ESPECIAL DE PASCUA DE RESURRECCIÓN





¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

«No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.
No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: 
«Ha resucitado de entre los muertos... »
Mateo 28,5-7









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Ofrecimiento Diario - Intenciones para el mes de ABRIL




APOSTOLADO

DE LA


ORACIÓN

INTENCIONES PARA EL MES DE
ABRIL






Ofrecimiento Diario


Ven Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con él, por la redención del mundo.

Señor mío y Dios mío Jesucristo:



Por el Corazón Inmaculado de María me consagro a tu Corazón y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar; con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu reino.

Te pido en especial por las intenciones encomendadas al Apostolado de la Oración.




Por las Intenciones del Papa


Intención General
La liturgia, fuente de vida. Que la celebración pública y orante de la fe sea fuente de vida para los creyentes.







Intención Misional
La Iglesia en misión. Que las Iglesias locales de los territorios de misión sean signos e instrumentos de esperanza y de resurrección.





Por la Conferencia Episcopal Peruana
Para que los laicos sean en nuestra sociedad una inteligencia iluminada por la fe, una conciencia moral que rechaza el mal y promueve el bien material y espiritual de todos.






LA LITURGIA FUENTE DE VIDA

“... Estamos llamados a crecer, con la ayuda de la gracia de Dios, en fidelidad cotidiana a su palabra, en la comunión vivificante de la Iglesia... Este camino de consagración exige una constante consagración, un morir a sí mismos, para pertenecer plenamente a Dios, una transformación de la mente y del corazón, que conduce a la verdadera libertad... Revivir nuestra consagración bautismal... rechazar el pecado y sus seducciones y beber del manantial de la gracia de Dios..." (Benedicto XVI. Australia. 19.7.2008. Extracto)


MISIÓN UNIVERSAL DE LA IGLESIA

“... El anuncio del Evangelio se convierte en una ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de instrucción, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria y de las divisiones de raza, de apoyo a los marginados, al desarrollo de los pueblos, al respeto de la vida en cada una de sus etapas... (Benedicto XVI. Jornada Misionera Mundial. 6.1.2012. Extracto)


APARECIDA, MISIÓN CONTINENTAL

“... Los fieles laicos son hombres de la Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia. (209)


Eucaristía
Misa por los laicos (Misal romano)

Palabra de Dios
Isaías 58, 1-12. El culto agradable a Dios.
Hechos 1,12-14. La comunidad en oración.
Lucas 22,7-22. Institución de la Eucaristía.

Reflexionemos
¿Participo habitualmente en la Misa dominical y en los días de precepto?
¿Hago oración? ¿A solas? ¿Con otros?
¿La liturgia es fuente de vida para mí? ¿Me ayuda a dar testimonio de vida cristiana?

P. Antonio González Callizo, S.J. Director Nacional del Apostolado de la Oración.


Invitación

A participar de la Misa dominical de 11:00 AM en la Parroquia de San Pedro y a acompañarnos en las reuniones semanales a las 12:00 M en el claustro de la parroquia, todos los domingos. 

Asimismo, invitamos a la Misa de los primeros viernes de cada mes en Honor al Sagrado Corazón de Jesús, a las 7:30 PM en San Pedro.


Para conocer más acerca del Apostolado de la Oración y sus actividades acceda AQUÍ



Visítenos en:

http://www.apostlesshipofprayer.net Elegir idioma ESPAÑOL, hacer clic en ventana “Oración y Servicio”
www.jesuitasperu.org Apostolado parroquial
www.sanpedrodelima.org


¡ADVENIAT REGNUM TUUM!
¡Venga a nosotros tu reino! 




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Fe en la resurrección de Jesús de Nazaret

