¡FELIZ AÑO NUEVO 2012!



Que a todos conceda Dios, nuestro Padre, un año de bendición, que les comunique la dulzura y la fuerza de su Espíritu y que su apostolado sea seguido del fruto de un amor abundante a Cristo y a su Iglesia.


Feliz Año Nuevo




José Ramón Martínez Galdeano, S.J. y equipo.



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¿Qué fue la matanza de los inocentes?, ¿es histórica?


Vicente Balaguer


La matanza de los inocentes pertenece, como el episodio de la estrella de los Magos, al evangelio de la infancia de San Mateo. Los Magos habían preguntado por el rey de los judíos (Mt 2,1) y Herodes —que se sabía rey de los judíos— inventa una estratagema para averiguar quién puede ser aquel que él considera un posible usurpador, pidiendo a los Magos que le informen a su regreso. Cuando se entera de que se han vuelto por otro camino, “se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos” (Mt 2,16). El pasaje evoca otros episodios del Antiguo Testamento: también el Faraón había mandado matar a todos los recién nacidos de los hebreos, según cuenta el libro del Éxodo, pero se salvó Moisés, precisamente el que liberó después al pueblo (Ex 1,8-2,10). San Mateo dice también en el pasaje que con el martirio de estos niños se cumple un oráculo de Jeremías (Jr 31,15): el pueblo de Israel fue al destierro, pero de ahí lo sacó el Señor que, en un nuevo éxodo, lo llevó a la tierra prometiéndole una nueva alianza (Jr 31,31). Por tanto, el sentido del pasaje parece claro: por mucho que se empeñen los fuertes de la tierra, no pueden oponerse a los planes de Dios para salvar a los hombres.

En este contexto se debe examinar la historicidad del martirio de los niños inocentes, del que sólo tenemos esta noticia que nos da San Mateo. En la lógica de la investigación histórica moderna, se dice que «testis unus testis nullus», un solo testimonio no sirve. Sin embargo, es fácil pensar que la matanza de los niños en Belén, una aldea de pocos habitantes, no fue muy numerosa y por eso no pasó a los anales. Lo que sí es cierto es que la crueldad que manifiesta es coherente con las brutalidades que Flavio Josefo nos cuenta de Herodes: hizo ahogar a su cuñado Aristóbulo cuando éste alcanzó gran popularidad (Antigüedades Judías, 15 & 54-56), asesinó a su suegro Hircano II (15, & 174-178), a otro cuñado, Costobar (15 & 247-251), a su mujer Marianne (15, & 222-239); en los últimos años de su vida, hizo asesinar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo (16 &130-135), y cinco días antes de su propia muerte, a otro hijo, Antipatro (17 & 145); finalmente, ordenó que, ante su muerte, fueran ejecutados unos notables del reino para que las gentes de Judea, lo quisieran o no, lloraran la muerte de Herodes (17 &173-175).


Bibliografía: A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia. IV, BAC, Madrid 1990; J. Danielou, Los evangelios de la infancia, Herder, Barcelona 1969.

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Tomado de:


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Ofrecimiento Diario - Intenciones para el mes de Enero


APOSTOLADO
DE LA
ORACIÓN

INTENCIONES PARA EL MES DE
ENERO




Ofrecimiento Diario

Ven Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con él, por la redención del mundo.

Señor mío y Dios mío Jesucristo:

Por el Corazón Inmaculado de María me consagro a tu Corazón y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar; con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu reino.

Te pido en especial por las intenciones encomendadas al Apostolado de la Oración.



Por las Intenciones del Papa

Intención General:

Para que las víctimas de desastres naturales reciban el alivio espiritual y material necesario para reconstruir sus vidas.




Intención Misional:


Para que el empeño de los cristianos a favor de la paz sea ocasión para dar testimonio de Cristo a todas las personas de buena voluntad.





Por las Intenciones de la Conferencia
Episcopal Peruana

Para que los adultos vuelvan a estudiar el catecismo para poner en práctica: lo que hay que creer, los sacramentos que hay que recibir, los mandamientos que hay que guardar y la oración que hay que vivir.



