RESURRECCIÓN, LA PASCUA DEL SEÑOR

El P. Adolfo Franco, jesuita, nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del Domingo de Pascua: "Gran Domingo de Pascua: Cristo de verdad ha resucitado. Alleluya, alleluya". Escuche en audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

RESURRECCIÓN, LA PASCUA DEL SEÑOR



P. Adolfo Franco, jesuita.

Juan 20, 1-9

El primer día de la semana fue María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra estaba retirada del sepulcro. Echó a correr y llegó donde Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús quería, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Al asomarse, vio los lienzos en el suelo; pero no entró. Detrás llegó también Simón Pedro. Entró en el sepulcro y vio los lienzos en el suelo; pero el sudario que había cubierto su cabeza no estaba junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que, según la Escritura, Jesús debía resucitar de entre los muertos. 

Palabra del Señor


La resurrección de Jesús es el hecho central de la vida cristiana y de la salvación. Jesús mismo lo propone muchas veces como la gran señal de la autenticidad de su persona y de su mensaje. Es la culminación del plan de Dios. En la resurrección de Cristo se manifiesta el proyecto cabal de Dios sobre el hombre.

Pero ¿qué es la resurrección? Es importante responder a esta pregunta, para saber qué es lo que estamos celebrando. Y por otra parte es muy difícil responder a esta pregunta ¿qué es la resurrección? Pero, aunque sea difícil la respuesta, vale la pena esbozar al menos algunas ideas.

Normalmente hablamos de la resurrección como de una recuperación de la vida, que se ha interrumpido. Un ser que estaba muerto, por el toque de la resurrección, vuelve a recuperar su vida tal como la tenía antes. Y de hecho este tipo de resurrección es el que devolvió la vida a Lázaro, y a otros revividos milagrosamente por la acción de Dios. Es legítimo hablar de resurrección en este sentido. Pero no es la Resurrección fundamental, aquella a la que todos estamos llamados por el plan de Dios. No es esa la Resurrección de Cristo.

Y esto, entre otras razones, porque el Resucitado de la resurrección definitiva, ya no puede volver a morir, en cambio Lázaro resucitó, pero volvió a morir. Podríamos distinguir así entre resurrección temporal y resurrección definitiva. La primera es la de Lázaro, la segunda es la de Jesús y la que nos espera a nosotros. Y sobre ésta hay que reflexionar.

En la resurrección recuperamos la vida en plenitud, no la vida defectuosa de antes, y la recuperamos incluso con su componente corporal. Esta resurrección es recuperar la vida, pero en otras dimensiones, superando totalmente todo lo que pudiéramos imaginar. Entre el sujeto antes de morir, y el sujeto resucitado hay una verdadera identidad, es el mismo sujeto en su esencia, el que vivía la vida mortal y el que vive ahora la vida ya inmortal. Pero aunque sea en verdad el mismo sujeto, ha habido una transformación radical. Por poner un ejemplo, al que a veces se recurre al hablar de esto, el gusano de seda y la mariposa que sale del capullo después de unas semanas, es el mismo ser, pero evidentemente no es lo mismo un gusano que una mariposa.

Hay que profundizar por tanto en la modificación que se produce por el hecho de la resurrección, para entender, o al menos vislumbrar lo que es la resurrección. El ser resucitado es ya totalmente y esencialmente luz: imaginemos nuestra persona con todos sus poros, todas sus células irradiando luz. Imaginemos nuestro ser con todas sus ilusiones colmadas en plenitud. Imaginemos un sujeto totalmente sin sombras, sin limitaciones de debilidad, con un corazón que es un volcán de amor. Un sujeto que es bueno hasta en los más recónditos escondites de su ser, que ama con la fuerza de un huracán, y que sabe comprender. Que se acerca a la verdad y la absorbe y la posee en totalidad, sin errores ni dudas. Pues cuando podamos imaginar un ser en estas condiciones, nos hemos acercado un poco, pero aún estamos muy lejos de captar lo que es un Resucitado.

