea excluido. Por eso, era muy apropiado el tema de este Encuentro mundial. Se llamaba así: «El Evangelio de la familia, alegría para el mundo».

Estoy agradecido al presidente de Irlanda, al primer ministro, a las diversas autoridades gubernativas, civiles y religiosas y a las muchas personas de cada nivel que ayudaron a preparar y realizar los eventos del Encuentro. Y muchas gracias a los obispos, que han trabajado tanto. Dirigiéndome a las autoridades, en el Castillo de Dublín, reafirmé que la Iglesia es familia de familias y que, como un cuerpo, sostiene sus células en el indispensable papel para el desarrollo de una sociedad fraterna y solidaria.

Verdaderos «puntos-luz» de estas jornadas fueron los testimonios de amor conyugal dados por parejas de todas las edades. Sus historias nos han recordado que el amor del matrimonio es un don especial de Dios, a cultivar cada día en la «iglesia doméstica» que es la familia. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de una revolución de amor, de una revolución de ternura, que nos salve de la actual cultura de lo provisorio! Y esta revolución comienza en el corazón de la familia.

En la pro-catedral de Dublín encontré a cónyuges comprometidos en la Iglesia y a tantas parejas de jóvenes esposos y encontré después a algunas familias que afrontan particulares desafíos y dificultades. Gracias a los Hermanos capuchinos, que siempre son cercanos al pueblo, y a la más amplia familia eclesial, experimentan la solidaridad y el apoyo que son fruto de la caridad.
Momento culminante de mi visita fue la gran fiesta con las familias, el sábado por la tarde, en el estadio de Dublín, seguida el domingo de la misa en el Phoenix Park. En la vigilia escuchamos testimonios muy conmovedores de familias que han sufrido por las guerras, familias renovadas por el perdón, familias a las que el amor ha salvado de la espiral de dependencias, familias que han aprendido a usar bien los teléfonos y tablet y a dar prioridad al tiempo pasado juntos. Y se resaltaron los valores de la comunicación entre generaciones y el papel específico que espera a los abuelos al consolidar los lazos familiares y transmitir el tesoro de la fe. Hoy —es duro decirlo— pero parece que los abuelos molestan. En esta cultura del descarte, los abuelos «se descartan», se alejan.

Pero los abuelos son la sabiduría, son la memoria de un pueblo, la memoria de las familias. Y los abuelos deben transmitir esta memoria a los nietos. Los jóvenes y los niños deben hablar con los abuelos para llevar adelante la historia. Por favor: no descartéis a los abuelos. Que estén cercanos a vuestros hijos, a los nietos.

En la mañana del domingo peregriné al Santuario mariano de Knock, tan querido por el pueblo irlandés. Allí, en la capilla construida sobre el lugar de una aparición de la Virgen, confié a su protección materna a todas las familias, en particular a las de Irlanda. Y aunque mi viaje no incluía una visita a Irlanda del norte, dirigí un saludo cordial a su pueblo y animé el proceso de reconciliación, pacificación y cooperación ecuménica.

Esta visita mía, además de la gran alegría, debía también hacerse cargo del dolor y de la amargura por los sufrimientos causados en ese país por varias formas de abusos, también por parte de miembros de la Iglesia, y por el hecho de que las autoridades eclesiásticas en el pasado no siempre han sabido afrontar de forma adecuada estos crímenes. Ha dejado un signo profundo el encuentro con algunos supervivientes —eran ocho—; y en varias ocasiones pedí perdón al Señor por estos pecados, por el escándalo y el sentido de traición procurado.

Los obispos irlandeses han iniciado un serio recorrido de purificación y reconciliación con aquellos que han sufrido abusos, y con la ayuda de las autoridades nacionales han establecido una serie de normas severas para garantizar la seguridad de los jóvenes. Y después, en mi encuentro con los obispos, le animé en su esfuerzo por remediar los fracasos del pasado con honestidad y valentía, confiando en las promesas del Señor y contando sobre la fe profunda del pueblo irlandés, para inaugurar un tiempo de renovación de la Iglesia en Irlanda. En Irlanda hay fe, hay gente de fe: una fe con grandes raíces. ¿Pero sabéis una cosa? Hay pocas vocaciones al sacerdocio. ¿Cómo es que esta fe no puede? Por estos problemas, los escándalos, tantas cosas… Tenemos que rezar para que el Señor envíe sacerdotes santos a Irlanda, envíe nuevas vocaciones. Y lo haremos juntos, rezando un «Ave María» a la Virgen de Knock. [Oración del Ave María]. Señor Jesús, envíanos sacerdotes santos.

Queridos hermanos y hermanas, el Encuentro mundial de las familias en Dublín ha sido una experiencia profética, reconfortante, de muchas familias comprometidas en el camino evangélico del matrimonio y de la vida familiar; familias discípulas y misioneras, fermento de bondad, santidad, justicia y paz. Nosotros olvidamos muchas familias —¡muchas!— que llevan adelante a la propia familia, a los hijos, con fidelidad, pidiéndose perdón cuando hay problemas. Olvidamos por qué hoy está de moda en las revistas, en los periódicos, hablar así: «Este se ha divorciado de esta… Esa de aquel… Y la separación...». Pero por favor: esto es algo feo. Es verdad: yo respeto a cada uno, debemos respetar a la gente, pero lo ideal no es el divorcio, lo ideal no es la separación, lo ideal no es la destrucción de la familia. Lo ideal es la familia unida. Así adelante: ¡este es el ideal!

El próximo Encuentro mundial de las familias tendrá lugar en Roma en 2021. Encomendémosle a todas a la protección de la Santa Familia de Jesús, María y José, para que en sus casas, parroquias y comunidades puedan ser verdaderamente «alegría para el mundo».


Tomado de:
http://w2.vatican.va

Jesús critica a los fariseros



P. Adolfo Franco, jesuita.

DOMINGO XXII
del Tiempo Ordinario

Marcos 7, 1-8.14-15.21-23

Acudieron donde él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas —es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas—, los fariseos y los escribas le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?» Él les respondió: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito:
Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto,
pues enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. «Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la
tradición de los hombres.» 
Luego volvió a llamar a la gente y les dijo:
«Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; lo que realmente contamina al hombre es lo que sale de él. 
Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»
Palabra del Señor


El Señor nos advierte sobre el culto puramente mecánico y ritual

Jesucristo tiene que enfrentar durante su vida a algunos grupos religiosos de su propio pueblo, porque de una u otra forma deformaban las enseñanzas que Dios había dado a su pueblo por medio de Moisés; y especialmente tuvo que luchar con el grupo de los fariseos. Estos eran los judíos observantes y piadosos, que eran considerados como el modelo del buen judío, eran los observantes fervorosos. Y así terminaban sintiéndose ellos; por eso se creían con derecho a juzgar a los demás, se consideraban superiores a los demás, tenían la pretensión de ser los “maestros” de sus hermanos. Estaban llenos de soberbia y orgullo.

Jesucristo, al predicar, tuvo que poner al descubierto muchas de las actitudes de los fariseos, y mostrar a todos su falta de consecuencia, el tremendo vacío que había en su vida y en sus enseñanzas. Los fariseos a fuerza de insistir en la materialidad objetiva de las normas, habían terminando por hacer una religión exterior, puramente legal, una religión convertida en reglamento, en la que lo que importaba era cumplir escrupulosamente los detalles formales, aunque descuidasen la misericordia y la entrega total del corazón a Dios.