Mensaje al pueblo de Haití

“...Me uno a todos ustedes queridos haitianos, para asegurarles mi oración, en particular por cuantos fallecieron. Deseo asimismo darles una palabra de esperanza... Ahora es tiempo de reconstruir... sobre todo la convivencia civil, social y religiosa. Confío en que el pueblo haitiano sea el principal protagonista de su historia actual y de su futuro, contando igualmente con la ayuda internacional... Les encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Patrona de Haití... ¡Que Dios bendiga a los Haitianos!” (Benedicto XVI. 5.1.2011. Extracto)


Los cristianos a favor de la paz


“...Los cristianos... están llamados por la misma fe en Dios, Padre del Señor Jesucristo, a vivir como hermanos que se encuentran en la Iglesia y colaboran en la edificación de un mundo en el que las personas y los pueblos (Is 11,9)” (Benedicto XVI 24.10.2010. Extracto)


Aparecida - Misión Continental

La catequesis no debe ser sólo ocasional reducida a los momentos previos a los sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien un itinerario catequético permanente... (Nº 298)


Eucaristía

Misa por los enfermos (Misal romano)


Palabra de Dios

Jeremías 14, 17-22. La tragedia de mi pueblo.
Apocalipsis 21, 1-4. La nueva Jerusalén
Juan 9, 1-3. Ni el pecó ni sus padres.


Reflexionemos

¿Los sufrimientos por los desastres naturales me mueven a hacer algo y orar, por lo menos, por los damnificados?
¿Cómo se deben interpretar con una mirada cristiana?
¿Cómo ofrecer una respuesta efectiva propia de un bien cristiano?

P. Antonio González Callizo, S.J. Director Nacional del Apostolado de la Oración.


Invitación

A participar de la Misa dominical de 11:00 AM en la Parroquia de San Pedro y a acompañarnos en las reuniones semanales a las 12:00 M en el claustro de la parroquia, todos los domingos.
Asimismo, invitamos a la Misa de los Primeros Viernes de cada mes en Honor al Sagrado Corazón de Jesús, a las 7:30 PM en San Pedro.

También visítenos en:

http://www.apostlesshipofprayer.net Elegir idioma ESPAÑOL, hacer clic en ventana “Oración y Servicio”
www.jesuitasperu.org Apostolado parroquial
www.sanpedrodelima.org


¡ADVENIAT REGNUM TUUM!
¡Venga a nosotros tu reino!
Apostolado de la Oración
Azángaro 451, Lima





















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Fiesta de la Maternidad de María

P. Adolfo Franco, S.J.

Año Nuevo
1º de Enero
Lucas 2, 16-21

Comienza un nuevo año ¿qué queremos hacer con este nuevo período que Dios nos concede? Y lo empezamos con una fiesta de la Virgen: que ella nos proteja en todo el nuevo Año. FELIZ AÑO NUEVO 2016.


A los ocho días del Nacimiento, y comenzando el nuevo año, la Iglesia con esta fiesta nos hace meditar en el misterio de que una simple mujer de la tierra es verdaderamente la Madre de Dios.

Ciertamente que es un misterio grande, casi increíble, que una mujer gestara en su vientre, como se gestan durante nueve meses todos los seres humanos, un ser especial que es verdadero Dios y verdadero hombre. Misterio tan grande, demasiado grande para algunos intelectuales. Y por eso desde la antigüedad hubo quienes quisieron diluirlo y hacerlo razonable, con más agudeza que fe; y por eso negaban o bien la humanidad verdadera de Jesucristo, o bien la divinidad; con lo que María no sería en realidad la Madre de Dios. Pero el Concilio de Efeso salió al paso a todos estos errores, y proclamó solemnemente la Maternidad Divina de María. Hoy celebramos su fiesta. Y es tan importante esta enseñanza (esta realidad) que si María no fuera verdaderamente la Madre de Dios, Jesucristo no sería de verdad a la vez Dios y hombre; y si Jesucristo no fuera en realidad y a la vez Dios y hombre, su Redención no habría tenido el valor salvador para toda la humanidad. Así es que todo ese plan de salvación de Dios viene concatenado estrechamente con esta realidad hermosa e increíble: María, la simple mujer nazarena es la Madre de Dios. Y por eso la celebramos con toda la alegría de la Navidad.

Porque la Iglesia nos la trae en este Tiempo de Navidad, precisamente por eso, porque quiere simultáneamente subrayar la realidad humana y divina de Cristo. Lo que ha nacido en Belén, y que fue concebido por María, es de verdad hombre y Dios. Este privilegio de María va unido indisolublemente con el misterio de la Encarnación. Y es muy importante en toda la tradición de la Iglesia, en toda su enseñanza espiritual, destacar la realidad tangible y humana del Hijo de Dios. Ha habido constantes desviaciones espiritualistas, que se quieren olvidar de la materialidad del Cuerpo de Cristo (y de su total humanidad), por una pretendida reverencia superior, que olvida la grandiosa misericordia del Señor que quiso hacerse un niñito indefenso en brazos de su Madre.

