Historia de la Salvación: 8° Parte - La Conquista de la Tierra Prometida



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


5. LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA


Aquella parte de la historia de la salvación comprendida entre la muerte de Moisés sobre el monte Nebot y la institución de la monarquía bajo David y Salomón, es considerada habitualmente como una fase de transición, de preparación.

La época histórica comprendida entre Moisés y David, se caracteriza por los siguientes hechos importantes:
         
a. Después de siglos de turbulencias llega por primera vez una cierta "tranquilidad" que al principio ha sido todavía combatida violentamente y más tarde ha tenido que ser defendida mediante choques con las tribus vecinas y las ciudades cananeas. La migración aramea, procedente de la región mesopotámica, había encontrado su meta en Canaán. Los arameos errantes se habían instalado en la tierra prometida. Desde el punto de vista etnológico este período de la historia de las tribus israelitas está caracterizado por la transición de una vida nómada a una vida sedentaria.
          
b. La sedentarización de las diversas tribus israelitas en el país de Canán, que ha acaecido en oleadas sucesivas, es el presupuesto indispensable para la cohesión política y nacional de grupos migratorios israelitas, hasta entonces divididos. Sólo entonces se tuvieron los prerrequisitos para la formación de una federación de las doce tribus (anfictionía e Israel).
          
c. Junto a esta coalición política de las tribus de Israel se desarrollaba una nivelación espiritual, que era mucho más difícil de actuar. Formular una historia común de los orígenes, partiendo de las tradiciones particulares y de las experiencias de cada una de las tribus israelitas era una empresa extremadamente amplia. Puede sostenerse que fundamentalmente el relato de la tierra prometida y de su conquista, bajo Josué, sucesor de Moisés, se limita preferentemente a las empresas de la "casa de José", o sea, de las tribus de Efraín y Manasés. No hay que maravillarse de esto si se recuerda que José   pertenece a la tribu de Efraín.
          
d. En este periodo se efectúa también una nivelación teológica, en cuanto que los antiguos nombres de Dios, el "Dios de Abraham, Isaac y de Jacob", el "Dios de los Padres", se ponen en relación y se identifican con el nombre de Yahvé, que es de origen madianita y lo han adoptado las tribus israelitas en Egipto o, durante la peregrinación por el desierto. De esta manera se asegura la continuidad histórica y teológica: un único Dios guía los destinos el pueblo de Israel.
          
e. La unidad de culto, que se logró solamente bajo los reyes David y Salomón, representa el último estadio de este proceso de unificación política y teológica. Las tentativas políticas para llegar a la creación de un reino han alcanzado el apogeo en la unidad cultual del templo salomónico y en el precepto de las peregrinaciones obligatorias al Templo de Jerusalén.


5.1. CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS DE LA CONQUISTA
          
La larga permanencia en el desierto ocasionó la muerte de la generación que salió de Egipto, muerte que es interpretada repetidamente por las diversas tradiciones como purificación de su continuo pecado, Deut 1, 34-40. El pueblo, con el largo rodeo evita el encuentro armado con pueblos más poderosos que él: Edón y Moab, y llega a la frontera de la tierra prometida ubicándose al este del mar Muerto.  
          
El momento histórico para abordar la conquista de Canaán era inmejorable. Las tribus que habían salido de Egipto se habían robustecido en el desierto y habían adquirido cierta conciencia de unidad. Los imperios limítrofes estaban en absoluta decadencia, impotentes por tanto de intervenir. Egipto, después del esplendor de Ramsés, había iniciado el letargo.  Asiria ya  no había levantado cabeza. Los cananeos se hallaban divididos entre sí en multitud de ciudades - estado independientes, incapaces de hacer causa común y por tanto de defenderse ante el empuje de unos nómadas aguerridos.
         
La historia de la conquista no se puede seguir al detalle, porque la interpretación bíblica actual ha simplificado el desarrollo de los sucesos. Pero las pruebas son más que suficientes para asegurar que en la segunda mitad del Siglo XIII tuvo lugar, como lo demuestran los abundantes testimonios arqueológicos, un gran asalto por el este de Palestina que por incompleto que fuera, rompió la retaguardia de la resistencia organizada y permitió a Israel trasladar allí su centro tribal. No hay razón para dudar de que esta conquista fue, como lo describe el libro de Josué, un hecho sangriento y brutal. Era la "guerra santa" de Yahvé por la que daba a su pueblo la tierra prometida. 
         
Con todo, hay que recordar al mismo tiempo, que el "anatema" fue aplicado sólo en algunos casos; la población cananea no fue en ningún modo, exterminada. Mucha parte de la tierra ocupada por Israel estaba densamente poblada, y otra mucha habitada por elementos que hicieron causa común con él. Las victorias de Israel ocasionaron un aumento al por mayor de su número. Clanes y ciudades se adhirieron en masa y fueron incorporados a su estructura por medio de un acto solemne, Josué 24, 1. Aunque el proceso de absorción continuó durante algún tiempo, la estructura tribal de Israel se completó rápidamente y recibió su forma constitutiva. Con esto se puede decir que había comenzado la historia del pueblo de Israel.
         
Las tradiciones de la conquista, distintas y variadas en el detalle han sido recogidas por un autor posterior ¿Quién es este autor? Es de la escuela deuteronomista. Era un experto que poseía una vasta formación teológica, y además, era también un verdadero genio creador. Este autor no se ha limitado, a recoger y subdividir el material histórico y religioso del pasado, sino que lo ha unificado conforme a una idea religiosa central: toda la grandeza del pueblo de Israel se funda en la elección de Yahvé y en su fidelidad; la ruina y la esclavitud del pueblo de Israel son los signos del castigo, que Yahvé inflige al pueblo de la alianza convertido en infiel.
         
