Homilía: Domingo de EPIFANÍA


Lecturas: Is 60,1-6; S 71; Ef 3,2-6; Mt 2,1-12

“Levántate, ha llegado tu luz”

P. José Ramón Martínez Galdeano S.J.

Los Magos eran los sabios de su tiempo. En todas las antiguas culturas conocidas el curso de los astros y los sueños eran modos normales de intentar conocer el futuro para tomar decisiones. En la región de los magos eran desde hacía tiempo muchos los judíos y tenían gran influjo. No es extraño que aquellos magos supieran de las profecías mesiánicas, que nosotros seguimos leyendo hoy en el Antiguo Testamento. De un fenómeno estelar extraordinario dedujeron que había nacido en Judea aquel Mesías del que los judíos y sus escrituras hablaban. Todo lo que sabemos del hecho es lo que San Mateo nos cuenta en la perícopa, que les he leído. Tendríamos muchas preguntas curiosas, pero no tenemos respuestas. Pero sí hay algo que la Iglesia ha leído siempre en este hecho. Ya aparece en las primeras interpretaciones de los antiguos padres de la fe.

En el Antiguo Testamento la venida del Mesías, del futuro ungido del Señor salvador, fue prometida a Abrahán y su descendencia. Se prevé que el pueblo va a pecar, incluso va a apostatar, pero el Mesías vendrá para hacerlos volver. Más adelante, sobre todo en Isaías (como ejemplo está la primera lectura de hoy), se dice que también los pueblos paganos vendrán a él. Esta verdad se abre paso definitivo con Jesús y pertenece a las verdades esenciales cristianas con Pedro y Pablo: Cristo ha venido a salvar a los hombres todos de sus pecados. Todo el que crea en Jesús se salvará, el que no crea será condenado (Mt 16,16).

Esta verdad la Iglesia la tiene muy viva en su conciencia. En su culto, como podemos ver, está clarísima: La Iglesia es la Jerusalén que se levanta, a la que ha llegado la luz que es Cristo; vienen a ella sus hijos desde lejos; vienen a ella en camellos y dromedarios, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor. El título de la fiesta de hoy viene de una palabra griega que significa “manifestación”, La salvación, el Salvador, Jesús se manifestó como tal. Nada más nacer, el Salvador se manifestó a los pastores, se manifestó al anciano Simeón, a la anciana Ana, y también a los magos de una región remotísima. Los pastores representan a los pobres y sin cultura, Simeón y Ana a los ancianos y desvalidos, en los magos podemos ver a los paganos. El misterio de los magos que llegan a Jerusalén del otro lado del desierto, que no son judíos ni descienden del patriarca Abrahán, pero a los que llega la noticia de modo maravilloso y se ponen en marcha hasta encontrar al “Rey de los judíos” que acaba de nacer, es la primicia de esta realidad de nuestra fe: Que Cristo ha venido a salvar a todos los hombres y que Dios llama a todos al conocimiento de la Verdad para que, creyendo, sean salvos.

Para esto ha fundado Cristo a la Iglesia Y esta es la misión de la Iglesia: Manifestar a todos los hombres, a los de cerca y a los de lejos, que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, que ha venido a salvar a todos de sus pecados. Por eso no espera mucho tiempo. Por eso, apenas ha tocado tierra, a aquellos magos tan lejanos se les manifiesta con claridad que ese Salvador, el Rey de los judíos, ha nacido ya.

Este hecho manifiesta ya una gran verdad: Que Dios quiere de veras que todos los hombres se salven y, por tanto, de una manera, maravillosa muchas veces pero siempre eficaz, llegará su acción salvadora a cada hombre. Pero además manifiesta que todo esfuerzo de los creyentes, toda oración, todo sacrificio y toda obra buena ofrecida a Dios por la salvación de los hombres para su salvación será escuchada por Dios, que dará su gracia para que el deseo, que también es el suyo, se realice.

Recuerdo el caso de una santa mujer anciana, muy consciente de vivir ya los últimos años de su vida, inútil para todo lo que los hombres consideramos como útil, me manifestaba que ofrecía todo y oraba de continuo por el Papa y la Iglesia y pensaba que para eso le mantenía Dios en vida, porque “es muy necesario orar por el Papa y por la Iglesia”. Esto, desde la fe, sí que es calidad de vida. Esto es lo que la Iglesia –decía el Papa Pablo VI –no puede dejar nunca de hacer: llevar la noticia de Jesús y de su perdón. Es una cualidad, una dimensión, una forma de vida que todo cristiano tiene que incluir.

No se conformen Ustedes con creer y hacer unas cuantas obras buenas. Hay muchos a su alrededor que necesitan que se les diga que Jesús ha nacido para su salvación. San Pablo, cuando se despide de la vida y de su discípulo querido Timoteo, le pide que lo diga con oportunidad y sin ella. Este mes, hacia la mitad, del 18 al 25, seremos convocados a orar y ofrecer sacrificios por la unión de los protestantes que creen en Cristo pero están separados de la Iglesia. Hoy, con ocasión de esta festividad de Epifanía, no vacilemos en hacernos responsables de esta obligación. Somos responsables de que el conocimiento de Jesús llegue a todos los hombres. En mi familia, mis hijos, mis padres, mi esposo, esposa, hermano, hermana, compañero de clase o de trabajo, vecino…¿Oro por ellos?¿Me sacrifico? ¿Leo la Biblia, estudio el catecismo, voy aprendiendo a “dar mejor razón de mi esperanza” (1Pe)? ¿Mi vida tiene calidad cristiana? ¡Ojalá que esta pregunta nos apremie, nos duela, nos responsabilice! Y pidamos a Dios gracia para darle respuesta.
...

Natividad de Nuestro Señor Jesucristo


Lecturas:Is 52,7-10; S. 97; Heb 1,1-6; Lc 2,1-20

“Ahora nos ha hablado y habla
por el Hijo”


P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.



“El pueblo que andaba a oscuras vio una luz intensa. Sobre los que vivían en tierra de sombras brilló una luz. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. El Señorío reposará sobre su hombro, y se llamará Admirable-Consejero, Dios-Poderoso, Siempre-Padre, Príncipe de Paz. Grande es su Señorío y la paz no tendrá fin” (Is 9,1.5-6).
Este es un enorme servicio que los católicos hacemos a todos los hombres con nuestra alegría de estos días. Hemos logrado cambiar el calendario universal. Antes y después de Cristo, porque un tiempo nuevo ha comenzado con la venida de Jesús, cuando empezó a ser Dios-con-nosotros, poniendo su tienda en medio de nosotros (Jn 1,14). Y porque Dios ha venido y está en medio de nosotros, nos vemos impulsados a mejorar nuestra vida, de modo que la bondad, el respeto, el amor y los buenos deseos para con Dios y con los hombres sean reales y operantes. “Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, que nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad” (Tit 2,11-12).

No celebramos su nacimiento porque haya nacido simplemente un hombre como los demás. De hecho ha nacido en condiciones materiales y sociales muy penosas, de la manera más pobre, de padres pertenecientes a las clases sociales inferiores, desprovistos de poder económico y social, en el desamparo más grande, en las circunstancias más difíciles. Pero sin embargo es Dios.

Éste es el secreto de la diferencia. Todo lo de Jesucristo nos afecta, es importante porque Jesús no es un mero hombre más, sino porque es Dios, el Hijo de Dios que se hizo hombre, y, porque es Dios, siendo cabeza de la humanidad y su representante natural, es capaz de salvarnos a los hombres de nuestros pecados. Porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Ro 5,20) y por su obediencia hasta la muerte todos hemos sido hechos justos (Ro 5,19).

Quiero insistir hoy en esta realidad, que es una verdad revelada de la máxima importancia y constitutiva de nuestra fe y la cultura de la que formamos parte está perdiendo el sentido de la Navidad.

Es ciertamente una verdad enternecedora. Un niño nos ha nacido. Llora, sonríe, se agita, duerme en el pesebre de animales de la gruta y en los brazos de María. Pero ese niño es Dios. Habiendo existido desde la eternidad, por poseer la naturaleza divina común a su Padre y al Espíritu, asumió su cuerpo humano formado en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo.

En los evangelios esta verdad se propone con toda claridad. Marcos comienza con estas palabras: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1). Juan emplea para designar a la segunda persona de la Trinidad el término “el Verbo” o “la Palabra” y todo el primer capítulo de su evangelio se centra en que Jesús es el Verbo de Dios, Dios como el Padre y su Hijo unigénito que se hizo hombre y vivió entre los hombres (Jn 1,1.14). Mateo y Lucas lo ponen bien claro desde el momento de su concepción y en su nacimiento: “María, antes empezar a vivir con José, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo”. Y “no temas tomar contigo a María tu esposa—le dijo el ángel a José—porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo”; porque aquel niño iba a cumplir lo predicho por Isaías, que sería Dios-con-nosotros (v. Mt 1, 18.20.23). A María asegura el ángel Gabriel que “va a concebir en su seno que será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (los hebreos no ponen nombre a nadie sino porque de alguna forma es o está destinado a serlo). Será concebido en su seno sin obra de varón, porque “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra y por eso el que nacerá será santo—lo mismo que Dios—y será llamado—en verdad simplemente será—Hijo de Dios” (v. Lc 1,31-32.34-35). Por eso Isabel responde a su saludo llamándola “madre de mi Señor”, que en San Lucas se emplea para designar a Dios. Señor llama al niño el ángel anunciando a los pastores “les ha nacido hoy el Mesías y Señor” (Lc 2,11) y que su Padre es el Dios de Israel, creador de todo, recuerda Jesús a su madre a los doce años en el templo (Lc 2,49).