Por otra parte este misterio nos hace una invitación a imaginar cuáles serían las relaciones entre Madre e Hijo, desde el Nacimiento, hasta que se separaron, cuando Jesús tuvo que comenzar su predicación activa. Podemos preguntarnos ¿sería María la primera que le enseñó a Jesús a recitar los salmos?, ¿Sería Ella la que le contaría con lenguaje infantil las misericordias de Dios con su Pueblo escogido?, ¿cómo le contaría las historias de la creación, de Moisés, todos los momentos de la historia de su pueblo? Y en lo humano, ¿cuántos de los rasgos que Jesús muestra en el Evangelio serían aprendidos en la convivencia con su Madre? ¿Podríamos hacer un retrato del carácter de María a través de los rasgos que muestra Jesús? En el Evangelio hay varias indicaciones que nos hacen pensar en una educación progresiva de Jesús en el hogar de Nazareth: "Jesús crecía en sabiduría y en gracia". Esto es iba aprendiendo progresivamente, se iba desarrollando en lo humano, su carácter se iba asentando y adquiriendo los rasgos que marcarían su personalidad de adulto. y si se iba desarrollando en el hogar de Nazareth ¿no es obvio pensar que María contribuía de forma especial a este desarrollo?

También es consolador para nosotros que el Año Nuevo que Dios nos regala, comience con esta fiesta, la de María nuestra Madre. Es una buena protección, una manera segura de comenzar el Año, de seguir la vida. Y con su protección, con su cuidado de nosotros, podremos pronosticarnos un Año de Bendición de Dios. "Mientras recorres la vida, tú nunca sólo estás, contigo, por el camino, Santa María va. Ven con nosotros a caminar: Santa María, VEN": es lo que le pedimos a Ella en su fiesta en este comienzo del Año Nuevo.

También es importante que reflexionemos personalmente en la bendición que leemos en la primera lectura, tomada del libro de los Números (Num 6, 22-27):

El Señor te bendiga y te guarde,
ilumine su rostro sobre ti y sea propicio,
El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.



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Agradecemos al P. Adolfo Franco SJ por su colaboración.
Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

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Homilía - Solemnidad de Santa María Madre de Dios, Domingo 01 de Enero del 2012

P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

Lecturas: Num 6,22-27; S. 66; Gal 4,4-7; Lc 2, 16-21



Por una familia cristiana constructora de paz y felicidad


El comienzo del nuevo año pide naturalmente al hombre de fe un examen y una renovación de su impulso en cuanto a las responsabilidades de las que Dios un día le pedirá cuentas. Se junta el deseo esperanzado y renovado de felicidad. Otro deseo universal que aflora es el de la paz; si falta, no puede haber felicidad. En este día la Iglesia recuerda a todos la obligación de procurar la paz, y el Papa en un mensaje al mundo reflexiona sobre los medios necesarios, exhortando a empeñarse a naciones, colectividades y personas. Además la Iglesia celebra hoy dos misterios importantes que reúne en una solemnidad: La maternidad divina de María y la circuncisión e imposición del nombre a Jesús. Por fin parece conveniente recordar también la fiesta de la Sagrada Familia, que este año no ha podido ser celebrada en domingo.

El hecho de ser la Madre de Dios es el privilegio más importante de María. Dios la eligió para madre de su Hijo al hacerse hombre. Ser la Madre de Dios es para María la fuente de las demás prerrogativas: haber sido concebida sin pecado, haber sido llena de gracia, haber concebido virginalmente a Jesús, haber recibido el encargo de ser la Madre de la Iglesia, la madre espiritual de todos los creyentes, haber sido llevada en cuerpo y alma al cielo tras acabar el tiempo de su vida mortal. Ninguno de estos dones puede compararse en importancia al de ser la Madre del mismo Dios. Por eso la Iglesia la venera, se pone bajo su protección, sabe que en el orden de la gracia es madre y fuente de esa gracia para todos los creyentes, que no dejará de escuchar a todo el que suplicante se dirija a ella, que dirige y allana a todos el camino hacia Jesús.

Estos días en los misterios de la infancia de Jesús tenemos los creyentes la experiencia clara de la gracia que la presencia de María nos aporta para acercarnos y adentrarnos en el amor de Jesús. Por el camino de María viene Jesús al mundo; de brazos María lo reciben los pastores y nosotros en el encuentro de Belén; en brazos de María lo reconocen y adoran los magos; en casa de María lo encuentran los habitantes de Nazaret; gracias a la petición de María los esposos e invitados de Caná, símbolo de la Iglesia, tienen el mejor vino; a María nos confía Jesús en el Calvario purificados de los pecados; la oración de María obtiene la mayor gracia del Espíritu Santo en Pentecostés para todos los discípulos; estando el niño en brazos de María, recibe en la circuncisión, anuncio de su entrega redentora, el nombre de Jesús, que significa “Dios salva” y anuncia haber venido para ser el Salvador de los pecados del mundo.