"Temed ahora a Yahvé y servidle con perfección y fidelidad", Jos 24, 14. El deuteronomista tenía una concepción independiente de la teología de la historia. Le interesan evidentemente una fusión y una animación de toda la doctrina religiosa y un ahondamiento teológico de la historia del pueblo de Israel.
         
En el libro de Josué y en el de los jueces el deuteronomista ha conservado una serie de cuadros en miniatura de lo que ya se poseía en una redacción escrita. Pero algunas figuras han sido fuertemente infladas y retocadas por motivos teológicos o bien se les ha asignado en el curso de la historia israelita un puesto muy distinto de aquel que tuvieron en realidad.
         
Análogamente a cuanto ha sucedido para el relato de la peregrinación por el desierto, se trata de afirmar decididamente: "Yahvé nos ha ayudado, Yahvé está con nosotros; por tanto, demos gracias a Yahvé, adorémosle". Esta es la mentalidad con que es menester acercarse a los relatos de los milagros contenidos en los Libros de Josué y de los Jueces: pero es igualmente importante examinar los textos respectivos desde el punto de vista filológico, poniendo en claro el significado originario de las expresiones decisivas.


5.2. EL FONDO HISTÓRICO DE LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA

La inmigración de las tribus israelitas en Canaán debe de considerarse en el cuadro de las varias potencias militares que en el S. XV, a. de Cristo, dominaban el Medio Oriente. Las tribus israelitas pusieron el pie en la tierra de Canaán en diversas oleadas, provenientes del Norte (Mesopotamia, Jarán) como del sur (Egipto, Sinaí, Oasis de Cades). A las reiteradas inmigraciones arameas, constituidas las más de las veces por grandes federaciones de familias, se oponían sólo los pequeños estados cananeos, que por lo demás terminaban por ponerse de acuerdo muy pronto con los recién llegados respecto de los pastos y de los pozos de agua para sus animales.
         
Puesto que en el libro de Josué enumera principalmente los combates que se desarrollaron en la región central de la tierra de Canaán, se ha visto en ellos la conquista de la tierra prometida por parte de las tribus de Benjamín, y de Efraín y quizá de Manasés, mientras se sostiene que la región septentrional de la tierra de Canaán estaba ya en poder de las tribus israelitas que no habían tomado parte en la aventura egipcia, Gen 11, 10; Deut 26, 5. La ubicación de las doce tribus de Israel en la tierra de Canaán quedaría de la siguiente manera:

  • Canaán Septentrional: (Norte de Galilea): Isacar, Zabulón.  Neftalí, Dan, Aser, Gad y 1/2 Manasés.
  • Canaán Central: (Centro Efraimita): Efraín, 1/2 Manasés, Benjamín.
  • Canaán Meridional: (Sur Judea): Judá, Simeón, Rubén.



5.3. EL SENTIDO DE LA CONQUISTA
         
El hecho de la conquista de Canaán por parte de los israelitas liberados de la opresión de Egipto tiene un profundo sentido religioso y salvífico. Es el cumplimiento de la promesa hecha gratuitamente a los padres: "Yahvé nuestro Dios, nos habló en el monte Horeb diciendo: ya habéis morado bastante en este monte, !Ea¡ levantad el campamento... Yo os entrego esa tierra: id y tomad posesión de la tierra que a vuestros padres Abrahán, Isaac y Jacob Yahvé juré darles, a ellos y a su descendencia después de ellos", Deut 1, 6-8. La posesión de la tierra prometida es un don de Dios. El pueblo acepta el don, colabora con Dios y  espera su intervención Dios pondrá la tierra en sus manos y con gran sacrificio, tendrá también que confiar en su palabra. Así, en el paso del río Jordán, se repite el prodigio del paso del mar Rojo, Jos 4, 19-25, para dar a entender que nuevamente es Yahvé quien les hace franquear y superar lo que dificulta la entrada en la tierra prometida. Así también en la conquista de Jericó la primera ciudad, tipo de toda conquista, que cae sin que el pueblo haga nada más que esperar. Las dificultades de la conquista, con ciertos fracasos y reveses que obligan al pueblo a retroceder no son negados por el autor, son interpretados como fruto del pecado del pueblo.
         
Y se aprovechan para resaltar aún más la misericordia y fidelidad de Yahvé, Jos 7. El autor pone en boca de Josué, al despedirse del pueblo, dice unas palabras que resumen el sentido de toda la conquista: "Vosotros habéis visto todo cuanto Yahvé vuestro Dios ha hecho con todas las naciones que teníais ante vosotros; porque Yahvé vuestro Dios es el que por vosotros ha combatido. Tened gran cuidado de vosotros mismos amando a Yahvé vuestro Dios; porque si os apartáis de El ... sabed bien que Yahvé vuestro Dios no seguirá arrojándolos de delante de vosotros, sino que serán para vosotros un lazo y una trampa, aguijón en vuestros costados y espinas en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis de sobre esta excelente tierra que os ha dado Yahvé vuestro Dios. Yo estoy ya para irme por el camino de todos. Reconoced con todo vuestro corazón y toda vuestra alma que todas las buenas promesas que Yahvé vuestro, Dios os ha hecho, se han cumplido; ninguna ha quedado sin efecto, ninguna ha caído",  Jos 23, 3 y 11-14.
         