En verdad que es un Dios escondido. Y fue prometida su llegada como la de quien tiene el señorío sobre todo, admirable, Dios poderoso, siempre Padre, Grande. Por eso hemos de atravesar con la fe el ruido de la Navidad, que puede dejarnos vacíos de todo contenido. Hemos de reencender la fe. No nos limitemos a escuchar y oír a los ángeles. Vayamos a ver, a vivir el misterio, a hacer como María, degustando en nuestro corazón y cambiándolo a la luz y calor de Belén.

Belén ha de ser un encuentro con Dios cercano, con Dios que me ama, con Dios que me ha perdonado mucho, con Dios-que-está-conmigo, con Dios que es algo fundamental para mí no sólo en Navidad sino en la vida entera, con Dios al que me dirijo con facilidad y frecuencia para agradecer, pedir perdón y ayuda, dándole a conocer a quien no cree, viéndole y sirviéndole en sus hermanos con cuya vida la mía está trenzada en la familia, el trabajo, la Iglesia y la sociedad. Que Dios nos dé la gracia de seguir viviendo la alegría y la luz de la Navidad.


...

Imagen del Nacimiento de nuestra Parroquia San Pedro, Lima.

...

La Sagrada Familia


P. Adolfo Franco, SJ.

Reflexión sobre el Evangelio del domingo 26 de Diciembre 2010
Mateo 2, 13-15. 19-23



Un saludo especial por Navidad: que el Señor nos haga ver el amor que supone su Encarnación. Y celebramos a continuación del 25, la fiesta de la Sagrada Familia.
Un abrazo y mis oraciones en la misa de Navidad.


La liturgia nos trae esta hermosa fiesta de la Sagrada Familia, para que reflexionemos en el ejemplo que los miembros de esta bendita familia nos dan. Y el párrafo escogido del Evangelio de San Mateo nos narra varios problemas graves que sufrió esta familia, que tuvo que huir de la injusticia de Herodes y de amenazas graves a su seguridad. Se parece a tantas familias de nuestra patria desplazadas por el terrorismo, o por las situaciones económicas; o de otros países, familias de refugiados en país extranjero. Pero para José y María la amenaza no era genérica, sino muy concreta pues iba dirigida por el rey Herodes directamente contra ellos, pues este rey pensaba que Jesús le iba a quitar su reino.

Pero esta familia ante la amenaza se mantiene unida, y es José, su jefe el que toma las decisiones en momentos tan difíciles.

Es importante detenerse a pensar en esta Sagrada Familia, porque nos hace falta hoy nutrirnos de su ejemplo, porque la familia moderna ha perdido su carácter sagrado, y se ha convertido simplemente en una pieza de la sociología. Y por eso incluso legalmente se habla de varias formas de constituir una familia: en algunos casos la simple cohabitación prolongada ya establece legalmente familia, y otras formas también demasiado extrañas de establecerse como familia. Lo que está detrás de esto es la pérdida del carácter sagrado de la familia: la familia ha dejado de ser santuario.

Y al hablar de santuario no es que se pretenda que el hogar sea un sitio con velas, altar y campanario. Lo que se pretende es entender que la familia es el espacio donde el hombre y la mujer realizan su mutua consagración, es también el sitio donde brota la vida: es como la fuente del “misterio”, el manantial de donde surge un nuevo ser, un nuevo hijo de Dios, una nueva esperanza para el mundo. La pérdida del concepto de la familia, va unida a la pérdida del sentido sagrado de la vida humana. La visión materialista de la vida y de la familia, convierten a ambas en hechos banales, desprovistos de su esencia. Y eso es muy grave, es como un retroceso en la evolución del ser humano: porque es renunciar a lo más específico del hombre, su espíritu, para convertirlo simplemente en un miembro de un rebaño social.

La familia es el espacio donde el ser nuevo que aparece, recibe, además de su propio código genético, y por encima de éste, un código de valores, que le hará buscar su propia vocación, y así realizar la obra a la que ha sido destinado; el hijo que nace en este ámbito sagrado que es la familia, debe sentir que a través de sus padres está entroncado con Dios. La transmisión de valores espirituales es tarea específica de la familia: es la construcción progresiva del alma del nuevo ser, por decirlo así. Es el sitio donde se espiritualiza al ser humano. Hoy día se hacen campañas para difundir los valores perdidos en nuestra sociedad; y eso está muy bien, pero si ese trabajo no lo asume principalmente la familia, tendrá pocos resultados. No son los medios de comunicación, o las leyes, los que van a aportar los valores que una sociedad ha perdido, aunque pueden ayudar mucho o estorbar bastante; es la familia, el recinto sagrado de la vida, en donde se sembrarán estos valores.

Y esta es la tarea de ser padre y de ser madre, convertirse en responsables de la herencia espiritual que se da a esos nuevos seres, y esto por haber formado ellos en su propio corazón de padre y de madre una fuente abundante de riquezas interiores.

Esto es lo que debería enseñarnos esta fiesta de la Sagrada Familia: que toda familia debe ser sagrada, y por eso tener su origen en la bendición sacramental de Dios. La meta de toda familia cristiana no es sólo ser una “buena” familia, sino convertirse de verdad en una familia “sagrada”. Y no porque a sus miembros se les echen bendiciones con abundante agua bendita, ni sólo porque se multipliquen los rezos. Una familia será así si es que siente que en su seno está presente Dios, y sabe que en ella se viven las relaciones entre todos, como relaciones ordenadas y dirigidas por Dios.

En la familia cristiana se deben amar los esposos, teniendo a Dios en su horizonte, amarse de alguna forma, como Dios les ama. Amar a los hijos como se amaría a Jesús, porque El está presente en el hogar. Que sientan todos que su papel dentro de la familia es cumplir una tarea encomendada por Dios. Es cristiana y sagrada una familia, cuando hay una oración que brota del conjunto de sus miembros.

Todo esto es difícil, a veces parece imposible, porque una familia esta constituida por personas libres, que tienen cada uno su ritmo espiritual; a veces no son ritmos concordantes. Pero es bueno por lo menos saber cuál sería el ideal al que puede tender toda familia, que ha sido constituida ante Dios; es importante mirarse en el ejemplo que nos da la Sagrada Familia.+
...
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
...

Mensaje por Navidad de Mons. Miguel Cabrejos, Presidente de la CEP


CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA

Mensaje por Navidad


En la Navidad contemplamos a Dios hecho Niño en Jesús y nos conmueve descubrir que Él asume la fragilidad del hombre con la omnipotencia de Dios; admiramos la ternura de Dios Padre que desafía al imperio de la razón. Dios toma la naturaleza humana y así el hombre comulga con la divinidad, por eso la Navidad es mirar al mundo trascendente que da verdadero sentido a nuestra existencia y es mirar al firmamento donde una estrella nos recuerda el poder de Dios y su solidaridad incuestionable con el ser humano.

La esperanza que tiene la Iglesia al celebrar con gozo el nacimiento de Jesús, es que el mundo, a pesar de sus dificultades y tropiezos, se transforme con la gracia de Dios y el esfuerzo del hombre, en un mundo en el que puedan colmarse las aspiraciones más nobles del corazón humano, un mundo en el que se trabaje por el progreso y la paz, sostenidos en la justicia y en el verdadero servicio a los demás, sin olvidarse del más necesitado, débil o enfermo, ya que el primer deber de la justicia es reconocer al hombre como hermano.

La Navidad es alegría que no conoce fronteras sociales, culturales ni políticas, es la alegría de unirnos todos los que tejemos la historia del Perú; es considerar al prójimo como el otro yo, y al considerarlo otro yo, jamás despreciarlo, subestimarlo, ni negarle su dignidad y sus derechos, antes por lo contrario, respetarlo y apreciarlo sin distinción de pueblo, raza, y nación, porque para Dios no hay judío, ni griego, ni esclavo ni libre, ni varón ni mujer, ya que todos somos uno en Cristo.

Hago un llamado especial con las palabras de Benedicto XVI, a quienes tienen el encargo de dirigir los destinos del Perú, de las Regiones y Municipios: “hagan todo cuanto esté en sus manos para devolver la esperanza a los pueblos que gobiernan” y continúen en su lucha contra la pobreza y la desigualdad que impiden oportunidades, interfieren en el desarrollo y se convierten en fuente de violencia y conflictos. Asimismo les animo para que ofrezcan al ciudadano una vida digna y un ambiente de paz y tranquilidad, creando lazos de solidaridad y fraternidad, mirando con esperanza al futuro y construyendo el presente con valentía y optimismo.

La Navidad “rompe el silencio sobre Dios” porque es Dios con rostro humano, es Dios con nosotros, es Dios de perdón y de amor hasta la cruz y la resurrección. Sólo en Él, el hombre encuentra la fuente que colma todos sus anhelos y esperanzas.

¡Feliz Navidad! y que el año 2011 esté lleno de Prosperidad y Salud para ti y toda tu familia.



+ Miguel Cabrejos Vidarte, OFM
Arzobispo de Trujillo
Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana
...
Agradecemos al P. Rómulo Franco, S.J. por compartir este mensaje.
...

¿Dónde y cómo nació Jesús?


Juan Chapa


De los evangelistas, Mateo y Lucas nos dicen que Jesús nació en Belén (ver la pregunta: ¿Jesús nació en Belén o en Nazaret?). Mateo no precisa el lugar, pero Lucas señala que María, después de dar a luz a su hijo, “lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento” (Lc 2,7). El “pesebre” indica que en el sitio donde nació Jesús se guardaba el ganado. Lucas señala también que el niño en el pesebre será la señal para los pastores de que allí ha nacido el Salvador (Lc 2,12.16). La palabra griega que emplea para “aposento” es katályma. Designa la habitación espaciosa de las casas, que podía servir de salón o cuarto de huéspedes. En el Nuevo Testamento se utiliza otras dos veces (Lc 22,11 y Mc 14,14) para indicar la sala donde Jesús celebró la última cena con sus discípulos. Posiblemente, el evangelista quiera señalar con sus palabras que el lugar no permitía preservar la intimidad del acontecimiento. Justino (Diálogo con Trifón 78) afirma que nació en una cueva y Orígenes (Contra Celso 1,51) y los evangelios apócrifos refieren lo mismo (Protoevangelio de Santiago 20; Evangelio árabe de la infancia 2; Pseudo-Mateo 13).