Esto es lo que hoy celebramos en Jesús, y por eso nos llenamos de alegría por El, principalmente, pero también por nosotros. Jesús ha culminado con su resurrección todo el proceso de la redención. Ya la humanidad ha sido restaurada; el plan inicial de Dios ha sido otra vez rehecho, aunque de una forma mejor. La puerta de la resurrección para nosotros ha quedado abierta. Y para que esta resurrección de Jesús nos vaya invadiendo a cada uno, para que la hagamos nuestra, nos ha dejado un camino, unas señales, unas actuaciones de su presencia bendita y restauradora: los sacramentos. Esos sacramentos son los espacios que Dios nos ofrece ahora para nuestra vida, para que en ellos vivamos la luz, la alegría y la salvación de la resurrección.

Además, con la resurrección de Cristo nuestra fe tiene un fundamento sólido; San Pablo decía: Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. Pero efectivamente ha resucitado, por tanto, todo lo que ha enseñado es verdad, nuestra Iglesia es su Iglesia, es su Cuerpo Místico. Como Cristo en verdad ha resucitado, la Biblia es de verdad Palabra de Dios. Como Cristo ha resucitado, somos de verdad hijos de Dios. Como es verdad que Cristo ha resucitado, es posible el perdón de nuestros pecados; esto es de verdad. Como es verdad la Resurrección de Cristo, nuestra oración llega hasta nuestro Padre, que siempre nos escucha. Por Cristo resucitado tenemos camino hacia la Verdad, hacia la Vida, y hacia el Amor.

Alegrémonos con la Resurrección de Cristo, y que esta alegría esté siempre presente en nuestra vida. Que así le demos su verdadero sentido a esa palabra Aleluya que repetimos en estos días tantas veces.



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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Domingo de Ramos

El P. Adolfo Franco, jesuita; nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del Domingo de Ramos, iniciando la Semana Santa. Escuche el audio o descárguelo en MP3. Accede AQUÍ.

La cruz de Cristo

El P. Adolfo Franco, jesuita; nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 18 de febrero: El estandarte que Dios levanta para atraernos es la Cruz. Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

Jesús es Salvador

El P. Adolfo Franco, jesuita; nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 11: Jesús es Salvador; no ha venido a condenar, sino a salvar. Escuche el audio o descárguelo en formato MP3. Acceda AQUÍ.

Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de MARZO 2018

Compartimos la intención del Papa Francisco para este mes de MARZO y las oraciones que nos permitan unirnos a él en oración a través de la Red Mundial. Acompañamos con la reflexión del P. Javier Rojas, S.J. sobre la intención de este mes. Acceda AQUÍ.

Oraciones diarias Click To Pray en PDF, Audios y Videos - MARZO 2018

Oremos en MARZO junto al Papa Francisco a través de la Red Mundial de Oración. Podemos descargar las oraciones del mes en PDF, o acceder día a día por AUDIO y VÍDEO. Acceda AQUÍ.

Domingo de Ramos



P. Adolfo Franco, S.J.

DOMINGO DE RAMOS.

Entrada: Marcos 11, 1-10.

Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos con este encargo: «Id al pueblo que tenéis enfrente y, no bien hayáis entrado en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: ‘¿Por qué hacéis eso?’, decid: ‘El Señor lo necesita, pero lo devolverá en seguida’.» Fueron y encontraron el pollino atado junto a una puerta, fuera, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron:
«¿Qué hacéis desatando el pollino?» Ellos les contestaron según les había dicho Jesús, y les dejaron. Llevaron el pollino ante Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él. Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» 
Palabra de Dios.


Marcos 14, 1—15, 47.

Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarlo.
Pero comentaban: «Durante la fiesta no, no sea que haya una algarada entre la gente.»
Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. Algunos de los presentes comentaban entre sí indignados:
«¿Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselos dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis, si ha hecho una obra buena conmigo? Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis, pero a mí no me tendréis siempre. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para el entierro. Yo os aseguro que dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho, para que su recuerdo perdure.»
Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. A partir de entonces anduvo buscando el momento oportuno para entregarlo.
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»  Entonces, envió a dos de sus discípulos con este encargo: «Id a la ciudad. Os saldrá al paso un hombre con un cántaro de agua; seguidle, y veréis que entra en una casa.
Decid entonces al dueño: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’ Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.» Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Al atardecer, llegó él con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros, que está comiendo conmigo, me entregará.» Ellos empezaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?» Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Ciertamente el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le habría valido a ese hombre no haber nacido!»
Mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió, se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, después de dar las gracias, se la pasó, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el Reino de Dios.»
Una vez que cantaron los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Jesús les dijo:
«Todos os vais a escandalizar, pues está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.» Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.» Jesús le contestó: «Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.» Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no pienso negarte.» Lo mismo dijeron todos.
Fueron a una propiedad, llamada Getsemaní, y dijo a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.» Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Les dijo entonces: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.» Él se adelantó un poco, cayó en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Decía: «¡Abbá, Padre!, todo es posible para ti; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Volvió después y los encontró dormidos. Dijo entonces a Pedro: «Simón, ¿ya estás dormido?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Ellos no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:
«Ahora ya poéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Sabed que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡Vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca.»
Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo armado con espadas y palos. Venían de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es; detenedlo y llevadlo con cautela.» Nada más llegar, se acercó a él y le dijo: «Rabbí», y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le detuvieron. En esto, uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. Jesús tomó la palabra y les dijo: «¡Habéis salido a detenerme con espadas y palos, como si fuese un bandido! Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis.
Pero todo esto sucede para que se cumplan las Escrituras.» Todos lo abandonaron y huyeron. Detuvieron a un joven que le seguía cubierto sólo con un lienzo, pero él, dejando el lienzo, se
escapó desnudo.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote. Allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. También Pedro le siguió de lejos, hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote; y se quedó allí sentado con los criados, calentándose al fuego. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte, pero no lo encontraban. Eran muchos los que lo acusaban en falso, pero los testimonios no coincidían. Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio: «Nosotros le oímos decir: ‘Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres.’»  Pero tampoco en este caso coincidía su testimonio. Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y, poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿No oyes lo que éstos atestiguan contra ti?» Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?» Jesús respondió:
«Sí, yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del
cielo.»
El Sumo Sacerdote se rasgó las túnicas y dijo: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte.
Algunos se pusieron a escupirle; le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían:
«Adivina.» Y los criados lo recibieron a golpes.
Estando Pedro abajo, en el patio, llegó una de las criadas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró atentamente y le dijo: «También tú estabas con Jesús de Nazaret.» Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal. Entonces cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Éste es uno de ellos.» Pero él lo negó de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro:
«Ciertamente eres de ellos, pues además eres galileo.» Pero él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!» Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Pedro recordó entonces lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.» Y rompió a llorar.
Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y, después de haber atado a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices.» Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.» Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.
Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó:
«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» (pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia). Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que pidiesen más bien la libertad de Barrabás. Pilato insistió: «¿Y qué voy a hacer con el que llamáis el rey de los judíos?» La gente volvió a gritar: «¡Crucifícalo!» Pilato les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Mas ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícalo!» Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás. Y a Jesús, después de azotarle, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio, y llamaron a toda la cohorte. Lo vistieron de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron. Después se pusieron a saludarle: «¡Salve, rey de los judíos!»; le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y lo sacaron fuera para crucificarlo.
Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, que volvía del campo y pasaba por allí, fue obligado a cargar con su cruz. Condujeron a Jesús al lugar del Gólgota, que quiere decir Calvario.
Le dieron vino con mirra, pero él no lo tomó. Lo crucificaron y se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes, a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando lo crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos, junto con los escribas, diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡Es el Cristo, el rey de Israel!; pues que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que estaban crucificados con él.
Llegada la hora sexta, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó
Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?»,que quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oír esto algunos de los presentes, decían: «Mirad, llama a Elías.» Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofreció de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarlo.» Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba frente a él, al ver que había expirado de aquella manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.»
Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extrañó Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo; informado por el centurión, concedió el cuerpo a José. Éste compró una sábana y lo descolgó de la cruz; lo envolvió luego en ella y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca.
Finalmente hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de
Joset se fijaron dónde lo ponían.
Palabra de Dios.