En esta ocasión el enfrentamiento surge porque los fariseos están criticando a los discípulos de Jesús, porque ellos no se lavan las manos con la meticulosidad y prolijidad con que los fariseos determinaban. La pureza que es necesaria tener ante Dios, el Santo, había derivado en una normativa detallista de lavado de manos y pies, de pureza de los vestidos, de purificación continua y extrema de vasos y copas. Los fariseos estimaban que así se agradaba a Dios, cumpliendo esa tradición, que venía de sus antepasados. Para ellos lo importante es que el vestido estuviese limpio, aunque el corazón estuviese sucio.

Jesucristo sale a defender a sus discípulos, y además a hacer aclaraciones sobre el auténtico culto a Dios; y a ellos, conocedores de las Escrituras, les cita las palabras del profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Is. 29, 13). Y después de esto hace una explicación de lo que es pureza, de lo que mancha y de lo que no mancha. No está la pureza, en esos lavatorios; la pureza es un asunto del corazón, lo que hace puro o impuro a un hombre no son los alimentos, ni los utensilios, sino lo que hay en el corazón.

Toda esta enseñanza tiene también mucho que decirnos a nosotros. A ver si nuestra religión va a fondo, y no se queda en las prácticas más o menos rutinarias, con las que consideramos que ya hemos cumplido con Dios. Y lo primero que debemos destacar es que esa casta de los “buenos”, los fariseos, la casta de los que se consideran santos, y que por eso piensan que tienen derecho a juzgar a sus hermanos, todavía existe. También entre nosotros hay cristianos cumplidores hasta el máximo de todos los detalles reales o imaginarios (de ceremonias, de genuflexiones, de manteles de altar, de velas), gente que asiste a todas las procesiones y que están todo el santo día gastando rosarios. Y como cumplen tan bien todo eso, se consideran con derecho a juzgar a sus hermanos. Ellos se consideran a sí mismos los únicos fieles, los demás son considerados impuros, malos cristianos.

Y ciertamente una santidad que lleva al sujeto a ser un juez de sus hermanos, no es tal, no está de acuerdo a las enseñanzas más esenciales del Evangelio. La santidad nunca ha llevado a los auténticos santos a considerarse superiores a los demás, sino que se consideraban a sí mismos los más pequeños de todos.

Por otra parte, a veces la prolijidad para cumplir detalles o tradiciones, y otros de tipo exterior de tradiciones religiosas, puede llevarnos a descuidar otros asuntos fundamentales, como dice el Señor: la entrega de nuestra vida. El cumplimiento de los detalles no debe hacernos olvidar lo esencial de la entrega de nuestro corazón a Dios. Podríamos imaginar, quizá exagerando un poco, al sacerdote, que al celebrar la misa, se esté fijando en si los candelabros están bien puestos, en si hace la pausa, tal como dicen las rúbricas, y, distraído en esto, terminase por olvidar que está haciendo presente en el altar el mismo Sacrificio de Jesús, y que está en su presencia real. Podríamos pensar en las personas que cuidan mucho de que el templo a donde asisten esté impecable y reluciente, mientras que ellas mismas están manchadas de maledicencia, de mediocridad y de egoísmo.

El poner tanto énfasis en lo exterior, nos quita fuerzas para darle a Dios lo que El quiere, que es nuestra alma, nuestros sentimientos más íntimos, nuestro corazón.


...

Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

Comer su Cuerpo y beber su Sangre




P. Adolfo Franco, S.J.

DOMINGO XXI
del Tiempo Ordinario

Juan 6, 60-69



El Señor nos desafía en su seguimiento: ¿también ustedes se quieren marchar?

Cuando Jesucristo termina de proponer el discurso eucarístico, que ocupa una gran parte del capítulo sexto del Evangelio de San Juan, muchos de los oyentes piensan que toda esta enseñanza es inaceptable. Jesús ha manifestado a sus oyentes que El es el pan bajado del cielo, que hay que comer su cuerpo y beber su sangre, y que el que coma de este pan vivirá para siempre. Frente a estas afirmaciones tan deslumbrantes, una buena parte de los oyentes se marcha, porque todo les parece inaudito, inaceptable.

Jesús, que se ha querido manifestar en la intimidad, que ha anunciado “el gran regalo de la Eucaristía”, como la participación de los hombres en la salvación que El nos trae, sufre un tremendo fracaso. Por haber manifestado este misterio maravilloso, ve que los hombres se sienten defraudados, y se le van yendo uno tras otro. Parece que “la gran maravilla” no interesa a nadie y muchos la consideran un disparate. Y cuando todo el grupo ha disminuido hasta la mínima expresión y quedan solos los apóstoles, con tristeza, la tristeza de un Hombre que da todo y nadie lo quiere, les hace a los apóstoles una pregunta salida desde su dolor ¿ustedes también se van a marchar? Esta pregunta revela lo que siente su corazón, es como si dijera ¿estoy de más en este mundo? ¿a nadie le interesa mi amor?

Y Pedro, en nombre de los apóstoles, responde con el corazón: Señor ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. San Pedro ha quedado sobrecogido ante el tono con que el Maestro les ha preguntado si también ellos le van a dejar. Parecería que el Maestro los necesita, y Pedro le da la respuesta adecuada: No podemos ni siquiera pensar en irnos, porque no tendríamos ya ningún lugar fuera de Ti. Como quien dice: sin ti no hay para nosotros, ni lugar a donde ir, ni vida que valga la pena. El Señor se ha convertido de verdad en la razón de ser de los apóstoles.

Es una escena del Evangelio en que podemos sentirnos retratados. A veces la fe nos plantea dificultades, y no sólo teóricas; sino a veces dificultades nacidas de los problemas reales que nos suceden. La fe nos desafía tantas veces en las circunstancias difíciles de nuestra vida. Y podríamos sentir la tentación de claudicar; sentiríamos la tentación de decirle a Jesús: si las cosas son así, yo me voy. Y también con respecto a las exigencias morales del evangelio, podemos sentirnos cuestionados; podríamos pensar: si hay que comportarse así, para ser cristianos, yo me marcho. Y de hecho hay personas que, por las exigencias morales del Evangelio, se van y abandonan a Jesús; y Cristo las ve marchar con pena; también ahora El siente que le dejen.

A todos nosotros, a cada uno en momentos muy particulares, nos hace Jesús la pregunta ¿también tú quieres marcharte? Y también nosotros deberíamos responder como San Pedro ¿y a quién iría? Sólo tú tienes palabras de vida eterna. Sólo Tú le das sentido a mi vida. Sin Ti no sabría a donde ir.

Así se pone de relieve una pregunta acuciante, ¿nos decidimos por Dios o no? Es la pregunta central del ser humano; y todos nos enfrentamos alguna vez con esta pregunta, que espera una decisión fundamental.

Pero hay que tener en cuenta lo que encierra la pregunta, y lo que encierra la respuesta: decidirse por Dios libremente es aceptar su señorío, su bondad, sus planes, su proyecto sobre nosotros: es ser dócil a Dios, y buscar a Dios como El es (una búsqueda que en realidad nunca acaba), y no hacernos un Dios a nuestra medida, creado por nuestra comodidad a nuestra conveniencia. Y esto pasa a algunas personas: dicen creer en Dios, pero no en el Dios QUE ES, sino en el que ellos se fabrican: Dios blando, informe, que no exige nada, o por el contrario Dios déspota, vengativo, o policía, o lejano de nuestra vida.