La tradición de la Iglesia ha trasmitido desde muy pronto el carácter sobrenatural del nacimiento de Jesús. San Ignacio de Antioquia, hacía el año 100, lo afirma al decir que “al príncipe de este mundo se le ocultó la virginidad de María, y su parto, así como también la muerte del Señor. Tres misterios portentosos obrados en el silencio de Dios” (Ad Ephesios 19,1). A finales del siglo II, San Ireneo señala que el parto fue sin dolor (Demonstratio Evangelica 54) y Clemente de Alejandría, en dependencia ya de los apócrifos, afirma que el nacimiento de Jesús fue virginal (Stromata 7,16). En un texto del siglo IV atribuido a San Gregorio Taumaturgo se dice claramente: “al nacer (Cristo) conservó el seno y la virginidad inmaculados, para que la inaudita naturaleza de este parto fuese para nosotros el signo de un gran misterio” (Pitra, “Analecta Sacra”, IV, 391). Los evangelios apócrifos más antiguos, a pesar de su carácter extravagante, preservan tradiciones populares que coinciden con los testimonios arriba señalados. La Odas de Salomón (Oda 19), la Ascensión de Isaías (cap. 14), el Protoevangelio de Santiago (cap. 20-21) y el Pseudo-Mateo (cap. 13) refieren cómo el nacimiento de Jesús estuvo revestido de un carácter milagroso.Todos estos testimonios reflejan una tradición de fe que ha sido sancionada por la enseñanza de la Iglesia y que afirma que María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto: “La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María (cf. DS 427) incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre (cf. DS 291; 294; 442; 503; 571; 1880). En efecto, el nacimiento de Cristo ‘lejos de disminuir consagró la integridad virginal’ de su madre (LG 57). La liturgia de la Iglesia celebra a María como la ‘Aeiparthenos’, la ‘siempre-virgen’ (cf. LG 52)” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 499).


Bibliografía:

Catecismo de la Iglesia Católica; J. González Echegaray,Arqueología y evangelios, Verbo Divino, Estella 1994; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia, BAC, Madrid, 1990; F. Varo, Rabí Jesús de Nazaret, BAC, Madrid 2005.

...

Tomado de:
...

¿Jesús nació en Belén o en Nazaret?

Vicente Balaguer



San Mateo dice de manera explícita que Jesús nació en «Belén de Judá en tiempos del rey Herodes» (Mt 2,1; cfr 2,5.6.8.16) y lo mismo San Lucas (Lc 2,4.15). El cuarto evangelio lo menciona de una manera indirecta. Se produjo una discusión a propósito de la identidad de Jesús y “unos decían: Éste es verdaderamente el profeta. Otros: Éste es el Cristo. En cambio, otros replicaban: ¿Acaso el Cristo viene de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David?” (Jn 7,40-42). El cuarto evangelista se sirve aquí de una ironía: él y el lector cristiano saben que Jesús es el Mesías y que nació en Belén. Algunos oponentes a Jesús quieren demostrar que no es el Mesías diciendo que, de serlo, hubiera nacido en Belén y en cambio ellos saben (creen saber) que nació en Nazaret. El procedimiento es habitual en el cuarto evangelio (Jn 3,12; 6,42; 9,40-1). Por ejemplo, pregunta la mujer samaritana: “¿O es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob?” (Jn 4,12). Los oyentes de Juan saben que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, superior a Jacob, de modo que la pregunta de la mujer era en una afirmación de esa superioridad. Por tanto, el evangelista prueba que Jesús es el Mesías incluso con las afirmaciones de sus oponentes.

Éste ha sido el consenso común entre creyentes e investigadores durante más de 1900 años. Sien embargo, en el siglo pasado, algunos investigadores afirmaron que Jesús es tenido en todo el Nuevo Testamento por “el nazareno” (el que es, o el que proviene, de Nazaret) y que la mención de Belén como lugar de nacimiento obedece a una invención de los dos primeros evangelistas que revisten a Jesús con una de las características que en aquel momento se atribuían al futuro mesías: ser descendiente de David y nacer en Belén. Lo cierto es que una argumentación como ésta no prueba nada. En el siglo I, se decían bastantes cosas del futuro mesías que no se cumplen en Jesús y, por lo que sabemos —a pesar de lo que pueda parecer (Mt 2,5; Jn 7,42)—, no parece que la del nacimiento en Belén fuera una de las que se invocaran más a menudo como prueba. Hay que pensar más bien en la dirección contraria: porque Jesús, que era de Nazaret (es decir que estaba criado allí), había nacido en Belén es por lo que los evangelistas descubren en los textos del Antiguo Testamento que se cumple en él esa cualidad mesiánica. Todos los testimonios de la tradición avalan además los datos evangélicos. San Justino, nacido en Palestina hacia el año 100 d.C., menciona unos cincuenta años más tarde que Jesús nació en una cueva cerca de Belén (Diálogo 78). Orígenes también da testimonio de ello (Contra Celso I, 51). Los evangelios apócrifos atestiguan lo mismo (Pseudo-Mateo, 13; Protevangelio de Santiago, 17ss.; Evangelio de la infancia, 2-4).

En resumen, el parecer común a los estudiosos de hoy en día es que no hay argumentos fuertes para ir contra lo que afirman los evangelios y se ha recibido en toda la tradición: Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.

...

Bibliografía: A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; J. González Echegaray,Arqueología y evangelios, Verbo Divino, Estella 1994; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia, BAC, Madrid, 1990.

Fotografía: Gruta donde nació Jesús, Iglesia de la Natividad, Belén.
...

Tomado de: http://www.opusdei.es/art.php?p=15301

...

Homilía: 4º Domingo de Adviento (A)




Domingo 4º de adviento (A) Lecturas: Is 7,10-14; S.23; Ro 1,1-7; Mt 1,18-24 

Derramen, nubes, al Justo

P. José R. Martínez Galdeano, S.J.

Pronto va a llegar. Estamos a menos de una semana. Ya oímos el ruido de sus pisadas. Jesús está a las puertas de cada uno de nuestros corazones. En el verso previsto por la Iglesia para cuando no haya canto de entrada se recuerda aquello de Isaías: “Cielos, destilen el rocío; nubes, derramen al Justo; ábrase la tierra y brote el Salvador”.

Igual que al rey Acaz, igual que a los pastores, igual que a José se nos dice que acojamos al Salvador que nos viene por medio de María.

Lo necesitamos. Sabemos que lo necesitamos, como lo hemos expresado en la oración colecta, “para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección”.

El rey Acaz no quería "tentar" a Dios como buen creyente que conocía la Escritura: "no tentarás al Señor tu Dios" (Deut 6,16). No quería importunarle, porque Dios estaba bien en su nimbo de nubes y dedicado a sus divinas labores. Pero el profeta no aplaudirá este respeto que se ofrece para no ser molestado por la necesidad de cumplir su voluntad.

Estamos ya a las puertas de la Navidad, y también a nosotros se nos ha anunciado esta Buena noticia prometida desde antiguo por los profetas, como dice San Pablo a los cristianos de Roma (1,2). No sólo para Acaz, ni sólo para Israel, sino para todos y para siempre, el Señor dejará de ser un Dios Altísimo (en cuanto que queda muy lejano) para ser un Dios-con-nosotros, un Dios que ha querido acamparse, plantar su tienda, en nuestro suelo (Jn 1,14), hablar nuestro lenguaje, pasear nuestras andanzas, sufrir nuestros dolores y gozar nuestras alegrías.

Si fuera sólo Dios pero no estuviese con nosotros, sería una divinidad tan lejana que sería opresora o inútil, y por lo tanto su salvación no nos interesaría ni nos serviría para nada. Si estuviera con-nosotros pero no fuese Dios, estaríamos ante alguien "buena persona", pero que no podría acceder a los entresijos de nuestro corazón y de nuestra historia, en donde nuestra felicidad se hace o se deshace. Él es Dios y con-nosotros, es el Enmanuel.

Dios ha venido, viene y renueva su venida para estar con nosotros y de la manera más íntima que podamos imaginar. Allí Él, en lo más secreto de nuestro corazón, nos escucha y se hace cargo de nuestras necesidades. Allí nos perdona, allí cura nuestras heridas, allí nos da su paz, allí nos hace fácil lo difícil, allí nos comunica la fuerza de su amor.

Ojalá que descubramos que jamás molestamos a un Dios que ha querido amarnos hasta la convivencia, hasta la coexistencia, hasta ser “estar con nosotros”. Y ojalá nos conceda tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él: que acogiendo y contemplando al Enmanuel, al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser también nosotros hermanos entre hermanos siendo verdaderamente hijos ante Él.

Otra verdad se nos manifiesta en este evangelio: El Dios con nosotros se nos da por María y desde María. La fe en el misterio de la Navidad nos lleva espontáneamente hacia María. En brazos de María lo encontraron los pastores, de María lo recibió José. No dudemos en acudir a María, como a Madre, en estas días.