A continuación de estas palabras sigue la renovación de la alianza, Jos 24. Yahvé renueva su compromiso con su pueblo, pues es su Dios, es su defensor, su salvador, quiere seguir presente en su historia y el pueblo también renueva el suyo y dice: "también nosotros serviremos a Yahvé, porque El es nuestro Dios", Jos 2, 18.



5.4. TEOLOGÍA DE LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA

         
Esta teología habría sido desarrollada como relatos de un conjunto de tribus del centro de Canán donde consignaron sus vivencias humanas y religiosas en torno a la conquista de la Tierra Prometida que estaba protagonizada por el propio Yahvé. Esta visión teológica explica que todas las gestas heróicas sean atribuidas, más que a las armas de los guerreros israelitas, al ímpetu y protección que Dios les daba. Algunas gestas concretas narran hechos que bordean lo inverosímil. Muchos creyentes se preguntarán: ¿Ocurrieron los hechos tal y como se leen en el libro de Josué?  Antes de responder recuérdese que se trata de una visión teologizada de la historia. En consecuencia no se describen los hechos tal como se suponen que ocurrieron, sino tal como exige el protagonismo de Yahvé. Es decir, cada hazaña aparece como un logro divino. ¿Cómo olvidar, en efecto, que Yahvé es un Dios fuerte, incontenible, belicoso, ante cuyo impulso se derrumban todas las tuerzas enemigas? Tal tesis domina todos los relatos de la conquistan de la tierra prometida. Por eso, sólo podrá entender su verdadero mensaje, quien descubra en ellos la huella de Dios.
         
Todas las acciones de "conquista" vienen contempladas desde un prisma religioso-teológico.  En ellas Yahvé manifiesta su poder, doblegando la oposición de los cananeos. Los ejércitos israelitas sólo tienen que seguir sus pautas. El Dios del Sinaí les sigue protegiendo, allanando su camino hasta que se instalen definitivamente en la Tierra Prometida.


5.5. TEOLOGÍA DE LA GUERRA SANTA
         
Para nosotros, los occidentales, una guerra es justa cuando defiende los derechos de una nación; para los israelitas, la guerra era justa si defendía los intereses de Yahvé. Su arraigado teocentrismo convertía la guerra en un acto de servicio divino. La conquista de la Tierra Prometida está jalonada de una serie de acciones bélicas y violentas y todas ellas estaban inspiradas en motivos religiosos. El pueblo israelita no combatía por afán de querer poseer codiciosamente, tierras extrañas, sino por seguir los pasos y cumplir las promesas que Yahvé le había señalado. En efecto, Israel sabía cómo proceder en la guerra, Deut 20, 2-20. No podía realizar destrucciones caprichosas, o arbitrarias, Deut 20, 19. Ni extremar su violencia, 1 Samuel 11, 2. En la guerra los israelitas se limitaban a ejecutar la devastadora ira de Yahvé, 1 Sam 28, 28, debiéndose preparar para ello mediante una meticulosa purificación cultual, 1 Sam 21, 6. Para los israelitas, ir a la guerra era igual a comprometerse con el Dios de la Alianza, hasta el punto de dar la vida en defensa de los intereses de Yahvé. Sólo desde este enfoque religioso y teológico se permite valorar el alcance de las guerras provocadas con motivo de la conquista.¡Error! Marcador no definido.


5.6. BREVE BIOGRAFÍA DE JOSUÉ
         
Josué era hijo de Nun, Jos 24, 29, de la tribu de Efraín 1 Cron 7, 27. Durante la peregrinación  por el desierto se distinguió en la batalla contra los amalitas, Ex 17, 9. Participó como explorador en la expedición que desde el oasis de Cades penetró en la región meridional del país de Canaán, Num 14, 6-38. Fue el hombre de confianza de Moisés y luego su sucesor, para guiar al pueblo a la conquista de Canán, Ex 24, 13. Bajo su mando tuvo lugar la conquista de la Tierra Prometida.


                  

5.7. LA ASAMBLEA DE SIQUEM
         
De los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob se afirma que fundaron distintos santuarios por todo el territorio conocido en aquella  época con el nombre de Canaán. Estos santuarios señalaban normalmente los lugares en que Dios se les había manifestado; estos santuarios de culto sagrado eran: Siquem, Betel, Mambré, Berseba.
         
Se puede decir, que en estos lugares se formó la federación de las 12 tribus, que tiene una particular importancia la narración de la llamada asamblea de Siquem, Jos 24, s.s, en la que Josué reúne en Siquem a todas las tribus para refrendar su unidad como pueblo, renovando la alianza sinaítica, Jos 24, 1-28. La asamblea de Siquem se limita a cumplir una supuesta orden de Moisés, Deut 27, 1-12, relacionada con las bendiciones y maldiciones de la alianza, Deut 11, 26-32,  y en ella se fijan las bases de la unidad nacional. Josué convoca a todas las tribus provenientes de Egipto, aún cuando no hayan llegado al mismo tiempo que él. Se trata de realizar una federación de tribus para defenderse de cuantos peligros les puedan amenazar. Así esta  asamblea se convierte en el primer paso para la unidad nacional, pues hay que reconocer que hasta ese momento cada tribu había actuado por su cuenta.
         