Creer, aceptar a Dios es aceptar a Jesucristo. No el Jesucristo recortado, que no tiene exigencias, un Jesucristo tan dulcificado y tan sin desafíos, que termina también siendo un mutilado en su figura y en su doctrina. No se puede creer seriamente, aceptando sólo una parte del Evangelio. Porque, entre otras cosas, aceptar sólo una parte, es considerarse juez de la doctrina de Dios (dictaminar lo que es aceptable y lo que no lo es); termina uno considerándose superior a Dios mismo. Hay algunas doctrinas de Jesucristo que resultan difíciles; pero no podemos hacer recortes en el Evangelio que terminan deformando la figura de Cristo mismo.

Aceptar a Dios y a Jesucristo, supone también aceptar plenamente la Iglesia que fundó el mismo Jesucristo, y en la que El depositó su doctrina, su gracia y su salvación. Es verdad que la Iglesia está conformada por hombres. Es verdad que este hecho hace algunas veces más difícil creer en la Iglesia. Pero la Iglesia es el único espacio donde de veras podemos encontrar a Jesucristo. No podemos decir que aceptamos a Dios, si no aceptamos a Jesucristo, y no podemos decir que aceptamos a Cristo, si no aceptamos a la Iglesia.




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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.




Los escritos de San Pablo: Las Cartas a los Corintios



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA

Continuación


4. LAS CARTAS A LOS CORINTIOS

4.1. LA CIUDAD DE CORINTO

Corinto fue fundada en el S. IX a.C. Alcanzó su apogeo en los siglos VI-V a.C. En el año 146 a.C., fue destruida completamente por orden del general romano Lucio Mummio Acaico. Julio César la reconstruyó en el año 44, después de su victoria sobre Pompeyo. Fue convertida en colonia romana. Sus primeros habitantes fueron veteranos del ejército romano y libertos romanos. A ellos se añadió una gran multitud venida de los alrededores. Fue desarrollándose poco a poco. En tiempo de San Pablo se había convertido ya en uno de los principales centros de la cultura griega.

Su magnífica posición en el istmo que separa el Mar Egeo del Mar Jónico, la convirtió en un centro comercial de primer orden. Tenía dos puertos: uno en la parte oriental, frente a Asia;  otro, en la occidental, frente a Europa. En el siglo I de nuestra era, Corinto era la ciudad mas poblada de Grecia.

La población era esencialmente cosmopolita: griegos, fenicios, asiáticos, judíos, egipcios, romanos - el núcleo más fuerte. Por eso, no es de extrañar que en el N.T. se mencionen muchos nombres romanos entre los habitantes de Corinto: Justo, Crispo, Hech 18, 7-8, Lucio, Tercio, Ayo, Cuarto, Rom 16, 21-23. Fortunato, Acaico, 1 Cor 16, 17.

Esta gran masa se había helenizado, por lo menos superficialmente. Con todo, la Corinto del s. I a.C. heredó de la antigua Grecia más que la cultura, la prosperidad económica y los defectos y vicios. Todos se divertían desenfrenadamente en Corinto. El culto preferido era el de Afrodita. Su templo estaba en la parte alta de la ciudad, en la Acrópolis. Alrededor de él había una zona habitacional para las, "esclavas sagradas", dedicadas a la prostitución sagrada. Eran mas de mil.

Como muchos puertos, Corinto era una ciudad proverbialmente corrompida. Verdadera capital de la lujuria en el mundo mediterráneo, Corinto dio origen a un neologismo griego: "corintizar": darse al vicio, a la lujuria. “muchacha joven de Corinto", era sinónimo de prostituta. Algunos piensan que cuando Pablo escribió, Rom 1, 18-32,  no hizo sino poner por escrito lo que vería en esa ciudad desde donde escribió la carta a los Romanos.

Había también en Corinto muchos judíos, que habían sido atraídos por la magnifica situación comercial del puerto. Algunos de ellos se convirtieron, pero la mayoría se opuso al evangelio.

Es en Corinto donde el Señor reveló a Pablo: “No tengas miedo, sigue hablando y no calles... pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad”, Hech 18, 9.


4.2. LA FUNDACIÓN DE LA IGLESIA

Pablo fundó la Iglesia de Corinto en su segundo viaje misionero, viaje en el que permaneció en esa ciudad mas de año y medio, del 50 al 52.  La narración de la evangelización de Corinto nos la da el libro de los Hechos 18,1-8.

El apóstol llegó a Corinto con un estado de ánimo particular: había fracasado en su predicación en Atenas; estaba inquieto por el estado de las iglesias de Macedonia que acababa de fundar,1 Tes. 2, 17; 3, 5; se sentía solo porque sus colaboradores, Silas y Timoteo, estaban en Tesalónica,1 Tes 3, 1-5; Hech 17, 14; tenía pocos medios económicos y estaba quizás enfermo,1 Cor 2, 3.

En Corinto se hospedó en casa de Aquila y Priscila, judíos que habían tenido que abandonar Roma. Ellos se dedicaban a fabricar tiendas. Pablo se quedó con ellos porque tenía el mismo oficio, Hech 18, 2-3; 1 Tes 2, 9; 2 Tes 3, 7-9.  Según sus costumbres, Pablo iba cada sábado a la Sinagoga de la ciudad para anunciar a los judíos y a los prosélitos, el Evangelio. Fue entonces cuando bautizó a algunos de los nobles: Crispo, Ayo y Estéfanas.

Cuando los judíos rechazaron el mensaje de Pablo, llegaron Timoteo y Silas. Ellos le trajeron el consuelo de su  presencia y también alguna ayuda económica, 2 Cor 11, 9. Esto permitió a Pablo poderse dedicar por completo al apostolado de la Palabra, mientras sus colaboradores bautizaban y administraban la comunidad 1 Cor 1, 14-17.

Después de la partida de Pablo, la obra evangélica fue continuada por Apolo, hombre elocuente y versadísimo en las Escrituras, Hech 18, 24-28; 19 ,1; 1Cor 1, 12; 3, 4-5.


4.3. LA COMUNIDAD CRISTIANA DE CORINTO

Pablo dejó una comunidad floreciente. Aunque no podemos calcular su número, el dato de la división en partidos y la multiplicidad de casos de conciencia que le proponen a Pablo, nos permiten suponer que era la más floreciente de las fundadas hasta ese momento.

Los elementos que componían esa comunidad eran muy heterogéneos: romanos, griegos, judíos, sirios, egipcios y gente de otros muchos lugares de oriente, que habían venido a Corinto para trabajar o entregarse a los vicios. Los judíos eran ciertamente una minoría.

En este grupo había pocos nobles, ricos y poderosos, 1 Cor 1, 26-28. La mayoría estaba compuesta por artesanos, esclavos, estibadores, gente de baja condición social.

Cuando Pablo escribe, la comunidad está floreciente. El Espíritu distribuía abundantemente dones y carismas extraordinarios, 1 Cor 1, 4; capítulos : 12 - 14. Los corintios se gloriaban de ello, pero querían, al mismo tiempo, comprender mejor y profundizar en la fe que habían abrazado, para vivir de acuerdo con ella. De ahí las consultas que hacen a Pablo.