La palabra de Dios nos manifiesta cómo José no era el padre natural de aquel niño. Dios Padre realizó solo en el seno de María y con la colaboración voluntaria de María lo necesario para que en María fuera engendrado el cuerpo humano de su Hijo. Si Jesús es Dios, María, que es realmente su madre, es Madre de Dios. Esto es lo que tenemos que tener muy claro todos los católicos y saber explicarlo a los hermanos separados, que a veces con mucha agresividad critican nuestra devoción a María. Pidamos al Señor saber exponer con claridad el por qué los católicos veneramos a María: Es Madre de Jesús, que es el Hijo de Dios hecho hombre en su seno. Pidamos para que no se cieguen por pasión a una verdad tan claramente manifestada en los evangelios. Porque al mismo tiempo es una verdad muy consoladora; porque ella intercede por nosotros con el inmenso poder que su Hijo le ha otorgado.

En brazos de María, que también simboliza a la Santa Madre Iglesia, el Señor viene para ser Dios-con-nosotros. Fueron María y José los primeros en gozar de esa gracia y luego los pastores, los magos, los ancianos Ana y Simeón. ¿Por qué? Porque fueron humildes y tuvieron fe.

Estimulemos nuestra fe durante estas celebraciones y Dios será con nosotros. Acojamos la paz de Dios en nuestros corazones y entonces les garantizo la alegría del Señor. Si el corazón se limpia de toda animosidad contra el prójimo y perdona de todo corazón y se alegra de la felicidad de los demás, se hará en nosotros la paz.

Que la próxima Navidad les encuentre muy abiertos a Dios, plenamente convencidos de que si Él ha venido al mundo es porque los ama, con deseo de transmitir a sus hermanos lo que Dios les ha comunicado.


...


P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog


San José, un hombre justo


P. Adolfo Franco, SJ.
Reflexión sobre el Evangelio del 4º domingo de Adviento

Mateo 1, 18-24

La figura de San José nos muestra la grandeza auténtica con su sencillez y armonía interior. Y así nos lleva de la mano en estos últimos días de preparación de Navidad.

San Mateo nos narra de una manera muy propia el anuncio del futuro Mesías; de una forma muy diversa, pero complementaria, de la de San Lucas, en ese pasaje tan conocido de la Anunciación. La de San Lucas es una narración a través de los ojos de María, y la de San Mateo es una narración a través de la dura experiencia de San José.

Ambos pasajes afirman en esencia lo mismo: afirman el “misterio” especial del Niño concebido por María; afirman la virginidad de María, y afirman la acción especial del Espíritu Santo en la concepción de Jesús. En la narración de San Lucas todo es paz y armonía. En San Mateo todo esto está lleno de dramatismo, de sufrimiento y de zozobra.

Las dudas de San José cuando supo que María estaba embarazada, eran naturales y debieron ser un tormento; un tormento para José, en primer lugar: ¡cómo le pasaba esto a él! ¡No podía ser y menos que esto sucediese con María!. Y un tormento para María que probablemente percibió los pensamientos que se forjaban en la mente y en la imaginación de San José: que esa muchacha tan buena, tan extraordinariamente buena esté embarazada, no parece creíble. José la había desposado y no sabía qué estaba pasando. Sufrimiento, oscuridad, desorientación.

Mucha entrega a Dios, a su Providencia hay en la aceptación de esa terrible oscuridad, por parte de José y por parte de María; y de esta forma tan valiente y tan desconcertante entraban a formar parte del plan de salvación.

Esta tormenta necesitamos meditarla para prepararnos adecuadamente para el nacimiento de Jesús. El es el Rey de la Paz, pero muchas veces su vida será una tormenta, y el seguirlo a El a veces traerá muchas veces dificultades y sufrimiento.

En esta tormenta se manifiesta la calidad de persona que era José. Se manifiesta como un hombre justo, o sea como un hombre increíblemente bueno. De San José sabemos poco. Casi todo lo que sabemos está contenido en este pasaje. De San José podemos decir que es un hombre completamente corriente, pero de una calidad insuperable. Era un operario, un artesano, probablemente carpintero. Pero era el “Justo”, aquel para quien esta palabra parece estar hecha a medida. No quiere juzgar a María (nosotros que juzgamos por mucho menos), pero tiene que separarse de ella (le parece inevitable en estas circunstancias). Y por otra parte, cuando tiene la revelación del arcángel Gabriel, manifiesta una fe sin titubeos (una fe difícil, pero sabiendo que es Dios quien lo dice, cree en forma total). Acepta con paz no tener sus propios hijos; renuncia también extremadamente dura. Y dedica toda su vida a mantener a Jesucristo con su propio trabajo, y con su protección del “hombre de la casa”.

Es un hombre completamente normal y corriente. El no hizo ningún milagro, y llevó una vida sin relieve; trabajó en un taller de carpintería toda su vida. No sabemos que pronunciara ninguna palabra sabia (aunque su enorme discreción es ya una gran palabra). En el Evangelio no se consigna ni una sola palabra de él; qué ejemplo para nosotros a quienes nos sobran tantas palabras. No se dice de él ni cuando nació, ni cuándo murió. Y de él además se habla sólo en forma indirecta. El debe servir de testigo de la virginidad de María, debe ser testigo del nacimiento virginal, y debe ser testigo del misterio “especial de Jesús”. Pero lo que José es, o lo que haga, o lo que diga, eso ha quedado oculto. Y sin embargo lo poco que de él sabemos hace de San José el patrono de la Iglesia Universal: ¡a lo que ha llegado un hombre tan corriente...!

Estamos en esta cuarta semana del Adviento. Y llegamos a la alegría del Nacimiento de la mano de los personajes centrales del Adviento: María Y José. Los dos, desde ópticas diferentes (y narrado en Evangelios diferentes) nos dan el mismo testimonio: Jesús es una donación única que Dios mismo hace al mundo: no nacido simplemente por voluntad de una pareja, sino que nos “ha sido dado”. Ambos nos dan testimonio de que éste es el Hijo de Dios, sin quitar que sea el Hijo del hombre; ambos nos testifican que El es nuestro Salvador. +


...

Agradecemos la P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.






Primera Comunión 2010 en San Pedro, Lima

Catequistas de Primera Comunión de nuestra Parroquia culminaron su labor cuando los niños y jóvenes recibieron a Cristo sacramentado en la Misa celebrada por nuestro Párroco el P. Enrique Rodríguez S.J.

El domingo 21 de noviembre hemos culminado la catequesis de Primera Comunión de niños y adolescentes, con la celebración de la Eucaristía, donde 165 niños y jóvenes han recibido por primera vez a Jesús
bajo las especies de pan y vino, esto parece cosa increíble, en realidad lo es, todo lo referente a Jesús es un misterio, es cosa de mucha fe. Y esa es la tarea nuestra:
¡Transmitir la fe en un mundo donde parece ganar la incredulidad!

Recuerdo cuando un niño me dijo una vez: “muy bonita su exposición miss pero; ¿será verdad? Convencer a los niños que Jesús es la Verdad, el Camino y la Vida, no es tarea muy sencilla, pues la mayoría de los medios de comunicación no nos ayudan, pero afortunadamente hay muchos papás que se preocupan por la vida espiritual de sus hijos, por eso los llevan a la parroquia, los papás solos no pueden con esta labor porque hay muchas cosas que todavía no conocen y esa es otra de nuestras tareas: evangelizar también a ellos. Hay veces pienso que sería muy beneficioso que nosotros como catequistas apoyemos un poco
más en ello, es verdad que cada uno tiene un estilo diferente, pero la llegada al corazón de las personas solo se logra con la ayuda del Espíritu Santo y con una gran dosis de humildad y Amor por el Reino de Dios.

“Uno siembra, otro riega, otro
cosecha pero el que realmente es importante es el que hace crecer… El que hace crecer la semilla es DIOS”.

Nuestro sincero agradecimiento a todos los que rezan por nosotros, nos hemos sentido muy fortalecidos y protegidos por el Señor.

A ÉL GLORIA, PODER, ADORACIÓN, ALABANZA, SERVICIO, SABIDURÍA ETERNA… POR LOS SIGLOS… AMÉN


Fotos de arriba hacia abajo:
1º Ofertorio durante la Misa.
2º y 3º Párroco P. Enrique Rodríguez, S.J. dando la Primera Comunión.
4º a la 7º Recepción en el patio de la Parroquia.
8º Catequista de Primera Comunión.





Felicitamos a los catequistas por su continua labor, oremos para que el Señor les conceda la gracia de perseverar en su apostolado, como también a todos los catequistas de la Iglesia.















































...
Agradecemos a Dora Luz, Coordinadora de la Catequesis de Primera Comunión, por su colaboración, y a Vanessa Torres por compartir sus fotografías.
...

Homilía: 1º Domingo de Adviento (A)



Lecturas: Is 2,1-5; S.121; Ro 13,11-14; Mt 24,37-44

P. José R. Martínez Galdeano, S.J.

En este nuevo año litúrgico, que hoy comenzamos en la Iglesia, como indica esta corona de adviento con su vela encendida que corresponde a la primera semana, volveremos a recorrer todos los misterios de Cristo reviviéndolos en nuestros corazones, transformándonos según su modelo y capacitándonos para comunicar a quienes quieran abrir su corazón la vida y la alegría presentes en nuestros corazones.
La primera etapa de este recorrido es el adviento. Serán casi cuatro semanas de preparación para vivir la Navidad primera como la vivieron María y José, los pastores y todos aquellos a los que llegó la noticia de haber nacido en Belén el rey de los judíos prometido por los profetas, y la acogieron con fe, alegría y esperanza.

Ninguna de las lecturas de hoy fueron escritas para preparar esta primera celebración de la Navidad. Sin embargo de algún modo se parecen y el mensaje de Dios es válido para las llegadas de Cristo en múltiples ocasiones. La profecía de Isaías se cumplirá en Pentecostés, cuando gentes de partes muy distantes crean y se bauticen; a los cristianos de Roma dice que Pablo que ya les llegó la luz con el bautismo y que ahora vivan en la luz de las buenas obras pues Cristo va a llegar a juzgar sus vidas; y en el evangelio se exhorta a los discípulos, sobre la catástrofe de Jerusalén y la llegada de Jesús al fin del mundo, a que estén vigilantes, porque será de repente y no se sabrá cuándo: “Estén en vela porque no saben qué día” y “a la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre”. El término “velar”, así como el “vigilar”, significan en el nuevo testamento “orar”.

