¡FELIZ AÑO NUEVO 2015!


Que el Señor te bendiga y te proteja.
Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia.
Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz.
Nm 6, 24-26

Que a todos conceda Dios, nuestro Padre,
un año de bendición,
que les comunique la dulzura y la fuerza de su Espíritu y
que su apostolado sea seguido del fruto de un amor
abundante a Cristo y a su Iglesia.




P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J. y equipo.




Invitamos a orar a Dios agradeciendo por el año que se termina y ofreciendo el nuevo año que inicia.




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¡FELIZ NAVIDAD!



¡Un Niño nos ha nacido!

Para todos nació, para que la bondad, la misericordia, la verdad y la vida alcance a todos.
Con el deseo de que en esta Navidad sientan cercano al Dios que nos ama tanto.

Diciembre 2014

P. José Ramón, S.J.
Director del blog




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Especial de NAVIDAD



"...Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, 
que es el Cristo Señor"
Lc 2,11 
















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Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de Enero



APOSTOLADO
DE LA
ORACIÓN

INTENCIONES PARA EL 
MES DE ENERO


Ofrecimiento Diario

Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada: mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.
El Espíritu Santo, que condujo a Jesús, me guíe y sea mi fuerza en este día para que pueda ser testigo de tu amor.

Con María, la madre del Señor y de la Iglesia, pido especialmente por las intenciones del Papa y de nuestros obispos para este mes:






Oremos con el Papa Francisco


Intención Universal

Para que quienes pertenecen a tradiciones religiosas diversas y todos los hombres de buena voluntad, colaboren en la promoción de la paz.




Intención por la Evangelización

Para que en este año dedicado a la vida consagrada, los religiosos y las religiosas redescubran la alegría de seguir a Cristo y se dediquen con celo al servicio de los pobres.




Oremos con los Obispos del Perú

Para que los pueblos de la selva en 
aislamiento voluntario sean 
respetados en sus derechos.




¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO?

Somos seres en relación, no aislados ni independientes. Al entrar en lo más profundo del corazón humano se nos revela el anhelo de fraternidad. Ser tratados con dignidad requiere la contraparte: tratar a los demás del mismo modo. El relato bíblico de los hermanos Caín y Abel nos ayuda a reflexionar.


Abel es pastor, Caín es labrador. Son distintos en su actividad y cultura, en su modo de relacionarse con Dios y con la creación. Pero su identidad profunda y vocación, es ser hermanos. El asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágica del rechazo radical de la vocación a ser hermanos.


“La humanidad lleva inscrita en sí una vocación a la fraternidad, pero también la dramática posibilidad de su traición. Da testimonio de ello el egoísmo cotidiano, que está en el fondo de tantas guerras e injusticias: muchos hombres y mujeres mueren a manos de hermanos y hermanas que no saben reconocerse como tales, es decir, como seres hechos para la reciprocidad, para la comunión y para el don”. (Papa Francisco)


SEGUIR A CRISTO

La comunidad familiar es la forma de vida privilegiada de la Iglesia. Hay otra forma comunitaria de vivir la fe y su compromiso: la comunidad religiosa. Desde la antigüedad se reunieron hombres o mujeres para experimentar formas asociativas eficaces de oración, vida y servicio. También para realizar signos de paternidad, maternidad y fraternidad particulares. Es la llamada vida consagrada.

El año 2016 es dedicado por el Papa Francisco a esta forma de vida para que las instituciones se renueven en la alegría y en el compromiso. Quienes han renunciado a expresar su amor en familia y han optado por el camino de la consagración lo hacen para vivir en libertad, para ser signos comunitarios de amor sin exclusividad y sin distinción, para estar disponibles a partir en misión evangélica como los apóstoles, para poder llegar sin ataduras a las fronteras donde se les necesita.

Las iglesias locales deben alegrarse de contar con estos hombres y mujeres, deben orar por ellos, y también ayudarlos a fin de que “su luminoso testimonio de vida sea como una lámpara puesta sobre el candelero para dar luz y calor a todo el pueblo de Dios” (Papa Francisco)

AISLAMIENTO VOLUNTARIO

Hay pueblos en las selvas del Perú (como de los otros países amazónicos), que por voluntad propia mantienen aislamiento de la estructura oficial del Estado. Es un derecho que les asiste ante la necesidad de proteger sus territorios ancestrales, sus vidas, su cultura. Sin embargo el Estado está obligado a respetarlos, defenderlos y protegerlos. Los bautizados en Cristo tenemos que preguntarnos si nuestras oraciones, valoraciones, preocupaciones y acciones llegan a ellos.




Invitación

A participar de la Misa dominical de 11:00 AM en la Parroquia de San Pedro y a acompañarnos en las reuniones semanales a las 12:00 M en el claustro de la parroquia, todos los domingos. 