Empieza la semana santa y hoy es domingo de ramos.

Con este domingo, llamado litúrgicamente Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa. Y para darnos tema de reflexión para toda la semana, la Iglesia nos pone hoy, como lectura del Evangelio, la narración que hace San Marcos de la Pasión del Señor.

Son páginas que deberían estar presentes en nuestra mente y en nuestro corazón, porque narran el hecho más importante, el acto de amor más grande, la esperanza más firme, para cada uno de nosotros. Para leerlas bien, deberíamos imaginar que cada página de esta narración está cruzada con un gran letrero rojo, que dice: Te amo. Nuestra vida tiene una maravillosa perspectiva y una salida hermosa, porque Cristo murió para salvarnos. Y esto que ocurrió hace casi dos mil años, es algo que sigue presente, porque sus efectos tienen duración eterna. Y lo que en la Pasión se narra es asunto nuestro, muy nuestro. Muchas veces dejamos de lado el pensamiento de la Pasión. Pocos cristianos tienen el valor de confrontar su vida con estos hechos de Cristo.

Habría que estar toda la vida dando gracias de que Alguien, Jesucristo, se hubiera acordado de nosotros, para sacarnos de la cárcel, para librarnos de la nada y del sin sentido, para darnos fuerza, ilusión, alegría. Y lo hizo con un desinterés total, por un amor que nos parece inaudito. Alguien que da su vida por mí, ¿cómo no voy a tenerlo presente y amarlo? ¿Cómo no intentar decirle mi agradecimiento y que esta deuda se la pagaré procurando vivir siempre de su presencia?

Hay que salir en estos días un tanto de lo cotidiano y vulgar de cada día, para darle a nuestros pensamientos una mayor profundidad y pensar en la dimensión religiosa de nuestra vida. Nuestra vida es más que esa rutina de levantarnos, comer, trabajar, descansar... ver pasar las hojas del calendario en monótona sucesión; nuestra vida es de hecho un diálogo con Dios: cada hora debe tener un sentido, un por qué: y el sentido sólo se lo puede dar Dios: la vida debería ser un continuo diálogo con Dios.

Por otra parte, al leer la Pasión de Cristo tenemos que pensar, cómo pone al descubierto, no sólo los errores y pecados de los hombres de aquel tiempo, sino también los nuestros propios, simbolizados en los de ellos.

Resulta increíble que los hombres de aquellos tiempos consideraran en serio reo de muerte al hombre más limpio, más inocente, que jamás ha habido, Jesucristo; el Hijo de Dios, es condenado por la justicia humana. Los cargos: Jesús es un sujeto peligroso porque atenta contra la Religión y contra el Estado.

El tribunal religioso piensa que Jesús es un peligro para la Religión que Dios reveló a Moisés. ¡Hasta qué punto el orgullo y el poder pueden cegar la razón! Pero no deja de ser monstruoso que a Jesús que es Dios mismo, los hombres más distinguidos lo califiquen de blasfemo. Lo que Jesús dice en las bienaventuranzas, en lo de amar al enemigo, en lo de salvar a los pecadores, les parece a esos hombres sensatos un discurso subversivo. ¡Cómo les incomodaba a los jefes religiosos de Israel el que Jesús hablase de una Religión en serio!. Tomarse a Dios en serio parece peligroso.

Por otra parte el tribunal civil recibe la acusación de que Jesús promueve levantamientos populares, le acusan falsamente de negar el tributo y la obediencia al César. Y a Pilatos le ponen en la siguiente alternativa: si no condenas a Jesús, eres enemigo del César, O Jesús o el César. No sabemos lo que pensaba Pilatos en su fuero interno cuando estaba lavándose las manos; pero lo menos que podemos pensar es que Pilatos decide eliminar a un ser insignificante (Jesús) para no enemistarse con los poderosos y peligrosos sacerdotes judíos. Sacrificar a un insignificante, aunque sea inocente, a veces es un buen negocio.