La Iglesia selecciona estas lecturas en este comienzo de preparación espiritual para vivir la próxima Navidad, porque espera que la gracia del Señor vuelva a hacerse sentir en toda ella y en cada uno de nosotros con la mayor abundancia. Un río caudaloso llena fácilmente de agua una gran cisterna, pero se saca poca agua con un pequeño balde. Por eso es muy importante que nosotros preparemos un espacio grande en nuestro corazón y así obtengamos en estas fiestas una gran abundancia de gracia. Pero el corazón se agranda para hacer sitio a Dios si se vacía de sí mismo, si deja de buscarse, si abandona sus pecados y tendencias egoístas.

Éste es el trabajo que hemos de realizar en estas semanas esperando a que el Señor venga. El centro de nuestra alegría y paz navideñas ha de ser Jesús, que nosotros recibamos la vida y el Espíritu de Jesús; y de este modo el don más importante, que transmitamos a los demás, debe ser también Jesús. Los pastores, que apenas tenían algo, se alegraron con la Navidad; Herodes, que lo tenía todo, concibió un miedo criminal. Por eso, para vaciarnos de nosotros mismos, en este tiempo la Iglesia nos invita a la penitencia y oración. Esto es lo que nos recuerda el color morado de la casulla en las misas y la luz creciente de las velas que semana a semana nos irán avisando que el Señor está cada vez más cerca.
Porque nos puede pasar a nosotros lo mismo que a los judíos en tiempo de Jesús. Esperaban al Mesías, iban semanalmente a la sinagoga, leían la Biblia, oraban incluso; pero, llegado el momento y pese a los milagros y la maravillosa predicación, no le recibieron.

¿Qué pasó? No aceptaron un Mesías que se limitase a salvarnos de los pecados, que muriese para ello en una cruz y que hablase de una Iglesia en la que judíos y no judíos formasen una comunidad donde no hubiera divisiones. Exigía para ellos un cambio de mentalidad y costumbres demasiado fuerte.
Todos los que estamos aquí, que hoy comenzamos nuestra preparación, aceptamos que hemos de cambiar. Para eso venimos a misa cada domingo, para eso nos confesamos y comulgamos con frecuencia, para eso escuchamos la Palabra.

Esta transformación no se hace meramente con nuestro propio esfuerzo, con nuestra mera buena voluntad o leyendo más páginas de la Biblia u otros libros. Este cambio necesita de la intervención de Dios en nuestros corazones. Como otras veces hemos dicho, no se puede comenzar ni proseguir ningún esfuerzo de conversión sin que Dios intervenga desde el principio. Así como un aparato eléctrico, para ponerse en marcha y luego proseguir su actividad, necesita que le llegue la corriente eléctrica y, si ésta falta, se detiene inmediatamente, así en el orden sobrenatural, que es el propio del cristiano, debemos estar alimentados continuamente con la gracia de Dios, que es la luz y la fuerza del Espíritu Santo. 

Pero como la gracia no se merece de ninguna manera, el único modo de conseguirla es el que nos indica el mismo Jesús: la oración humilde. Basados tanto en el ejemplo de los santos como en la enseñanza de la Iglesia, insistan en la oración y en el sacrificio; porque la virtud exige sacrificio sobre todo la caridad; más aun exige humildad. Si están vigilantes, verán cuán frecuentes son las ocasiones que la vida normal, si ha de vivirse según el evangelio, no solo ofrece sino pide sacrificio, humildad, caridad y oración. Entonces tendrán un gran premio. Verán a Jesús en cada uno y muy cercano, necesariamente todo lo que toquen se transfigurará, allí donde estén, sea la familia, sea el trabajo, se notará que ha nacido el Señor.


...


P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog




Hacia el encuentro con Jesucristo



P. Adolfo Franco, S.J.


Reflexión sobre el Evangelio del 1º domingo de Adviento
Mateo 24, 37-44



Este domingo 28 de noviembre empieza el Nuevo Año litúrgico, empieza el Adviento. El Adviento consiste en esperar el nacimiento de Jesús caminando hacia El. Y así el Adviento es la enseñanza de lo que debe ser nuestra vida, caminar hacia Jesús, con alegría y esperanza.




Empieza el Adviento, un nuevo año litúrgico, y el Evangelio nos trasmite una virtud característica del adviento, la esperanza. Y la pone de relieve subrayando algunas actitudes de gentes descuidadas que no tienen en su horizonte el acontecimiento que se nos echa encima: “la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que… llegó el diluvio”.

Y después señala la suerte diferente que correrán personas que aparentemente estaban juntas a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán. Y al final se nos habla de la incertidumbre del cuándo ocurrirá el acontecimiento.

Todo esto lleva consigo la virtud de la esperanza, tan significada en el Adviento. La esperanza debe tener la certeza del acontecimiento; algo maravilloso va a ocurrir, que es la venida del Hijo del Hombre. Esta venida del fin de los tiempos, que es recordada en cada Adviento, a propósito de nuestra preparación de la Navidad. Es certeza de que va a ocurrir algo y ese algo es maravilloso; es el encuentro con el Señor.

Y por la certeza de la llegada de ese acontecimiento, se tiene una actitud vigilante y gozosa; actitud vigilante que significa poner los ojos en ese bello futuro, y no estar en el día a día, simplemente entretenido y distraído con los quehaceres mundanos y rutinarios. El que está vigilante mira más allá de estos acontecimientos en los que muchos quedan absorbidos. Mirar más allá, es otro de los componentes que tiene esta virtud de la esperanza cristiana. Y eso lleva naturalmente a “descubrir el valor de los bienes eternos y a poner en ellos nuestro corazón”, como nos dicen varias veces las oraciones litúrgicas de estas misas de Adviento.

Y hay otro elemento más en esta espera de la que nos habla el Evangelio, y es otro elemento que debe tener la esperanza: la incertidumbre del tiempo en que llega el encuentro con Jesús. Ese encuentro definitivo, del cual la Navidad es un toque de alerta. La esperanza cristiana no espera a plazo fijo, porque no sabemos ni el día ni la hora. Es verdad que la espera de la Navidad sí es espera con tiempo determinado. Pero la espera de esa otra venida no tiene fecha; será a la hora que menos pensemos. La esperanza por tanto supone fortaleza y constancia. No cansarse nunca en esta mirada al futuro, en este superar la monotonía de la vida rutinaria. Estar siempre firmes, no decaer, mantener la energía a pesar de las dificultades de la vida.

Y otro elemento de la esperanza es el gozo. No se trata de temer la venida de Dios. El que es poseído por el miedo no tiene esperanza, sino desesperación. Esperar es estar alegres (una alegría anticipada) porque ya se goza de eso maravilloso que nos va a ocurrir. El gozo es un componente esencial de una vida verdaderamente cristiana.

Y para que esta alegría sea auténtica, y no postiza, hay que apoyarla en algo real, verdadero y firme: que es Jesucristo. Solo en EL hay verdadero, real y firme gozo. Para muchos la alegría se sustenta en cosas transitorias e inconsistentes; en sucesos que están vacíos por dentro. Y esto ocurre mucho en Navidad, se fabrican muchas veces alegrías ficticias, sucesos camuflados de gozo. Hay una tendencia equivocada de buscar la alegría en el placer. Y la Navidad se ha rodeado de tantos elementos postizos, elementos falsos que sustituyen a Jesús, por decorados de ficción. Se fabrica un sueño irreal, y se pierde el verdadero sentido del gran acontecimiento, el Nacimiento del Hijo de Dios.

La esperanza cristiana se basa en algo real, maravilloso e inigualable: la venida del Hijo de Dios a cuyo encuentro se dirigen nuestras vidas. Y la Navidad, nos hace tener presente ese momento. La Navidad nos proporciona alegría por recordarnos el amor de Dios: “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unico”. Y además nos hace tener presente esa otra venida, en que seremos nosotros los que nazcamos a una vida nueva, cuando nos encontremos con El, de verdad, no ya en esa escenificación hermosa de los “Nacimientos”.



...


Agradecemos la P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.


...

¿Qué fue la matanza de los inocentes?, ¿es histórica?


Vicente Balaguer


La matanza de los inocentes pertenece, como el episodio de la estrella de los Magos, al evangelio de la infancia de San Mateo. Los Magos habían preguntado por el rey de los judíos (Mt 2,1) y Herodes —que se sabía rey de los judíos— inventa una estratagema para averiguar quién puede ser aquel que él considera un posible usurpador, pidiendo a los Magos que le informen a su regreso. Cuando se entera de que se han vuelto por otro camino, “se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos” (Mt 2,16). El pasaje evoca otros episodios del Antiguo Testamento: también el Faraón había mandado matar a todos los recién nacidos de los hebreos, según cuenta el libro del Éxodo, pero se salvó Moisés, precisamente el que liberó después al pueblo (Ex 1,8-2,10). San Mateo dice también en el pasaje que con el martirio de estos niños se cumple un oráculo de Jeremías (Jr 31,15): el pueblo de Israel fue al destierro, pero de ahí lo sacó el Señor que, en un nuevo éxodo, lo llevó a la tierra prometiéndole una nueva alianza (Jr 31,31). Por tanto, el sentido del pasaje parece claro: por mucho que se empeñen los fuertes de la tierra, no pueden oponerse a los planes de Dios para salvar a los hombres.