Los corintios no estaban todavía suficientemente maduros ni desligados de un pobre pasado moral, al cual Pablo alude discretamente en 1 Cor 6, 9-11. Existía además el peligro del espíritu griego, hecho de lógica, armonía y cultura. Frente a ese modo de ser, lo ilógico y absurdo del camino de la cruz corría el peligro de no ser aceptado.

El culto de Afrodita, por otra parte, se manifestaba en Corinto en forma tumultuosa, lasciva y orgiástica, que se mezclaba a lo religioso. Esto podría quizás influir en las colaboraciones religiosas de los recién convertidos.

Por último, existían problemas de la vida cotidiana: ¿Qué conducta seguir en el matrimonio? ¿Había que casarse o conservarse célibes? ¿Qué relaciones había que conservar con los parientes y amigos no convertidos? ¿Se podía participar en los banquetes sagrados, comprar en el mercado la carne que había sido inmolada a los ídolos? ¿Se podía recurrir a los tribunales de la ciudad? ¿Cómo había que tratar a un cristiano que pecaba grave y públicamente?

La Iglesia de Corinto se enfrentó, en una palabra, a dos problemas fundamentales, que son muy actuales en nuestra época:

  • Cómo conservar intacto en un ambiente pagano el mensaje de Cristo
  • Cómo confrontar el espíritu del mundo con la iglesia del Evangelio y de la Cruz.


4.4. LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS

4.4.1. Lugar y fecha de composición

El examen de los datos de esta carta y los que Lucas nos da en el libro de los Hechos de los Apóstoles, nos llevan a las conclusiones siguientes:

  • La carta la escribió en Efeso, 1 Cor 16, 8.19, mientras Timoteo había sido enviado por Pablo a Corinto, 1 Cor 4, 17; 16, 10 y Apolo estaba con Pablo en Efeso, 1 Cor 16, 12.
  • Pablo permaneció en Efeso dos años y tres meses, Hech 19, 8. 10. 22, y precisamente durante su tercer viaje misionero (años 53 - 58). Por otra parte sabemos que la misión de Timoteo se tuvo al final de la estancia de Pablo en Efeso, Hech 19, 22.
  • El apóstol estuvo en Efeso del año 54 al 57. Por tanto, la carta la escribió el año 57. Más no podemos precisar. Sin embargo, la alusión a los “ácimos”, en 1 Cor 5, 6-8, y a las “primicias”, en 1 Cor 15, 20, podrían quizás hacernos pensar  que estaba cerca la Pascua.


4.4.2. Circunstancias y Finalidad

Ya antes de escribir esta carta, Pablo había escrito a los corintios explicándoles qué conducta debían seguir con los impúdicos, 1 Cor 5, 9-13. Esta carta no se ha conservado. Se le llama, en ocasiones, "precanónica"
A escribir nuevamente a los corintios inducen a Pablo una serie de hechos que tienen lugar en esa iglesia:
Algunos de las casa de Cloe, 1 Cor 1, 11, le habían contado a Pablo que la comunidad estaba dividida en Cuatro partidos, el de Pablo, el de Apolo, el de Pedro y el de Cristo. Este último era o bien un  grupo de judaizantes que se gloriaban de ser discípulos de los que conocieron a Cristo, o bien, falsos místicos que se apoyaban en un conocimiento místico y carismático de Cristo, sin necesidad de intermediarios oficiales como los apóstoles. En este caso se tendría un partido de laxistas, cuyo axioma habría sido posiblemente: “todo me es lícito”, 1 Cor 6, 12.

Al mismo tiempo y quizás por medio de las mismas personas, se enteró Pablo de algunos escándalos: un cristiano que vive incestuosamente con la mujer de su padre, 1 Cor 5, 1-2; algunos cristianos que recurren a los tribunales paganos para arreglar sus pleitos,  1 Cor 6, 1-8.

Los corintios mismos habían escrito a Pablo 1 Cor 7, 1, para pedirle explicaciones sobre varios puntos, la virginidad y el matrimonio, 1 Cor Capítulo 7º; el uso de las carnes inmoladas a los ídolos, 1 Cor Capítulos 8º – 10º, y muy probablemente sobre los carismas del Espíritu: 1 Cor Capítulos 12º - 14º. Esto explicaría la repetición de la formula: “por lo que se refiere a”,  “en cuanto a”, 1 Cor 7, 1; 8, 1; 12, 1.

Por último, los mismos mensajeros que le trajeron la carta, Estéfanas, Fortunato, Acaico, 1 Cor  16, 17, le contaron también que había algunos abusos en las asambleas del culto, 1 Cor 11, 1-16, y en la celebración de la Cena del Señor, 1 Cor 11, 17 ss, y de las dificultades que muchos encontraban para admitir la resurrección de los muertos, 1 Cor 15, 1 y s.s.


4.4.3. Plan y contenido

El plan es simple. Después del preámbulo habitual, Pablo trata los diversos problemas que origina la situación de la iglesia de Corinto y de los cuales ha sido informado.

A). EXORDIO: Saludo y acción de gracias 1 Cor 1, 1-9

B). PRIMERA PARTE
1.- Divisiones y escándalos: 1 Cor 1, 10 - 6, 20

1.- División de los fieles en relación con los predicadores, 1 Cor 1, 10-4, 21.
  a.- Están en oposición al carácter indivisible de Cristo,1 Cor 1, 10-16.
  b.- Provienen:
    .- de una falsa idea de la sabiduría cristiana, 1 Cor 1, 17-3, 4.
    .- de una falsa idea del papel de los predicadores, 1 Cor 3, 5-17.
      c.- Conclusiones prácticas,1 Cor 3, 18-4, 13.
  d.- Consejos y reproches paternales,1 Cor 4, 14-21.
2.- El caso del incestuoso,1 Cor. 5, 1-13.
3.- El recurso a los tribunales paganos,1 Cor 6, 1-11.
4.- La fornicación, 1 Cor 6, 12-20.

C). SEGUNDA PARTE
1.- Solución a diversos problemas de la vida moral, litúrgica y comunitaria: 1 Cor 7, 1 – 14
1.- Matrimonio y virginidad,1 Cor 7, 1-40.
2.- Carnes inmoladas a los ídolos: Cor 8, 1–11.
  a.- Aspecto teórico, 1 Cor 8,1 -10,13.
.- el punto de vista de la "ciencia", 1 Cor 8, 1-6.
.- el punto de vista de la caridad y el ejemplo de Pablo,1 Cor 8, 7-9, 27.
.- el punto de vista de la prudencia y lecciones del pasado de Israel,1 Cor 10, 1-13.
  b.- Aspecto práctico: solución de los casos de conciencia,1 Cor 10, 14-30.
  c.- Conclusión,1 Cor 10, 31;11, 1.
3. El orden en las asambleas religiosas:1 Cor 11, 2; 14, 40.
  a.- El velo de las mujeres,1 Cor 11, 2-16.
  b.- La cena del Señor,1 Cor 11, 17-34.
  c.- Los carismas espirituales,1 Cor 12, 1; 14, 40.
4.- Los carismas: aunque diversos, tienen un solo origen: el Espíritu; y un solo fin: el bien común.  Comparación del cuerpo,1 Cor 12,1-30.
.- trascendencia de la caridad; 1 Cor 12, 31;13,13.
.- jerarquía de los carismas, que se establece según el servicio que dan a la comunidad, 1 Cor 14, 1-25.
.- reglas prácticas, 1 Cor 14, 26-40.