Realmente es escandaloso que a Jesús se le aplique la pena de un subversivo, de un peligroso delincuente. Peor que el peor de los terroristas. Jesús considerado como jefe revolucionario; es otro absurdo de la justicia de los hombres, cuando buscan que el fin justifique los medios. Jesús ya en sus inicios fue perseguido por Herodes, porque Herodes pensaba que le iba a quitar el trono, y ahora hacen creer a Pilatos que Jesús es un peligro para el dominio romano en la provincia de Judea. ¿No se prolongan todavía hoy similares injusticias? ¡Cuántas veces todavía se prolonga la Pasión de Jesucristo en la condena de inocentes: mártires de su propia bondad!

Pero, aparte de esas consideraciones, lo importante es que esta narración nos dice que tenemos un tesoro para nuestra vida. La Pasión de Jesús es la narración del total amor de Dios hacia nosotros. Dios me quiere hasta la muerte. Y ahí hay todo un tesoro inacabable para mí, y me lo ha ganado El, con su entrega.




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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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La cruz de Cristo



P. Adolfo Franco, S.J.

CUARESMA
Domingo V

Juan 12, 20-33

Entre los que subían a adorar en la fiesta había algunos griegos. Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a comunicárselo a Jesús. Jesús les respondió:
«Ha llegado la hora de que el Hijo de hombre sea glorificado.
En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que ama su vida, la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna.
Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor.
Si alguno me sirve, el Padre le honrará.
Ahora mi alma está turbada.
Y ¿que voy a decir?
¡Padre, líbrame de esta hora!
Pero ¡si he llegado a esta hora precisamente para esto!
Padre, glorifica tu Nombre».
Vino entonces una voz del cielo:
«Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré».
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.»
Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo;
ahora el Príncipe de este mundo será derribado. Y cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.»
Decía esto para dar a entender qué tipo de muerte le iban a aplicar. 
Palabra de Dios 

El estandarte que Dios levanta para atraernos es la Cruz.

El Evangelio de San Juan que se lee en este domingo nos trae tres afirmaciones de Jesús sobre la esencia misma de su misión salvadora, sobre el misterio que ardía en su intimidad:

"Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto"
"Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre"
"Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí".

Jesucristo es consciente de su misión y del modo trágico en que se va a realizar esa misión. Y ante esta tragedia nos hace entrever cuáles son sus sentimientos (mi alma está agitada). Pero sobre todo quiere revelarnos el sentido de esta tragedia: Va a ser elevado como un despojo, pero también como un estandarte: y así será un imán que atraerá a todos los que sienten la necesidad de ser salvados. El va a morir, como un grano de trigo, pero va a convertirse en un hermoso e inacabable campo de trigo lleno de doradas espigas.

El plan de salvación es difícil de entender, porque el paso hacia la salvación, es a través de la muerte: una muerte que es no sólo término de la existencia biológica, sino muerte de todo en El: sus sentimientos quedan triturados, aparentemente todo desemboca en un fracaso, muere su éxito; todos los componentes de su personalidad, de sus deseos, mueren, y muriendo se convierten en fuerza incontenible de fecundidad.

Es sepultado en la tierra como una semilla. Y esta es una visión que da además hermosura y armonía a esa tragedia del Calvario. Nunca nuestra tierra ha recibido en sus surcos una semilla más promisoria. Nuestra tierra, esta tierra que nos recibe, sobre la que habitamos, en la que nos movemos y que nos alimenta, ha sido enriquecida por esta siembra, y regada con ese río de vida que es la persona misma del Hijo de Dios. Felicidad a esta tierra que ha sido santificada con la presencia creadora de esta hermosa semilla, de este grano de trigo.

Jesucristo va conscientemente a este encuentro con la madre tierra, que es el término pleno de una encarnación, en cuyo comienzo Jesús fue sembrado en otra tierra, la tierra hermosa del seno de María.

Y va a cambiar completamente los colores y los sentidos: el sufrimiento de Cristo será la gloria (Padre, glorifica tu nombre). La muerte será una explosión de la vida (si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna). ¡Qué diferente modo de entender la vida, y de entender el triunfo! Esto está sobre todos los cálculos, sobre todas las previsiones económicas: trasciende de un salto todo nuestro pequeño horizonte aritmético.