P. Miguel Manzanera, S.J.




La religión cristiana, heredera cualificada de la fe judía en el Dios YHWH, tiene una característica que la hace única en el mundo de las religiones: la fe en Cristo Jesús con su doble naturaleza, divina por ser Hijo de Dios Padre y humana por ser hijo virginal de María. A primera vista este doble origen de Jesús podría ser atribuido a algún mito de las culturas ancestrales o de las mitologías griegas o egipcias, que describen uniones de dioses con personas humanas, pero tiene argumentos históricos y teológicos.
Ha habido detractores de Jesús que han negado su naturaleza humana, pero no han podido refutar las evidencias de los evangelios canónicos y de otros documentos históricos que atestiguan sin lugar a dudas la existencia real de Jesús en la tierra.
Más controversial ha sido y sigue siendo la naturaleza divina de Jesús. De hecho el Sanedrín, autoridad religiosa del pueblo judío, le condenó por declarar que era el «Hijo de Dios», con aquellas lacónicas palabras: «Ha blasfemado. Reo es de muerte» (Mt 26, 64-66). Para la religión judía que profesa la fe en un único Dios personal, es una blasfemia admitir a otro ser con naturaleza divina.
Jesús, conocedor de ese monoteísmo rígido, se esforzó por probar ante el pueblo que Él era el Hijo de Dios, arguyendo cómo las Sagradas Escrituras prefiguraban un monoteísmo abierto al Mesías y además realizó señales milagrosas que acreditaban su identidad divina. El Evangelio de San Juan centra gran parte de su exposición en esa polémica entre Jesús y las autoridades religiosas. Pero éstas por ceguera espiritual y perversión moral se negaron a reconocerle, atribuyendo incluso al mismo Satanás las curaciones y expulsiones de demonios realizadas por Jesús (Mt 12, 22-32).
Por ello el Señor centró la prueba definitiva de su divinidad en su resurrección de entre los muertos, que no iba a ser temporal, cómo la resurrección de Lázaro, sino definitiva y eterna. San Pablo, educado en la escuela rabínica y después convertido a la fe cristiana, entendió perfectamente ese desafío de Jesús y lo expresó con esta lacónica frase: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe (1 Co 15, 15, 14).
Las autoridades judías, conocedoras de que Jesús había predicho su propia resurrección a los tres días, exigieron a Pilato, el Procurador romano, poner una guardia a la entrada del sepulcro, para evitar el robo fraudulento del cadáver, a lo que Pilato accedió (Mt 26, 62-66). Al tercer día, de madrugada hubo un gran terremoto y la piedra del sepulcro se removió, dejando abierta la entrada. Algunas discípulas de Jesús, que habían ido a embalsamar el cadáver, fueron las primeras en comprobar que el sepulcro estaba vacío e incluso tuvieron una aparición del Señor resucitado, aunque su testimonio, por ser mujeres, no fue creído por el grupo de los apóstoles (Mt 28, 1-8).
Sin embargo dos de ellos, Pedro y Juan, corrieron al sepulcro y éste último al ver vacía la tumba y desinflada la sábana doble que envolvía el cuerpo de Jesús y plegado el sudario que le cubría la cabeza, creyó en la palabra de Jesús que había predicho que resucitaría al tercer día según la Escritura (Jn, 20, 9). Por eso Juan es el modelo del creyente por encima de los demás discípulos que necesitaron de la aparición del Señor resucitado e incluso uno de ellos, Tomás, exigió meter su mano en el costado abierto de Jesús para convencerse de que era el mismo que fue traspasado por la lanza del soldado romano (Jn 20, 27-28).
Hoy en día sigue habiendo muchas personas incrédulas que niegan rotundamente la posibilidad de la resurrección de Jesús y califican esa creencia como fanática o al menos improbada. Sin embargo la providencia divina ha permitido el conocimiento científico de un testimonio histórico que viene a apoyar la verdad de la resurrección de Jesús. Se trata de la sábana doble que envolvió el cuerpo de Jesús y cuya autenticidad de ser la misma que envolvió el cadáver de Jesús es cada vez más contundente para los peritos forenses, médicos y científicos, que la han examinado sin prejuicios ideológicos.
Nuevos descubrimientos vienen, además, a confirmar que en la Sábana Santa hay indicios probatorios de la resurrección. Uno de los últimos experimentos realizados explica que la particularidad de la imagen original reside en la «profundidad de la coloración», que fue impresa «de modo muy superficial, únicamente en los estratos más externos del tejido». «La imagen de la Sábana Santa se parecía a las que realizan algunas industrias textiles a través del láser». Serían impulsos de luz ultravioleta extremadamente breves pero muy intensos (ACI/Europa Press, 2010, mayo 06.). Consideramos que constituye un argumento científico de la existencia de una energía, proveniente de la Rúaj Santa, que reavivó el cuerpo de Jesús resucitado y confirmaría su proclamación de ser Hijo de Dios.


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Tomado de Infocatólica:
http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=16902
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Especial de Semana Santa





Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada.
Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencia, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado.
El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.
Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros.
Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca.
Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo.
Isaías 53, 3-8



"Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron para el Hijo del hombre; pues será entregado a los gentiles, y será objeto de burlas, insultado y escupido; y después de azotarle le matarán, y al tercer día resucitará"
Lucas 18, 31-33v






Semana Santa

El por qué y para qué de la pasión y muerte de Cristo

 
Algunos textos de la Escritura que revelan verdades importantes sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo 


Semana Santa: Cristo nuestro

Semana Santa: Textos bíblicos
 
Semana Santa en Imágenes y citas bíblicas


Signos y Símbolos de la Semana Santa

Homilía del Papa Francisco por Domingo de Ramos, 2013

Domingo de Ramos

Semana Santa: Jueves Santo

Homilía del Papa Francisco en Misa Crismal

Homilía del Papa Francisco en Jueves Santo


¿Qué pasó en la Última Cena?

Getsemaní


Hora Santa

La Hora de aceptar la Cruz

Semana Santa: Viernes Santo

Vía Crucis en el Coliseo presidida por el Papa Francisco

Via crucis de hoy

Vía Crucis

Las siete palabras de Jesús en la cruz 


Quinta palabra: Tengo sed

Sexta palabra: Consummatum Est – Todo esta cumplido

Séptima palabra: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu

Ante el Crucificado

¿Cómo fue la muerte de Jesús?