D). TERCERA PARTE
1.- La resurrección de los muertos: 1 Cor 15, 1-58.
2.- El hecho,1 Cor 15, 1-34.
3.- El modo,1 Cor 15, 35-53.
4.- Himno triunfal de conclusión.1 Cor 15, 54-58.

E). CONCLUSIÓN
1. Colecta por la Iglesia de Jerusalén, proyectos de viaje, recomendación, saludos.
2. Valor permanente de la carta
La primera carta a los Corintios es un escrito de circunstancias que responde a una situación bien precisa y a problemas locales y casos de conciencia bien determinados. Podría parecer que es un escrito que carece, por lo mismo, de actualidad. Esto sería verdad si Pablo no tomara todas sus decisiones a la luz de Cristo, centro de su pensamiento y de su vida.
Esta característica de los escritos paulinos le da un valor perenne a la primera carta a los Corintios, que responde a problemas que son una consecuencia del choque de la lógica cristiana y de la lógica opuesta del mundo. Las soluciones reflejan las exigencias fundamentales del misterio cristiano. Y estas exigencias son válidas en cualquier ambiente y época.
3. La verdadera sabiduría 1 Cor 1, 17 - 34
Es sin duda el tema de la sabiduría cristiana el más característico de la primera carta a los Corintios y condiciona las otras respuestas que da Pablo a los problemas de la Iglesia de Corinto. La amplitud con la que Pablo aborda este tema se debe a dos circunstancias:

  • La división de los fieles en diversos partidos
  • Exigencia paulina de proponer el evangelio a los paganos con el lenguaje de la cruz, 1 Cor 2, 1-2.

Pablo había tenido la amarga experiencia de Atenas, donde quiso presentar el mensaje cristiano con el ropaje de una filosofía. Desde entonces recurrirá siempre a la, "locura de la cruz".
Es verdad que Pablo reconocerá siempre a la filosofía la misión y la capacidad de conducir los hombres al conocimiento de Dios, 1 Cor. 1,21; Rom. 1,19 ss. Con todo, está convencido de que el misterio de Cristo crucificado y resucitado, supera cualquier categoría sapiencial deducida de la contemplación natural de la creación. Por eso no usa, "palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo",  Cor 1, 17.
Tenemos en este modo de actuar de Pablo una lección de apologética cristiana en relación con los no creyentes: al presentar: “el misterio de la cruz” a los paganos hay que hablar el lenguaje de la misma cruz, resistiendo a la tentación fácil e ilusoria de la sabiduría humana. Siempre existirán problemas insolubles para la sola razón natural. Y se trata de problemas fundamentales de la existencia humana: el problema del mal y del pecado; el problema del sufrimiento de los inocentes. Una simple teodicea, separada del misterio de la cruz, no podrá nunca satisfacer los interrogantes de quien se encuentra existencialmente oprimido por estos problemas.
El otro hecho que explica la amplitud con que Pablo trata este tema es, lo acabamos de decir, la división de partidos en Corinto. Pablo piensa justamente que ésta se debe a un apogeo a una sabiduría humana y superficial: dan demasiada importancia a las especulaciones y a los artificios de la retórica.


4.4.4. Pablo expone sus pensamientos por etapas

La sabiduría divina para salvar al mundo ha usado un medio aparentemente insensato: la cruz de Cristo, que confunde la sabiduría de este mundo y que es escándalo para los judíos y necedad para los griegos, mientras para los llamados, es: “fuerza de Dios y sabiduría de Dios”, 1 Cor 1,17-25.

Esta sabiduría ha actuado en Corinto, donde Dios, fiel a la lógica de la cruz, ha llamado a los menos sabios y poderosos para confundir la sabiduría del mundo,1 Cor 1, 26-31.

Pablo mismo ha sido fiel a esta lógica: no predicó con el prestigio de la palabra y de la sabiduría humana. Predicó únicamente a Cristo crucificado, para que la fe de los cristianos no estuviera basada en la sabiduría de los hombres, sino sólo en el poder de Dios, 1 Cor 2, 1-5.

Esto no quiere decir que no exista una sabiduría cristiana: una doctrina internamente coherente, capaz de dar una explicación religiosa de la historia de la humanidad y de los designios de Dios sobre ella.  Pero se trata de una sabiduría misteriosa, que solo puede captar la mente iluminada por Dios. Esta sabiduría es el Espíritu Santo, que la revela a los “perfectos”. El hombre terreno y carnal no la puede recibir. Le parecerá siempre necedad. Solo el hombre “espiritual” la puede acoger, porque este hombre tiene la mente de Cristo,1 Cor 2, 6-16.

Pablo no pudo comunicar esta sabiduría a los Corintios. Solo les pudo dar una enseñanza elemental, porque todavía eran carnales, incapaces de asimilar una doctrina más elevada y exigente. Una prueba de ello es la división que tienen en relación con los predicadores del evangelio, 1 Cor  3,1-4.


4.5. LA SEGUNDA CARTA A LOS CORINTOS

4.5.1. Las circunstancias históricas

Las circunstancias que determinaron a Pablo a escribir esta carta son muy especiales. Solo conociéndolas podremos comprender el tono de ella, su contenido y finalidad.

4.5.1.1. Tres problemas particulares
En la carta Pablo hace alusión a tres hechos que precedieron la redacción de la misma: ha escrito a los Corintios una carta, "con muchas lágrimas"; ha hecho una visita enojosa a Corinto; se ha cometido en esa ciudad una grave injuria.

4.5.1.2. La carta escrita: "con muchas lágrimas": 2 Cor 2, 3-4.9; 7, 8-9.12
Pablo dice varias veces en su Segunda carta a los Corintios que les escribió antes otra carta, “en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas”, 2 Cor 2, 4. Esa carta había causado grande aflicción a los Corintios. Pablo, al escribirles, tenía la intención de poner a prueba su obediencia y fidelidad.
Es evidente que la Primera carta a los Corintios no corresponde a este contexto. Se trata, por consiguiente, de una carta posterior a la primera y anterior a la Segunda. Hay algunos autores que afirman, como hipótesis - poco probable por cierto - que esta carta se conservó, al menos en parte, en los capítulos 10-13 de la Segunda carta canónica.

4.5.1.3. La visita enojosa: 2 Cor 1, 23 - 2,1; 12, 14; 13, 1-2
En el momento en que Pablo escribe la Segunda carta a los Corintios, se prepara para ir a Corinto “por tercera vez”, 2 Cor 12,14; 13,1. Recuerda, además, algo que había afirmado durante su segunda estancia entre ellos.  De ahí que se tenga por cierto que Pablo, además de su primera estancia de 18 meses, cuando fundó esa Iglesia, estuvo de visita en la ciudad de Corinto una segunda vez. No podemos determinar su duración.  Parece haber sido breve.  Lo seguro es que Pablo conservó un recuerdo penoso de esa visita y no quería volver a tener la misma experiencia en el viaje que proyectaba, 2 Cor 2, 1. La visita penosa la realizó Pablo entre la redacción de la primera y de la segunda carta a los Corintios.