Y así se convierte en lo más atractivo que un ser humano lleno de ideales puede soñar. Nosotros, a veces no lo sabemos, pero en el fondo de nuestro corazón hay una atracción a este Jesús que se entrega sin cálculos, para ser la prenda cierta de que Dios nos ama, que es nuestro Padre, y que nos quiere salvar: o sea nos quiere llevar a una inimaginable felicidad: "estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros" (Rom. 8, 18).



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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Jesús es Salvador



P. Adolfo Franco, S.J.

Domingo IV de CUARESMA

Juan 3, 14-21

Y, del mismo modo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no es juzgado; pero el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.
Y el juicio consiste en que la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra el mal odia la luz y no se acerca a ella, para que nadie censure sus obras. Pero el que obra la verdad, se acerca a la luz, para que quede de manifiesto que actúa como Dios quiere.»
Palabra de Dios

Jesús es Salvador; no ha venido a condenar, sino a salvar

La Cuaresma es un camino cuyo término es la Pascua: la gran manifestación de Dios Salvador. Dios, nuestro querido Padre, nos salva, nos libera de todo aquello que nos amenaza y nos ataca. Y por eso la liturgia de este tiempo de Cuaresma destaca en varios textos la obra de la salvación de Dios en Jesucristo.

Así lo hace en este domingo, cuando nos trae a reflexión una buena parte del diálogo de Jesús con Nicodemo, del Evangelio de San Juan: "tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único".

Es muy importante entender que Dios es principalmente SALVACIÓN, porque esencialmente es AMOR. Y este texto lo recalca cuando añade: "no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo". Esta afirmación del deseo, de la voluntad de Dios, de salvar, es fundamental para nosotros. Nos da una seguridad contra nuestros temores, nos elimina miedos, nos da un firme apoyo. Tenemos la certeza de la salvación. Nos da una gran seguridad saber que es Dios el que desea y obra nuestra salvación. Pero la salvación no es automática, pues está dirigida a hombres libres y el hombre libre no se salva sin una participación personal.

Y por eso continúa esta lección de Jesús, presentando una tragedia real y lamentable: "los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas". Dios quiere salvarnos, pero hay personas que libremente prefieren las tinieblas.

Puede parecer una afirmación muy drástica, pero no será Jesús quien disfrace la verdad con atenuantes. Y entonces queda para cada uno una pregunta: ¿yo prefiero las tinieblas o la luz? ¿Deseo que mis obras sean puestas en la luz? ¿Me atrevo a que la luz de Dios ilumine toda mi conducta?

Es verdad que somos tan frágiles, tan llenos de escondites, y de subterfugios, que tememos ser enfocados por el reflector de Dios, que pone al descubierto toda nuestra imperfección. Pero hay personas que de una vez han querido arriesgarse a dar el salto de la autenticidad, y sabiéndose débiles y llenos de muchas oscuridades, han decidido ponerse ante este reflector que es la Luz de Dios, sin temor, confiados en que Dios los va a recibir, y esperanzados en que esa luz de Dios los va a purificar poco a poco de las tinieblas.

Esa Luz de Dios iluminando nuestra vida, empieza por quitarnos el antifaz, a través del cual vemos la realidad y vemos a los demás. Y mientras no desaparezca ese estorbo de nuestra visión, estaremos llenos de sombras. La realidad que vemos a través de nuestra careta, es una realidad deformada, por nuestras posiciones ya tomadas, por las ideologías que distorsionan el conocimiento de lo real. Atreverse a dudar de las propias certezas, quitar esa venda de los ojos, es algo importante para atreverse a estar bajo la Luz. Nos llenamos de certezas postizas, de prejuicios, de ofuscaciones, de autosuficiencia: y esas actitudes nos impiden recibir de Dios la verdadera luz, el conocimiento y la sabiduría que debería iluminar nuestra vida. El subjetivismo, la manera propia y personal de ver y de juzgar, es algo inevitable, porque somos sujetos, y porque tenemos que utilizar nuestra mente (y no la de los otros) para comprender y para tener un conjunto de criterios establecidos; pero es importante y sabio introducir una gota de duda en nuestras certezas, para tener la capacidad de corregir la equivocación, si es que la llegamos a sospechar. Otra cosa importante que hace la Luz de Dios es poner un poco de duda en nuestras pretendidas certezas.