Semana Santa: Vigilia Pascual









Actividades en nuestra Parroquia

Semana Santa 2013 - Programa de Actividades en nuestra Parroquia de San Pedro - Lima








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Mensaje pascual y bendición del Papa Francisco



MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PASCUA 2013

Domingo 31 de marzo de 2013


Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua! ¡Feliz Pascua!

Es una gran alegría para mí poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles...

Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay la esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Dios siempre vence.

También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tiene este evento (cf. Lc 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede hacer el amor de Dios.

Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.

He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).

Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).

He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz.

Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero.

Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Iraq, y que cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?

Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el Este la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.

Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.

Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia; egoísmo que continúa en la trata de personas, la esclavitud más extendida en este siglo veintiuno: la trata de personas es precisamente la esclavitud más extendida en este siglo ventiuno. Paz a todo el mundo, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra. Que Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga custodios responsables de la creación.

Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / “Eterna es su misericordia”» (Sal 117,1-2).



Queridos hermanos y hermanas venidos de todas las partes del mundo y reunidos en esta plaza, corazón de la cristiandad, y todos los que estáis conectados a través de los medios de comunicación, os renuevo mi felicitación: ¡Buena Pascua!
Llevad a vuestras familias y vuestros Países el mensaje de alegría, de esperanza y de paz que cada año, en este día, se renueva con vigor.
Que el Señor resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados. Gracias por vuestra presencia y el testimonio de vuestra fe. Un pensamiento y un agradecimiento particular por el don de las hermosas flores, que provienen de los Países Bajos. Repito a todos con afecto: Cristo resucitado guíe a todos vosotros y a la humanidad entera por sendas de justicia, de amor y de paz.


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Tomado de:
www.vatican.va
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Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual



VIGILIA PASCUAL

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica Vaticana
Sábado Santo 30 de marzo de 2013



Queridos hermanos y hermanas


1. En el Evangelio de esta noche luminosa de la Vigilia Pascual, encontramos primero a las mujeres que van al sepulcro de Jesús, con aromas para ungir su cuerpo (cf. Lc 24,1-3). Van para hacer un gesto de compasión, de afecto, de amor; un gesto tradicional hacia un ser querido difunto, como hacemos también nosotros. Habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz. Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4). ¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es así.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

2. Pero volvamos al Evangelio, a las mujeres, y demos un paso hacia adelante. Encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el «hoy» eterno de Dios. Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive. Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.

3. Hay un último y simple elemento que quisiera subrayar en el Evangelio de esta luminosa Vigilia Pascual. Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa san Lucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: Recordad. «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8). Esto es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.

En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas; que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive. Amén.


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Tomado de
www.vatican.va

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Resurrección del Señor


P. Adolfo Franco, S.J.


Juan 20, 1-9

La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y la ventana de nuestra esperanza.


Esta es la piedra angular de la vida cristiana, que  da consistencia a todo lo demás, como dice San Pablo en la primera carta a los Corintios (1 Cor 15, 14-22). Es algo muy grande y tenemos que fraccionarlo en aspectos para captar un poco su verdad. Cuatro aspectos traigo a la consideración: la resurrección de Cristo es un hecho, es un misterio, una fuerza y una manifestación. No pretendo reducir a sólo eso esta obra grande del Señor; pero pienso que pueden servir de pistas para nuestra reflexión.

La Resurrección de Cristo es un hecho. Es verdad ¡la muerte ha sido vencida! lo que prevalece es la vida. Al final todo lo que es muerte, dolor, fracaso, sufrimiento, todo eso acabará, porque la muerte en su huida arrastrará consigo a toda su fúnebre comparsa. Todo lo que es frustración será sustituido por plenitud, todo lo que ahora es amenaza, será sustituido por seguridad inconmovible. Ahora nos vemos atacados, sentimos nuestra fragilidad, como si estuviéramos sobre una delgada capa de hielo, pero todo esto es pasajero, porque el plan de Dios es la Vida, y de esto nos deja una firme certeza la Resurrección de Cristo.

La Resurrección de Cristo es un misterio. Decir esto no es desdibujar los contornos de esta realidad, para difuminarla en la vaguedad de las cosas irreales. Lo que queremos decir es que la Resurrección de Cristo es mucho más de lo que podemos soñar, y por supuesto de lo que podemos entender. Es, por así decirlo, como un iceberg: lo que vemos es poquísimo en comparación de lo que se nos oculta. No tenemos ni idea de lo que es de luz, de paz, de gozo, de esperanza, de alegría este hecho con que Dios cumple todas las promesas que hizo a los hombres. Y es misterio porque es una realidad asombrosa del horizonte de lo inmutable y que se nos entra en este mundo donde lo inteligible es lo que tiene peso y medida; y la resurrección no tiene ni peso ni medida.