Asimismo, invitamos a la Misa de los primeros viernes de cada mes en Honor al Sagrado Corazón de Jesús, a las 7:30 PM en San Pedro.


El Apostolado de la Oración es antes que nada hacernos interiormente disponibles a la misión de Cristo. Esta disponibilidad tiene como su fuente y modelo a Jesucristo entregado a nosotros y por nosotros, que se nos hace presente continuamente en la Eucaristía. Recibir su vida nos lleva, en reconocimiento, a ofrecer diariamente nuestra propia vida al Padre.


Para conocer más acerca del Apostolado de la Oración y sus actividades acceda AQUÍ



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La Sagrada Familia

P. Adolfo Franco, S.J.

Lucas 2, 22-40



Dentro de estos maravillosos días del nacimiento de Jesús, la Iglesia nos hace también reflexionar sobre algunas otras realidades del Señor, que vienen a subrayar el hecho importante y fundamental de la Encarnación, para reafirmar que Jesús es en verdad Dios y hombre. Una de estas hermosas realidades que reafirman el misterio de la Encarnación es el hecho de que tuvo de verdad una familia humana ¿qué clase de hombre sería si no tuviera una verdadera familia? Jesús nació de María Virgen y en el seno de una familia que la completaban José y el mismo Jesús al nacer.
Este don maravilloso que es la familia, la familia de cada uno, está iluminado por la familia modelo que es la de Jesús.

Y Jesús vivió en ese hogar como unos treinta años, hasta que salió a la vida pública. Ahí se desarrolló, según nos dice el Evangelio: “Jesús crecía en edad, sabiduría  y gracia”. Una de las grandes bondades de la familia es que ésta impulsa el,  crecimiento. Toda familia debería hacer crecer a los hijos en edad sabiduría y gracia.

La edad es mucho más que los cumpleaños. Porque para que la persona vea pasar los días de su calendario, y solamente eso, para eso no necesita familia. Incluso las personas desarraigadas de la familia, cada día se van haciendo más viejos. No se trata de eso, el crecimiento en edad, es el desarrollo de la persona; acompañar a la persona para que cumpla plenamente la niñez y pase a la adolescencia; y así que vaya pasando las distintas etapas de la vida después de haberlas completado. Una familia armoniosa hacer vivir plenamente al niño su niñez, de forma que después en adelante no le queden rezagos del infantilismo. Y que cuando sea adulto, de tal forma haya vivido en familia la adolescencia que no le surjan tardíamente rasgos de adolescencia.

La familia con las relaciones internas de padres e hijos, esposos entre sí y hermanos, hace que el crecimiento vaya dándose sin rémoras. Y especialmente cuando además hay modelos adecuados: el padre y la madre, cada uno en lo suyo. Sin este calor de las relaciones internas de la familia y sin los modelos adecuados, el niño crecerá en años, pero seguirá siendo infantil.

La familia debe hacer crecer a sus integrantes también en sabiduría. Y sabiduría es la comprensión del mundo a través de los valores. Con valores auténticos se conoce adecuadamente lo que el la vida, lo que es la realidad, lo que son las personas. Y eso es lo que podríamos llamar de verdad sabiduría. El conocimiento sin deformaciones, que no valora como principal lo que es secundario y no deja en segundo plano lo que es prioritario. Y la familia es la mejor escuela, y especialmente la escuela de la vida, donde se debe aprender la sabiduría. De esto también nos da un ejemplo la Sagrada Familia, sobre la que reflexionamos hoy: Sagrada Familia escuela de la sabiduría de Dios, donde cada uno recibía la fuente de la sabiduría; y donde estaba la sabiduría de Dios en su esplendor; el Niño crecía en sabiduría en la Familia que Dios le dio para vivir.

Y finalmente la familia debe hacer crecer a sus miembros en gracia, que es tener una verdadera y profunda relación con Dios. El hijo debe adquirir en su familia una verdadera forma de conocer, amar y servir a Dios. Y no se trata de información de Dios sino de conocimiento interior de Dios; y este conocimiento supone doctrina recta sobre Dios y sus misterios, y experiencia de oración. La familia cristiana, iluminada por esta Sagrada Familia, debe hacer presente a Dios en el corazón de cada uno de sus integrantes, para que los haga crecer en GRACIA, en la gracia de Dios.

Así que este modelo de la Sagrada Familia les dice a los padres que deben ser modelos para que los hijos crezcan en edad, que deben ser ejemplo para que los hijos crezcan en valores que los hagan sabios, y que deben ser inspiración para que los hijos amen a Dios.


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Agradecemos al P. Adolfo por su colaboración.