La asamblea de Siquem culmina con una nueva alianza, en la que una vez más se sella el pacto entre Yahvé y el pueblo elegido.  Esta nueva alianza exige que se abarque no sólo la esfera religiosa, sino también la dinámica sociopolítica del pueblo.  Esta nueva alianza presenta una doble perspectiva:
  • Compromiso religioso, que fija los nexos entre Yahvé y su pueblo.
  • Compromiso sociopolítico, que regula el porte del pueblo con quienes lo integran y con los demás pueblos.

La asamblea termina estampando Josué por escrito las cláusulas de la alianza: “Aquel día, Josué selló una alianza con el pueblo; le impuso decretos y normas en Siquem. Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Tomó luego una gran piedra y la plantó allí, al pie de la encina que hay en el santuario de Yahvé ", Jos 24, 25-26. Así la asamblea y el pacto de Siquem suponen un paso, adelante con respecto al Sinaí. Allí la Ley había quedado consignada en tablas de piedra; ahora Josué toma a su vez una gran piedra colocándola junto a la encina de Siquem, Gen 33, 20, en la que se consignaron las cláusulas del nuevo pacto con sus respectivas bendiciones y maldiciones. De esta forma tan sencilla termina la tradición deuteronomista su versión de la conquista de la Tierra Prometida.
  • Nuevos santuarios. Una vez que los israelitas dieron fin a sus peregrinaciones y conquistaron la Tierra Prometida, establecieron algunos santuarios nuevos: Guilgal, Silo, Mispá, Ofrá, Dan, Jerusalén



5.8. ÉPOCA DE LOS JUECES DE ISRAEL
         
La época de los jueces comienza con la muerte de Josué, Juec 2, 6 y s, s, y termina con el discurso de despedida de Samuel, 1 Sam 12. Ya hemos explicado anteriormente que con la asamblea de Siquem, se habían sentado las bases para una cierta unión religiosa y sociopolítica. Sin embargo no hay que suponer muy fácilmente que las doce tribus estaban perfectamente unidas y acordes en todo lo que acaecía en el pueblo elegido. La vida nómada se distinguió siempre por su autonomía.

Cada clan, o tribu, estructuraba su existencia de acuerdo a sus propias leyes y costumbres, sin embargo al cambiar de vida hacia una sedentarización, por la conquista de la Tierra Prometida, se vieron obligados a compartir diversas inquietudes de sus hermanos de sangre. Las tribus hebreas muy pronto se vieron unidas no sólo por vínculos religiosos sino también de sangre. Los diversos clanes eran protegidos por la misma divinidad: "Yahvé",  y les llevaba a experimentar una unión sólida y viva. ¿Cómo mantenerse aislados unos de otros si el enemigo era común? La fuerza de Yahvé, su "espíritu", (ruah), les iba a dar las victorias y les iba a unir en las dificultades.

Los jueces no hay que entenderlos en el sentido jurídico del término que hoy día atribuimos a este concepto en la sociedad civil. En la Biblia "jueces", son hombres carismáticos, israelitas poseídos por el "espíritu de Yahvé", (Ruah), que cumplen una doble función. Poner en orden al pueblo elegido. Y defender al pueblo elegido de los ataques del enemigo.           
         
Los jueces son hombres de Dios que momentáneamente se ponen al servicio de Dios, en bien de su pueblo. Estos hombres poseídos temporalmente por el "espíritu de Yahvé" eran personas normales, a quienes la fuerza divina convertía de repente en héroes; el “ruah” divino soplaba donde quería para ayudar a su pueblo en los momentos de dificultad.
         
En la vocación del juez se manifiesta visiblemente el elemento carismático - profético; el influjo directo de Dios.  Así se confirma la tesis teológica y experiencial de Israel: que el único Rey de Israel es: YAHVÉ, Juec 8, 13. Los jueces  son  los representantes del Dios Rey invisible. En la Sagrada Escritura se enumeran los siguientes Jueces:

  • Jueces Menores:  Samgar, Juec 3. 31. Tola,  10. 1. Jair, 19, 3-5, Abesan, 12, 8-10.  Elon 12, 11-12, Abdón, 12, 13.
  • Jueces Mayores: Otoniel, Juec 3, 7-10.  Aod , 3, 11-30.  Débora y Barac, 4, 4-5, Gedeón, 6, 11. Jefté, 10, 6.  Sansón,  13, 1.


A la lista de los Jueces hay que añadir las siguientes figuras bíblicas: Helí, 1 Sam  1, 19 y s.s,  y  Samuel,   1 Sam  7, 15-17.

La época de los Jueces se caracteriza:
  • Por la falta de unidad real entre las tribus israelitas.
  • Por las incesantes escaramuzas y guerrillas con la población cananea atrincherada en las rocas, con los arameos, los moabitas, los amonitas, los madianitas y, sobre todo, con los adversarios más importantes, los filisteos.
  • Por la extensión de las fortalezas israelitas y por la definitiva toma de posesión de Canán.

         
Enumeraremos algunos de los personajes bíblicos de más renombre de la lista de los Jueces:

5.8.1. Débora

Una profetisa y heroína carismática, se dice explícitamente que: "era Juez en Israel", Juec 4, 4. Que desde lo alto del Tabor envió a su jefe Barac, al frente de la coalición de las tres tribus de Efraín, Neftalí y Zabulón, contra Sísara, general del ejército de Jabím.