Es también una fuerza que transforma toda la realidad. Según las afirmaciones de San Pablo toda la creación ha recibido el efecto de la resurrección de Cristo. Todas las actividades humanas tienen la posibilidad de ser obras para la vida eterna, y por tanto no son perecederas, ni sucumben a la muerte de lo que se va con el tiempo, como un soplo: la actividad del hombre, hecha en el tiempo, puede penetrar en la eternidad por la fuerza de la resurrección. Lo que hicimos no necesariamente se va al oscuro pasadizo del olvido. Además, porque Cristo ha resucitado hay personas que realizan acciones que sobrepasan las posibilidades normales de un ser humano: con la fuerza de la resurrección de Cristo han sido hechas todas las acciones verdaderamente sobrehumanas de los santos: las renuncias a lo mezquino, la entrega a los desheredados, la lucha incansable por la verdad y por el ser humano desposeído: tantas y tantas páginas heroicas han sido escritas en la Iglesia por seres (a veces anónimos) en los cuales brillaba la fuerza de la resurrección.

Es una manifestación de la divinidad de Jesucristo. Jesucristo no resucita porque alguien, fuera, en la puerta del sepulcro (como en el caso de la resurrección de Lázaro) lo llame de nuevo a la vida. Jesucristo resucita desde dentro del sepulcro, porque El mismo es Dios,  El es la Vida misma y ningún sepulcro le iba a servir de cárcel. Como la explosión de un volcán, así surge Cristo con la fuerza de su vida. Esto es lo que San Juan en el Evangelio de hoy nos dice: el sepulcro está vacío, ya no es la caja de un cadáver, sino que queda como algo inútil, la vida ha vencido para siempre.


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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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Vía Crucis en el Coliseo presidida por el Papa Francisco


OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
DEL SUMO PONTÍFICE


PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE
FRANCISCO

VIERNES SANTO
DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

MEDITACIONES
de un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección
de Su Beatitud Eminentísima
el Señor Cardenal Béchara Boutros Raï

Vía Crucis 2013



Introducción

«Se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”» (Mc 10,17).

Jesús respondió a esta pregunta, que arde en lo más íntimo de nuestro ser, recorriendo la vía de la cruz.
Te contemplamos, Señor, en este camino que tú has emprendido antes que nadie y al final del cual «pusiste tu cruz como un puente hacia la muerte, de modo que los hombres puedan pasar del país de la muerte al de la Vida» (San Efrén el Sirio, Homilía).

La llamada a seguirte se dirige a todos, en particular a los jóvenes y a cuantos sufren por las divisiones, las guerras o la injusticia y luchan por ser, en medio de sus hermanos, signos de esperanza y artífices de paz.
Nos ponemos por tanto ante ti con amor, te presentamos nuestros sufrimientos, dirigimos nuestra mirada y nuestro corazón a tu santa Cruz y, apoyándonos en tu promesa, te rogamos: «Bendito sea nuestro Redentor, que nos ha dado la vida con su muerte. Oh Redentor, realiza en nosotros el misterio de tu redención, por tu pasión, muerte y resurrección» (Liturgia maronita).


PRIMERA ESTACIÓN

Jesús es condenado a muerte
Primera Estación: Jesús es condenado a muerte - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según san Marcos 15,12-13.15
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Ante Pilato, que ostenta el poder, Jesús debía de haber obtenido justicia. Pilato tenía en efecto el poder de reconocer la inocencia de Jesús y de liberarlo. Pero el gobernador romano prefiere servir la lógica de sus intereses personales, y se somete a las presiones políticas y sociales. Condenó a un inocente para agradar a la gente, sin secundar la verdad. Entregó a Jesús al suplicio de la cruz, aun sabiendo que era inocente… antes de lavarse las manos.

En nuestro mundo contemporáneo, muchos son los «Pilato» que tienen en las manos los resortes del poder y los usan al servicio de los más fuertes. Son muchos los que, débiles y viles ante estas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida.
Señor Jesús, no permitas que seamos contados entre los injustos. No permitas que los fuertes se complazcan en el mal, en la injusticia y en el despotismo. No permitas que la injusticia lleve a los inocentes a la desesperación y a la muerte. Confírmales en la esperanza e ilumina la conciencia de aquellos que tienen autoridad en este mundo, de modo que gobiernen con justicia. Amén.


SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús con la cruz a cuestas
Segunda Estación: Jesús con la cruz a cuestas - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según San Marcos 15,20
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.
Jesucristo se encuentra ante unos soldados que creen tener todo el poder sobre él, mientras que él es aquel por medio del cual «se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho» (Jn 1,3).

En todas las épocas, el hombre ha creído poder sustituir a Dios y determinar por sí mismo el bien y el mal (cf. Gn 3,5), sin hacer referencia a su Creador y Salvador. Se ha creído omnipotente, capaz de excluir a Dios de su propia vida y de la de sus semejantes, en nombre de la razón, el poder o el dinero.