La luz de Dios nos lleva también a aceptar que además de existir nuestras certezas, existe la verdad en sí: la realidad manifestada por Dios. Dios nos ha enseñado, se nos ha revelado, y hay que preferir su luz a nuestras tinieblas. Dios nos da el sentido de la vida, más allá del que nosotros le encontremos; Dios nos dice lo que es el bien, y la bondad, por encima de lo que a mí me parece. Dios nos dice cuál es el camino de la realización. Es el único que puede decirme quién es El (no cómo me lo imagino yo), y quien soy yo de verdad.

Así Dios nos salva también; la salvación que Dios nos ofrece, la redención que nos libra del pecado, nos libra también de la oscuridad, para que caminemos como hijos de la Luz.


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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.


ESPECIAL DE CUARESMA




VIVIENDO LA CUARESMA

Vivir de Cristo y con Cristo, eso es vivir la fe. Así lo hacemos presente y actuante en el mundo.
En estas semanas la Iglesia nos alienta a que oremos más, nos esforcemos más en corregir defectos y perfeccionar virtudes que nos son más necesarias en nuestra relación con Dios y los demás. Dios actúa en la Iglesia y nos ayudará con gracia más abundante.
Es tiempo de orar más y mejor, de esforzarse más en corregir los defectos que nos hacen más difícil la relación con los demás y con Dios.
Porque esto es lo único que queda, lo más importante. Acordémonos de que somos polvo y en polvo vamos a terminar; pero quedará lo que hayamos asimilado de Jesús.

P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.




Vía Crucis




Jesús expulsa a los mercaderes del Templo

El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del 3° Domingo de Cuaresma: Con la purificación del templo Jesús nos invita a una profunda purificación interior. Acceda al Audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

Santísima Trinidad: 21° Parte - Las operaciones y apropiaciones de las Personas divinas

El P. Ignacio Garro S.J. continúa presentándonos esta serie, en esta oportunidad sobre las operaciones de la Trinidad respecto a los seres creados y la "apropiación" o "atribución" que se atribuye a una de las Personas divinas, con preferencia sobre las demás. Acceda AQUÍ.

Los escritos de San Pablo: La vida del Apóstol II

El P. Ignacio Garro, S.J. continúa presentándonos la vida del Apóstol San Pablo, en esta oportunidad los aspectos de su vocación apostólica y su vida cristiana. Acceda AQUÍ.

La Santa Misa - Liturgia Eucarística: Presentación de los dones

Compartimos la última catequesis del Papa Francisco, que nos sigue brindado esta serie sobre la Santa Misa, en esta oportunidad sobre la presentación de los dones, con la que se inicia la Liturgia Eucarística. Acceda AQUÍ.

Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de MARZO 2018



APOSTOLADO DE LA ORACIÓN

INTENCIONES PARA EL MES DE MARZO



OFRECIMIENTO DIARIO

Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada: 
mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.
El Espíritu Santo, que condujo a Jesús, me guíe y sea mi fuerza en este día para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, pido especialmente por la intención del Papa para este mes:


Universal: Formación en el discernimiento espiritual
  
«Para que toda la Iglesia reconozca la urgencia de la formación en el discernimiento espiritual, en el plano personal y comunitario.»



ORACIÓN

Padre de bondad, envía sobre cada uno de nosotros tu Espíritu Santo, Espíritu de inteligencia, que nos ayuda a mirar el presente con gratitud y el futuro con esperanza.
Ayúdanos a liberarnos del desánimo y de todo tipo de resistencias, abriéndonos con coraje y creatividad a lo que la Iglesia y el mundo más necesitan.
Hace crecer en nosotros el gusto y el deseo del discernimiento, para que nuestras comunidades puedan ser lugares de intercambio y diálogo, testigos de tu caridad y capaces de responder con generosidad a lo que nos pedimos en cada momento. 

Padre Nuestro...