4.5.1.4. El caso de la "injuria" : Cor  2, 5-8.10; 7, 12
En Corinto se tuvo un grave incidente: un choque entre un “ofensor” y un “ofendido”, 2 Cor 7, 12. Este incidente, en el que parece haber tomado parte toda la comunidad, parece que afecto de algún modo el prestigio de Pablo, el cual con todo derecho podía ver en el un ofensa personal, 2 Cor 2, 5-8.10.  Este hecho fue el que dio origen a la carta escrita, “con muchas lágrimas”, 2 Cor  7, 12.
El incidente viene considerado oficialmente terminado: al "ofensor", se le infligió un castigo, decidido por la mayoría de la comunidad. Sin embargo, todavía los ánimos no se habían apaciguado totalmente, 2 Cor 2, 5-8.
Muchos opinan que este incidente hay que identificarlo con el del incestuoso, que se menciona en la primera carta a los Corintios, 1 Cor 5, 1-13. Pero, la opinión más cierta es la que lo considera algo diverso: aquí se trata de un acto grave de insubordinación en relación con Pablo o con algún representante de él.


4.5.2. Orden de los acontecimientos que llevaron a la redacción de la carta

Parece que después de haber escrito Pablo su Primera carta a los Corintios todo se arregló. Ya no se habla más de partidos y Pablo no vuelve a tratar los problemas que había resuelto.

Ahora lo que sucede es que aparecen en Corinto predicadores judaizantes, apoyados en cartas de recomendación, que volvieron a poner en efervescencia a la comunidad, 2 Cor 3, 1-2; 11, 22. Atacaron violentamente a la persona de Pablo. Por lo que él dice en la carta conocemos cuáles eran los cargos que aducían contra su persona: no era - decían - un verdadero apóstol; no había visto a Cristo; no se atrevía a usar el derecho de los auténticos predicadores del evangelio, autorizados por Cristo a vivir e expensas de la comunidad a la que servían. Al mismo tiempo, - así lo repetían los judaizantes - Pablo se mostraba orgulloso, lleno de sí, arrogante, siempre preocupado de su prestigio, siempre dispuesto a alabar sus propios trabajos para ponerse sobre los demás. Pablo es - éstas eran otras acusaciones - ligero, voluble, astuto, se aprovecha de la comunidad ocultamente, es exaltado, visionario, arrogante de lejos, pero pusilánime cuando está frente a sus adversarios.

Informado de esta campaña contra él, Pablo hace una visita rápida a Corinto, 2 Cor 1, 23-2,1; 13, 1-2. Busca poner remedio, pero no logra calmar completamente la agitación. A su partida promete volver para una estancia más larga, 2 Cor  1, 15-16.

Después de la partida de Pablo vuelven a aparecer los pleitos e intrigas que culminan con el incidente de insubordinación, 2 Cor 2, 5; 7, 12.

Impedido en Efeso por un grave acontecimiento, que pone en peligro su vida 2 Cor 1, 8-9, y afligido por la ofensa que le hicieron, escribe a los Corintios una carta, “con muchas lágrimas”, en la que exige reparación. Al mismo tiempo pide a Tito que vaya a Corinto para arreglar las dificultades.

Tras el tumulto de los plateros de Efeso, Hech 19, 23-40, Pablo abandonó Efeso, Hech  20, 1, y llegó  a Tróade, donde se había citado con Tito. No habiéndolo encontrado, 2 Cor 2, 12-13, lleno de preocupación, partió para Macedonia, donde lo alcanzó Tito llevándole noticias buenas 2 Cor 7, 5-7: el partido favorable a Pablo había predominado y la comunidad se había pacificado 2 Cor 7, 7-11, y el “ofensor” había sido severamente castigado 2 Cor 2, 6.

Entonces Pablo envió de nuevo a Tito a Corinto para que continuaran la organización de la colecta en favor de los hermanos de Jerusalén 2 Cor 8,16-24. Finalmente, antes de ir él mismo a Corinto, para sellar con su presencia la reconciliación, Pablo escribe hacia finales del año 57 la Segunda Carta a los Corintios (canónica), probablemente en Filipos.


4.5.3. La estructura de la carta

La Segunda carta a los Corintios tiene un carácter personal muy acentuado. Es una mirada retrospectiva hacia el pasado. En momentos es tierna, en momentos vibrante y acompañada de meditaciones sobre la grandeza del ministerio apostólico e interrumpida por las instrucciones prácticas sobre la colecta en favor de los hermanos de Jerusalén.

A). PREÁMBULO
B). SALUDO Y ACCIÓN DE GRACIAS: 2 Cor 1, 1-11
C). PRIMERA PARTE: Apologética: Conclusión de los incidentes del pasado. Examen de conciencia público del apóstol: 2 Cor 1, 12 - 7, 16
1. Por qué Pablo modificó sus planes de viaje, 2 Cor 1, 12 - 2, 11
2. De Tróade a Macedonia: digresión sobre el ministerio apostólico, 2 Cor 2, 12 - 7, 4

  • Grandeza del ministerio apostólico 2 Cor 2, 12 - 4, 6
  • Las grandes paradojas de la vida apostólica: tribulaciones y esperanzas, 2 Cor 4, 7- 5, 1.    
  • Ejercicio del ministerio apostólico, 2 Cor 5, 11; 6, 10.
  • Desahogos paternales y advertencias, 2 Cor 6, 11 - 7, 4.
  • Pablo en Macedonia, donde lo ha alcanzado Tito, 2 Cor 7, 5-16.

D). SEGUNDA PARTE: Organización de la colecta: 2 Cor 8, 1 - 9, 15
1. Motivos para mostrarse generosos, 2 Cor 8, 1-15.
2. Pablo recomienda a los delegados, 2 Cor 8, 16 – 9,5.
3. Los beneficios que saldrán de la colecta, 2 Cor 9, 6-15.
E). TERCERA PARTE: Polémica: Pablo se defiende contra sus difamadores: 2 Cor 10, 1 - 13,10
1. Pablo responde a la acusación de debilidad, 2 Cor 10, 1-11.
2. Pablo responde a la acusación de ambición, 2 Cor 10, 12-18.
3. Pablo se ve constreñido a hacer el elogio de sí mismo, 2 Cor 11, 1 -12, 18 .
4. Pablo manifiesta sus temores e inquietudes, 2 Cor 12, 19 - 13, 10.
F). CONCLUSIÓN
Recomendaciones, saludos, deseo final: 2 Cor 13, 11-13

4.5.4. Unidad de la carta

Es un problema delicado el de la unidad de la Segunda carta a los Corintios. Lo podemos expresar así: la Segunda carta a los Corintios ¿Salió tal cual de la mano del apóstol, o bien es el resultado de la fusión de dos o más cartas del mismo?

La respuesta tradicional contesta afirmando la primera parte: Pablo escribió la carta tal y como la tenemos nosotros. Como pruebas se citan los hechos siguientes: no encontramos en ninguna parte, ni en la tradición textual, ni en las traducciones, ni en las citas de los Padres, la más ligera huella de la segunda posibilidad.
Sin embargo, el análisis de la carta (la crítica interna de la misma) pone de relieve evidentes dificultades desde el punto de vista de su unidad:

  • La nueva actitud de Pablo a partir del Capítulo 10: de la dulzura y ternura pasa bruscamente a amenazar.  Por este motivo, muchos piensan que los capítulos 10 - 13 pertenecen a otra carta conservada solo en parte.
  • ¿Cómo conciliar 2 Cor 1, 24, con 2 Cor 13, 5; 7, 4. 14-16; 8, 7, con 11, 3-4. 20-21; 13,2-10? Esto sería otra base para pensar en una carta posterior. 