También hoy el mundo se somete a realidades que buscan expulsar a Dios de la vida del mundo, como el laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre; o el fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 29).

Señor Jesús, tú que has asumido la humillación y te has identificado con los débiles, te confiamos a todos los hombres y a todos los pueblos humillados y que sufren, en especial los del atormentado Oriente. Concédeles que obtengan de ti la fuerza para poder llevar contigo su cruz de esperanza. Nosotros ponemos en tus manos todos aquellos que están extraviados, para que, gracias a ti, encuentren la verdad y el amor. Amén.

TERCERA ESTACIÓN

Jesús cae por primera vez
Tercera Estación: Jesús cae por primera vez - Vía Crucis 2013

Lectura del profeta Isaías 53,5
Pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron.

Aquél que tiene las luminarias del cielo en la palma de su mano divina, y ante el cual tiemblan las potencias celestes, cae por tierra sin protegerse bajo el pesado yugo de la cruz.

Aquél que ha traído la paz al mundo, herido por nuestros pecados, cae bajo el peso de nuestras culpas.
«Mirad, oh fieles, nuestro Salvador que avanza por la vía del Calvario. Oprimido por amargos sufrimientos, las fuerzas le abandonan. Vamos a ver este increíble evento que sobrepasa nuestra comprensión y es difícil de describir. Temblaron los fundamentos de la tierra y un miedo terrible se apoderó de los que estaban allí cuando su Creador y Dios fue aplastado bajo el peso de la cruz y se dejó conducir a la muerte por amor a toda la humanidad» (Liturgia caldea).

Señor Jesús, levántanos de nuestras caídas, reconduce nuestro espíritu extraviado a tu Verdad. No permitas que la razón humana, que tú has creado para ti, se conforme con las verdades parciales de la ciencia y de la tecnología sin intentar siquiera plantearse las preguntas fundamentales sobre el sentido y la existencia (cf. Carta ap. Porta fidei, 12).

Concédenos, Señor, abrirnos a la acción de tu Santo Espíritu, de modo que nos conduzca a la plenitud de la verdad. Amén.

CUARTA ESTACIÓN

Jesús encuentra a su Madre
Cuarta Estación: Jesús encuentra a su Madre - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según san Lucas 2,34-35.51b
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Éste ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Herido y sufriendo, llevando la cruz de todos los hombres, Jesús encuentra a su madre y, en su rostro, a toda la humanidad.

María, Madre de Dios, ha sido la primera discípula del Maestro. Al acoger la palabra del ángel, ha encontrado por primera vez al Verbo encarnado y se ha convertido en templo del Dios vivo. Lo ha encontrado sin comprender cómo el Creador del cielo y de la tierra ha querido elegir a una joven, una criatura frágil, para encarnarse en este mundo. Lo ha encontrado en una búsqueda constante de su rostro, en el silencio del corazón y en la meditación de la Palabra. Creía ser ella quien lo buscaba, pero, en realidad, era él quien la buscaba a ella.

Ahora, mientras lleva la cruz, la encuentra.

Jesús sufre al ver a su madre afligida, y María viendo sufrir a su Hijo. Pero de este común sufrimiento nace la nueva humanidad. «Paz a ti. Te suplicamos, oh Santa llena de gloria, siempre Virgen, Madre de Dios, Madre de Cristo. Eleva nuestra oración a la presencia de tu amado Hijo para que perdone nuestros pecados» (Theotokion del Orologion copto, Al-Aghbia 37).

Señor Jesús, también nosotros sentimos en nuestras familias los sufrimientos que los padres causan a sus hijos y éstos a sus padres. Señor, haz que en estos tiempos difíciles nuestras familias sean lugar de tu presencia, de modo que nuestros sufrimientos se transformen en alegría. Sé tú la fuerza de nuestras familias y haz que sean oasis de amor, paz y serenidad, a imagen de la Sagrada Familia de Nazaret. Amén.


QUINTA ESTACIÓN

El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Quinta Estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 26
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

El encuentro de Jesús con Simón de Cirene es un encuentro silencioso, una lección de vida: Dios no quiere el sufrimiento y no acepta el mal. Lo mismo vale para el ser humano. Pero el sufrimiento, acogido con fe, se trasforma en camino de salvación. Entonces lo aceptamos como Jesús, y ayudamos a llevarlo como Simón de Cirene.

Señor Jesús, tú has hecho que el hombre tomara parte en llevar tu cruz. Nos has invitado a compartir tu sufrimiento. Simón de Cirene es uno de nosotros, y nos enseña a aceptar la cruz que encontramos en el camino de la vida.

Señor, siguiendo tu ejemplo, también nosotros llevamos hoy la cruz del sufrimiento y de la enfermedad, pero la aceptamos porque tú estás con nosotros. Ésta nos puede encadenar a una silla, pero no impedirnos soñar; puede apagar la mirada, pero no herir la conciencia; puede dejar sordos los oídos, pero no impedirnos escuchar; atar la lengua, pero no apagar la sed de verdad. Puede adormecer el alma, pero no robar la libertad.