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Mensaje Urbi et Orbi del Santo Padre Francisco



NAVIDAD 2014

Jueves, 25 de diciembre de 2014






Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!

Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, nos ha nacido. Ha nacido en Belén de una virgen, cumpliendo las antiguas profecías. La virgen se llama María, y su esposo José.

Son personas humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, que acogen a Jesús y lo reconocen. Así, el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, que fueron corriendo a la cueva y adoraron al niño. Y luego el Espíritu guio a los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén, y reconocieron en Jesús al Mesías. «Mis ojos han visto a tu Salvador – exclama Simeón –, a quien has presentado ante todos los pueblos» (Lc 2,30).

Sí, hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.

A él, el Salvador del mundo, le pido hoy que guarde a nuestros hermanos y hermanas de Irak y de Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto que aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros grupos étnicos y religiosos, sufren una persecución brutal. Que la Navidad les traiga esperanza, así como a tantos desplazados, prófugos y refugiados, niños, adultos y ancianos, de aquella región y de todo el mundo; que la indiferencia se transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que los que ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y vivir con dignidad. Que el Señor abra los corazones a la confianza y otorgue la paz a todo el Medio Oriente, a partir la tierra bendecida por su nacimiento, sosteniendo los esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y palestinos.

Que Jesús, Salvador del mundo, custodie a cuantos están sufriendo en Ucrania y conceda a esa amada tierra superar las tensiones, vencer el odio y la violencia y emprender un nuevo camino de fraternidad y reconciliación.

Que Cristo Salvador conceda paz a Nigeria, donde se derrama más sangre y demasiadas personas son apartadas injustamente de sus seres queridos y retenidas como rehenes o masacradas. También invoco la paz para otras partes del continente africano. Pienso, en particular, en Libia, el Sudán del Sur, la República Centroafricana y varias regiones de la República Democrática del Congo; y pido a todos los que tienen responsabilidades políticas a que se comprometan, mediante el diálogo, a superar contrastes y construir una convivencia fraterna duradera.

Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y trata de personas, o forzados a convertirse en soldados; niños, tantos niños que sufren abusos. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán la semana pasada. Que sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea. Agradezco de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar a los enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se garantice la atención y el tratamiento necesario.

El Niño Jesús. Pienso en todos los niños hoy maltratados y muertos, sea los que lo padecen antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres y sepultados en el egoísmo de una cultura que no ama la vida; sean los niños desplazados a causa de las guerras y las persecuciones, sujetos a abusos y explotación ante nuestros ojos y con nuestro silencio cómplice; a los niños masacrados en los bombardeos, incluso allí donde ha nacido el Hijo de Dios. Todavía hoy, su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes. Sobre su sangre campea hoy la sombra de los actuales Herodes. Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para que podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos los pueblos de la tierra. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia, en la globalización de la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo: «Nuestros ojos han visto a tu Salvador».


Con estos pensamientos, feliz Navidad a todos.


Papa Francisco




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Tomado de:
www.vatican.va
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Homilía del Papa Francisco en la Solemnidad del Nacimiento del Señor



SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica Vaticana
Miércoles 24 de diciembre de 2014




«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló» (Is 9,1). «Un ángel del Señor se les presentó [a los pastores]: la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2,9). De este modo, la liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría.

También nosotros, en esta noche bendita, hemos venido a la casa de Dios atravesando las tinieblas que envuelven la tierra, guiados por la llama de la fe que ilumina nuestros pasos y animados por la esperanza de encontrar la «luz grande». Abriendo nuestro corazón, tenemos también nosotros la posibilidad de contemplar el milagro de ese niño-sol que, viniendo de lo alto, ilumina el horizonte.

El origen de las tinieblas que envuelven al mundo se pierde en la noche de los tiempos. Pensemos en aquel oscuro momento en que fue cometido el primer crimen de la humanidad, cuando la mano de Caín, cegado por la envidia, hirió de muerte a su hermano Abel (cf. Gn 4,8). También el curso de los siglos ha estado marcado por la violencia, las guerras, el odio, la opresión. Pero Dios, que había puesto sus esperanzas en el hombre hecho a su imagen y semejanza, aguardaba pacientemente. Dios esperaba. Esperó durante tanto tiempo, que quizás en un cierto momento hubiera tenido que renunciar. En cambio, no podía renunciar, no podía negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2,13). Por eso ha seguido esperando con paciencia frente a la corrupción de los hombres y de los pueblos. La paciencia de Dios. Qué difícil es entender esto: la paciencia de Dios con nosotros.
A lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción. En esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. Dios no conoce los arrebatos de ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando atisbar a lo lejos el retorno del hijo perdido; y todos los días, pacientemente. La paciencia de Dios.