Él nos trae la paz, Él hace de todos los hombres un solo pueblo, Él los va a reunir en un solo rebaño y los hará hermanos bajo un solo pastor. Él y sólo Él es el que libera a los hombres del pecado, del dominio de Satanás y de la soberbia, de la idolatría de la fuerza y del poder egoísta, del odio de Caín por ser el primero, de la disolución del amor fraterno por el egoísmo del acaparamiento, de la incapacidad de perdonar y de pedir perdón, de la impotencia para comprender que dar felicidad y procurar el bien de mis hermanos es la mayor y más pura fuente de la propia fidelidad, de la incapacidad para de construir la paz.

Demos gracias a Dios porque, gracias a la fe en Cristo y a que su luz ha brillado y brilla en nuestros corazones, nos bendice “concediéndonos su paz”, “por Cristo nos ha reconciliado y dado la paz por la sangre de su cruz” (Col 1,20). En nuestros corazones ha vuelto a resonar el canto que oyeron los pastores. “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres” (Lc 2,14). “Paz al de lejos y paz al de cerca. Así dice el Señor” –lo dice por Isaías profetizando la llegada de Jesús “el príncipe de la paz”– (Is 57,19; 9,6). “Mi paz les dejo, mi paz les doy; no como la da el mundo”, dice Jesús antes de su pasión (Jn 14,27); “la paz sea con ustedes”, dice y repite resucitado (Jn 20,19.21.26).

“Bienaventurados aquellos cuyo corazón tiene paz y la dan a los demás, porque ellos serán hijos de Dios” (Mt 5,9). El Papa, que acentúa en su mensaje de este año la exhortación a los jóvenes, hace notar también la importancia de la acción de la familia cristiana para la paz en la sociedad; podemos añadir que también para la paz en los corazones. “Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río” – dice el profeta Isaías al pueblo judío desterrado por sus idolatrías y ya arrepentido (Is 48,18).

Un deseo expresado por el Papa con tanto interés en un mensaje que se dirige al mundo entero, tiene el valor de expresarnos con especial claridad que se trata de algo que Dios quiere hoy de su Iglesia y que lo va a acompañar con gracias especiales para que se realice. Que este año, pues, todos y cada uno, especialmente en el seno de sus familias, se esfuerce en pedir con su oración y en construir con su conducta una familia unida, una familia en la que el cariño se expresa con palabras y de obra, en que cada uno procura el bienestar del otro, en que para lograrlo nadie ahorra los sacrificios diarios y necesarios, pequeños y grandes, en el que la alegría y la felicidad van perfectamente unidos con la tolerancia y el perdón. Una familia así es un don precioso para sus miembros, para sus amigos, para la sociedad y para la Iglesia. Hace visible, es una prueba de que Jesús vino y está presente para salvar de los pecados y hacer hijos de Dios.



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María, Madre de Dios



Cuando la antigua liturgia latina llama a María «madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor» (1), cuando el Concilio de Efeso (a 431), le da el nombre de «theotokos, madre de Dios», la tradición aquí no tiene más mérito que el de descubrir el verdadero sentido del Evangelio, y particularmente de las palabras de Isabel: «la madre de mi Señor».

El dogma de Efeso tiene por esencia una extensión cristológica: no se titula a María madre de Dios para la glorificación personal suya, sino por Cristo, para que la verdad sobre la persona de Cristo quede inundada de luz. En eso mismo es María sierva del Señor; el dogma que gira en torno de ella está al servicio de la verdad concerniente a su Hijo, el Señor. El Concilio de Efeso, llamándola madre de Dios, reconoce en Cristo dos naturalezas, divina y humana, y una sola persona; así reconoce también la realidad de la encarnación del Hijo de Dios en María desde su milagrosa concepción. La liturgia celebra este dogma el 1º de Enero.