Señor, queremos ser tus discípulos para llevar tu cruz todos los días; la llevaremos con alegría y con esperanza para que tú la lleves con nosotros, porque tú has alcanzado para nosotros el triunfo sobre la muerte.

Te damos gracias, Señor, por cada persona enferma y que sufre, que sabe ser testigo de tu amor, y por cada «Simón de Cirene» que pones en nuestro camino. Amén.


SEXTA ESTACIÓN

La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Sexta Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús - Vía Crucis 2013

Lectura del libro de los Salmos 27,8-9
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

La Verónica te ha buscado en medio de la gente. Te ha buscado, y al final te ha encontrado. Mientras tu dolor llegaba al extremo, ha querido aliviarlo enjugándote el rostro con un paño. Un pequeño gesto, que expresaba todo su amor por ti y toda su fe en ti, y que ha quedado impreso en la memoria de nuestra tradición cristiana.

Señor Jesús, buscamos tu rostro. La Verónica nos recuerda que tú estás presente en cada persona que sufre y que se dirige al Gólgota. Señor, haz que te encontremos en los pobres, en tus hermanos pequeños, para enjugar las lágrimas de los que lloran, hacernos cargo de los que sufren y sostener a los débiles.

Señor, tú nos enseñas que una persona herida y olvidada no pierde ni su valor ni su dignidad, y que permanece como signo de tu presencia oculta en el mundo. Ayúdanos a lavar de su rostro las marcas de la pobreza y la injusticia, de modo que tu imagen se revele y resplandezca en ella.

Oremos por todos los que buscan tu rostro y lo encuentran en quienes no tienen hogar, en los pobres, en los niños expuestos a la violencia y a la explotación. Amén.


SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae por segunda vez
Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez - Vía Crucis 2013

Lectura del libro de los Salmos 22, 8.12
Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza. Pero tú, Señor, no te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre.

Jesús está solo bajo el peso interior y exterior de la cruz. En la caída es cuando el peso del mal se hace demasiado grande, y parece que no hay límite para la injusticia y la violencia.

Pero él se levanta de nuevo apoyándose en la confianza que tiene en su Padre. Frente a los hombres que lo han abandonado a su suerte, la fuerza del Espíritu lo levanta; lo une completamente a la voluntad del Padre, la del amor que todo lo puede.

Señor Jesús, en tu segunda caída reconocemos tantas situaciones nuestras que parecen no tener salida. Entre ellas, las causadas por los prejuicios y el odio, que endurece nuestro corazón y lleva a conflictos religiosos.
Ilumina nuestras conciencias para que reconozcamos que, a pesar de «las divergencias humanas y religiosas», «un destello de verdad ilumina a todos los hombres», llamados a caminar juntos – respetando la libertad religiosa – hacia la verdad que sólo está en Dios. Así, las distintas religiones podrán «unir sus esfuerzos para servir al bien común y contribuir al desarrollo de cada persona y a la construcción de la sociedad» (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 27-28).

Ven, Espíritu Santo, a consolar y fortalecer a los cristianos, en particular a los de Oriente Medio, de modo que unidos a Cristo sean testigos de su amor universal en una tierra lacerada por la injusticia y los conflictos. Amén.


OCTAVA ESTACIÓN

Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él
Octava Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 27-28
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos».

En el camino hacia el Calvario, el Señor encuentra a las mujeres de Jerusalén. Ellas lloran por el sufrimiento del Señor como si se tratase de un sufrimiento sin esperanza. Sólo ven en el madero de la cruz un signo de maldición (cf. Dt 21,23), mientras que el Señor lo ha querido como medio de Redención y de Salvación.
En la Pasión y Crucifixión, Jesús da su vida en rescate por muchos. Así dio alivio a los oprimidos bajo el yugo y consuelo a los afligidos. Enjugó las lágrimas de las mujeres de Jerusalén y abrió sus ojos a la verdad pascual.

Nuestro mundo está lleno de madres afligidas, de mujeres heridas en su dignidad, violentadas por las discriminaciones, la injusticia y el sufrimiento (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 60). Oh Cristo sufriente, sé su paz y el bálsamo de sus heridas.

Señor Jesús, con tu encarnación en María «bendita entre las mujeres» (Lc 1,42), has elevado la dignidad de toda mujer. Con la Encarnación has unificado el género humano (cf. Ga 3,26-28).

Señor, que el deseo de nuestro corazón sea el de encontrarnos contigo. Que nuestro camino lleno de sufrimiento sea siempre un itinerario de esperanza, contigo y hacia ti, que eres el refugio de nuestra vida y nuestra Salvación. Amén.