5.8.2. Gedeón

Una figura carismática de héroe, que todavía hoy es capaz de entusiasmar, es de la tribu de Manasés. Su historia en la que probablemente la fantasía popular ha trenzado bien pronto poéticas leyendas en torno a la realidad, es narrada con evidente amor y grandiosidad épica.
El acento religioso, que aquí y allí asume la amplitud de un himno, se apoya en el tema de la guerra santa, querida por Dios, a quien se debe exclusivamente la liberación. En la reducción de combatientes de 22,000 a 10,000 y finalmente a 300, y en el hecho de que no ha sido Gedeón y su tropa sino el: "Señor mismo el que ha vuelto las espaldas al enemigo", habla de la fuerza y el poder del espíritu de Yahvé.


5.8.3. Sansón

La figura de Sansón, Juec 13, l, s.s, de la tribu de Dan está escrita magistralmente. La característica de esta trágica personalidad de vencido, es el amor por su pueblo.  El núcleo central del relato se refiere a un célebre héroe carismático que tuvo un papel de primer orden en los conflictos encarnizados entre los filisteos y la tribu de Dan, atrincherada en los montes de Judea. En la vida de Sansón se halla la historia de una vocación carismática: "El será nazireo desde el vientre de su madre",  Juec 13, 5. Pero aun en su extrema humillación y miseria, cuando se le obliga a hacer girar la muela del molino de la cárcel de los filisteos Sansón permanece humanamente vecino al lector. En esta historia de Sansón se presenta a éste como un portavoz de Dios, Juec 13, 8-25.  Es como un azote divino sobre sus enemigos. 




Termina la historia en el templo del dios Dagón, Juec 16, 22-31, divinidad de origen amorreo adoptada por los filisteos. l Sam 5, 2-3. Mientras se ofrece un sacrificio a Dagón, Sansón viene expuesto a las burlas del público, divirtiéndose los filisteos al ver al israelita Sansón hecho una piltrafa. Sin embargo, habiendo recobrado el vigor de su cabellera, Sansón se siente de nuevo asistido por el "espíritu de Yahvé" y pone fin a su vida y a la de sus enemigos derrumbando las columnas del templo.

El marco teológico de cada una de las personalidades que aparece constantemente en el Libro de los Jueces se encuentra en el siguiente esquema: 1º.- El pecado de Israel como alejamiento de la Ley de Dios; 2º.- El castigo de Dios y decadencia del pueblo; 3º.- Dios suscita un “juez” que dirige al pueblo contra el enemigo; 4º.- El pueblo se convierte y se arrepiente de sus pecados; 5º.- El “juez” con el pueblo israelita vencen al enemigo; 6º.- Liberación del enemigo. Tiempo de paz y de progreso. 7º.- Pasado cierto tiempo alejamiento de Dios y pecado de Israel.







5.8.4. Helí

La juventud del último de los jueces, Samuel, referida en el 1 Sam, está en relación con la vida del sacerdote Helí. Este era sacerdote de Yahvé en Silo, donde entonces se hallaba el Tabernáculo de la alianza.
         
El cuadro de la época que sirve de fondo a la historia de Helí es extremadamente sombrío. Se trata de una época de decadencia religiosa y política abuso de los sacrificios por parte de los hijos de Helí : Ofní y Fines, en el santuario de Silo, 1 Sam 1, 3. Vejaciones de los filisteos, destrucción de la ciudad de Silo, pérdida del Arca en la guerra contra los filisteos, 1 Sam 4, 1,s.s, reposición del Arca en el templo filisteo de Dagón en Azoto, 1 Sam 5, 1-5. Vuelta del Arca a través de Bet Semes hasta Quiriat Jearim, 1 Sam 6, 1, donde permanece hasta la traslación a Jerusalén acaecida bajo el reinado de David.
         
En aquella época la fe en el poder salvador de Yahvé y en la fidelidad a su Alianza se había resquebrajado fuertemente. Por todas partes surgían altares en honor del dios cananeo Baal y de la diosa de la fecundidad Astarté, 1 Sam 7, 3. Sobre este oscuro fondo histórico se recorta y aparece la figura de Samuel.


5.8.5. Samuel

La tradición deuteronomista ve en Samuel el último eslabón en la compleja cadena de "Jueces" bíblicos. Su vida y actuación fue decisiva a la hora de consolidar la trayectoria sociopolítico y religiosa del pueblo israelita. Por eso la tradición lo ve como un ser extraordinario, el hecho de que nació tardíamente de una mujer que había sido estéril, el deseo de su madre de tener un hijo y consagrárselo a Yahvé, 1 Sam 1, 5, entronca con la historia de Sara, Gen 11, 30. Rebeca, Gen. 25, 22. Raquel, Gen 29, 31, y la madre de Sansón, Juec 13, 3. Samuel queda así enmarcado entre los grandes héroes bíblicos, pues su concepción se supone debida a una ayuda providencial de Yahvé.
         
Samuel es hombre de una fe muy grande en Dios, hombre de corazón puro: "Yahvé estaba con él; no dejó caer en tierra ni una sola de sus palabras", 1 Sam 3, 19.  "Samuel fue juez de Israel durante toda su vida. Cada año hacía un recorrido por Betel, Galgata y Masfa, y en todos estos sitios juzgaba a Israel. Después volvía al santuario de Rama, donde tenía su casa, y allí juzgaba a Israel. También construyó allí un altar a Yahvé”, 1 Sam 7, 15-17. Samuel fue el defensor inmutable de la gloria y de la soberanía de Yahvé sobre su pueblo.
         