En este contexto se debe examinar la historicidad del martirio de los niños inocentes, del que sólo tenemos esta noticia que nos da San Mateo. En la lógica de la investigación histórica moderna, se dice que «testis unus testis nullus», un solo testimonio no sirve. Sin embargo, es fácil pensar que la matanza de los niños en Belén, una aldea de pocos habitantes, no fue muy numerosa y por eso no pasó a los anales. Lo que sí es cierto es que la crueldad que manifiesta es coherente con las brutalidades que Flavio Josefo nos cuenta de Herodes: hizo ahogar a su cuñado Aristóbulo cuando éste alcanzó gran popularidad (Antigüedades Judías, 15 & 54-56), asesinó a su suegro Hircano II (15, & 174-178), a otro cuñado, Costobar (15 & 247-251), a su mujer Marianne (15, & 222-239); en los últimos años de su vida, hizo asesinar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo (16 &130-135), y cinco días antes de su propia muerte, a otro hijo, Antipatro (17 & 145); finalmente, ordenó que, ante su muerte, fueran ejecutados unos notables del reino para que las gentes de Judea, lo quisieran o no, lloraran la muerte de Herodes (17 &173-175).


Bibliografía: A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia. IV, BAC, Madrid 1990; J. Danielou, Los evangelios de la infancia, Herder, Barcelona 1969.

...


Tomado de:


...

San Edmundo Campion, S.J.

Fiesta 1 de diciembre






Es el primer santo inglés de la Compañía de Jesús. Con su simpatía, alegría contagiosa, con su patriotismo y oratoria supo dar, a los ingleses perseguidos, el entusiasmo que les faltaba para defender su fe.


Niñez y juventud

Edmundo Campion nace en Londres, el 15 de enero de 1540, poco después que el rey Enrique VIII lograra separar a Inglaterra de la obediencia de la Iglesia católica.
Su padre fue un librero de Londres. Desde muy pequeño aprende a devorar libros. Al quedar huérfano, el gremio de los mercaderes de Londres decide encargarse de su formación. Fue un excelente alumno.
Esos son los años turbulentos de Eduardo VI, niño también de pocos años.

Durante el reinado de María Tudor

Cuando cuenta 13 años, en 1553, Edmundo es elegido para componer y leer un discurso de felicitación a la Reina María Tudor. Ella también es hija de Enrique VIII y ha sucedido a su hermano Eduardo.
Poco después, el Alcalde Mayor de Londres, Sir Thomas White, determina fundar un Colegio católico, en Oxford. El cambio religioso, sucedido con el nuevo reinado, lo mueve a hacerlo. Recordando al joven Edmundo Campion, por el hermoso discurso a la Reina, le ofrece una beca en el nuevo Colegio. Edmundo pasa a educarse, entonces, al Colegio de Saint John, donde con distinción continúa sus estudios.

En Oxford

Cuando muere la Reina María, en 1558, las cosas se precipitan en Inglaterra y también en Oxford. Le sucede su hermana Isabel, hija de Enrique y de Ana Bolena, educada en la fe protestante.
El favorito de la Reina, el conde de Leicester, Roberto Dudley, es nombrado Canciller de la Universidad de Oxford.
Edmundo Campion tiene, entonces, 18 años. Ha sido nombrado profesor en el Colegio de Saint John. Un buen número de alumnos, sigue sus clases. La influencia de Campion aparece muy claramente. Los jóvenes frecuentan sus conferencias, imitan su tipo de elocuencia e incluso su modo de vestir. Con orgullo algunos empiezan a llamarse campionistas.

Fama de orador

A los oídos de Roberto Dudley llegó la fama de la oratoria de Edmundo Campion. Cuando muere su esposa, el Canciller dispone que sea Campion quien escriba y pronuncie el elogio fúnebre. San Edmundo compone un hermoso discurso que llena de satisfacción al vanidoso Canciller.
A la muerte de Sir Thomas White, el fundador del Colegio de Saint John, en 1564, Campion pidió el honor de escribir su elogio. La renovada admiración del Canciller, al escucharlo, hacen concebir en Campion una protección y un porvenir muy seguro.

Discurso ante la reina Isabel

Dos años más tarde, en 1566, la reina Isabel visitó Oxford. Entre las fiestas de recibimiento debe destacar un acto académico de filosofía.
Edmundo Campion, el joven profesor de 26 años, es el encargado de organizar y de mostrar, ante la Reina, la erudición, la profundidad de ciencia y la elegancia en el buen decir. Isabel se admira y decide de veras utilizar los servicios de Campion. Lo recomienda interesada a Leicester.

Vice canciller de Oxford

Roberto Dudley, conde de Leicester nombra entonces a Edmundo Campion, orador de la Universidad. Poco después, lo elige Prorrector de la misma, oficio que equivale al de Vice canciller.
Todos estos cargos, los recibe Campion antes de tener el grado de doctor, lo que resulta extraordinario. Es la promesa de una gran carrera.

Un paso en falso



Es posible que Edmundo Campion haya prestado el juramento de supremacía en 1560. Pero ello no lo intranquiliza. En forma regular frecuenta los ahora servicios protestantes de la capilla del Colegio de Saint John. Edmundo es católico y no piensa separarse de su fe. Pero la situación se va haciendo crítica.
Poco a poco, se deja vencer. En 1567 acepta la ordenación diaconal, de manos de su amigo el obispo de Gloucester, Ricardo Cheney, de la Iglesia reformada.
Sus amigos, entonces, se dividen, unos lo felicitan, los más se horrorizan. Edmundo Campion se sumerge en un mar de dudas y en un recriminarse por la decisión tomada.

Los estudios de teología

En Oxford la división es clara. Hay un partido católico mayoritario y un partido protestante ascendente. Edmundo Campion vacila entre los dos, sin deseos de elegir. Su anhelo más íntimo es que lo dejen estudiar en paz y poder desempeñar sus deberes de profesor y de orador universitario.
Según los estatutos del Colegio, su obligación es dedicarse al estudio de teología y aceptar la ordenación sacerdotal, si quiere continuar su carrera en la Universidad. Edmundo Campion posterga la decisión, hasta donde puede, concentrándose en el estudio de Aristóteles y en la teología natural.
En 1567 le fue necesario iniciar el estudio de los Padres de la Iglesia. Y en la medida de su avance, cada vez se siente más lejos de la Iglesia Anglicana. Trata de refugiarse en la oración. Consulta a su amigo Tobie Matthew quien parece no tener escrúpulos en el abandono de la antigua fe. "No leo a los Padres, para no creerles", es la respuesta.
El camino de Tobie Matthew, más tarde obispo de Durham y después arzobispo de York, parece fácil. Edmundo Campion ama a Inglaterra, ¿es razonable rechazar lo bueno de la reforma por un anhelo de perfección?. Pero en Inglaterra no hay libertad. Y eso lo intranquiliza.

Tormentas exteriores

En la primavera de 1568, María Estuardo, católica y heredera del trono, fue hecha prisionera.
Poco después Gregorio Martin, su íntimo amigo durante trece años, abandona Oxford y se exilia en el continente.
La tormenta anglicana lo va presionando. Primero, pierde una beca. Después su cargo como juez escolástico de la Universidad.

La vuelta al buen camino

Con la aprobación de Leicester, Edmundo Campion se decide pasar a Dublin. Allí podrá trabajar en el proyecto de la creación de la Universidad Nacional.
Se adapta fácilmente al nuevo ambiente y empieza a vivir en paz con su conciencia. La católica Irlanda está bajo el poder del gobierno inglés, pero las leyes religiosas no se aplican.

En Irlanda

Con el pensamiento puesto en la Universidad irlandesa, prepara una disertación, De Homine Academico. Es un verdadero catálogo de las virtudes y cualidades de un formador universitario. Sin duda es su propio programa y que, en parte, lo siente realizando.
Poco tiempo después empieza a trabajar en una historia de Irlanda. Es toda una obra literaria. La dedica al conde de Leicester, buscando siempre una protección.

Tormentas interiores

El 25 de febrero de 1570, San Pío V dicta la Bula Regnans in Excelsis, de excomunión contra Isabel, liberando a sus súbditos de la obligación de obedecerla.
Una copia de la Bula es clavada en la puerta del palacio del obispo de Londres el 25 de mayo por el caballero católico John Felton. Este es torturado y ejecutado. En el cadalso regaló a la Reina un gran anillo de brillantes, que llevaba cuando fue arrestado, manifestándole que no deseaba su mal, pero que creía que se destitución era buena para el país y para su salvación eterna.
Una verdadera persecución cae, entonces, sobre los cristianos que continúan con su adhesión a Roma.
Edmundo Campion, tocado íntimamente por los contenidos de la Bula y acosado por los remordimientos de conciencia, decide entonces dejar Irlanda. Por lo demás es buscado afanosamente por las autoridades, pues todo católico debe ser interrogado.
Perseguido, Campion vuelve a Londres. Allí no es buscado. Se le cree en Irlanda.

Testigo de un martirio

En Londres asiste, en Westminster Hall, atónito entre la muchedumbre, al despiadado juicio contra el Bienaventurado John Storey. Este se había exiliado en Flandes. Al poco tiempo, ya anciano, en el Colegio de Douai, recibió la ordenación sacerdotal. Sir William Cecil lo había hecho raptar y traer desde Amberes, acusándolo de traición.
Ese Colegio de Douai fue toda una institución para la restauración católica de Gran Bretaña. Había sido fundado por Sir William Allen a quien su fe lo obligó a abandonar Inglaterra y ordenarse de sacerdote en Lovaina. Lo fundó para los ingleses, con el fin de formar sacerdotes que pudieran, más tarde, predicar la fe en la patria. Algunos años más tarde, ya cardenal, fundó otro Colegio similar en Reims.