NOVENA ESTACIÓN

Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz
Novena Estación: Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz - Vía Crucis 2013

Lectura del la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios 5, 14-15
Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

Por tercera vez, Jesús cae bajo la cruz cargado con nuestros pecados, y por tercera vez intenta alzarse con todas las fuerzas que le quedan, para proseguir el camino hacia el Gólgota, evitando dejarse aplastar y sucumbir a la tentación.

Desde su encarnación, Jesús lleva la cruz del sufrimiento humano y del pecado. Ha asumido la naturaleza humana de forma plena y para siempre, mostrando a los hombres que la victoria es posible y que el camino de la filiación divina está abierto.

Señor Jesús, la Iglesia, nacida de tu costado abierto, está oprimida bajo la cruz de las divisiones que alejan a los cristianos unos de otros y de la unidad que tú quisiste para ellos; se han desviado de tu deseo de «que todos sean uno» (Jn 17,21), como tú y el Padre. Esta cruz grava con todo su peso sobre sus vidas y su testimonio común. Frente a las divisiones a las que nos enfrentamos, concédenos, Señor, la sabiduría y la humildad, para levantarnos y avanzar por el camino de la unidad, en la verdad y el amor, sin sucumbir a la tentación de recurrir sólo a los criterios que nacen de intereses personales o sectarios (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 11).

Concédenos renunciar a la mentalidad de división «para no hacer ineficaz la cruz de Cristo» (1Co1,17b). Amén.

DÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es despojado de sus vestiduras
Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras - Vía Crucis 2013

Lectura del libro de los Salmos 22, 19
Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

En la plenitud de los tiempos, Señor Jesús, has revestido nuestra humanidad; tú, de quien se dice: «La orla de su manto llenaba el templo» (Is 6,1); ahora, caminas entre nosotros, y los que tocan la orla de tus vestidos quedan curados. Pero has sido despojado también de este vestido, Señor. Te hemos robado el manto, y tú nos has dado también la túnica (cf. Mt 5,40). Has permitido que el velo de tu carne se rasgase para que fuésemos admitidos de nuevo a la presencia del Padre (cf. Hb10,19-20).

Creíamos poder realizarnos nosotros mismos, independientemente de ti (cf. Gn 3,4-7). Nos hemos encontrado desnudos, pero tu amor infinito nos ha revestido de la dignidad de hijos e hijas de Dios y de tu gracia santificante.

Concede, Señor, a los hijos de las Iglesias orientales – despojados por diversas dificultades, a veces incluso por la persecución, y debilitados por la emigración – el valor de permanecer en sus países para anunciar la Buena Noticia.

Oh Jesús, Hijo del hombre, que te has despojado para revelarnos la nueva criatura resucitada de entre los muertos, arranca en nosotros el velo que nos separa de Dios, y entreteje en nosotros tu presencia divina.
Concédenos vencer el miedo frente a los sucesos de la vida que nos despojan y nos dejan desnudos, y revestirnos del hombre nuevo de nuestro bautismo, para anunciar la Buena Noticia, proclamando que eres el único Dios verdadero, que guía la historia. Amén.


UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es clavado en la cruz
Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según San Juan 19, 16a.19
Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».

He aquí el Mesías esperado, colgado en el madero de la cruz entre dos malhechores. Las manos que han bendecido a la humanidad están traspasadas. Los pies que han pisado nuestra tierra para anunciar la Buena Noticia cuelgan entre el cielo y la tierra. Los ojos llenos de amor que, con una mirada, han sanado a los enfermos y perdonado nuestros pecados ahora sólo miran al cielo.

Señor Jesús, tú has sido crucificado por nuestras culpas. Tú suplicas al Padre e intercedes por la humanidad. Cada golpe del martillo resuena como un latido de tu corazón inmolado.

Qué hermosos en el monte Calvario los pies de quien anuncia la Buena Noticia de la Salvación. Tu amor, Jesús, ha llenado el universo. Tus manos atravesadas son nuestro refugio en la angustia. Nos acogen cada vez que el abismo del pecado nos amenaza y encontramos en tus llagas la salud y el perdón.

Oh Jesús, te pedimos por todos los jóvenes que están oprimidos por la desesperación, por los jóvenes víctimas de la droga, las sectas y las perversiones.

Líbralos de su esclavitud. Que levanten los ojos y acojan el Amor. Que descubran la felicidad en ti, y sálvalos tú, Salvador nuestro. Amén.


DUODÉCIMA ESTACIÓN

Jesús muere en la cruz
Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según San Lucas 23,46
Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró.

Desde lo alto de la cruz, un grito: grito de abandono en el momento de la muerte, grito de confianza en medio del sufrimiento, grito del alumbramiento de una vida nueva. Colgado del Árbol de la Vida, entregas el espíritu en manos del Padre, haciendo brotar la vida en abundancia y modelando la nueva criatura. También nosotros afrontamos hoy los desafíos de este mundo: sentimos que las olas de las preocupaciones nos sumergen y hacen vacilar nuestra confianza. Concédenos, Señor, la fuerza de saber en nuestro interior que ninguna muerte nos vencerá, hasta que reposemos entre tus manos que nos han formado y nos acompañan.