La situación política y religiosa en tiempo de Samuel era muy delicada. Es cierto que Samuel es el hombre de Dios que reporta la fe de las tribus de Israel a la primitiva pureza de la Alianza del Sinaí, pero el peligro de los filisteos era cada vez más inminente. ¿Cómo afrontar este peligro? ¡Sólo Yahvé lo podía afrontar y erradicar! Así lo atestiguaba la experiencia vivida por el pueblo, desde que abandonara el país de los faraones. Ahora bien, Yahvé para actuar con su fuerza poderosa, exigía un requisito imprescindible y este era: "fidelidad", y precisamente esto era lo que más le faltaba al pueblo israelita. El pueblo de Israel con sus prácticas idolátricas y oscurantistas religiosas se había separado de la pureza y fidelidad de la Alianza  del Sinaí y en estas condiciones Yahvé no podía actuar, no podía salir en su defensa. Era preciso que el pueblo saliera de su letargo y ceguera religiosa se convirtiera y volviera a la pureza y veracidad del pacto sagrado con Yahvé y así Yahvé podría actuar en su favor.
         
En esta situación de desamparo el pueblo elegido va donde Samuel para consultar el conflicto que tienen con los filisteos,  Samuel supedita la aniquilación de los enemigos a una total conversión religiosa del pueblo a la pureza de la fe en Yahvé.  Sólo si se extirpa la idolatría a los dioses extranjeros, Yahvé les librará, “Dijo entonces Samuel a toda la casa de Israel: Si os volvéis a Yahvé con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las Astartés, fijad vuestro corazón en Yahvé y servidle a él sólo y entonces él os librará de la mano de los filisteos”. 1 Sam 7, 3-4. Tal es la profecía religiosa lanzada por Samuel desde el santuario de Silo, hasta que al fin fueron arrasados los filisteos.
         
Así Samuel no aparece simplemente como un juez reconocido sólo por algunas tribus, sino que con su pura actividad de mediador ha venido a ser el símbolo y el vínculo de la unidad de todas las tribus de Israel. Bajo Samuel la federación de las doce tribus de Israel, (anfictionía) adquiere aquella mayor unión y solidez que constituye el presupuesto social para la formación de una futura monarquía. Pero si Samuel es el defensor del gobierno teocrático, reconoce él mismo que sólo Yahvé es el Señor, el legislador, el jefe, el juez de Israel, el pueblo de la alianza. La voluntad de Yahvé es la ley del pueblo de Israel.  Sólo Yahvé es Rey.
         
Samuel no es partidario de instituir una monarquía en el pueblo de Israel, más bien lucha con todas sus fuerzas contra una monarquía humana, terrena, para Israel. Samuel se presenta como el rígido defensor del poder de Dios sobre Israel, de la pureza de la alianza y de conservar las "tradiciones de los padres". Prevé con gran sagacidad y con conocimiento de su pueblo que una monarquía humana apartará del culto santo y puro de Yahvé y a partir de ahí vendrán sobre el pueblo elegido más desgracias: "Sin embargo, el pueblo no quiso escuchar a Samuel y dijo": ¡No!, debemos de tener un rey, seremos como todas las demás naciones: nuestro rey nos juzgará marchará a nuestra cabeza y combatirá nuestros combates", 1 Sam 8, 19, s.s.

Samuel, en su calidad de fiel administrador y representante oficial de su pueblo, transmite a Yahvé las pretensiones del pueblo israelita de querer tener un rey humano fuera de la protección y bendición de Yahvé, y debió de sentir como una gran bofetada cuando oyó decir al mismo Yahvé: "Atiende la petición y pon un rey sobre ellos", 1 Sam 8, 22. Y precisamente Samuel, como un nuevo Abrahán, que tanto se había opuesto a la institución de la monarquía, tuvo que seguir el mandato divino, ungiendo y entronizando a Saúl, el primer rey de Israel.
    
Finalmente Samuel aunque manifiestamente era adverso a la monarquía por considerarla como un insulto al poder y fidelidad de Yahvé y un signo de desconfianza del pueblo hacia Yahvé, falta de fidelidad al pacto o Alianza sellado con Yahvé en el Sinaí, no entorpece los planes de los israelitas y aceptó la voluntad de Yahvé. Y si bien es verdad que después de la violenta discusión que mantuvo con el rey Saúl por la desobediencia al mandato del Señor: “Samuel lloró por Saúl  para que Yahvé lo protegiera", 1 Sam 15, 27-35.


5.9. LA MONARQUÍA EN ISRAEL
         
El libro de los Jueces comenta y resume un período de 200 años con estas palabras: "Fuéronse entonces los hijos de Israel cada uno a su tribu volviendo todos a su heredad. No había entonces rey en Israel y hacía cada uno lo que bien le parecía", Juec 21, 24-25.
         
Las tribus israelitas, durante este largo período de tiempo, se han ido instalando con más o menos dificultades en la tierra prometida. Las diversas tribus no forman una homogénea unidad política y menos aún militar. Hemos visto que se relacionan entre sí de una manera muy peculiar, un sistema "federado" en torno a un santuario y al cumplimiento, de una Alianza, en el santuario de Silo. Aquí se reúnen anualmente en la fecha de renovación de la Alianza y se tratan los asuntos tribales en una especie de consejo de ancianos que resuelven los posibles litigios que podían surgir entre las diversas tribus hermanas. Sin embargo el pueblo de Israel tiene una gran dificultad: cuando los enemigos de Israel acosan como los ammonitas, moabitas, edomitas, madianitas, y sobre todos los filisteos, Yahvé rey de Israel va en su ayuda y suscita un líder carismático (jueces), que impulsado por el espíritu de Yahvé  al campo de batalla lucha contra el enemigo  de Israel y Yahvé les da la victoria.