En Flandes

Edmundo Campion decide pasar a Flandes. Consigue dinero entre sus antiguos alumnos católicos y se embarca el 1 de junio de 1571.
Una fragata inglesa intercepta a la nave. Por no llevar pasaportes, Campion es detenido y devuelto a Inglaterra. El capitán se queda con el dinero y lo deja huir, pero en territorio inglés.
De nuevo, muy pronto, consigue dinero entre los amigos. Un segundo intento y, esta vez, feliz. A fines de junio de 1571, con grandes muestras de gozo y alegría fue recibido en el Colegio de Douai.
Gran parte de los trece candidatos que, allí, se preparan al sacerdocio son antiguos amigos y los más, alumnos suyos en Oxford. Allí está su amigo Gregorio Martin.
Estudios sacerdotales

En Douai, San Edmundo Campion vuelve formalmente a la Iglesia católica. Es admitido a los sacramentos, de los que ha estado privado desde hace más de diez años. Se siente feliz, viviendo en una comunidad enteramente católica. Sir William Allen lo considera como una adquisición sensacional.
Dos años enteros dedica Edmundo Campion a terminar los estudios de teología. En Douai recibe las órdenes menores y el subdiaconado, requisitos exigidos por la Iglesia católica antes de las órdenes del diaconado y el sacerdocio.
Al pedir las órdenes sagradas y al recibirlas, Campion siente que puede expiar la falta de haber sido ordenado diácono por un obispo anglicano.

Discernimiento vocacional

Después viene el largo discernimiento. ¿Qué debe hacer?. Señor, ¿qué quieres que haga?.
En la oración comprende que debe dirigirse a Roma y que allí el Señor le mostrará el mejor camino.

Viaje a Roma

El viaje a Roma lo hace, solo y a pie, en penitencia. Pide limosna en los caminos y ora sin cansancio.
A fines de febrero de 1573, llega a la Ciudad eterna. Por cierto, se hospeda en el hospital de los ingleses, como peregrino.
El primer tiempo lo dedica a la oración y a la visita de las principales Iglesias de Roma. Visita al cardenal Gesualdi con quien tiene largas conversaciones a propósito de la Bula Regnans in Excelsis.
Pero pronto, entiende claramente la voluntad de Dios. Debe entrar en la Compañía de Jesús. En ella podrá darse a los demás y, con la voluntad del Señor, podrá volver a predicar la fe en Inglaterra.

Su ingreso a la Compañía de Jesús

Es admitido por el P. Everardo Mercuriano, recién elegido General de la Compañía.
La Congregación General continuaba todavía en funciones. Varios de los padres congregados, lo han conocido y oído hablar de él. La simpatía de Campion les gana el corazón a todos. Cada Provincial lo quiere para su propia Provincia. En Inglaterra no hay jesuitas.
El General, lo admite para la Provincia alemana, la de Austria.

Noviciado en Austria

Terminada la Congregación General, a mediados de junio de 1573, con el P. Provincial alemán viaja a Praga para iniciar su noviciado de dos años.
San Edmundo Campion es uno de los fundadores del Noviciado en Brünn, muy cerca de Praga. Allí, todo le es fácil, en especial la experiencia del mes de Ejercicios. Los trabajos humildes y el apostolado le resultan llenos de consolación. Y su facilidad en los estudios le sirve extraordinariamente para el aprendizaje del nuevo idioma.

En Praga
En septiembre de 1574, los Superiores lo destinan al Colegio de Praga, a continuar el noviciado e iniciar la etapa de magisterio con los alumnos de retórica. Sus cualidades literarias, adquiridas en Oxford, le permiten un año brillante.
En 1575 hace los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. En el Colegio, funda la Congregación Mariana (hoy, Comunidades de Vida Cristiana, CVX) para sus alumnos.
Al año siguiente le añaden el cargo de Prefecto general del Internado y las predicaciones en la Iglesia. En diversas ocasiones predica en la corte. Y con su oratoria verdaderamente atrayente se gana el ánimo del mismo emperador Rodolfo II.

Ordenación sacerdotal

El 8 de septiembre de 1578, el arzobispo de Praga lo ordenó sacerdote. Y hasta marzo de 1580 ejerce en la capital del imperio su sacerdocio y ministerio de enseñanza. El idioma alemán parece no tener secretos para él.

Llamado a Roma

Por ese tiempo, el cardenal y doctor, Sir William Allen, fundador del Colegio de Douai, presenta al Papa Gregorio XIII y al P. General Everardo Mercuriano, un largo y muy bien fundado memorial. En él solicita el envío de refuerzos sacerdotales a Inglaterra. El Colegio inglés de Douai ha crecido mucho. Cada año se ordenan treinta o cuarenta sacerdotes. Más de la mitad logra atravesar el Canal hacia Inglaterra. Los informes recibidos coinciden respecto al entusiasmo de las gentes, al deseo de recibir los sacramentos y al ansia de ser reconciliados con la Iglesia.
El Papa Gregorio XIII decide apoyar al cardenal Allen y funda en Roma el Colegio Inglés. Los primeros seminaristas vienen todos desde Douai. Dos años después, en 1578, la dirección del Colegio Inglés es entregada a la Compañía de Jesús, con gran gozo del cardenal Allen.
El P. General Everardo Mercuriano se aviene a tomar la dirección del Colegio y a hacer suyos los objetivos de su fundación. Es decir, promete al cardenal Allen que la Compañía de Jesús enviará misioneros a Inglaterra. Allen pide expresamente al P. Edmundo Campion para la primera expedición. El P. General accede. San Edmundo Campion es, entonces, llamado a Roma.

Destino a Inglaterra

San Edmundo deja Praga el 25 de marzo de 1580, postergado algunos meses por el Provincial de Austria. Llega a Roma el sábado de Pascua, el 9 de abril. El viaje lo hace a pie, a caballo y en parte en coche, de acuerdo a los azares del camino.
En Roma, San Edmundo Campion, con profundo gozo, acepta la invitación del P. General.
Su compañero de misión será el P. Roberto Persons, jesuita inglés, seis años más joven que él. San Edmundo lo conoce bien desde los tiempos de Oxford. Fue su discípulo, y Campion al saberlo católico lo había liberado del juramento de supremacía. Las autoridades entonces intervenieron y Persons debió prestar el juramento, pasando así a ser profesor del Colegio de Balliol.
A ruegos de Campion, el P. Persons es nombrado Superior de la Compañía de Jesús en Inglaterra.

Instrucciones

Las intrucciones del General de la Compañía son muy precisas. Se verán obligados a descartar el traje talar y a viajar disfrazados. Deberán vivir entre seglares bajo nombres supuestos. Vivirán solos durante largos períodos. No podrán realizar retiros periódicos para recobrar las fuerzas espirituales.
El objetivo de la misión queda también delineado. Trabajarán en "la conservación y aumento de la fe de los católicos de Inglaterra". No deberán disputar con los protestantes. Les queda prohibido, en forma absoluta, inmiscuirse en los asuntos de Estado o enviar informes políticos. No deben permitir ninguna conversación contra la Reina.
San Edmundo recibe las aclaraciones que pide. Queda claro, la Bula Regnans in Excelsis obliga sólo a la Reina y a los protestantes. Los católicos, mientras la Reina gobierne de facto, deben obedecer en todo lo que no toque a la fe católica.

El viaje a la patria

El 18 de abril de 1580 sale de Roma esa primera expedición jesuita a Inglaterra.
La componen los PP. Roberto Persons, Edmundo Campion y el Hermano Rodolfo Emerson. Con ellos van otros tres sacerdotes del Colegio inglés, dos seminaristas y cuatro sacerdotes ingleses radicados en Roma.
Antes de salir, el Papa Gregorio XIII los abraza, a cada uno, cariñosamente, los bendice, a ellos y a toda Inglaterra. San Felipe Neri también los bendijo.
En Milán, San Carlos Borromeo los obliga a alojar en su propio palacio arzobispal. Edmundo Campion predica en la Catedral, con gran complacencia del arzobispo.
El resto del viaje lo hacen a través de Suiza, país ya sumido en las ideas de la reforma protestante. En Ginebra son admitidos, por ser ingleses, a pesar de ser católicos. San Edmundo, incluso, tiene una conversación con el célebre calvinista Teodoro Beza, ya anciano, quien lo recibe en su casa, después de comer. Fue una velada agradable, llena de humanismo.
En Reims tiene lugar el encuentro con el cardenal doctor, Sir William Allen. Campion, a petición de su amigo, predica a los jóvenes ingleses del Seminario. En su propio idioma, después de tantos años. Lo hace con fluidez y corrección, como si jamás hubiera dejado Inglaterra.

Inglaterra

El ingreso en Inglaterra resulta muy difícil. Las autoridades inglesas ya estaban en conocimiento de la expedición católica. Los informantes han comunicado nombres y también fechas.
Conocedores de la dificultad, los jesuitas resuelven disolver la expedición. Cada cual, ingresará como pueda hacerlo. Los jesuitas flamencos del Colegio de San Omer, prepararon el paso del Canal.
Los tres jesuitas no deben viajar juntos. El P. Roberto Persons, como Superior, será el primero. Los otros dos pasarán a Inglaterra un tiempo después.
Roberto Persons, vestido de militar y fingiendo ser soldado de los Países Bajos, cruza el Canal sin mayor dificultad.
Edmundo Campion y Rodolfo Emerson, vestidos de mercaderes, son detenidos en Dover, el 24 de junio. Las autoridades tienen sospechas, los registran minuciosamente, pero al fin los dejan pasar.
Ambos se dirigen al puerto de Gravesend, distante 30 kilómetros de Londres. En un bote, por el Támesis, llegan a la capital.
Entretanto, el P. Roberto Persons había encargado a jóvenes católicos que se turnaran, paseándose, en los muelles de Londres. Uno de ellos los reconoce, por las señas del Hermano, y los lleva a la casa alquilada por Persons.
Ministerios

Así comenzaron los años ingleses del ministerio de Campion.
El mejor resumen de esos años lo da él mismo en carta al P. General.
"Por todas partes se publican contra nosotros edictos llenos de amenazas".
"Con las precauciones que tomamos y con las oraciones de los buenos y, especialmente con el favor de Dios, hemos recorrido con toda felicidad buena parte de la isla. Nunca nos han faltado personas, que olvidadas de su propio peligro se mostraron solícitas de nuestra seguridad".
"La persecución se ha embravecido. Nuestra comunidad está triste, porque no se habla sino de muerte, de prisión o pérdida de bienes de los fieles. Y con todo, vamos adelante animosamente".
"En la actualidad son innumerables los que vuelven a la Iglesia. Trabajo desde muy de mañana hasta gran parte de la noche, habiendo cumplido los diversos oficios y predicado algunos días dos veces. Trabajo en una infinidad de asuntos: doy respuesta a casos de conciencia, organizo el trabajo de otro sacerdotes distribuyéndolos donde hubiere mayor necesidad; reconcilio a los separados con la Iglesia, procuro ayudas temporales para los que sufren en las cárceles. Son tantos, que fácilmente desmayaría de fatiga, pero es Dios quien favorece".
"La mayor consolación la recibimos al constatar la increible alegría de estos hermanos, por nuestra venida a Inglaterra".