La profecía de Isaías anuncia  la aparición de una gran luz que disipa la oscuridad. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Redentor, lo hicieron con estas palabras: «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). La «señal» es precisamente la humildad de Dios, la humildad de Dios llevada hasta el extremo; es el amor con el que, aquella noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones. El mensaje que todos esperaban, que buscaban en lo más profundo de su alma, no era otro que la ternura de Dios: Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.

Esta noche santa, en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? «Pero si yo busco al Señor» –podríamos responder–. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me busque, quien me encuentre y me acaricie con cariño. Ésta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera?

Y más aún: ¿tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! Paciencia de Dios, cercanía de Dios, ternura de Dios.

La respuesta del cristiano no puede ser más que aquella que Dios da a nuestra pequeñez. La vida tiene que ser vivida con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y suplicarle: «Señor, ayúdame a ser como tú, dame la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la humildad en cualquier conflicto».


Queridos hermanos y hermanas, en esta noche santa contemplemos el misterio: allí «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). La vio la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios. En cambio, no la vieron los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de cerrazón. Miremos al misterio y recemos, pidiendo a la Virgen Madre: «María, muéstranos a Jesús».


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Tomado de
www.vatican.va.
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Mensaje de Navidad del Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana - 2014



MENSAJE DE NAVIDAD

“En la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14)

Al acercarse la Navidad el mundo cristiano se inclina para contemplar al niño de Belén, al hijo de María que es al mismo tiempo el Hijo de Dios eterno, y que amado en el regazo maternal de su Madre, la Virgen de Nazareth, viene a nosotros esperando ser recibido con amor y fraternidad.

En este tiempo privilegiado reflexionamos en el sentido auténtico de la Navidad como un momento de compartir con ternura y alegría la generosidad del corazón; como un momento de sembrar con gestos de solidaridad las semillas de la paz y del perdón; como un momento de vencer la oscuridad del egoísmo y la ambición para pensar en las necesidades de los demás y en el bien común por encima de nuestros intereses personales; como un momento privilegiado para extender nuestra responsabilidad con el pobre y necesitado, que son también nuestros hermanos.

Quiero de modo particular mirar a la familia y, haciendo nuestras las palabras de nuestro amado Papa Francisco, recordarles que: “Aquello que pesa más de todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios. A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable. Pienso en los ancianos solos, en las familias se tienen que fatigar porque no reciben ayuda para sostener a quien en casa tiene necesidad de atención especial y cuidados”. Y, con el Santo Padre le recordamos el llamado de Jesucristo: “Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y oprimidos y yo los aliviaré”. Navidad es encontrarse con Jesús.

Contemplando al Hijo de Dios que nace pobre en Belén, miramos a niños y adolescentes de nuestro mundo y advertimos con dolor que hay niños que no pueden nacer porque se les niega el derecho a la vida; nos desgarra el alma la muerte de aquellos niños inocentes acribillados por las armas del odio y la venganza; nos apena el sufrimiento de tantos niños cuyos hogares han sido destruidos por el divorcio; levantamos nuestra voz por aquellos niños y niñas que son víctimas de la trata de personas, actos indignos e inhumanos, delitos de lesa humanidad. Estos pequeños y pequeñas son las víctimas inocentes que en esta Navidad reflejan el rostro de Jesús que nace en Belén y a los que tenemos que ayudar, cuidar, defender y amar.

En esta Navidad, con el espíritu de concordia, comunión y perdón que nos trae, quiero hacer llegar mi más cordial saludo a todos los peruanos que viven en esta Patria amada y también a los que viven en el extranjero. Quiero hacer llegar mi saludo a todos los Poderes del Estado, a nuestros hermanos trabajadores, a los Congresistas, a los estudiantes, a las madres de familia, a todos los fieles Católicos y a todas las personas de buena voluntad. Que en esta Navidad podamos unirnos a los coros celestiales para cantar: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.

Que nadie se sienta ajeno a la salvación que nos trae Jesús; que nadie sea excluido del Banquete de la vida y de la mesa del progreso y del amor fraternal, y que la luz de la fe nos permita construir una Patria grande, pacífica y atenta a las necesidades de los más débiles y olvidados.

Esperando la llegada ya cercana del 2015, damos gracias al Señor por todo lo acontecido en este año. A la vez deseamos que el nuevo año nos permita alcanzar todos nuestros buenos propósitos y metas.

Con el corazón del Niño de Belén quiero enviarles un abrazo a todos ustedes pidiendo a Dios les colme de bienestar, paz y salud.


¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!

Lima, Diciembre 2014

+ Monseñor Salvador Piñeiro
Arzobispo Metropolitano de Ayacucho
Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana


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