Este sistema de los jueces fue realidad durante un tiempo largo...  pero los israelitas creyeron que había que pensar en un sistema sociopolítico humano que fuera más concreto y estable. Entonces surge en Israel la aspiración y el deseo de formar una unidad de orden social, política y militar bajo el gobierno y el mando de un rey para tener con qué defenderse de los numerosos enemigos que les rodeaban.                                                                                                         
Así lo vemos en el caso del “juez” Gedeón cuando al ver las campañas realizadas en favor de Israel el pueblo quiere proclamar a Gedeón rey pero éste responde: “No seré yo el que reine sobre vosotros, ni mi hijo: Yahvé será vuestro rey”, Jueces 8, 23. En estos momentos la historia de Israel entra en uno de los momentos más decisivos, pues se trata de incorporar una forma de gobierno y de dependencia que hasta ahora no habían tenido. 
         
Si elegían y nombraban a un rey temporal (monarquía humana) se podían desviar del sistema teocrático: en el que sólo Dios es Rey. Podían entrar en conflicto las dos instituciones: por un lado la institución religiosa que tenía como sistema de vida la teocracia, la Alianza, los 10 Mandamientos, etc, y las instituciones monárquicas humanas, como tener un rey, la formación de un gobierno civil, la creación oficial de un ejército militar, crear ciudades urbanas, etc, pasando de una vida seminómada en el mundo rural y de pastoreo a la forma de vida de ciudad, creación de un  régimen de gobierno civil, había que pagar tasas a la casa del rey y tributos a las arcas del Estado, formar un Estado en el que el rey era la persona principal. Así Israel ya no sería  un pueblo teocrático en el que Yahveh Dios, era su rey, su Dios, al nombrar un rey humano el pueblo inconscientemente se separaba de la protección y providencia de Dios, Israel adquiría una autonomía llena de peligros. Esto era lo que veía proféticamente Samuel.
         
Testigo y orientador de este cambio importante en los destinos de Israel es Samuel, profeta, sacerdote y juez. Él participa plenamente del sistema teocrático y prepara por voluntad de Dios el sistema monárquico. Por eso cuando el pueblo comienza a sentir fuertemente la presión de la fuerza de sus enemigos los filisteos acuden a Samuel ya anciano y le piden un rey como los demás pueblos para defenderse del enemigo y le dijeron: "Mira, tu te has hecho viejo y tus hijos no siguen tu camino.  Pues bien, haznos un rey para que nos juzgue como todas las naciones. Disgustó a Samuel esta petición del pueblo", 1 Sam 8, 5-6. Los israelitas piensan que así podrán hacer mejor frente al enemigo. Pero Samuel ve el peligro de tal petición. Sabe que es una ruptura seria con el régimen de vida anterior, la teocracia sagrada del pueblo de Israel, ya que él sabe que Yahvé es el único Rey de Israel.
         
Sin embargo, el propio Samuel acaba intuyendo que las circunstancias históricas piden una nueva organización del pueblo israelita y que en ellas se manifieste la voluntad de Dios. Samuel consulta a Yahvé la decisión del pueblo y le dijo Yahvé: "Haz  caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos", 1 Sam 8, 7.



5.10. HISTORIA DE SAÚL: PRIMER REY DE ISRAEL: 1 Sam 10
         
Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, 1 Sam 9, 1, es el primer rey de Israel. Es una de las figuras profética y carismática más destacadas del Antiguo Testamento. El profeta Samuel obediente al designio de Dios sale al encuentro de Saúl para consagrarlo como rey de Israel. Samuel encuentra a Saúl en el campo, buscando unas asnas perdidas de su padre Quis, Saúl no encuentra las asnas y acude donde Samuel para que le ayude a encontrar las asnas perdidas, Dios aprovecha esta oportunidad para revelarle a Samuel quién va a ser ungido y elegido como rey de Israel y le dice: “Mañana, a esta misma hora, te enviaré a un hombre de la tierra de Benjamín, lo ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos, porque he visto a mi pueblo y su clamor ha llegado hasta mí. Y cuando  Samuel vio a Saúl, Yahveh le indicó: “Este es el hombre del que te he hablado. Él regirá a mi pueblo”,1 Sam 9, 16-17. “Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, y después le besó diciendo: ¿No es Yahveh el que te ha ungido como caudillo de su heredad?. Tú regirás al pueblo de Yahveh y le librarás de la mano de los enemigos que lo rodean ...”, 1 Sam 10, 1.




Así, Saúl, al ser el “Ungido de Yahveh” como rey de Israel por el profeta Samuel 1 Sam 10, 1,s.s, se afirma sobre él, el espíritu de Yahvé. Se instaló en Gueba un palacio fortificado y desde ahí emprendió algunas campañas contra los ammonitas, los amalecitas y principalmente contra los filisteos, en que dio pruebas de ser un jefe capaz y afortunado, dando victorias al pueblo de Israel. Al principio Saúl fue un rey bueno y magnánimo entregado a defender los intereses del pueblo y de Dios.