Cirilo, obispo de Alejandría (siglo V) respondió a la herejía de Nestorio quien sostenía que Jesús tuvo dos naturalezas (divina y humana) y dos personas separadas (divina y humana) y que la Virgen María sólo era madre del Jesús humano, esta carta de respuesta fue reconocida en el Concilio de Efeso como representadora de la verdad ortodoxa de la Iglesia, escribía: « [Decimos más bien] que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad… Porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne… De esta manera [los Santos Padres], no tuvieron inconveniente en llamar Madre de Dios a la santa Virgen» (2). Aún más, ante el Concilio se leyeron doce anatemas formuladas por san Cirilo, aunque no se sabe si fueron aprobados. El primero, en otros términos, expresaba la unión entre el título de María «Madre de Dios» y la realidad de la encarnación: «Si alguien no confiesa que el Emmanuel es verdadero Dios y que, por esto, la Virgen santa es Madre de Dios (ya que se ha dado luz según la carne al Verbo de Dios encarnado), sea anatema»

En la Reforma, Lutero y Zuinglio tuvieron el mayor respeto por la definición del Concilio de Efeso. Lutero, en 1539, escribía en un tratado Sobre los Concilios y las Iglesias: «Así, este concilio (de Efeso), no ha establecido nada nuevo en la fe, sino que ha defendido la antigua fe contra la oscura novedad de Nestorio. Efectivamente, el artículo según el cual María es Madre de Dios, ha existido en la Iglesia desde el principio, y no ha sido creado como novedad por el Concilio, sino que está sostenido por el Evangelio o por la Sagrada Escritura. Porque en san Lucas (1,32), se halla que el Ángel Gabriel anuncia a la Virgen que ha de nacer de ella el Hijo del Altísimo. Y santa Isabel dice: “¿De dónde me viene a mí que la Madre del Señor venga a mí?”. Y los ángeles proclaman en Navidad todos juntos: “Hoy os ha nacido un Salvador, que es Cristo, el Señor”. Igualmente, san Pablo (Gal 4,4): “Dios ha enviado a su Hijo nacido de una mujer”. Estas palabras, que yo creo verdaderas, sostienen en verdad con bastante firmeza que María es la Madre de Dios» (3). Zuinglio hizo imprimir en 1524 un sermón sobre “María, siempre virgen pura, Madre de Dios” (4). En él, emplea libremente el título de Madre de Dios. En un pasaje en el que se defiende de la acusación de que era objeto por parte de personas de mala voluntad que pretendían haberle oído hablar de María como de una pecadora igual a cualquiera otra criatura, declara: «Nunca he pensado, ni menos enseñado o públicamente hablado cosa en modo alguno deshonrosa, impía, indigna o maligna en puntos concernientes a la pura Virgen María, Madre de nuestra Salvación… Séame suficiente el haber expuesto a los piadosos y sencillos cristianos mi neta convicción referente a la Madre de Dios: creo firmemente, según las palabras del santo Evangelio, que esta Virgen pura nos ha dado a luz al Hijo de Dios, quedando en y después del alumbramiento, Virgen pura e intacta eternamente».

Si Dios ha tomado carne realmente en la Virgen María, si las dos naturalezas de Cristo están realmente unidas en una sola persona, María no puede ser sólo la Madre de la humanidad de Cristo, como si ésta pudiese ser separada de su divinidad: es la Madre de una sola persona, la Madre de Dios encarnado, del único Cristo, Dios y hombre verdadero. Por otra parte, si es real la humanidad de Cristo, tiene como persona individual una madre verdadera, lo que exige una relación de madre e hijo en toda la extensión de la palabra, física, sicológica y espiritual. En la encarnación de Dios que es real, y en la humanidad de Cristo, que también es real, está la exigencia fundamental de que María tenga el apelativo de Madre de Dios, y de que sea una madre verdaderamente humana, no sólo un instrumento que permita la aparición de Dios sobre la tierra. Ya que Dios estaba en Cristo, ha tenido en María una Madre verdadera, Madre de Dios; siendo verdaderamente hombre, ha tenido en María una verdadera madre humana. La unidad humana de María, Madre de Dios y de Jesús, Hijo de Dios, aparece muy claramente en la narración de la visitación.


1. «Genitrix Dei et Domini nostri Jesu Christi», Communicantes de la misa romana.

2. Traducción española de Daniel Ruiz Bueno en la obra El magisterio de la Iglesia, Ed. Herder, Barcelona 1955.

3. Martin Luthers Werke, Weimar, 50: 591, 22 1 592, 5.

4. «Von der ewig reinen Magd Maria, der Mutter Gottes», Huldrych Zwingli, Sämtliche Werke, Berlín, 1, 391-428.


Biografía:

Max Thurian, María, madre del Señor, figura de la Iglesia. Editorial Hechos y Dichos, Zaragoza, 1966


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