En esta hipótesis la solución menos débil en el estado actual de la investigación podría proponerse así: Pablo envió a Tito para organizar la colecta en favor de los fieles de Jerusalén.  2 Cor. 8, 6. 16-17. Éste, al llegar a Corinto llevando esa Segunda carta de Pablo, encontró a la comunidad sumida de nuevo en grandes problemas: los enemigos de Pablo habían comenzado a atacarlo de nuevo con su campaña de calumnias. Tito o algún otro le comunicó a Pablo esos hechos. Entonces él, indignado por la audacia y encarnizamiento de sus adversarios y por la vileza de la comunidad que los escucha, toma nuevamente la pluma y escribe las violentas paginas que leemos en los Capítulos :10º - 13º.


4.5.5. Importancia de la segunda carta a los Corintios

Esta carta, más que cualquier otra, escrita con ocasión de una polémica, no es un escrito doctrinal.
Se trata de una carta afectiva que Pablo escribe para restablecer en la comunidad de Corinto su autoridad de padre.

Con todo, esta carta contiene también grande riqueza doctrinal: Pablo nos habla de la Trinidad, 2 Cor 1, 21-22; 13, 13, del Espíritu Santo,  2 Cor 3, 17-18; 5, 5; de la Antigua Alianza en el Sinaí y de la Nueva Alianza, 2 Cor 3, 3-11; de la escatología, 2 Cor 4, 16-18; 5, 1-10.

Al mismo tiempo esta carta es un documento precioso para conocer la crisis judaizante en la Iglesia apostólica. Pero, sobre todo, esta carta ilumina la persona y la actividad apostólica de Pablo. Es un documento autobiográfico de primer orden: nos da noticias que no encontramos en las demás Cartas y en los Hechos de los Apóstoles y, principalmente, nos manifiesta los secretos de la vida íntima del apóstol de los Gentiles: sufrimientos, visiones extraordinarias, gracias  místicas. Es una ventana al alma de Pablo.


Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.


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El Pan bajado del cielo




P. Adolfo Franco, jesuita.

DOMINGO XX
del Tiempo Ordinario

Juan 6, 51-58

Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne, para vida del mundo.» Discutían entre sí los judíos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como aquel que comieron vuestros antepasados, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»
Palabra del Señor.

Dios es el que alimenta nuestra vida por eso Jesús se convirtió en la Eucaristía como nuestro alimento.

Jesús en este párrafo del evangelio, que meditamos este domingo, nos hace afirmaciones maravillosas, que desafían nuestra fe, pero que también nos llenan de ilusión: Yo soy el Pan vivo bajado del cielo. El que coma este pan vivirá eternamente. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. El que me come vivirá por mí. Todo esto se está refiriendo a la Eucaristía, a lo que El daría generosamente a sus Apóstoles en la Ultima Cena, y en ellos nos lo entregaría a todos nosotros al decirles: Hagan esto en conmemoración mía.

¿A dónde nos lleva todo esto? La Eucaristía es Cristo vivo, y está destinada a convertirse en mi alimento. En alimento de mi vida: esa vida total mía, que está necesitada de un alimento especial, y que sólo El me lo puede dar. Mi alma necesita a Jesús mismo como alimento. Decimos algunas veces que nos alimentamos de ilusiones, o que la lectura es un alimento. Pero ahí el alimentar se está tomando como una metáfora. En cambio en este caso no es una metáfora: Jesús es realmente el alimento de nuestra vida; El mismo se encarga de conectar este alimento con la vida que produce. Sin este alimento no vive nuestra vida.

¿Cómo nos alimenta Jesús? El alimenta nuestra vitalidad interior; nuestra capacidad de amar, se alimenta y crece, cuando Jesús entra en nuestro interior, para ser asimilado. El alimenta nuestra fe, y ésta se hace más viva. Jesús, al entrar como alimento fortalece nuestra conducta: ese espacio donde se toman las decisiones importantes queda nutrido por Jesús como alimento. Todo lo que es vivo en nuestro interior se alimenta con Jesús, cuando lo recibimos con plena conciencia. Nuestras ilusiones, nuestros amores, nuestros ideales, todo queda nutrido por Jesús; un yo alimentado por Jesús, es un yo fuerte y firme, con un gran sentido de la entrega y con una capacidad de amar grande.

Naturalmente si continuamos desarrollando este asunto del alimento, tenemos que detenernos sobre cómo se asimila el alimento. Un alimento para alimentar debe ser asimilado. Que Jesús sea acogido, y se le permita ir por nuestros sistemas vitales para nutrir cada rincón de nuestra vida. Un alimento de verdad nos nutre, si a través de nuestra sangre lleva sus nutrientes a cada rincón de nuestro organismo, a cada célula de nuestro cuerpo. De la misma forma, hay que hacer que Jesús convertido en alimento recorra todos los rincones de nuestro ser total, para nutrirlo. Y como es con su vida con lo que nos alimentamos, El puede decir que el que el que lo come vivirá por El.

Ese es el resultado de esta comida. El que come a Cristo vive por El, y debe llegar a la identificación con su vida; caminar hacia esa meta sublime, de que la vida de Cristo sea la que vive el sujeto que se alimenta de la Eucaristía. Es algo muy elevado lo que nos propone Jesús en este discurso, que vivamos no ya con nuestra vida sino con la suya. Al entrar El en nuestro corazón, termina produciendo esa invasión que quiere ser total, si es que le permitimos obrar y no le ponemos obstáculos. Pero no siempre dejamos que el Alimento-Jesús entre y recorra todo lo que somos por dentro para invadirlo. Hay zonas donde no llega, que parece que se le bloquean: no abrimos todas las compuertas para que El entre y disponga, decida, ocupe todos los espacios, sin dejar ningún átomo de nuestro ser sin recibirlo. Cada átomo de nuestra vida tiene que “comulgar”; y esto no siempre sucede.

Considerar esto debería hacernos exclamar, como decía Pascal: Alegría, alegría, lágrimas de alegría. Jesús entonces se convierte en mi vida de verdad. Con esta perspectiva adquieren sentido cada una de las afirmaciones que Jesús nos dirige en este párrafo del Evangelio de hoy: si no comemos su carne y bebemos su sangre no tenemos vida en nosotros. El que come de este pan vivirá para siempre; y Yo (sigue afirmando Jesús) lo resucitaré en el último día.

Es otro aspecto importante de este mensaje. La Eucaristía está íntimamente ligada a la resurrección, a la vida eterna. Comemos la semilla de la inmortalidad. El Cuerpo de Cristo que recibimos es el Cuerpo de Cristo resucitado. Y va formando en nosotros una vida tan indestructible, como la vida de Jesús es indestructible. Viviremos para siempre. Ya se nos está dando, por así decirlo un certificado de inmortalidad.

Realmente que la Eucaristía es uno de los grandes milagros de Dios. Es su presencia entre nosotros, para hacernos vivir con su propia vida, y regalarnos su propia eternidad.




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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

Homilía: Solemnidad de la Asunción de la Virgen María


Compartimos la homilía de nuestro Director el P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita; con motivo de la asunción de la Santísima Virgen. Por una tradición de larga data la Iglesia celebra en el mes de agosto el misterio de la Asunción de María en cuerpo y alma a los Cielos. Es de las fiestas marianas más antiguas y se  celebra el 15 de agosto. Acceda AQUÍ.