Y que cada uno de nosotros pueda exclamar:

«Ayer, estaba crucificado con Cristo,
hoy, soy glorificado con él.
Ayer, estaba muerto con él,
hoy, estoy vivo con él.
Ayer, fui sepultado con él,
hoy, he resucitado con él». (Gregorio Nacianceno).

En las tinieblas de nuestras noches, nosotros te contemplamos. Enséñanos a dirigirnos hacia el Altísimo, tu Padre celestial.

Hoy oramos para que todos aquellos que promueven el aborto tomen conciencia de que el amor sólo puede ser fuente de vida. También por los defensores de la eutanasia y por aquellos que promueven técnicas y procedimientos que ponen en peligro la vida humana. Abre sus corazones, para que te conozcan en la verdad, para que se comprometan en la edificación de la civilización de la vida y del amor. Amén.


DECIMOTERCERA ESTACIÓN

Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
Decimotercera Estación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según San Juan 19,26-27a.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».

Señor Jesús, aquellos que te aman permanecen junto a ti y conservan la fe. Su fe no decae en la hora de la agonía y de la muerte, cuando el mundo cree que el mal triunfa y que la voz de la verdad y del amor, de la justicia y de la paz calla.

Oh María, entre tus manos nosotros ponemos nuestra tierra. «Qué triste es ver a esta tierra bendita sufrir en sus hijos, que se desgarran con saña y mueren» (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 8). Parece como si nada pudiera suprimir el mal, el terrorismo, el homicidio y el odio. «Ante la cruz sobre la que tu hijo extendió sus manos inmaculadas por nuestra salvación, oh Virgen, nos postramos en este día: concédenos la paz» (Liturgia bizantina).

Oremos por las víctimas de las guerras y la violencia que devastan en nuestro tiempo varios países de Oriente Medio, así como otras partes del mundo. Oremos para que los refugiados y los emigrantes forzosos puedan volver lo antes posible a sus casas y sus tierras. Haz, Señor, que la sangre de las víctimas inocentes sea semilla de un nuevo Oriente más fraterno, pacífico y justo, y que este Oriente recupere el esplendor de su vocación de ser cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos.

Estrella de Oriente, indícanos la venida del Alba. Amén.


DECIMOCUARTA ESTACIÓN

Jesús es colocado en el sepulcro
Decimocuarta Estación: Jesús es colocado en el sepulcro - Vía Crucis 2013

Lectura del Evangelio según San Juan 19,39-40.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos.

Nicodemo recibe el cuerpo de Cristo, se hace cargo de él y lo pone en el sepulcro, en un jardín que recuerda el de la creación. Jesús se deja enterrar como se dejó crucificar, con el mismo abandono, completamente «entregado» en las manos de los hombres y «perfectamente unido» a ellos «hasta el sueño bajo la lápida de la tumba» (S. Gregorio de Narek).

Aceptar las dificultades, los sucesos dolorosos, la muerte, exige una esperanza firme, una fe viva.
La piedra puesta a la entrada de la tumba será removida y una nueva vida surgirá.

En efecto, «por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6,4).
Hemos recibido la libertad de los hijos de Dios para no volver a la esclavitud; se nos ha dado la vida en abundancia, no podemos conformarnos ya con una vida carente de belleza y significado.

Señor Jesús, haz de nosotros hijos de la luz que no temen las tinieblas. Te pedimos hoy por todos los que buscan el sentido de la vida y por los que han perdido la esperanza, para que crean en tu victoria sobre el pecado y la muerte. Amén.


Ilustraciones:
Vía Crucis
siglo XIX
Artesano franciscano palestino desconocido
Belén





PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Palatino
Viernes Santo 29 de marzo de 2013


Queridos hermanos y hermanas

Os doy las gracias por haber participado tan numerosos en este momento de intensa oración. Y doy las gracias también a todos los que se han unido a nosotros a través de los medios de comunicación social, especialmente a las personas enfermas o ancianas.

No quiero añadir muchas palabras. En esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva.

Queridos hermanos, la palabra de la Cruz es también la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor. Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús. Esta noche hemos escuchado el testimonio de nuestros hermanos del Líbano: son ellos que han compuesto estas hermosas meditaciones y oraciones. Les agradecemos de corazón este servicio y sobre todo el testimonio que nos dan. Lo hemos visto cuando el Papa Benedicto fue al Líbano: hemos visto la belleza y la fuerza de la comunión de los cristianos de aquella Tierra y de la mistad de tantos hermanos musulmanes y muchos otros. Ha sido un signo para Oriente Medio y para el mundo entero: un signo de esperanza.

Continuemos este Via Crucis en la vida de cada día. Caminemos juntos por la vía de la Cruz, caminemos llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón. Caminemos esperando la resurrección de Jesús, que nos ama tanto. Es todo amor.



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Tomado de:
www.vatican.va

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