5.10.1. Desobediencia de Saúl.  Saúl cae en desgracia
         
Pero la historia de Saúl es dramática. Ante la amenaza de los filisteos, concentrados para combatir a Israel con un ejército numeroso, los hombres de Israel se ven en peligro, tienen miedo y comienzan a replegarse y se esconden en las cuevas y en las cavernas del monte. En medio de esta desbandada, Saúl se siente solo, esperando en Dios que no le responde y aguardando al profeta Samuel que no llega. En su miedo a ser completamente abandonado por el pueblo comete una acción terriblemente imprudente ofrece a Dios sacrificios y holocaustos, fungiendo como sacerdote, cuando en realidad Saúl no era sacerdote del pueblo de Israel. Este hecho provoca la ira del profeta Samuel.

Éste al enterarse de lo que ha ocurrido le dice al rey Saúl: “¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: “Como vi que el ejército me abandonaba y se desbandaba, y que tú no venías en el plazo fijado, y que los filisteos estaban ya concentrados en Micmás me dije ahora los filisteos van a bajar contra mí a Guilgal y no he apaciguado a Yahvé. Entonces me he visto forzado a ofrecer el holocausto”. Samuel dijo a Saúl: “Te has portado como un necio. No has cumplido la orden que Yahveh tu Dios te  ha dado; entonces Yahvé hubiera afianzado tu reino para siempre sobre Israel. Pero ahora tu reino no se mantendrá. Yahvé se  ha buscado un hombre según su corazón, al que ha designado caudillo de su pueblo, porque tú no has cumplido lo que Yahvé te había ordenado”. 1 Sam 13, 11-15.
         
Y la desobediencia de Saúl no quedó ahí sino que añadió otra desobediencia más. Cuando estaba en guerra contra los amalecitas, Yahvé por medio del profeta Samuel le dice lo siguiente: “Esto dice Yahvé Sebaot: He decidido castigar al rey Amalec por lo que hizo a Israel, cortándole el camino cuando subía de Egipto. Ahora vete y castiga a Amalec, realiza el anatema con todo lo que posee; no tengas compasión de él, mata a hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos”, 1 Sam 15, 2-3.

Saúl penetró triunfalmente hasta el Negueb y venció ampliamente a los amalecitas, pero no tuvo en cuenta la orden que le había dado Yahvé de realizar el rito militar del exterminio total, es decir el “anatema”, según el cual todo el botín de guerra, hombres y mujeres, jóvenes y niños, todo ser viviente, bienes materiales, joyas, etc, debían ser destruidos por completo, por ser objetos contaminados por la idolatría y por lo tanto son impuros; sin embargo, Saúl desobedeció gravemente este mandato de Yahvé y egoístamente se guardó la mejor parte del botín, a saber: las mejores vacas, ovejas, joyas, etc. Entonces Samuel al enterarse de este hecho de profanación, se vio obligado a pronunciar la definitiva sentencia de reprobación diciendo: "¿Se complace Yahvé tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a su palabra? La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad de corazón más que las grasas de los carneros. La desobediencia es un pecado de magia, y la resistencia un crimen de idolatría. Porque has rechazado la Palabra de Yahvé, Yahvé te rechaza a ti como rey", 1 Sam 15, 22,s.s.
        
A partir de este momento Saúl fue un rey infeliz y desgraciado, vivía largas temporadas fuera de sí. Todo lo que realizaba le salía mal. Se hallaba profundamente conturbado, temeroso, obsesivo y cayó en una profunda depresión. El espíritu de Yahvé se apartó de él. Saúl, reconoció su falta e intentó reconciliarse con Yahvé por medio del profeta Samuel pidiendo perdón a Dios. “Saúl dijo a Samuel: “He pecado contra la orden de Yahvé y tus palabras, porque tuve miedo al pueblo y le escuché. Ahora, pues, perdona mi pecado, por favor, y vuelve conmigo para que adore a Yahvé. Pero Samuel respondió a Saúl: “No iré contigo; ya que has rechazado la palabra de Yahvé. Yahvé te ha rechazado para que no seas rey de Israel”, 1 Sam, 15, 24-26.

Sin embargo, Yahvé no le perdonó. Samuel se compadeció de Saúl y lloró por él e imploró a Dios para que perdonara a Saúl y el perdón y tampoco  llegó: “Y como Samuel se volviera para marcharse, Saúl le agarró fuertemente del manto, que se desgarró”. 1 Sam 15, 27. El manto rasgado es el signo visible de la ruptura definitiva e irreparable. Ante esta situación trágica Samuel tuvo un gesto lleno de piedad y de misericordia reflejo de la de Dios. "Y lloraba Samuel por Saúl pero Yahvé se había arrepentido de haberle hecho rey de Israel", 1 Sam 15, 35.

Así, Saúl, a quien un día Dios eligió y le ungió, es decir, lo consagró como rey de Israel, viene a ser al fin un rechazado y un renegado del amor divino, a causa de su desobediencia. Fue cayendo de desobediencia en desobediencia hasta hundirse definitivamente en la oscuridad de la obnubilación mental y viviendo una vida obsesiva. Este es uno de los pasajes que más duros de la Biblia, ya que, Dios, manifiestamente, no responde al perdón pedido por Saúl.

         
En esta historia de Saúl surge una pregunta difícil de contestar: ¿Por qué Dios ha sido tan duro y drástico con Saúl? ¿Por qué no se apiadó de él y le perdonó? En la Biblia hay textos que abren un horizonte de misericordia y de esperanza ante el pecador arrepentido como fruto de la misericordia y de la bondad de Dios. Hay otros pasajes en los que parece que todo se cierra como en un día nuboso. No hay respuesta. La voluntad de Dios también se manifiesta  en la corrección, el silencio y el castigo, y una vez manifestada y decidida la voluntad de Dios, ésta...  se cumple.




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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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