Click to Pray



GUÍA PRÁCTICA

  • Buscar a lo largo de este mes rezar los acontecimientos del presente, a nivel personal y de la propia comunidad, y discernir en ellos los modos como Dios quiere hablar: agradecer lo que va bien, por lo que da frutos ... Evaluar lo que se siente necesario cambiar ...
  • Pide la gracia de la libertad interior, cuestionando sin temor algunos tipos de afirmaciones que pueden bloquear un verdadero proceso de discernimiento, tales como: "siempre se ha hecho así" o "ya no vale la pena".
  • Organizar, en la propia comunidad o institución, un momento de oración y comparte sobre lo que el discernimiento puede traer de ideas para la acción apostólica en el futuro. ¿Qué pasos concretos pueden ser dados y qué continuidad se puede dar a estos procesos?
Fuente: Click To Pray



VÍDEO DEL PAPA
INTENCIONES DEL MES




Aprender a elegir bien




En el libro de los Ejercicios Espirituales san Ignacio de Loyola afirma que el mal espíritu tiene distintas maneras de tentar a las personas. En pocas palabras, y simplificando mucho, afirma que quienes van por la vida despreocupadas de las cosas de Dios y centradas en los asuntos del mundo son tentados de manera “grosera y abiertamente” [EE 9].

Con ello quiere expresar que las tentaciones son más fáciles de reconocer o, por lo menos, de identificarlas como tales.

Pero en el caso de las personas que toman su vida espiritual ¿Cómo conocer si la motivación que albergamos en el corazón es inspiración de Dios o es una trampa del mal espíritu? Aprendiendo a distinguir una de otra. ¿Qué significa esto? Veamos si con un ejemplo resulta más claro. Quizás te sucedió -o fuiste testigo-, de esos momentos en que, con la mejor buena intención y disposición interior de ayudar, se gesta un gran problema en el que abundan las peleas y las divisiones. Y también de lo difícil que resulta reconocer un error cuando se tiene conciencia de haber obrado con muy buena intención. El problema surge cuando no se distingue suficientemente entre hacer el bien, y hacer de manera adecuada, es decir, respetando el tiempo, el lugar y las personas.

Hay personas que creen que con tener deseos de ayudar están habilitados para obrar de cualquier manera. No basta querer hacer el bien, hay que saberlo hacer.

¿Qué quiere decir con ello? Que enserio y se ocupan por cultivarla, san Ignacio afirma que son tentados “bajo especie de bien” [EE10]. Que las tentaciones del mal espíritu son más difíciles de identificar. Son un tipo de tentaciones en las que no percibimos «haya nada malo» a primera vista. En la enseñanza que hace san Ignacio sobre el modo de obrar del mal espíritu en distintas personas, encontramos la sutileza y la genialidad de un maestro en el Espíritu y la perspicacia psicológica.

El discernimiento es fundamental, y no es una herramienta para separar lo bueno de lo malo. Para eso no hace falta discernimiento, sino sentido común y valores cristianos. El discernimiento es un instrumento que considera las motivaciones más profundas del ser humano allí donde lo bueno parece garantizar la inspiración de Dios.

Por lo tanto, al momento de hacer el bien es importante tener conciencia de no estar buscando, por ejemplo, reconocimiento personal o partidario. Cuando se trata de ayudar o hacer el bien con la intención de sobresalir por sobre los demás, a veces de manera sutil, o de compensar necesidades afectivas de algún tipo, las relaciones con los demás se convierten en una batalla campal por ocupar espacios de trabajo y por adquirir «cercanías personales», especialmente con personas influyentes. Cuando una acción que se considera buena, caritativa y hasta solidaria en una comunidad, no incentiva la participación y la comunión de otros, es probable que haya más “olor a azufre”. Todo cristiano está llamado a obrar el bien, pero ello incluye hacerlo con discernimiento.


P. Javier Rojas, S.J.
DIRECTOR REGIONAL
ARGENTINA-PARAGUAY Y URUGUAY

Fuente: Revista Click To Pray - Red Mundial de Oración del Papa N°19 - Marzo 2018



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