Santa Rosa de Lima


En el mes en que recordamos a la santa limeña, compartimos nuestras publicaciones:

Yo soy el pan vivo

El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 12 de agosto: "El Señor nos enseña que necesitamos el alimento de la fe para nuestra vida." Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

Discurso eucarístico

El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 5: "Jesús mismo es el que quiere alimentar nuestra vida". Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

Los escritos de San Pablo: Las Cartas a los Tesalonicenses

El P. Ignacio Garro, jesuita; inicia el estudio de las cartas paulinas, en esta oportunidad las dirigidas a los Tesalonicenses, donde nos muestra el plan, su contenido y la escatología que san Pablo expone en las dos cartas. Acceda AQUÍ.

Catequesis del Papa Francisco

Compartimos las últimas catequesis del Papa Francisco sobre los mandamientos, acceda en los enlaces:
Catequesis sobre los mandamientos. 4. «No tendrás otros dioses delante de mí» Audiencia del 01 de agosto.
Catequesis sobre los mandamientos: 5. idolatría. Audiencia del 08 de agosto.

Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de AGOSTO 2018

Compartimos la intención del Papa Francisco que nos propone para orar con él durante el mes de agosto a través de la Red Mundial de Oración - Apostolado de la Oración. Nos propone orar por las familias, el tesoro de la humanidad. También encontraremos el Vídeo del Papa donde nos explica su intención. Acceda AQUÍ.

Intención del Papa Francisco para el mes de agosto: Por las familias

El P. José Enrique Rodríguez, jesuita, Párroco de San Pedro - Lima, Santuario Arquidiocesano del Sagrado Corazón de Jesús, nos comparte una selección de expresiones del Papa Francisco sobre la familia con ocasión de la intención del Papa para el mes de agosto: “Para que las grandes opciones económicas y políticas protejan la familia como el tesoro de la humanidad”. Acceda AQUÍ.

Catequesis sobre los mandamientos: 5. idolatría



PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 8 de agosto de 2018



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos hoy meditando sobre el Decálogo, profundizando el tema de la idolatría. Hablamos de ello la semana pasada. Ahora retomamos el tema porque es muy importante conocerlo. Y nos inspiramos en el ídolo por excelencia, el becerro de oro, del que habla el libro del Éxodo (32,1-8) — acabamos de escuchar un pasaje. Este episodio tiene un contexto preciso: el desierto, donde el pueblo espera a Moisés, que subió al monte para recibir las instrucciones de Dios. ¿Qué es el desierto? Es un lugar donde reinan la precariedad y la inseguridad —en el desierto no hay nada— donde falta el agua, falta el alimento y falta el amparo. El desierto es una imagen de la vida humana, cuya condición es incierta y no posee garantías inviolables.

Esta inseguridad genera en el hombre inquietudes primarias, que Jesús menciona en el Evangelio: «¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber? ¿Con qué vamos a vestirnos?» (Mateo 6, 31). Son las inquietudes primarias. Y el desierto provoca estas inquietudes. Y en aquel desierto sucede algo que provoca la idolatría. «Moisés tardaba en bajar del monte» (Éxodo 32, 1). Permaneció allí 40 días y la gente se impacientó. Falta el punto de referencia que era Moisés: el líder, el jefe, el guía tranquilizador, y eso resulta insostenible. Entonces el pueblo pide un dios visible —esto es la trampa en la que cae el pueblo— para poderse identificar y orientar. Y dicen a Aarón: «haz para nosotros un dios que camine a nuestra cabeza», «haznos un jefe, haznos un líder».

La naturaleza humana, para escapar de la precariedad -la precariedad del desierto- busca una religión hecha por uno mismo: si Dios no se hacer ver, nos hacemos un dios a medida. «Ante el ídolo, no hay riesgo de una llamada que haga salir de las propias seguridades, porque los ídolos “tienen boca y no hablan” (Salmos 115, 5). Vemos entonces que el ídolo es un pretexto para ponerse a sí mismo en el centro de la realidad, adorando la obra de las propias manos». (Enc. Lumen fidei, 13).

Aarón no sabe oponerse a la petición de la gente y crea un becerro de oro. El bercerro tenía un sentido doble en el cercano oriente antiguo: por una parte representaba fecundidad y abundancia, y por la otra energía y fuerza. Pero, ante todo, es de oro, por tanto, símbolo de riqueza, éxito, poder y dinero. Estos son los grandes ídolos: éxito, poder y dinero. ¡Son las tentaciones de siempre! He aquí lo que es el becerro de oro: el símbolo de todos los deseos que dan la ilusión de la libertad y sin embargo esclavizan, porque el ídolo siempre esclaviza. Existe la fascinación y tú vas. Aquella fascinación de la serpiente, que mira al pájaro y el pájaro se queda sin poder moverse y la serpiente lo toma. Aarón no supo oponerse.

Pero todo nace de la incapacidad de confiar sobre todo en Dios, de poner en Él nuestras seguridades, de dejar que sea Él el que dé verdadera profundidad a los deseos de nuestro corazón. Esto permite sostener también la debilidad, la incertidumbre y la precariedad. La referencia a Dios nos hace fuertes en la debilidad, en la incertidumbre y también en la precariedad. Sin el primado de Dios se cae fácilmente en la idolatría y nos contentamos con míseras certezas. Pero esta es una tentación que nosotros leemos siempre en la Biblia. Y pensad bien esto: liberar al pueblo de Egipto no le costó tanto trabajo a Dios; lo hizo con señales de poder, de amor.

Pero el gran trabajo de Dios fue quitar a Egipto del corazón del pueblo, es decir, quitar la idolatría del corazón del pueblo. Y todavía Dios continúa trabajando para quitarla de nuestros corazones. Este es el gran trabajo de Dios: quitar «aquel Egipto» que nosotros llevamos dentro, que es la fascinación de la idolatría.

Cuando se acoge al Dios de Jesucristo, que de rico se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Corintios 8, 9) se descubre entonces que reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la condición para abrirse a aquel que es verdaderamente fuerte. Entonces, por la puerta de la debilidad entra la salvación de Dios (cf. 2 Corintios 12, 10); es por su propia insuficiencia que el hombre se abre a la paternidad de Dios. La libertad del hombre nace al dejar que el verdadero Dios sea el único Señor. Esto permite aceptar la propia fragilidad y rechazar los ídolos de nuestro corazón.

Nosotros cristianos volvemos la mirada a Cristo crucificado (cf. Juan 19, 37), que es débil, despreciado y despojado de toda posesión. Pero en Él se revela el rostro del Dios verdadero, la gloria del amor y no la del engaño resplandeciente. Isaías dice: «con sus cardenales hemos sido curados» (53, 5).


Hemos sido curados precisamente por la debilidad de un hombre que era Dios, por sus cardenales. Y desde nuestras debilidades podemos abrirnos a la salvación de Dios. Nuestra sanación viene de Aquel que se hizo pobre, que acogió el fracaso, que tomó hasta el fondo nuestra precariedad para llenarla de amor y de fuerza. Él viene a revelarnos la paternidad de Dios; en Cristo nuestra familia ya no es una maldición, sino un lugar de encuentro con el Padre y fuente de una nueva fuerza desde lo alto.

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Tomado de:
http://w2.vatican.va