¿Qué es el Año Litúrgico? 18° Parte - Tiempo Pascual: Domingo de Resurrección



P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.

3. EL TIEMPO PASCUAL

Los cincuenta días que van desde el domingo de Pascua al domingo de Pentecostés, constituyen el Tiempo Pascual litúrgico. Este tiempo viene a ser una continuación de la Fiesta Pascual, por eso conmemora a Jesús pasando de la muerte a la vida de Resucitado, subiendo por la Ascensión al cielo, y enviando sobre sus discípulos el don del Espíritu Santo. El misterio pascual es uno, pero sus facetas son varias y es necesario descomponerlo para poderlo celebrar en todas sus riquezas de matices.

En las Normas Universales sobre el Año Litúrgico leemos:

“Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación, como si se tratara de un solo y único día festivo, más aún, como un gran domingo” (22).

Al hablar más arriba de la significación religiosa de los 40 días de la Cuaresma, dijimos también algo del significado de los 50 días del Tiempo Pascual. Tal vez será útil recordar ahora las palabras siguientes de San Agustín:

"Hay dos tiempos, uno que se desliza ahora en las tentaciones y tribulaciones de esta vida; otro, que trascurro en una seguridad y en una alegría eternas. Celebramos estos dos tiempos, el primero antes de Pascua y el segundo, después. El tiempo anterior a la Pascua expresa las angustias de la vida presente; el que celebramos después significa la felicidad que gustaremos un día” (Enarrat. in Ps. 148,1).

Para captar la piedad litúrgica de este tiempo recordemos con brevedad las enseñanzas do cada semana, las de las fiestas de la Ascensión y de Pentecostés.

Si el rito de la aspersión del agua bendita, que constituye un recuerdo del bautismo, está recomendado por el misal romano para todas las misas de los domingos, nunca es tan significativo como en el domingo de Pascua (misal romano, Apéndice I).

Durante el Tiempo Pascual se cantan antífonas llenas de inspiración bíblica y de piedad cristiana:

"Vi un agua que manaba del lado derecho del templo, aleluya. Vi que en todos aquellos Que recibían el agua, brotaba nueva vida y cantaban con gozo:
Aleluya, aleluya, aleluya”
"De tu costado, Cristo, brota una fuente de agua, con la cual se lavan los pecados del mundo, y se renueva la vida. Aleluya”.

En la primera lectura de este domingo de Pascua, tomada de los Hechos (10, 34-77), aparece Pedro dando testimonio solemne de la Resurrección de Jesús, operada por el poder de Dios:

"A éste (Jesús), Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros, que comimos y bebimos con él después de que resucitó de entre los muertos”.

La segunda lectura (Col. 3, 1-4) nos introduce en el misterio del bautismo, pues por él el cristiano ha resucitado místicamente con Cristo. Esta realidad misteriosa conduce al cristiano a una actuación ética necesaria:

"Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra".

En el evangelio San Juan nos presenta "al discípulo amado por Jesús” entrando en el sepulcro vacío, y creyendo en el misterio de la Resurrección del Señor. Pues humildemente reconoce que los discípulos no habían entendido las Escrituras, que “Él había de resucitar de entre los muertos”.

Durante toda la octava de Pascua la selección de los textos evangélicos tiene la finalidad de subrayar las apariciones del Resucitado a diversos testigos, como son las santas mujeres, los discípulos de Emaús, los discípulos en el lago de Tiberíades... Y las lecturas de los Hechos presentan a los Apóstoles dando testimonio de la Resurrección de Jesús ante el pueblo judío y ante las autoridades. Sobre este testimonio apostólico está edificada la Iglesia de todos los tiempos (Hechos 2-4).

Tal vez no haya una pieza litúrgica que exponga con más exactitud y brevedad el motivo de la alegría pascual, como el Prefacio primero de Pascua:

"En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en esta noche (en este día) en que Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo, muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de Alegría y también los coros celestiales...”.

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Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982

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