Defensa de la fe

Fue muy célebre el famoso documento, escrito por San Edmundo dirigido al Consejo de la Reina. En él refuta el falso rumor, difundido por las autoridades. Los católicos, de ninguna manera, pretenden la desobediencia civil y aman especialmente a la Reina Isabel. El excelente estilo gusta a todos, aún a muchos protestantes.
Las ediciones de este escrito se multiplican y es conocido por toda la población. Los católicos se sienten muy confortados y tranquilos al verse defendidos en su patriotismo.
Poco después Campion compone y edita, en abril de 1581, su opúsculo "Diez Razones", un compendio de la fe católica y los principales argumentos teológicos. Esta obra ocasiona una verdadera revolución en la Iglesia reformada. Fue todo un éxito. Católicos y protestantes no pueden hablar, durante meses y en todas partes, sino del libro del P. Edmundo Campion. Las autoridades, muy molestas, se endurecen y la persecución se hace más rigurosa.
En la Universidad de Oxford, el libro de Campion fue conocido y comentado, con admiración, por todos y en especial por sus compañeros y antiguos discípulos.

Detención

El 16 de julio de 1581, el P. Edmundo Campion es detenido en el castillo de Lyford. Es traicionado por Jorge Elliot, quien se ha hecho pasar por católico.
San Edmundo no guarda rencor alguno al traidor. Requerido por él, sonriendo le dice: "Dios te perdone, Jorge, y yo te perdono. Si te arrepientes y te confiesas, yo te absolveré, pero tendrás que hacer penitencia".
Es llevado a Londres y encerrado en la Torre. En el calabozo Little Ease, tal vez el más lóbrego y húmedo, de las 22 torres. Allí pasó el primer tiempo.
Por expreso deseo de la Reina Isabel, es llevado a su presencia, al cuarto día. "¿Me tenéis por verdadera Reina de Inglaterra?". "Sí, Majestad". La Reina promete: "Os ofrezco la vida, la libertad, bienes de fortuna, grandeza y honores, si consentís en servirme". La respuesta de San Edmundo es muy rápida: "Soy vuestro vasallo, mi Reina, pero soy católico".
Por ultimo la Reina dice: "En vos no hay otro crimen que el ser papista". "Esta es mi mayor gloria", le contestó Campion, con un buen humor inglés.

Prisión

Se le dio un trato muy humano, para ablandarlo. Los carceleros, por expreso encargo de la corte, renuevan constantemente las promesas de la Reina.
Le dicen que su conversión al protestantismo lo llevará al arzobispado de Canterbury.
Cuando las autoridades constatan el fracaso, lo someten a la tortura. Pero no logran una sola palabra de debilidad. Ni siquiera una indiscreción que pudiera delatar a los otros jesuitas, o a algún católico.

Disputas teológicas

Destrozado por los tormentos, días después, lo hacen disputar con los mejores teólogos protestantes. San Edmundo Campion hace un gran esfuerzo. Muestra serenidad, e incluso amabilidad con todos. Con un dejo de humor les dice no estar en las mejores condiciones para sostener una discución teológica. Y, sin embargo, con verdadera sabiduría expone muy bien los argumentos.
El conde de Arendel, protestante, hijo del duque de Norfolk, presente en las disputas y convencido por Campion, decide volver a la fe católica. Merecerá más tarde dar su vida por la fe.

Condenación a muerte

A los actos finales lo acompañan San Alexander Briant y el Bienaventurado Thomas Cottam, ambos sacerdotes de la Compañía de Jesús, Ralph Sherwim y otros sacerdotes católicos.
San Edmundo dijo en esa ocasión: "Se nos acusa y se pide nuestra muerte. No tenemos a quien apelar, sino a las conciencias de Uds. ¿Pueden Uds. creer a nuestros acusadores?. Uds.lo saben, ellos han traicionado a Dios y al hombre. No han mostrado el menor fundamento para dar crédito a sus juramentos. Ni siquiera son hombres honrados. Aunque Uds. quisieran creerles, no pueden. Yo encomiendo todo a Dios. Esta condena la encomiendo a Uds. Nunca hemos temido a la muerte. Lo único que podemos decir es, que si nuestra religión nos hace traidores, merecemos ser condenados. Pero somos, y hemos sido, los mejores súbditos que la Reina haya tenido. Al condenarnos, Uds. condenan a todos nuestros antepasados, a todos los sacerdotes, obispos y reyes, a todo lo que fue la gloria de Inglaterra, la isla de los santos y la más fiel hija de la Sede de San Pedro. La posteridad nos dará la razón. El juicio futuro no va a estar sujeto a la corrupción como el de hoy."
Y ese día, el 21 de noviembre de 1581, todos son condenados a muerte. "Sean llevados a Tyburn. Serán ahorcados. Descolgados con vida, se les cortarán las partes inferiores y se les arrancarán las entrañas para ser quemadas en presencia de ellos. Se les cortará la cabeza y serán descuartizados. Y Dios tenga piedad de Uds".
San Edmundo Campion entona entonces el Te Deum. Los otros sacerdotes condenados lo siguen en su canto.

Los últimos días

San Edmundo estuvo encadenado los once días que mediaron entre el juicio y la ejecución. Recibió la visita de una hermana, facultada para hacerle el último ofrecimiento de libertad y de grandes beneficios, a condición de que renunciara a su Fe.
También lo visita Jorge Elliot. "Si yo hubiera pensado que habíais de sufrir algo más que la prisión, yo nunca os hubiera acusado". "En ese caso, le contesta con humor Campion, os suplico, en nombre de Dios, que hagáis penitencia y que confeséis vuestro pecado, para gloria de Dios y salvación de vuestra alma". Y ante el temor manifestado por Elliot, por las posibles represalias católicas, le agrega: "Estáis equivocado si creéis que los católicos llevan su odio y su ira hasta la venganza. Para que os sintáis seguro, si queréis, os recomendaré a un Duque católico alemán, donde podréis vivir en paz".
El carcelero de San Edmundo Campion, presente en la entrevista, se conmovió de tal modo por la generosidad de Campion, que se hizo católico.

El martirio

El 1º de diciembre de 1581 sufre el martirio, en compañía de San Alexander Briant y de Ralph Sherwim.
Lo sacan de la Torre. Está lloviendo. Ha llovido durante varios días. Un gran multitud se ha agolpado a las puertas. San Edmundo, con una sonrisa, los saluda a todos. "Que Dios os salve, caballeros, y os haga buenos católicos".
Lo atan a una rastra tirada por un caballo. A él y a Briant los arrastran lentamente por la lluvia y el barro, hasta llegar a Tyburn. Al pasar por el Arco de Newgate ve una imagen de la Virgen María, que se ha salvado de los martillazos, y la saluda cariñosamente. En el camino un católico le enjuga el rostro, salpicado de lodo y suciedad. San Edmundo le dijo: "Dios te premie y te bendiga".
En Tyburn, San Edmundo subió a la carreta instalada bajo la horca. El mismo se pone la soga alrededor del cuello. Entonces, pide utilizar el derecho que le otorga la ley, decir unas palabras.
"Soy inocente de las traiciones que me han acusado. Soy católico y sacerdote de la Compañía de Jesús. En esta fe he vivido y en ella quiero morir".
Entonces le gritan que pida perdón a la Reina."¿En qué la he ofendido?. Soy inocente. He rezado y rezo mucho por ella". Un cortesano le exige que diga por cuál Reina reza. "Por Isabel, vuestra Reina y la mía, a la que deseo un largo reinado, tranquilo y feliz".
De inmediato dieron orden de retirar la carreta que estaba bajo sus pies. Y San Edmundo queda colgando.
Inconsciente, tal vez muerto, cortan la cuerda que lo ata y el carnicero lo descuartiza.
Entre los presentes, en primera línea, está Enrique Walpole, un joven de familia católica, pero inclinado a la reforma. Tan cerca está, que un poco de sangre le salpica el abrigo cuando el carnicero arranca las entrañas de Campion y las arroja al caldero de agua hirviendo. Enrique Walpole se conmovió profundamente. Tanto que decidió, poco después, cruzar el mar y ordenarse de sacerdote en la Compañía de Jesús. Trece años más tarde morirá del mismo modo que San Edmundo, en el cadalso de York.

Glorificación

San Edmundo Campion fue canonizado el 25 de octubre de 1970 conjuntamente con San Alexander Briant, San Enrique Walpole y otros siete jesuitas, ingleses y galeses, mártires de la fe, como él. También fue canonizado su compañero San Ralph Sherwim.




...


Tomado de:



...